jueves, 30 de julio de 2015

La nada no es meta ni camino, es nada ( V de V)


 

Debe existir una organización que plantee al pueblo no solo reflexiones y perspectivas sobre lo que sucede, sino que a la vez plantee soluciones revolucionarias
Texto completo en: http://www.lahaine.org/eusk-cast-la-nada-no
Petri Rekabarren
 Iniciamos una serie de cuatro breves comentarios sobre la situación de una parte del amplio movimiento de liberación nacional de clase vasco, o izquierda abertzale en su sentido esencial e histórico. Nos centraremos fundamentalmente en Sortu y más en concreto en su dirección para analizar, primero, desde qué momento crítico debemos sostener que es una dirección burocrática, y las consecuencias que ello acarrea; segundo, y unido a lo anterior, su retroceso político e ideológico hacia un reformismo clásico caracterizado por lo hueco de su proyecto; tercero, y desde aquí, la incapacidad de su actual dirección para entender y aplicar la dialéctica entre reforma y revolución; y cuarto, las perspectivas y necesidades a las que se enfrentan tanto las bases de Sortu como de la izquierda abertzale en su conjunto.
1ª parte
Hace dos años Sortu hizo su presentación oficial en Iruñea. Hoy debemos decir que se han cumplido los peores augurios que, incluso con anterioridad, ya hicieron sectores de la izquierda abertzale histórica en el sentido de que de seguir a ese ritmo el «giro al realismo político» bien pronto Sortu se convertiría en la estructura burocratizada y verticalista que dirigiría en la práctica el reformismo de EH Bildu y Amaiur.
La dirección actual de Sortu es un grupo burocrático que ha negado a sus bases el ejercicio del derecho de conocer el resultado oficial del debate estratégico previo a su fundación. Existen muy contados casos en la historia política en general, y no sólo de «izquierdas», en los que se ha conculcado tan burda y descaradamente el derecho inalienable que tiene la militancia de base a conocer los resultados oficiales del debate fundacional, debate en la que participó con ilusión al inicio pero que se fue enfriando mucho luego, a modo de premonición pesimista.
Ninguna dirección tiene potestad ética y política para negar este derecho, para imponer el silencio y la oscuridad sobre la decisión colectiva democráticamente tomada. Una dirección que así actúa rompe toda relación democrático-socialista bidireccional y crítica con sus bases, e inicia una caída progresiva en la deslegitimación que sólo puede ser resuelta por su cese y recambio, o en el peor de los casos por la docilidad mental de las bases que aceptan semejante negación de sus derechos y libertades, de sus necesidades.
La militancia no sólo tiene el derecho de conocer lo que ella ha decidido, sino que sobre todo tiene la necesidad de hacerlo porque el futuro de su colectivo, organización o partido, sin mayores precisiones ahora, depende en todos los sentidos de ese conocimiento colectivo y exhaustivo. Si el suficiente dominio de la teoría marxista es una necesidad en sí misma confirmada y reafirmada por la historia, tanto más lo es aún el conocimiento crítico y autocrítico de la teoría que esa militancia ha materializado lo más concretamente posible en su estrategia de liberación nacional de clase, estrategia discutida y aprobada en común y que fija para un período de tiempo los objetivos irrenunciables por los que se lucha, la estrategia adecuada para lograrlos, y las tácticas que deben aplicarse en la realización de esa estrategia.
Las denominadas Bases Ideológicas expresan sintética y ordenadamente la decisiva interacción entre los objetivos, la estrategia y las tácticas. Más que simple interacción, dialéctica.
Los objetivos deben estar manifiestamente presentes en la estrategia, cohesionándola con la vista puesta en ellos aunque aparenten ser utópicos y ucrónicos; y también deben estructurar el interior de las tácticas con la flexibilidad necesaria en cada reivindicación, lucha y forma táctica aplicada en las siempre complejas y cambiantes formas de opresión, explotación y dominación. Una dialéctica entre los tres componentes que determina que si uno de ellos falla o yerra, más temprano que tarde herrará la entera política revolucionaria.
Dependiendo del contexto y de las coyunturas, un partido u organización puede subsistir en medio de un desacoplamiento creciente entre esos tres niveles dialécticamente unidos, pero a nada que la coyuntura cambie surgirán los problemas que se harán insoportables cuando sea el contexto el que varíe. Lo peor es que si bien semejante descoyuntamiento entre objetivos, estrategia y tácticas destroza a toda organización o partido, sus nefastos efectos son cualitativamente más graves cuando se trata de un movimiento de liberación nacional, como es nuestro caso.
