martes, 24 de junio de 2014

¿Democracia participativa en un movimiento electoral?

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Tómas Rodríguez Villasante
“El autor entra de lleno en el debate abierto en torno a las vías para asegurar una participación real de la población. Una discusión de plena actualidad en Podemos, IU y otros partidos”.
Entendemos que la estructura que se propone más adelante es una vía mixta entre un sistema electoral con primarias, basado en los votantes, pero con poca articulación de los activistas y sus posibles deliberaciones y aportaciones; y por otro lado un sistema de círculos de activistas –lo que llamamos “grupos motores” nosotros– cuya función suele ser más el dinamizar las democracias de base que el representar a la gente.
Un sistema democrático es bueno que tenga distintas instancias de poderes según lo que se requiere para las distintas tareas que se han de realizar, y que por definición son complejas. Ni parece conveniente que haya un solo comité, círculo, o grupo decisorio de todo; ni que los grupos o círculos de base se erijan en representantes, cuando son voluntarios y no elegidos.
Una asamblea local puede llegar a un 5% o máximo 10% de la población, y esto ya estaría muy bien. Pero si se quiere llegar al 99%, o al menos al 66% de simpatizantes de un proceso de cambio, hacen falta sistemas más abiertos de legitimidad.
No es bueno confundir los sistemas electorales y representativos, con los sistemas de activistas surgidos de las iniciativas de la gente.
Los dos son necesarios, cada cual tiene caminos experimentados y se pueden articular. Da igual que el comité o círculo de delegados venga de los círculos de base o de primarias, igual se puede burocratizar, y hay ejemplos históricos de sobra.
Lo que parece necesario es mantener las diversas vías de legitimación abiertas y complementarias. Y estas vías o columnas de trabajo pueden ir cumpliendo diversas actividades, tanto institucionales como instituyentes. Lo que es más complejo es cómo se articulan entre sí según las circunstancias.
Un sistema alternativo puede tener unas bases asamblearias, pero sin mitificarlas.
Por ejemplo, para que pueda participar mucha gente no deben ser más de 2 o 3 asambleas al año, y con propuestas claras de temas y funcionamiento. Pueden tener varias partes en su desarrollo, donde además de una explicación inicial y de rendición de cuentas, puede haber luego un reparto en grupos pequeños que puedan analizar y proponer, para al finalizar tomar algunas decisiones que sean centrales hasta la siguiente Asamblea por lo menos.
Los electos, los círculos o los asesores, deben rendir cuentas y pueden hacer propuestas, y sobre estas se puede abrir los debates, con una dinamización adecuada, a un publico más amplio que los activistas, siendo lo más inclusivos posible. Si los círculos, por ejemplo, recabaron iniciativas de sectores de la población no organizados o de movimientos, éstas pueden enriquecer los debates y las propuestas.
Una “democracia de iniciativas” es mucho más interesante y democrática que solo una “democracia de control”. Si solo nos planteamos controlar a los electos, del propio partido o de otros, ya les estamos dejando toda la iniciativa a los que han salido representantes, y solo queda ver si lo hacen bien o mal y cambiarlos
Lo que se propone con las iniciativas de base –en los mejores sistemas de las planificaciones participativas se hace– es partir de la agenda de la gente, al menos para los asuntos más de fondo (programas, planes anuales), y debatir cómo se pueden articular y viabilizar. Esta es una base no tanto para resolver los problemas del día a día, sino para no desviarse del proceso de fondo, contando con las aportaciones más amplias posibles.
La tarea de los “grupos motores” no suele ser tratar de ser representativos, sino activos. Esta es una función esencial que prueba la dinámica no clásica de un movimiento. Si la gente quiere ser representativa debe presentarse a elecciones de tipo primario o definitivo, pero hace falta mucha más gente que no quiera esa función sino la de dinamizar los procesos.
Y hay mucha gente dispuesta a estas funciones de formación-acción, de activismo en movimientos, de preparar los debates para programas y planes, etc. Si solo hay personas dispuestas a ir en las listas electorales, eso es un partido clásico, y tendrá el mismo futuro que los otros partidos que ya se conocen.
El ritmo de estos grupos o círculos no puede ser de reuniones muy frecuentes, pues la gente tiene otras cosas que hacer –trabajos, movimientos, familiares, etc.–, pero al menos mensualmente deben seguir con las actividades que se auto-programen.
Otra cosa es una agenda del día a día, pues muchos problemas se plantean sin estar previstos. Un movimiento que quiera resolver los problemas de la gente ha de tener sistemas ágiles de respuestas.
Una cosa es el poder ‘legislativo’, de ‘planificación’, o el ‘judicial’ que puede tomarse sus tiempos de deliberación y resolución, y otra cosa es contar con un ‘ejecutivo’ que resuelva cotidianamente. Es claro que el ‘ejecutivo’, los candidatos electos, han de seguir el programa, los planes, que se han debatido en las asambleas a propuesta de los círculos, y que han de rendir cuentas de sus actuaciones dentro de ese marco.
