martes, 18 de noviembre de 2014

Buj: el tiempo detenido en la España de pandereta, misa, tarde de toros y mantón de Manila

mantón de manila

El Ejército español está preparado para intervenir en Afganistán o Valencia, donde sea menester si así lo decide el Gobierno. Son declaraciones del mandamás máximo del Estado Mayor del Ejército, señor Buj, de oficio general. Ahí es nada el espíritu de sacrificio, entrega y servicio a la Patria del ilustre alto mando de moqueta y sillón ejecutivo.

Buj es un militar del siglo XXI con maneras y verbo del XIX. Su lenguaje es pura caspa, delirio de hazañas bélicas de tiempos remotos de lanza y caudillo. Para hablar de Cataluña, sus añejas conexiones ideológicas le juegan una mala pasada. Se siente como un ciudadano señero de la metrópoli, un ser superior que ordena y dispone sobre las criaturas coloniales periféricas y que añora las posesiones filipinas y cubanas, allá donde hacían carrera los militares de estirpe decimonónica.
Le duele España, un clásico de la retórica españolista más rancia y retrógrada. De la derecha ultra de toda la vida, vamos. Adorna su retórica vacía (no se mueve un ápice de lo tradicional y consabido) con una palabra mágica y de amplio espectro, “caída”, de raíz religiosa infumable, para caracterizar bajo eufemismo de espadachón antediluviano y cruz católica la actual situación española de corrupción, secesionismo y debilidad, otro vocablo éste último que lo enfrenta subliminalmente a la fortaleza proverbial de la milicia salvapatrias.
Dice también, y esto ya clama al cielo, que el Ejército es la herramienta del poder civil para hacer cumplir la ley y la Constitución. ¿Desde cuándo un ejército ha servido para eso en esta España irredenta y fosilizada del general Buj? El Ejército está para lo que está: para meter miedo al personal y para reconducir el conflicto social a los cauces apropiados para la elite. Legalidad y legitimidad no se juntan bien la causa militar. Ni ahora ni antes, salvo excepciones muy puntuales.
Lo mejor de todo, sin embargo, es la elevación intelectual de Buj a cotas casi filosóficas como remedio de los males independentistas en Cataluña. El comandante en jefe español aconseja al Gobierno que hay que ganarse los corazones y las mentes de los ciudadanos con el propósito de que vean por sí mismos el futuro feliz que nos aguarda si perseveramos en ser lo que somos por raza histórica: españoles hasta la médula. La mente y los corazones: verborrea que solo esconde propaganda barata de baja estofa.
Buj es el prototipo militar de corte y confección que no es capaz de comprender más allá de sus medallas, su casaca de cadete con ínfulas de señorito y de su instrucción académica y cuartelera.
Pobre discurso el de Buj. Y es el “jefe”. Aunque dimitiese, detrás de su alargada sombra vendría otro de similar porte. La estructura militar en España deriva del Ejército franquista. Ahora los cuadros de Estado Mayor tienen más estudios y másteres internacionales, pero las doctrinas que ostentan huelen a las esencias por antonomasia del buen ser español: patria de fanático, orden estricto, catolicismo solapado y que muera la inteligencia.
Probablemente haya algunos islotes democráticos en el escalafón militar, pero si levantan la voz, la sacrosanta jerarquía se deja ver mediante calabozo, palo y tente tieso, proverbiales formas de matar el cándido piar de ruiseñores poetas que aún creen que militar y democracia pueden hacer pareja de hecho duradera y de mutua fidelidad.

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