Las Bases Ideológicas de Sortu están guardadas bajo siete llaves. La militancia no ha recibido ninguna explicación sobre tamaña burocratada que amputa además del derecho a conocerlas también, como decimos, la vital necesidad de que la militancia las someta a crítica y autocrítica colectiva dado que ella misma las ha redactado. Sin entrar ahora al método con el que se organizó, realizó el debate y se decidió su resultado oficial, método típico del marketing comercial burgués, lo fundamental es que al margen del grado de condicionamiento y manipulación previa y amaño posterior de sus resultados, ahora mismo y desde hace dos años las Basas Ideológicas siguen censuradas. Peor aún, todavía se desconoce cuándo va a realizarse la II Parte de la Conferencia Inaugural realizada en febrero de 2013. Se dijo que debía realizarse a los dos años, o sea, aproximadamente por estas fechas pero parece ser que se retrasa indefinidamente.
Mientras tanto, la dirección de Sortu impone arbitrariamente decisiones de muy largo alcance, que van directamente en contra de la identidad histórica del independentismo socialista y de sus valores consustanciales. Un ejemplo: ANV, primera organización de izquierda nacionalista creada en 1930 y que siempre ha formado parte del conjunto del movimiento de liberación, ha sido excluida de la defensa colectiva en el macro juicio 04/08 contra 35 militantes, a los que puede caerles una condena de diez años. Sin explicación alguna, pocos meses antes de iniciarse el juicio ANV fue lacónicamente avisada de que buscara otro equipo de abogados porque no iba a defenderles el de Sortu. La dirección de Sortu rompe así, sin explicación alguna, con la esencial solidaridad activa ante la represión que orgullosamente ha identificado a la izquierda independentista desde sus orígenes. La dirección de Sortu cae así en el sectarismo político más aberrante mientras que impulsa directrices reformistas a las que se opuso y opone ANV por coherencia política demostrada en sus 85 años de heroica historia.
Comprendemos ahora mejor una de las posibles razones que intentarían explicar lo inexplicable: negar a la militancia el derecho y la necesidad el acceso a las Bases Ideológicas.
Algunas opiniones sostienen que a pesar del método empleado los resultados últimos tal vez no coincidieran con la postura política y teórica preexistente de la actual dirección. Otras dicen que no se publican las Bases Ideológicas para no facilitar una posible ilegalización de Sortu, deseada por el fanatismo español. Por no extendernos, también se dijo alrededor de hace un año que se estaba a la espera de que concluyera el debate en Iparralde. Lo cierto es que desconociéndose las Bases Ideológicas la dirección de Sortu ha impuesto otras dinámicas de largo alcance como todas las relacionadas con EH Bildu y Amaiur tomadas abiertamente al margen de la militancia de Sortu que es informada después con lo fundamental ya decidido: política de hechos consumados.
Al ignorar el contenido de las Bases Ideológicas la militancia de Sortu carece de punto de contraste entre lo que impone la actual dirección y lo que realmente debiera hacerse según los objetivos, la estrategia y las tácticas diseñadas y oficializadas en las Bases Ideológicas. La dirección tiene así las manos prácticamente libres para hacer y deshacer lo que quiera, mientras que a las bases sólo les resta la fe y el derecho de pataleo en las escasas cuestiones superficiales que de vez en cuando les son planteadas. La militancia, además de las reuniones y asambleas en las que exponer su opinión, solamente dispone para su formación política, teórica e ideológica de muy limitados medios: el portal virtual de Sortu, el diario Gara y la Fundación Iratzar, apenas más.
Dejando para otros capítulos de esta serie la aguda limitación teórica y la orientación ideológica y política de estos medios, el problema en el que ahora debemos fijarnos no es otro que el de la imposibilidad de debate radicalmente democrático en el interior de Sortu por cuatro razones: no hay punto de contrastación al desconocerse las Bases Ideológicas; no hay posibilidad de seguimiento de lo poco debatido al funcionar EH Bildu y Amaiur por su cuenta, sin comités de barrio y pueblo que se reúnan regularmente para hacer seguimiento; no hay plan alguno de formación simultánea y sistemática que enriquezca conceptualmente los debates; y, como remate, la militancia de Sortu no puede debatir sobre la nada partiendo de la nada, como es el caso de la llamada «Vía Vasca».