Pero en el día a día han de tomar muchas resoluciones que no pueden esperar a los ritmos más lentos de las asambleas o de las primarias. En ese sentido han de tener una cierta autonomía para interpretar los acuerdos previos programáticos. Pero como puede haber fallos ha de ser posible tanto la revocación –si es grave la decisión– como la rotación para no acostumbrar a las personas sentirse como profesionales de la política.
Las candidaturas electorales son personas que se infiltran en un sistema que no está pensado desde la participación activa de los sectores de base. En ese sentido han de cumplir perfiles mediáticos para poder ser elegidos, pero al tiempo han de responder a mandatos ‘imperativos’ para que no se acostumbren a actuar por su cuenta.
Los grandes problemas que hay que resolver tienen que ver con que las personas más persistentes en las reuniones, y más maquinadoras para conseguir puestos, suelen medrar en los partidos, y suelen acabar por imponer sus clientelas de arriba abajo.
Practicar una buena formación-acción de base, vínculos con los movimientos sociales, y rendición de cuentas pueden ser formulas para que se aminoren estas tendencias elitistas. Y como se ha de contar con asesores, pues cada cual no sabe de todo, que estos equipos de asesores del día a día sean mixtos, pues la inteligencia colectiva es también un valor que deben aprender los cargos electos igual que las demás personas.
Asesores mixtos es una forma de formar equipos donde algunos expertos en algunas temáticas –medios de comunicación, legislación, economía, formación, etc.– pueden articularse con delegados o voluntarios que surgen de la base social, es decir, de los círculos y asambleas.
Según los recursos disponibles habrá algunos profesionales pagados para estas funciones, pero puede haber otros que sean voluntarios. La complejidad jurídica de los sistemas en donde están infiltrados los electos los van a coartar por todos lados.
Por eso han de actuar con doble eficiencia: hacia dentro de las instituciones con expertos en ellas para no quedar bloqueados; por fuera de las instituciones para seguir construyendo formación-acción con la gente y con los movimientos. Y en esta segunda parte tanto los asesores como los grupos motores suelen jugar un papel fundamental de extensión.
Propuesta
Es posible compatibilizar las vías para las tomas de decisiones ejecutivas del día a día con las deliberativas de participación social sobre formación, vinculación con movimientos y programas, que pueden realizarse en tiempos más dilatados. Proponemos cuatro vías de actuación o columnas de trabajo en paralelo que pueden interrelacionarse entre sí.
A) Candidaturas. Como se ha venido haciendo se basan en sistemas de primarias abiertas. De donde saldrán responsabilidades de gobierno o de oposición. Según los resultados que se obtengan en las distintas elecciones habrá ingresos para garantizar el funcionamiento de toda la estructura.
B) Asesorías. Pueden haber tres o más equipos asesores pero consideramos imprescindibles un equipo multimedia, otro jurídico-económico y un tercero de formación-acción para dinamizar círculos y asambleas para ir introduciendo un estilo de democracia participativa.
Cada equipo debería contar con personas especialistas –profesionales y/o activistas– y algunos delegados/as de los círculos con experiencia en los respectivos temas. Se regirán por un ‘libro de estilo’ acorde con los principios de la democracia participativa. Los equipos deben existir al menos a nivel federal, autonómico y de grandes municipios. Habrá que evaluar qué gastos llevaría su funcionamiento.
C) Círculos. Una primera tarea sería la de Formación-acción para la dinamización local o del sector temático correspondiente, y recoger las iniciativas que surjan desde la gente, de abajo hacia arriba. La segunda tarea sería la vinculación con movimientos sociales de acuerdo a estrategias locales partiendo de mapeos de los procesos existentes. Una tercera tarea puede ser debatir los programas de Podemos y preparar planes anuales operativos.
Las personas pertenecientes a los círculos de Podemos deberán hacer constar alguna forma de identidad y conexión para hacer posible las tareas y el estilo acordado.
Los círculos deberán impulsar la formación y debates presenciales e incluir algún sistema telemático para incorporar el máximo de personas e iniciativas.
Los acuerdos de cada círculo se comunicarán mediante una ficha preestablecida a los círculos de coordinación autonómica o federal.
Es conveniente que haya círculos de ámbito local, autonómico y federal. Al menos en estos últimos debería haber círculos por sectores temáticos.
Desde los ámbitos federal y autonómico se les preguntará a los círculos locales sobre las cuestiones programáticas y de planificación.
D) Asambleas. Se realizarán en torno a dos asambleas a lo largo del año, con la finalidad de establecer rendición de cuentas de candidatos/as, asesores/as y círculos; y para la aprobación de programas y priorizar planes operativos anuales. Otra tarea de estas asambleas puede ser la elección de delegados/as para formar parte de los equipos asesores y para los círculos autonómicos y federales. Estas delegaciones serán rotativas periódicamente, y pueden ser revocadas por las asambleas.
El funcionamiento de las asambleas puede ser mediante talleres abiertos a la población en base a las propuestas presentadas por los distintos círculos.
Se trata de un debate que precisa de adecuación a las prácticas más que a teorías previas que nos suelen hablar de lo que no debemos hacer más que de lo que ha sido un éxito.

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