lunes, 5 de enero de 2015

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“Hay que olvidarse de las habituales “familias” que negocian puestos, de las negociaciones por arriba en petit comité, de las imposiciones de marcas o siglas, de las jerarquías orgánicas, del control orgánico del aparato,etc. Hay que ser capaces de soltarse la melena y participar de igual a igual, y en sentido horizontal”.
Chema Ruiz Losa, activista social (Blog El enemigo a las puertas)

Izquierda Unida tiene historia, y como la de cualquier organización, y como la de cualquier hombre y mujer, atesora muchas cosas de las que estar orgullosa, y algunas de las que arrepentirse, incluso para avergonzarse.
Nace como plataforma de la izquierda unida en aquellos años, en los que el PCE, junto a otros muchos colectivos luchaban contra el militarismo imperialista de Estados Unidos, y contra las bases americanas en España. Y lo hace en el ánimo de forjar un espacio mas amplio que el partido, donde puedan confluir todas esas organizaciones, colectivos, hombres y mujeres que perseguían un mismo objetivo y creían en una nueva sociedad.
El PCE de entonces, fue capaz de leer el momento y hacer un esfuerzo de valentía y generosidad, renunciando a presentar candidaturas a favor de ese nuevo sujeto político que estaba naciendo (por supuesto algunos no fueron capaces de verlo, e incluso abandonaron el partido).
Desde entonces, hace ya casi 30 años, hay que agradecerle a esa gran cantidad de hombres y mujeres honestos y luchadores que la componen, haber sido capaces de mantener la posición, de denunciar el bipartidismo neoliberal que nos asedia, de seguir elaborando un discurso superador del capitalismo y de llevarlo a la práctica en lugares como Marinaleda o Villaverde del Rio. Hay que valorarles su trabajo incansable en prácticamente todos los frentes, su colaboración en mantener y crear tejido social en los momentos en que este estaba desapareciendo, y su tarea en la cooperación internacional.
Y también hay que reprocharles haberse quedado en apenas una socialdemocracia, en el mejor de los casos, en algunos lugares donde ha gobernado, y en algunos casos, incluso haberse plegado al socialiberalismo de gobiernos compartidos con el PSOE del bipartidismo.
Y por supuesto hay que denunciar de forma contundente actuaciones del tipo de la de Moral Santín como consejero de Bankia, o aquellas federaciones en las que se había convertido en un oligopolio para mantener cargos públicos y un puñado de puestos de trabajo, donde se había conformado con un segmento paupérrimo de poder, renunciando a transformación social alguna, con una gestión cuando menos, regular, e incluso con algún caso de corrupción.
Izquierda Unida nació como un movimiento político y social, asambleario y de elaboración colectiva, y lo fue, vaya si lo fue. Miles de asambleas activas y militantes, áreas de elaboración colectiva que vertebraban la participación social y generaban programas valientes que se intentaban trasladar a las instituciones…pero llegó un momento en que las luchas de poder cainitas, y el acomodo, acabaron con todo aquello, todo un proyecto se venía abajo, manteniéndose solamente el reducido poder institucional que se mantenía en ayuntamientos, y renunciando al impulso del tejido social y el fomento de la participación. Todas aquellas asambleas vivas van desapareciendo en algunos casos, y en otros se ven diezmadas, quedando apenas los concejales de turno.
La organización se convirtió entonces en un espacio mustio, un erial en el que ya solo existía la pata institucional, con mayor o menor acierto, y en el que la base militante prácticamente había desaparecido, dejando paso solamente a unos cuantos cuadros “dirigentes”, que normalmente eran además los cargos públicos.
En los últimos años, coincidiendo con los cambios en la dirección, se apuesta por una refundación de Izquierda Unida que retomara sus inicios y recuperara la militancia de base y su importancia, y se renueva y refuerza esa apuesta en la X asamblea federal que marca como camino a seguir, la conformación de un gran bloque político y social que construya desde abajo el contrapoder capaz de llevar el proceso constituyente en el que estamos inmersos, hacia el lado de abajo, que permita que sean los desfavorecidos los que tomen las riendas del presente y el futuro.
Sin embargo a pesar de tener delante de la nariz todo el proceso de ebullición social que se gestaba en los inicios de esta década (Mesas de Convergencia, DRY, 15M, PAH, etc.) en los que muchos militantes de IU estaban desde sus inicios, y que la organización los conocía casi desde su nacimiento, no supo o no quiso ver la que debería haber sido entonces su misión, ponerse al servicio de todos estos colectivos.
Muy al contrario, se pasó del recelo, e incluso la enemistad manifiesta en algunos casos, a la condescendencia del padre mas o menos orgulloso de su hijo, pero sin tomar en consideración la fuerza de estos movimientos y las nuevas formas de participación que reclaman. Perdiendo por tanto la oportunidad histórica de convertirse en referencia y “brazo político” de la calle, como si que hizo Siryza en Grecia con el movimiento que nació en Sintagma.
Por otra parte, mientras sectores de IU creen de forma inequívoca en la necesidad de convergencia en ese gran bloque político y social que termine en un nuevo sujeto político capaz de tomar el poder institucional y se pone manos a la obra, la interpretación de este bloque que hacen otros sectores es la de seguir haciendo las cosas como hasta ahora, negociar a la vieja usanza de la mesa camilla y los puestos electorales con quien se pueda, y hacer alguna concesión a las “asociaciones amigas” pero sin cambiar los métodos, sin abrirse a esas nuevas formas de hacer y de vivir la participación que atruenan en calles y plazas.