Probablemente la «Vía Vasca» sea uno de los documentos que más fácilmente se han escrito porque casi no hace falta esfuerzo intelectual para redactarlo. Pero esta facilidad se muta en su opuesto cuando sus autores intenten demostrar su factibilidad. Un principio elemental de la epistemología materialista indica que la carga argumentativa descansa sobre quien afirma algo, no sobre quien lo niega. Por ejemplo, si decimos que los ornithocheirus fosforescentes han cruzado a la velocidad de la luz las supercuerdas que conectan los multiversos traspasado el umbral de nuestro universo, encontrándose ahora en la sede de la ONU leyendo un ultimátum a la humanidad, si decimos esto debemos ser nosotros quienes aportemos pruebas a menos con argumentos de alta probabilidad. Si no lo hacemos, entonces quienes niegan esa eventualidad destrozarán nuestro idealismo.
Salvando las distancias entre la «Vía Vasca» y los ornithocheirus fosforescentes, estamos a la espera de siquiera alguna pista racional que sugiera una remota factibilidad de la «Vía Vasca». Mientras que la militancia de Sortu no reciba esa pista flotará en vacío de la creencia.

Presentamos la segunda parte de la serie de cuatro en la que pretendemos analizar la deriva de Sortu y la situación de una parte de la Izquierda Abertzale. En la anterior y primera insistimos en el demoledor efecto destructivo que supone la negación del derecho y de la necesidad de la militancia de Sortu a conocer el resultado definitivo del debate sobre las bases ideológicas, sobre los objetivos históricos irrenunciables, sobre la estrategia y las tácticas para alcanzarlos; y también hicimos referencia al incumplimiento de los plazos oficiales para realizar la segunda parte de la Asamblea Fundacional de Sortu, postergada indefinidamente por lo que parece. Decíamos, por último, que estas y otras decisiones de la actual dirección de Sortu confirman que su grupo dirigente se ha enrocado en el burocratismo, no así bases militantes de Sortu y menos aún la Izquierda Abertzale en su conjunto.
2ª parte
La primera víctima del secretismo burocrático es el pensamiento crítico y libre. La segunda víctima es el desplome de la calidad del pensamiento aprisionado por la censura y el silencio. Y la tercera víctima es la ilusión participativa de la militancia que, lenta o rápidamente, va desanimándose y lo que es peor, va debilitando sus defensa teóricas y políticas ante el infeccioso virus del reformismo.
Que nadie se lleve a engaño. La experiencia histórica sobre los procesos de burocratización de las organizaciones revolucionarias y sobre sus efectos negativos es tan incuestionable como las lecciones teóricas y políticas que se extraen de ella. Y una cuestión decisiva a calibrar es la velocidad de la burocratización: si ha llegado a ser irreversible o si por el contrario todavía es posible volver atrás recuperando el funcionamiento democrático. Pero es una tarea difícil porque la propia burocracia se encarga de dar una imagen opuesta, de libertad de debate. Por ejemplo, los tres últimos documentos de Sortu tienen, entre otros objetivos, también ese objetivo concreto.
Por orden cronológico, primer documento: La Geopolítica del neoliberalismo y Euskal Herria, enero de 2015, Iratzar Fundazioa; segundo documento: Consecuencias del capitalismo en Euskal Herria, febrero de 2015, Sortu; y tercer documento: Ezker Abertzalearen egokizapena, febrero de 2015, Iratzar Fundazioa.
Mediante estos textos se aparenta libertad de debate crítico, pero es un debate amañado porque no hay ningún documento colectivo y oficial previo que fije la opinión común, lo que permite a los redactores centrarse en las cuestiones que les interesan olvidando y marginando otras que tal vez sí interesan a la militancia. Volvemos así a los desastrosos efectos que tiene la ocultación de las bases ideológicas: en ellas debieran aparecer las fundamentales inquietudes y necesidades de la militancia sobre las que hay que debatir realmente, pero como esas bases han sido censuradas, la militancia desconoce lo que ella ha decidido y la dirección puede decir entonces lo que le apetezca.
Incluso en la hipótesis de que la actual dirección haya elegido escribir sobre problemas apuntados y recogidos en el debate hurtado a la bases, incluso aceptando esta posibilidad, tampoco se resuelve el problema sino que se agrava. En comentarios anteriores a esta serie hemos desvelado la técnica de marketing comercial empleada para dirigir el debate ideológico de hace tres años hacia los intereses de la dirección de entonces, y no vamos a repetirnos. La dirección actual recoge los frutos buscados: conocer algunas inquietudes de las bases y manipularlas mediante el monopolio de la palabra.
