miércoles, 18 de junio de 2014

El «terrorismo anarquista» amenaza el traspaso de la corona

Álvaro MILLÁN

black-40734_640Según se comenta, la Casa real y el Gobierno están preparando una coronación que podría definirse como de perfil bajo. Sin excesos ceremoniales, carrozas ni demás boato habitual en todas las monarquías del mundo. No habrá invitados extranjeros, se suprimirá el tradicional Tedeum para darle un tono laico y hasta se insinúa que el Borbón de relevo tomará la corona vestido de paisano. El rey padre ni siquiera asistirá, la reina madre quiere asistir pero está por ver que la dejen, las infantas –imputadas o sin imputar– no estarán presentes y a Urdangarín tampoco se le espera. En fin, un acto triste y deslucido, insólito en una monarquía que se precie. La derecha está molesta y con razón. ¿Qué puede ofrecer una monarquía sino boato y esplendor?
Para algunos analistas esta austeridad laica y civil sería la fórmula con que la monarquía pretende congraciarse con la sociedad y recuperar la popularidad de otros tiempos. El problema es que a los monárquicos no les gusta una monarquía «cercana al pueblo» y los republicamos abominan de cualquier monarquía se acerque a quien se acerque, con lo que esta operación amenaza con no complacer a nadie.

Y justo en medio de este debate aparece el director general de la policía y nos advierte de una «amenaza anarquista». Efectivamente, Ignacio Cosidó, que así se llama el director general, lo ha dejado muy claro: «el terrorismo anarquista se ha implantado en España», ha dicho. Y como muestra de esa implantación nos recuerda el atentado perpetrado en la Basílica del Pilar en octubre de 2013. No sé si alguien recordará el acontecimiento, porque no es que dejara paralizado de terror al país ni causara el hundimiento de la Bolsa ni nada por el estilo. El hecho fue que una humilde bombona de camping gas rellena de pólvora hizo astillas un par de bancos del templo. Desde entonces –han pasado casi dos años– no hemos tenido noticias de estos peligrosos anarquistas, no sabemos nada de ellos, salvo que sus conocimientos tecnológicos no son precisamente de última generación y que tampoco tienen muchas ganas de trabajar.
¿No se le pudo ocurrir al director general Cosidó nada más verosímil para meter miedo en el cuerpo a las gentes de orden? Ya que, a lo que parece, carece de miedo al ridículo, podría haber recurrido a un GRAPO resucitado, a una ETA aburrida de la «tregua» o, puestos a imaginar, a un Godzilla con tendencias republicanas. Pero, una vez aclarado que los ideólogos del Régimen no están en su mejor momento creativo, hay que preguntarse a qué viene ahora sacar a pasear el fantasma de Mateo Morral. ¿Intentan justificar la sobriedad de la ceremonia de coronación por el peligro de un atentado y así acallar las protestas de los ultramonárquicos? ¿O acaso creen que la idea de que los Borbones estén amenazados por bombonas de camping gas despertará la simpatía del populacho hacia la casa real?
Mateo Morral
Mateo Morral
Cuesta creer que detrás de esta sarta de estupideces se esconda una estrategia, y sobre todo un cerebro capaz de elaborarla, pero si todo esto tiene algún sentido debe ser que el Régimen está jugando la baza del miedo e intenta demostrar a los ciudadanos que, como no dejen de protestar y de votar de forma insensata, la economía se hundirá, asaltarán el poder los bolivarianos, España se romperá en mil pedazos y los anarquistas sembrarán de bombonas el país.
Cuando ya nadie espera la tantas veces anunciada «recuperación económica», no queda otra baza que jugar que el miedo a un caos que nos amenaza y ante el cual no hay otra opción que confiar en este Sistema que, a falta de otra cosa, al menos nos proporciona estabilidad, una estabilidad con paro, desahucios, desnutrición infantil, sin servicios públicos, sin derechos sociales ni perspectivas de futuro, pero estabilidad al fin y al cabo. Seguramente la estabilidad será la justificación y el reclamo de esa gran coalición PPSOE que ya están anunciando Zapatero y Felipe González. Una estabilidad que nos permitirá morir tranquilos, puede que de hambre y en la calle, pero sin sobresaltos.
¿Se les habrá ocurrido pensar a algunos qué demonios puede importarle la estabilidad a un parado sin esperanza de conseguir empleo, a un desahuciado que debe pagar el piso que ya no tiene o a unos padres que envían a su hijo al colegio en vacaciones para que pueda comer?

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