lunes, 9 de junio de 2014

A golpe de encuestas, el poder moldea y crea ficticias mayorías sociales y políticas

encuestas

España apoya mayoritariamente la monarquía y Podemos es la fuerza política emergente que detendrá el ascenso de Izquierda Unida. Son los dos titulares que se desprenden de las últimas encuestas publicadas en El País, El Mundo, El Periódico de Catalunya y eldiario.es.
Vayamos primero al asunto de la abdicación de Juan Carlos de Borbón. Según el rotativo El Mundo un 55 por ciento de ciudadanos españoles respalda la institución monárquica, mientras El País rebaja este apoyo al 49 por ciento. Las personas que se decantan por la forma republicana de Estado oscilan entre ee 35 y el 36 por ciento. Eso sí, El País sitúa en un 62 por ciento la demanda social de un referéndum previo antes de producirse la entronización de Felipe, que es precisamente lo que se está solicitando en la calle de modo más acusado y reivindicativo y no sale como noticia destacada nunca en la portada del diario de Prisa.

Los sondeos que publican los dos principales medios de comunicación escritos y digitales de España forman parte de una ofensiva bien orquestada para suplantar la voluntad del electorado, dando por sentado que una mayoría demoscópica anónima o ficticia avala el proceso de sucesión abierto y consensuado por el PP y el PSOE.
Lo que se pretende es sortear las dificultades de una consulta pública, dando a entender que es innecesaria con los datos extraídos de las encuestas. ¿Por qué, entonces, celebrar comicios generales? Con un estudio del CIS sería más que suficiente para adjudicar escaños.
Las encuestas citadas intentan crear un estado de opinión definitivo y cerrado que legitime lo que se está tramando a marchas forzadas a espaldas del pueblo. Si las elites estuvieran tan seguras de un hipotético resultado favorable a sus tesis monárquicas en las urnas, sin duda que convocarían un referéndum a la mayor brevedad posible.
Sin embargo, los riesgos e incertidumbres son muchos, por ello evitan la consulta a la ciudadanía, amparándose en la Constitución pero obviando al mismo tiempo que en ella se recoge expresamente que el referéndum es la vía adecuada para conocer la opinión directa del electorado ante asuntos de especial trascendencia. Y la forma de Estado entra perfectamente en esta condición extraordinaria.
Estamos en la semana estratégica en que el Congreso de los Diputados y el Senado han de aprobar y convalidar la ley de sucesión automática, por ello se sucederán en los próximos días sondeos de idéntica naturaleza y con similar sesgo a favor de la monarquía, queriéndose amordazar la voz plural de la calle que viene reclamando a través de numerosas concentraciones y manifestaciones un referéndum limpio y consultivo.
Las elites no lo tienen claro y desconfían del voto popular. Solo les queda influir y modificar la percepción pública mediante informaciones y estudios preelaborados para contrarrestar el clamor ciudadano que pide participar sin intermediarios en una decisión política de gran calado y largo alcance. Una encuesta, por tanto, jamás podrá sustituir a un referéndum legal.
Los otros dos sondeos se refieren a las elecciones generales. La palabra clave es “Podemos”, sobre ella giran todas las elucubraciones e interpretaciones.
Nos vamos a referir únicamente a las expectativas de las principales fuerzas políticas, la propia Podemos, Izquierda Unida, UPD, PSOE y PP, cogiendo los valores máximos y mínimos de los sondeos realizados por empresas demoscópicas para El Periódico de Catalunya y eldiario.es.
A Podemos le otorgan un porcentaje del 14-15 por ciento y una horquilla de 28-58 diputados.
IU oscila, como UPD, entre un 5 y 8 por ciento de apoyo electoral, que se traducirían en 13-17 diputados; entre 12 y 14 para UPD.
El PSOE obtendría entre 87 y 98 actas con un porcentaje de voto estimado del 19 al 22 por ciento.
Al PP, por último, le votarían un 25-32 por ciento del electorado, lo que se supondría de 125 a 142 escaños.
Como se advierte la imprecisión es mucha, más todavía en el caso de Podemos, que paradójicamente tiene una expectativa de voto al día de hoy estable, pero al convertirla en asignación de escaños fluctúa en un amplio margen de 30 diputados de más o menos.
Otra nota destacada es que el apoyo al bipartidismo oscila entre el 44 y el 54 por ciento. La banda de escaños resultante se situaría en la franja que va de 212 a 240 diputados. Por tanto, mayoría absoluta para la gran coalición entre PP y PSOE.
El tercer factor que desvelan las encuestas es el estancamiento de IU y UPD.
Con los datos en la mano, podríamos decir a vuelapluma que:
- Podemos divide el voto de la izquierda, retiene el avance de IU y con su concurso no impide la mayoría absoluta bipartidista tradicional.
- Una coalición IU-Podemos empataría técnicamente en votos y escaños con el PSOE, lo que sí podría cambiar la mayoría absoluta hacia un giro a la izquierda.
- Si las fuerzas conjuntas de IU y Podemos más la del PSOE llegaran numéricamente a la posibilidad de formar gobierno, ¿qué haría el PSOE, decantarse por el PP o por un ejecutivo de izquierdas?
El factor Podemos, de momento, frena el avance de IU. Eso le viene bien al sistema imperante. Y si el PSOE se convierte de rebote en el fiel de la balanza, su historia desde la transición no debiera ofrecer dudas al respecto: siempre se ha posicionado a favor del orden establecido, esto es, de la Monarquía y de la Constitución como marco de referencia intocable del nacionalismo patriota y español.
Las encuestas aparecen en instantes concretos y coyunturales para crear y dirigir la opinión por un camino determinado. A golpe de sondeos la ciudadanía no tiene nada original que decir porque es un elemento pasivo controlado por los resultados finales obtenidos y por las preguntas que sesgan, recortan y predicen su respuesta aparentemente libre y personal.
Ojo con los sondeos demoscópicos: marcan tendencias muy peligrosas de las que es muy difícil salir indemne. Y, además, son propiciadas por intereses muy concretos, muchos de ellos en la sombra. Las encuestas jamás podrán suplantar la legitimidad de las urnas, aunque a veces condicionan o determinan su resultado soberano de modo subrepticio o subliminal. Lo dicho, cuidado con darles el crédito que no merecen.

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