miércoles, 8 de abril de 2015

Centrarse en (quebrar) el tablero

Solo asumiendo estratégicamente la “esquina” revolucionaria podremos cumplir el imperativo de relacionarnos de forma flexible con otras posiciones del tablero (en crisis) con vista a quebrarlo
En este año plagado de urnas, dos claves del análisis electoral que realmente interesan a una línea revolucionaria de intervención -que ha de ser consciente de que, como ya dijimos, “la cuestión político-electoral nos va a afectar a todos independientemente de que nos presentemos o no a las elecciones”- son: en qué situación va quedando el tinglado de los de “arriba” y en cuál van quedando quienes hasta ahora canalizan esas desmedidas ilusiones electorales que salpican la actual fase de la protesta anti-crisis.
 
Cuando cerrábamos nuestro anterior número, no habían sido aún adelantadas las elecciones andaluzas. Este adelanto no hacía sino añadirse al de las catalanas del próximo 27 de septiembre, que por cierto constituyen un supuesto “plebiscito” como farol para perpetuar por mayoría absoluta el gobierno de la burguesía catalana pero que, sin embargo, concitan las dudas y ambigüedades de la izquierda independentista. Será este un asunto sobre el que hablaremos con más detalle en su momento, pero lo que ahora nos interesa destacar es que el adelanto de las elecciones andaluzas no ha hecho sino sobrealimentar más “la indefinición y la desorientación mayúsculas que están marcando a todos los actores de la larga función teatral y de casting electoral que se abre”. Si ya entonces hablábamos de la degradación del tinglado institucional-bipartidista como consecuencia de las políticas de “austeridad” y, en parte, por las ilusiones que despertaba Podemos, hoy constatamos que la desestabilización del bipartidismo continúa aunque lo hace a un ritmo menor -eso sí, con guerras internas que a duras penas se mantienen en sordina. El caso es que, como se temía la dirección de Podemos, que pretendía llegar incólume de podredumbres a las generales de otoño, tras las elecciones andaluzas se visualizan sus límites como alternativa de gobierno al tiempo (quizá lo peor) que salen a la luz sus propias graves tensiones y peleas internas que comprometen seriamente la casta imagen que pretendían dar.
 
Esta situación ha creado melancolía en ambientes activistas cercanos. Y hasta ha habido una cierta protesta sobre “cómo se ha portado la gente de Andalucía” el 22 de marzo. En realidad, cuando se hace un seguimiento de las cifras absolutas se ve que continúa la pérdida de apoyo a los partidos que se consideran responsables de los “recortes”, lo que se suma a los millones de abstencionistas. Esto se realza aún más en las zonas urbanas, que es donde ha habido una mayor movilización “antiausteridad”. Aunque no negamos que ha habido mucho “voto cautivo” en zonas rurales y deprimidas, que vota por lo que considera más seguro en lo inmediato, Red Roja se aleja de las interpretaciones culpabilizadoras “de la gente”. Son lamentos llenos en el fondo de electoralismo. Una estrategia realmente revolucionaria que impulse una participación electoral necesita mucho más que un trabajo activista en redes sociales y en medios. Necesita desterrar esa idea de que se pueda derrotar al enemigo con los medios tramposos que nos ofrece.
 
Por cierto, no solo el voto a lo más institucional no responde a una vinculación de fondo con quienes nos machacan. Tampoco el que ha ido, por ejemplo, a Podemos ha sido responsabilidad de su militancia que, en gran parte, no ha salido del círculo vicioso de reuniones de círculos que, desde luego, no giraban precisamente en torno a las movilizaciones en curso. Así que no solo hay mucho bluff en el “voto cautivo” que se ha ido para “los de siempre”. En sitios donde ha habido una mayoría simple de votantes a Podemos, estos recogen en votos la siembra de una mayor movilización social realizada por otros (que no se presentan a los casting electorales); mayor movilización social que, cierto, sigue apostando electoralmente por quitar “lo viejo” a costa incluso de no saber a ciencia cierta a quién se vota. O a pesar de saberlo…
 
Por lo demás, una de las razones por la que el régimen en su conjunto (más allá del bipartidismo) ha frenado su desestabilización en lo concerniente a lo electoral, es que mientras Podemos desvinculaba a la casta del sistema, y encima se dedicaba a “viajar al centro” para hacerse más creíble, resulta que desde dentro del sistema se ha “clonado” en su mismo seno “un Podemos” menos imprevisible: Ciudadanos. La tragedia de Podemos es que necesitaba que su viaje a la centralidad se lo creyera hasta “gente biempensante de derecha” sin que se lo creyeran, por otro lado, los ambientes activistas de izquierda. El resultado es que en ese viaje a la centralidad se choca con un “centro” que va de “no casta” y da más tranquilidad a esos sectores a los que Podemos ha querido ganar diciéndoles que el problema es la casta y no tanto el sistema. Entretanto, ha marginalizado tanto a IU, que si ahora Podemos se quisiera rebotar a la izquierda (solo fuera por exigencias de sectores críticos con los tuerkistas), se encontraría con un grupo cuya suerte institucional paradójicamente es ir de izquierda… “sin ambigüedades”. En definitiva, de tanto viaje por el tablero, Podemos, corre el riesgo de no encontrar ubicación existencial, al menos para el conjunto de sus corrientes internas, con la amenaza de reproducir lo peor de la politiquería tal como habíamos advertido. Lo más caricaturesco sería que, después de haberse clonado un Podemos-IBEX 35 (que, según la lógica podemista, igual no son casta), resulte que “el lado izquierdo” institucionalista quedase tan “descentrado” que fuera el PSOE a nivel estatal –una vez más- el que pretendiese postularse como la estructura más seria en torno a la cual se reconstruyera la “casa común de la izquierda” con posibilidades de echar a los dóberman del PP.
 