Estudiando los tres documentos encontramos las siguientes constantes:
La primera es que ninguno hace un planteamiento histórico del tema que aborda, excepto retroceder muy pocos años para justificar lo que luego se afirma. Incluso el tercer documento que se inicia con una reivindicación de la historia de lo que entiende como Izquierda Abertzale, se limita sin embargo a unos cuantos tópicos y lugares comunes que anuncian el altísimo nivel de divagación abstracta que le sigue. El primer documento expone el origen del liberalismo desde comienzos del siglo XX, tema al que volveremos; cita una vez la crisis de 1929, cita en dos líneas el contexto de 1945 para la creación de la Comunidad Europea, cita 1947 como el inicio de las ideas neoliberales, pero nada más, para un tema de trascendencia de libre comercio en la naturaleza e historia de capitalismo desde el siglo XVI.
Que ninguno de los documentos pretenda basarse en una sucinta pero suficiente explicación histórica, o al menos se remita a la consulta de otro texto asequible en la que se detalle el proceso que ha desembocado en la cuestión que se analiza, esta constante que recorre a los tres, muestra que sus autores, los que fueren, cuando menos quieren cortar todo lazo con el pasado o reducirlo a lo que les conviene, y cuando más, tienen miedo a un debate histórico.
La segunda constante es el desarrollo en gravedad de la primera: en ninguno existe una coherencia metodológica y teórico-conceptual que estructure la obra y le dote de perspectiva histórica. Esa coherencia sólo puede lograrse desde el marxismo. Sin embargo sucede todo lo contrario. Los documentos primero y tercer presentan una caótica e irreconciliable mezcla de teorías opuestas, y el segundo ni siquiera eso, aunque sí tiene el mérito de proponer parte de un programa mínimo.
En el primer documento la mezcla se decanta a favor de un progresismo asumible al reformismo burgués, si es que sigue existiendo. La pregunta es inmediata ¿qué interés existe en dar una versión embellecedora del liberalismo como opuesto al neoliberalismo, sin a la vez citar las fundamentales corrientes no ya de la economía burguesa -clásica, neoclásica o marginalista, y neolibera-, sino sobre todo el choque mortal entre la economía burguesa y el marxismo? ¿Se puede decir algo de Keynes sin citar siquiera de pasada a Marx y, seguidamente, a la economía planificada soviética del momento? ¿Se puede dar la «neutral» definición del «Estado del bienestar» y loar al «liberalismo social» sin decir una palabra de sus atrocidades? ¿Se puede explicar la postura del PNV y UPN a favor del TTIP sin hablar de la clase burguesa en Hegoalde?
En el tercer documento la mezcolanza parece ser deliberada porque, por ejemplo, se cita al menos tres veces a Marx pero se hace una referencia de necesidad a Mannheim, que evolucionó al reformismo y cuyo concepto de planificación social no tiene nada que ver con el de Marx.
También en el segundo documento se identifica a Marx con una sociología del conocimiento basada en la ideología, la psicología y el sentido común, lo que no tiene nada que ver con Marx. Es en los apartados sobre hegemonía, independencia, democracia y socialismo en donde la nada teórica pretende llenar el vacío conceptual: ¿cómo lograrlo si por ninguna parte aparece el concepto clave de propiedad de las fuerzas productivas?, ¿cómo es posible hablar de socialismo, democracia, independencia y hegemonía sin referirse a la propiedad burguesa y a los ejércitos que la protegen? Por no extendernos, el tercer documento cae en la bajeza de la descalificación política, psicológica y hasta personal de quienes simplemente exigen respeto a sus derechos de conocer las bases ideológicas, de exigir rigor y seriedad teórica, de criticar y debatir con libertad. Estos compañeros no insultan a nadie, pero sí son insultados; no excluyen a nadie, pero sí son excluidos de la izquierda abertzale.
El segundo documento es una descripción superficial y cuantitativa de la realidad inmediata vasca. No explica por qué se ha llegado a esta realidad, ni plantea un programa revolucionario máximo y mínimo para salir de este agujero, sino que se limita a describirlo. Pero a diferencia de los otros dos, en este sí se ofrecen algunos puntos correspondientes a un programa mínimo, lo cual es de agradecer: sistema público fuerte, radical reforma fiscal, sistema financiero propio, banco público y social, servicios públicos dignos…, pero este innegable paso adelante se ve empañado por expresiones reformistas como la de «poner en marcha la transición hacia un nuevo modelo económico y social basado en el respeto de la clase trabajadora». Como en los otros documentos, en el segundo documento tampoco aparecen los conceptos de lucha de clases, revolución social ni mucho menos revolución socialista, etcétera, por lo que esa porción de programa mínimo queda muy deteriorada: ¿cómo, con qué poder popular movilizado permanentemente se van a imponer las medidas anteriores?, ¿cómo se va a evitar, por ejemplo, el boicot empresarial y la huida de capitales ante esas medidas si no es avanzando en la planificación socialista? El segundo documento no dice nada de esto.