A pesar de lo cristalino que lo veíamos muchos, y de la advertencia de muchos, de que ese nuevo actor político nacería con, o a pesar de Izquierda Unida, la tradición del viejo centralismo democrático disciplinado en unos casos, el miedo a la perdida de rumbo ideológico en otros, y la anteposición de intereses personales en alguno, llevó a la organización a seguir con la venda puesta en los ojos, apostando por el miedo y el conservadurismo, cuando lo que tocaba era audacia y apuestas valientes.
Como no podía ser de otro modo, esos nuevos espacios y colectivos con nuevas formas de participación surgieron (Partido X, En Red, Primavera Europea…) consolidándose en “Podemos”, no solo con un buen número de votos en las elecciones europeas, sino con la puesta en marcha de miles de colectivos en barrios y pueblos formados por cientos de militantes ilusionados y con ganas de participar en la transformación social, y también con la proliferación de los espacios de confluencia que se está dando en llamar “Ganemos…” y que apuntan como el actor político y social desde el que se puede acceder al poder institucional municipal.
Llegados a este punto, en el que la emergencia social y la pérdida de libertades y Derechos toma tintes dramáticos, y en el que los partidos de la partitocracia turnista van a blindar su posición de privilegio con las necesarias modificaciones legislativas a su favor, no podemos permitirnos la descoordinación y falta de organización en la resistencia, pero mucho menos, la atomización en las propuestas electorales, que en unas reñidas elecciones municipales en las que un concejal puede ser decisivo, nos haría perder fuerza, pero que en unas elecciones generales desvirtuadas con las circunscripciones electorales, sería dramático.
Porque no olvidemos que estamos ante la primera, y posiblemente última ocasión en décadas, de romper la dinámica del voto útil, y optar a tomar el poder institucional.
Siendo así las cosas, parece evidente que una candidatura electoral de Izquierda Unida, al margen de de los nuevos actores políticos “asamblearios”, supondría una debacle para esta organización, que como máximo aspiraría a mantener su grupo parlamentario en unas generales, y sufriría un retroceso considerable en la mayoría de ayuntamientos y comunidades autónomas del Estado, con la consiguiente sangría de militantes y el estancamiento de sus asambleas.
Pero también supondría un freno importante para el resto de opciones, y por lo tanto para la toma del poder institucional, no solo por lo que supone ese 6-7% de “voto de marca” que tiene IU, sino, y sobre todo, porque en estas cosas 1+1 son muchísimo mas que 2, puesto que la conformación de un gran bloque, no obligaría a nadie a quedarse en casa ante la tesitura de tener que optar, y porque conseguiría generar la ilusión suficiente para sacar de su casa a muchos de los que hoy están en la desidia y la apatía.
Ahora bien, y este es el nudo gordiano del asunto ¿Cómo poder llevar a la práctica ese gran frente de los de abajo para que sea útil y efectivo? Pues hay que olvidarse de las formulas tradicionales, ya no sirve la negociación de puestos por arriba, eso, además de imposible, sería un suicidio que acabaría con todas las posibilidades.
Y aquí, IU, junto al resto de fuerzas de la Izquierda Plural, y otras formaciones “tradicionales”, que son las que más tiempo llevan en el tablero, y mas dificultades encuentran en adaptarse a los nuevos tiempos, tienen que hacer el mayor esfuerzo (y eso les servirá también para reforzar y hacer crecer sus respectivas organizaciones):
Hay que olvidarse de las habituales “familias” que negocian puestos, de las negociaciones por arriba en petit comité, de las imposiciones de marcas o siglas, de las jerarquías orgánicas, del control orgánico del aparato,etc. Hay que ser capaces de soltarse la melena y participar de igual a igual, y en sentido horizontal.
Cuidado que esto no quiere decir que partidos y colectivos, como Izquierda Unida, con una clara posición ideológica y una estructura organizativa (aunque sea, como la nuestra, manifiestamente mejorable), deban dejar de existir, al contrario, deben seguir generando conciencia de clase y aprendiendo a convertir el proyecto superador del capitalismo en hegemónico, reforzándose, creciendo, y mejorando sus métodos de trabajo y organización.
Lo que significa es, que como ya hiciera el PCE en su momento, de forma clara, inequívoca, imprescindible, toca renunciar a presentar candidaturas electorales propias, en beneficio de esos nuevos actores políticos, que de cara a municipales y autonómicas, parece que se podrían articular entorno a la marca “Ganemos…”, y de cara a las generales habrá que ver, que es lo que se nos ocurre.
Y de verdad compañeros y compañeras, que lo difícil es tomar la decisión, el resto es muy sencillo: elaboración de un programa común (que ya está prácticamente elaborado en estos años), incorporarse al trabajo y la participación desde abajo en estos nuevos espacios, y por último elegir unos candidatos de forma totalmente abierta a la participación.
Por supuesto hay que olvidarse de intereses personales o de marca y pensar de forma permanente en todos esos hombres y mujeres que están ya en la precariedad y la extrema pobreza, en los que estamos a punto de llegar a esa situación, y fijarse como objetivo ese proceso constituyente que nos permita cambiar la sociedad, y teniendo siempre presente que la toma del poder institucional siempre tiene que ser una herramienta, y nunca un fin en si mismo.

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