Toda esta politiquería que amenaza al “circo electoral” en su conjunto (ya no solo por la “casta” sino por quienes han separado esta del sistema que la reproduce) confirma una vez más que es mucho más “pragmático” aspirar a tener una participación “minoritaria” electoral dentro de una estrategia claramente revolucionaria (no solo en contenidos sino en procesos de selección de candidaturas estrechamente ligadas a las luchas populares y a la organización del poder popular) que pretender ser mayoría electoral sin que se nos pueda distinguir claramente de la minoría que nos domina. Y que, por supuesto, hemos de contribuir a mantener de verdad el pulso en la calle (en el sentido más amplio del término) fomentando organizaciones de base y movilizaciones sin tener que ir enviando mensajes de “buenismo” para no aparecer como antisistemas.
 

La crisis como oportunidad única para que la radicalidad tome “carácter de masas”

Pero, a este respecto, si la canalización electoral “antiausteridad” en los términos que está planteándose da mucho menos beneficios de los que podría esperarse, no debemos tampoco sobreilusionarnos con la movilización actual contra los recortes. Si bien esta ha logrado reeditar una presencia más que digna en las marchas del 21M, no por ello debemos pasar por alto el propio agotamiento del ciclo de manifestaciones abierto desde hace unos años. En este sentido, es cierto que las expectativas electorales enfrían la calle, pero no puede obviarse que ha sido la falta de perspectiva de esas movilizaciones las que también han alimentado previamente el ilusionismo electoral. En el presente número publicamos un artículo que advierte además acerca de los intereses electoralistas que atraviesan las mismas movilizaciones del 22M.
 
Ante toda esta situación de límites tanto en lo electoral como en las movilizaciones en curso, una línea revolucionaria de intervención que no se quede en la mera frase tiene que reconocer que, además de atender al plano principal de nuestra labor (la constitución estratégica de núcleos revolucionarios), hay que dar respuesta ante el vacío político existente en las aspiraciones expresadas por las movilizaciones de los últimos años. Una respuesta que pasa por un referente político amplio de izquierdas que confluya claramente a partir de la línea de demarcación (no al pago de la deuda, romper con el institucionalismo imperial euroalemán, expropiación bancaria, etc.). Donde el criterio de pertenencia a ese referente no sea aceptar lo que el enemigo nos dicte como posible sino lo que necesitamos que lo sea. Un referente político a plantear directamente en los marcos de intervención, y que es la expresión político-organizativa (no tiene componente electoral porque no ha sido posible) de nuestro acompañamiento a las luchas populares en la actual fase de la expresión de la protesta contra la crisis. Un referente político que, si bien es consciente de que hasta sectores del “centro sociológico” se ven inmersos en las consecuencias de la crisis, no por ello puede poner en manos de aquellos la canalización de esos otros sectores populares (con mucha juventud proletarizada) que están interviniendo en la lucha de clases más allá de sus meras reivindicaciones particulares -es decir, “haciendo política”, con lo que esto conlleva de apuesta por conquista el poder.
 
Precisamente, mientras se marea la perdiz con viajes a centralidades que son un pozo sin fondo donde hundir tantas expectativas, el sistema (no solo la casta) se prepara para una antagonización de la guerra de clases, por lo demás, en un marco internacional que se instala en la desestabilización permanente. Por eso, ciertamente, hemos de insistir una y otra vez en que hay que avanzar en la asunción de lo que significa la mejora de la correlación de fuerzas (reagruparnos, aliarnos, saber mantener sectores neutrales y contribuir a dividir al enemigo). Pero una cosa es saber relacionarnos, y más en tiempos de crisis, con quienes no son como nosotros y otra es ponernos el capirote morado y hasta los tricornios de la guardia civil por aquello de que “detienen a los corruptos de la casta” (¡cómo advertimos de que algunos nos iban a venir con estas!). Bien al contrario, lo que toca principalmente es alertar de cómo avanza la contrarrevolución preventiva, aprovechando incluso que buena parte del activismo social se está entreteniendo demasiado con lo electoral y con lo que esto exige de renuncias para conseguir la “mayoría social”. Por eso nosotros no queremos terminar este editorial sin decir que el que la crisis afecte a una mayor “amplitud de gente” no ha de implicar que nos desdibujemos en el centro de esa multitud. Al revés, ha de servir para ampliar las posibilidades de solidaridad con quienes llevan sufriendo represión política en décadas de Traisición y con quienes son reprimidos por “radicales” en razzias como las últimas detenciones a las que hemos asistido. Unas razzias que solo persiguen que entremos por el (centro del) aro motu proprio o por la “cuenta que nos trae”. Ni a ellos, ni a Venezuela ni a Cuba, ni a quienes resisten al imperialismo, hemos de dejarlos en el desamparo. Eso no es mejorar la correlación de fuerzas. Eso, en el mejor de los casos, es decretar la paz unilateralmente en mitad de una guerra que no para. En el peor, pasarse al lado oscuro… de la fuerza.
 

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