Y la tercera y última característica es que ninguno hace referencia alguna a la teoría histórica y a la historia teórica: desde finales del siglo XIX el socialismo lleva chocando siempre con la economía, la política y la ideología burguesa. Un choque de trenes que en aislado afectan a cada uno de los vagones -el económico, el político y el teórico- pero que en conjunto, el tren completo más la locomotora -la dirección socialista o la burguesa-, significan los grandes momentos de crisis sociopolíticas que se yerguen sobre las socioeconómicas, de las que nacen.
La diferencia entre práctica reformista y práctica revolucionaria se expresa en las respuestas que demos a esas tres cuestiones: ¿existe explotación asalariada, plusvalía, ley del trabajo? El socialismo dice que sí, la burguesía dice que no. ¿El Estado es el instrumento de la clase capitalista o es neutral y puede servir a la clase obrera? El socialismo dice que el Estado es del capital y que hay que destruirlo, la burguesía dice que es neutral, de todos, y que hay que mantenerlo. Y ¿existe la unidad y lucha de contrario, o sea, la dialéctica materialista, o existe la armonía y el equilibrio, o sea la metafísica idealista? El socialismo dice que el materialismo dialéctico es el método teórico de la revolución, la burguesía, además de negar la dialéctica, dice que el sentido común es el método que demuestra que nada cambia, las cosas están aisladas y no existen contradicciones antagónicas en unidad y lucha permanente.
Las tres cuestiones son eminentemente prácticas y enfrentan en los hechos la revolución con la reacción: el reformismo pretende quedarse pacíficamente en la mitad, pero antes o después se posiciona por un bando o por su contrario, y casi siempre lo ha hecho a favor del capital.
Los documentos de Sortu analizados huyen con espanto de estas cuestiones decisivas en la historia real: como si no existieran ni en los hechos ni en la teoría. Pero cerrar los ojos a la realidad es uno de los síntomas más graves de la enfermedad senil de reformismo.

Recordemos que en la primera entrega argumentamos que la dirección actual de Sortu es burocrática y verticalista porque niega el derecho y la necesidad de su militancia para conocer los resultados del debate sobre la línea estratégica y pospone indefinidamente la celebración de la segunda parte de la Asamblea fundacional, por citar solo dos ejemplos. En la segunda entrega analizamos el contenido reformista, difuso e impreciso de tres documentos oficiales de EH Bildu y Sortu, viendo cómo la militancia de base no solo es mantenida en la ignorancia de sus propias decisiones -el resultado oficial del debate ideológico de hace varios años-, sino que tampoco dispone de un programa de formación y análisis de la realidad compleja vasca. En esta tercera parte veremos la dialéctica entre reforma y revolución en Sortu, y en la última y cuarta, las perspectivas y necesidades a las que se enfrentan tanto las bases de Sortu como de la izquierda abertzale en su conjunto.
3ª parte
Puede parecer que resucitamos del cementerio de la teoría política un debate extinguido ya a finales del siglo XIX y desesperadamente redivivo por Rosa Luxemburgo en 1906 con su libro Reforma o revolución.
Sin embargo basta repasar solo cuatro prácticas recientes de la izquierda abertzale para comprender la urgente necesidad de debatir sobre la interacción entre reformas a secas, reformas revolucionarias, perspectiva estratégica y objetivos históricos irrenunciables. El análisis sobre cómo funciona y qué efectividad tiene la interrelación entre medios y fines es algo casi «instintivo» en la práctica cotidiana de nuestra especie: sin la frecuente evaluación personal y colectiva entre nuestros actos, deseos y objetivos siempre en función de los medios disponibles y necesarios, nuestra vida sería un caótico desorden siempre dentro del orden opresor.
En la historia de las luchas contra la opresión, la única que puede elaborar lecciones teóricas y éticas, se constatan, además de otros menores, tres grandes problemas de ajuste, disonancia y diferencia, oposición y hasta contradicción entre táctica, estrategia y objetivos, o simplemente entre medios y fines: uno, que la ineficacia organizativa dificulte y hasta impida una ágil interacción entre ambos polos de la unidad; otro, que la táctica y la estrategia no se orienten hacia los objetivos históricos irreconciliables con la opresión que se sufre sino hacia conquistas parciales a medio plazo; y, el último, que se olviden o se rechacen de algún modo los objetivos por los que se ha luchado.
