jueves, 19 de febrero de 2015

Hacia un tripartito PP, PSOE y Ciudadanos


En 2011 la indignación popular que estalló en el 15M acabaría con la mayoría absoluta del Partido Popular en las urnas. Cuatro años de recortes, manipulaciones y autoritarismo después, cuando el hartazgo social hierve, podría reeditarse la faena: un tripartito formado por PP, PSOE y Ciudadanos no es en absoluto descartable. De hecho, las fuerzas del sistema caminan en esa dirección en apoyo de sus intereses. Con la precisión de una maquinaria largamente experimentada.

  La política está alcanzado en España unos niveles máximos de descrédito. La ciudadanía clama contra los políticos. Y, sin embargo, los inicios de la precampaña eterna nos los muestran cometiendo los mismos errores de siempre. O no se han enterado de nada o les importa muy poco la aversión que eso produce, si pueden conservar su poltrona. El enorme descontento ha cambiado el mapa electoral. Sobre todo desde que Podemos emerge como aparente cristalizador del disgusto y brinda una salida en las urnas. Pero la política tradicional, con toda su corte, se organiza.
 Según las encuestas, PP y PSOE no alcanzan, ni juntos, mayoría para gobernar en la intención de voto actual. Precisan pues una tercera fuerza. Y llega el meteórico, repentino y oportuno ascenso de Ciudadanos, al que podríamos llamar “El partido de Albert Rivera”. El joven catalán es solicitado en todos los foros y ya cuenta con notables perspectivas electorales. Representa, dicen, una derecha moderada que confrontar a Podemos. Esa derecha que una y otra vez tira al monte, por cierto. Rivera, hijo de malagueña y catalán, se suelta unnosotros enseñaremos a pescar a los andaluces , no a repartir pescado. En el más puro estilo Duran i Lleida, para que no se pierda la estirpe. Ya ha pedido disculpas, no por su proyecto de seguir dejando sin sanidad a los emigrantes que eso cuela mucho mejor.
 El desvarío del PSOE se incrementa mientras tanto. Terminan por confesar como lo más natural que se han desecho de Tomas Gómez, su secretario general en Madrid, porque las perspectivas electorales eran malas con él. En el primer momento sacan a colación un tranvía –el de Parla- que termina por arrollar la verdad en sus intenciones. No son formas. En absoluto. Era un cargo electo. Es cierto que Tomás Gómez cosechó los peores datos electorales de la historia del partido en Madrid, pero no estuvo solo en la tarea ni mucho menos. Por allí andaba todo el partido con Rubalcaba al frente y el fantasma de Zapatero. El castigo electoral fue colectivo.
 Un Rafael Simancas que se dejó colar el Tamayazo –el que nos ha supuesto a los residentes en Madrid 12 años del peor PP- se erige en ejecutor justiciero y hasta se presta a ser fotografiado como cerrajero que priva el paso a Gómez. Una imagen realmente airosa.
 Entretanto, el entusiasta candidato socialista a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona, se multiplica, se postula a todo cargo, y se suelta en una tertulia: “El único político que ha cometido un fraude fiscal grave ha sido uno de tu partido”. En referencia a Podemos y a Juan Carlos Monedero de nuevo, condenando sin pruebas con todo desparpajo. El único, dice Carmona. Hablando de la lista Falciani de grandes defraudadores… y desde el PSOE. Éste es el rigor a mantener, y el ejemplo de candidato presentable. No parece que Tomás Gómez fuera el principal problema del PSOE, precisamente.  No se puede hacer política limpia desde la guerra sucia. Gente cuerda dentro del partido socialista está aterrada con lo que sucede.
 No solo es la ejecutiva que eligieron ante las opciones de Madina y Tapias, son un sector de sus militantes que permanecen ciegos ante la deriva de su partido. Jaleándose unos a otros en la defensa del fuerte y con altas dosis de victimismo por la más leve crítica. Cuando dicen: Negar que a los militantes  nos unen cuando nos atacan desde fuera es negar la esencia del socialismo, es estar muy perdido. La realidad no se evapora por ignorarla.
  ¿Qué bases existen para especular con que el PSOE y el PP pueden hacer un pacto de gobierno? claman. ¿El suscrito bajo el nombre de “antiterrorista”, sin entrar en mayores profundidades, y los que Sánchez avisa quiere hacer con el PP? Lo más patético es que ni siquiera está nada claro si será Pedro Sánchez o Susana Díaz quien, en su ostensible pugna, alcance ese lugar a la diestra de Rajoy.
 Un Rajoy que, nadando entre Cajas B que le muestra la justicia y él no ve y pertrechado de escuderas y escuderos, tiene el valor de no saludar el presidente electo de Grecia, Alexis Tsipras en la reunión del Eurogrupo. Con tanta arrogancia como torpeza, demostró así lo que le importa la democracia y cómo priman sus intereses personales y de partido en sus pasos. El presidente de un gobierno representa a todo un país, no puede dejarnos en ridículo porque no le guste ni le convenga el líder de Syriza. Cuando además Tsipras y su gobierno están manifestando un coraje que ni Rajoy ni su antecesor tuvieron o quisieron tener. Más que sus muchas acciones anteriores -cuando las pocas veces que pisó Europa fue para poner palos en la rueda de Zapatero- este gesto burdo evidencia la escasa talla del dirigente español. El mismo que pierde los papeles por saludar a Obama, dado que éste, por encima de todo, es persona “importante”.
 Buena parte de la ciudadanía muestra en su rechazo, un auténtico amor por la política a la que busca limpia, inexcusablemente. Sería patético que la indignación contra esa política que no piensa en los ciudadanos, concluya con cuatro años más del PP de Rajoy y sus potenciales aliados. Aunque el cóctel de egos no lo hiciera viable por mucho tiempo, ni los votantes respectivos aceptaran, sin consecuencias, el pacto.
 El pulso está ahí. La bola ha empezado a engrosarse y ya desciende hacia su objetivo. Se la ve venir como se vio otras muchas que terminaron por prácticamente aplastarnos. Mientras trabajan en el objetivo cómplices y subalternos, la derecha se sienta a comer palomitas para contemplar lo bien que le funciona la guerra sucia, la siembra de temores y jalear a la izquierda para que se atice. Pero la batalla no está perdida. Casi nada es irremediable hasta que sucede. Siempre que se frene la calurosa colaboración para dar otra oportunidad a Rajoy de gobernarnos otros cuatro años más con socios tan lustrosos.

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