La primera de las cuatro prácticas que vamos a nombrar es el del ascenso del sindicalismo sociopolítico abertzale, de LAB, así como la tendencia a la recuperación de los movimientos populares muchos de los cuales están muy distantes del institucionalismo de EH Bildu y Sortu. La segunda es la fluencia de estas organizaciones y movimientos, y de la militancia de EH Bildu y Sortu, en el ascenso del vasquismo y de los ideales progresistas especialmente en Araba y Nafarroa. La tercera es el inexistente «proceso de paz» como se aprecia leyendo el texto de EH Bildu Vía Vasca para la Paz, y la oportuna y válida respuesta de Amnistiaren Aldeko eta Errepresioaren Aurkako Mugimendua Sobre la «Vía Vasca para la Paz» de EH Bildu, ambas disponibles en internet. Y la cuarta el resultado de las elecciones forales y municipales del 24-M en Hego Euskal Herria.
Muy rápidamente resumido, en las cuatro áreas apreciamos cinco constantes que a su vez se expresan con formas diferentes: la primera es que se ha difuminado mucho, casi hasta desaparecer de hecho en algunas partes de la izquierda abertzale, el objetivo histórico del socialismo como componente esencial e insustituible de la independencia nacional en el capitalismo tal cual existe definitivamente hoy en día. Tendríamos que echar cohetes de alegría si leyésemos un documento riguroso de la actual dirección de Sortu sobre qué socialismo y qué independencia. Que se nos entienda bien: hablamos de documento riguroso. LAB realizó un prometedor debate sobre los problemas del sindicalismo actual en el que a ratos ululaba ante el «fantasma del comunismo», el contenido socialista de lucha radical contra el capital, pero apenas más, si bien es un claro avance comparado con aquel simulacro de debate sobre el sindicalismo iniciado por Naiz-Gara pero misteriosamente desaparecido de sus archivos digitales.
La segunda es que ha surgido una contradicción frontal entre opuestas soluciones a la opresión nacional de clase que padecemos. Por un lado, el Movimiento Pro Amnistía que se afianza a pesar de los ataques del Estado y del marrullerismo de las actuales direcciones de EH Bildu y Sortu, y por el lado opuesto la propuesta global presentada en el citado documento de EH Bildu. Dos opciones que chocan en lo esencial de los objetivos históricos porque sus planteamientos de fondo, o sea la interacción entre objetivos y estrategia, van más allá de la Amnistía o del arrepentimiento para definirse sin tapujos por modelos irreconciliables de sociedad democrática. Según cómo definamos a víctimas, derechos humanos, instituciones, sistemas penales, reintegración, cauces legales, excarcelación condicional anticipada, nuevo escenario abierto, renuncia del derecho a la rebelión, daño causado, desmilitarización, policía vasca, etc., definimos el modelo de Estado y de República Socialista Vasca por los que luchamos.
La tercera es que es que, a pesar de estas diferencias y antagonismos, cuando la amplia y diversa militancia de base abertzale se activa en luchas concretas con reivindicaciones precisas, entonces demuestra su capacidad avance y de arrastre de masas aunque los objetivos históricos que sirven de guía estén difuminados o hayan sido abandonados. Realmente, ocurre que casi sesenta años de lucha en durísimas condiciones y dentro del capitalismo desarrollado, con sus efectivos sistemas represión, normalización y alienación, han generado pese a ello una fuerza sociopolítica, cultural y ética que opera en forma de redes de experiencias conectadas en las bases obreras, populares y sociales, de manera que a nada que aparezca o reaparezca un objetivo común progresista y radical entonces se avanza. No es este el sitio para detallar uno a uno los movimientos populares y sus respectivas reivindicaciones que se están recuperando en los últimos tiempos.
La cuarta es que, sin embargo, semejante fuerza apenas dispone de medios coordinados e integrados en un proyecto objetivado común que, mediante vías varias, revise crítica y autocríticamente la dialéctica entre los medios y los fines, entre las luchas por las reformas necesarias y su subsunción en la estrategia que le dota de dirección hacia los objetivos históricos. Por ejemplo, la excelente campaña masiva de Gure Esku Dago podría multiplicar sus efectos acumulativos si estuviera reforzada por charlas y debates sobre las verdaderas dificultades insalvables a las que tendremos que enfrentarnos conforme avancemos en nuestra liberación como pueblo. Uno de los peores errores es aislar tanto los medios de los fines para integrar a más gente con menos conciencia, que al final los medios, las tácticas, las movilizaciones de masas cada determinado tiempo, terminan siendo simple fines en sí mismos desconectados de los verdaderos objetivos históricos.
La quinta es que lo arriba visto se ha reflejado a su modo en el resultado electoral del 24-M, además de las específicas circunstancias de todo proceso electoral. Una cosa que sigue llamando la atención es esa especie de profesionalización, de distanciamiento e indiferencia creciente de las bases abertzales ante una mecánica electoral que apenas necesita de ellas, recordando cómo eran las campañas anteriores a eso que llaman «nuevo escenario abierto». Teniendo en cuenta la importancia que siempre han tenido y tienen los ayuntamientos y las diputaciones en la izquierda abertzale, el distanciamiento entre bases y dirección ha sido enorme en amplias zonas, pero menos en Nafarroa y Araba: un síntoma del bajón en Gipuzkoa y del descenso en Bizkaia y partes de Áraba.
Otra cosa llamativa es el esfuerzo de Naiz-Gara por hinchar pompas de jabón para embellecer una perspectiva inquietante, cuando lo que hace falta es elaborar un sistema analítico integral que dé cuenta de las fundamentales variables desde una perspectiva única. Han aprovechado la subida en Iruñea y Nafarroa para agrandar la imagen de victoria y reducir la de retroceso electoral. Los resultados del 24-M sugieren que estamos ya dentro de una estancamiento electoral que puede oscilar un poco al alza pero que lo hará más a la baja sobre todo en las próximas elecciones generales en el Estado español, si no se corrigen desde ahora los errores cometidos.
La ausencia de la lucha de clases y de la llamada «cuestión social» en EH Bildu y Sortu ha hecho que se pierdan votos por la izquierda que se ha abstenido y que otros muchos hayan ido a Podemos.
En Gipuzkoa se libraba una áspera batalla diaria contra EH Bildu hasta por la más mínima medida foral o de los ayuntamientos, una batalla mediática en la que la izquierda abertzale solo podía responder con la movilización teórica y política de su militancia a pie de calle. Pero responder victoriosamente a las mentiras diarias sobre las reformas de impuestos, sobre las basuras, sobre las declaraciones de renta, sobre el euskara, sobre el conjunto de la política abertzale o solo sobre sus partes decisivas, esta respuesta necesitaba de una preparación mínima de la militancia de base con charlas y cursos de formación que diesen argumentos para responder en la calle, en el trabajo curros, en la familia, en las cuadrillas, allí donde la interacción cotidiana permite intervenir, y lo exige en período electoral. Pero prácticamente no se ha hecho nada de eso.
El funcionamiento vertical y dirigista de Sortu apenas ha variado, e incluso se ha reforzado con las urgencias de una campaña electoral mecanizada y sin vida colectiva en las herrikos y helkartes para preparar los sobre con las papeletas y pancartas, buzonear, hacer rondas de poteo, hacer rondas con coches, etc.; métodos esenciales en el pasado cuando nos enfrentábamos a un enemigo más feroz entonces que ahora; métodos de presencia popular en los barrios que ahora han sido abandonados sin explicación alguna para imponer tampoco sin explicación una mecánica electoral legalista, fría y gris, sin ilusiones, una mecánica en la que el PNV estaba feliz.
La imploración constante al PNV realizada durante cuatro años ha tenido su continuidad en una campaña electoral «normalizada». Así nos ha ido.

Finalizamos aquí esta breve serie de cuatro artículos sobre la situación de la izquierda abertzale y especialmente de Sortu. Los anteriores pueden leerse en internet[2]. Hemos llegado, pues, al final y a la vez comienzo de otra forma de análisis de nuestra lucha de liberación nacional.
La base central de la serie es bien sencilla pero cruda en su radical verdad: Sortu y la izquierda abertzale que se siente identificada con sus tesis, camina hacia la nada porque no plantea ningún objetivo histórico con suficiente contenido concreto que ilumine el futuro en medio de la crisis; tampoco plantea una estrategia adecuada a ello, no puede hacerlo porque carece de objetivos a los que dirigir esa estrategia, y consiguientemente sus pocas propuestas tácticas que no se limitan a seguir la estala del PNV se pierden en el vacío.
Muy recientemente, en julio de 2015, Sortu ha publicado un folletito titulado Otra mirada económica y social a Euskal Herria, que tiene todas las limitaciones del método cuantitativo -se limita a porcentajes de empobrecimiento, desempleo, condiciones de trabajo, etc., lo cual está muy bien, pero desconoce conceptos decisivos como tasa de acumulación, de ganancia y de explotación; plusvalía relativa y absoluta; el mismo concepto de explotación está ausente; descapitalización y dependencia de capitales exteriores, etc.-, y que se limita a proponer como alternativa a la crisis un «mejor reparto de la riqueza», una «transición social y ecológica de nuestro modelo social y productivo».
Resulta significativo que reconociendo la existencia de la lucha de clases, de la patronal, de las transnacionales y del imperialismo, de la política económica del UPN y PNV, e incluso del pueblo trabajador vasco, sin embargo no se cite en ningún momento a la clase burguesa vasca, como si no existiera, como si pudiera existir clase trabajadora sin su unidad de contrario antagónico la clase burguesa, y tampoco en ninguna página se nombra al diablo de siete colas rojas: el socialismo.
Pero no vamos a criticar ahora este folletito y menos todavía vamos a profundizar en la teoría del concepto: ¿qué significa y qué efectos prácticos tiene que sí se utilicen unos conceptos y otros, los más radicales y cargados sociopolíticamente, no aparezcan en absoluto?
4ª parte
El problema, y de aquí la gravedad extrema del momento en Sortu, es que todo está en crisis, la sociedad capitalista vasca en sus raíces está en crisis exigiendo por ello una alternativa coherente que muestre que en la misma negrura del presente insoportable existen las condiciones materiales para construir el futuro. Esta y no otra es la función histórica de los partidos y organizaciones de vanguardia. Sortu no es, no puede ser y no quiere ser –su práctica lo demuestra a diario- una organización revolucionaria.
Sectores de la militancia independentista y socialista han tardado tiempo en darse cuenta de ello, y otros sectores cada vez más reducidos tienen dificultades para comprenderlo. Hay que tener en cuenta que la personalidad humana media, «normal», tiende a la comodidad tras muchos años de esfuerzos duros y hasta sacrificios personales heroicos pero aparentemente inservibles por sus reducidos logros políticos. Durante varios años, una parte reducida de la izquierda abertzale sostuvo sin prueba ni argumento alguno que la larga historia de lucha apenas había servido de nada y que había que dar un giro total, de ciento ochenta grados, para dedicarse solo a la acción institucional y parlamentaria.
Sin duda, llegará el momento en el que se conozcan los sucios pormenores que facilitaron la victoria de esta fracción en el interior de la estructura organizativa ilegalizada: varios miles de exconcejales, cientos de exalcaldes, decenas de exparlamentarios en diversas instancias del poder español –diputaciones, parlamentos forales y autonómicos, parlamentos de Madrid y de Bruselas, casta académica, periodística e intelectual, etc.-, y varios miles de militantes que no han recibido formación teórico-política alguna en una década, forman una base propensa a creerse toda promesa de tiempos definitivamente mejores si se aceptaban las leyes españolas contra las que se había luchado hasta entonces.
Sortu fue legalizado por el Estado español una vez que claudicó su dirección en cuestiones centrales para la identidad histórica de la lucha de liberación nacional de clase, no antes.
A partir de aquí, ya en la pendiente cuesta debajo de la aceptación de la ley, la actual dirección de Sortu siempre ha ido por detrás de las contradicciones reales y por delante del ritmo de «normalización» ansiado por la burguesía vasca. La experiencia en Gipuzkoa es lamentable y triste en este sentido, aunque sí ha logrado algunas mejoras que han contenido momentáneamente la ofensiva del capital contra el pueblo, pero apenas más. A lo largo de los tres artículos anteriores hemos visto una significativa lista de la marcha atrás de la actual dirección de Sortu, y no merece la pena añadir más: solo dos ejemplos, uno, buena parte o la totalidad de la propaganda de EH Bildu para las elecciones del pasado 24-M ha sido encargada a empresas catalanas: ¿dónde queda la verborrea sobre el «desarrollo endógeno», etcétera? Y otro, la incapacidad de EH Bildu y Sortu, junto al resto de fuerzas «de progreso», para librarse de las manipulaciones de Geroa Bai y PNV en Nafarroa: ¿dónde queda la independencia política del EH Bildu y Sortu frente al PNV y Geroa Bai?
5ª parte
Tarde o temprano, estas y otras tensiones penetrarán en la actual dirección de Sortu. Las discusiones y debates sobre los últimos resultados electorales y la situación general de Euskal Herria, que se mantienen por todas partes, sugieren que también pueden estar dándose en el interior de Sortu, pero no queremos ser altavoces de rumores opuestos.
Ante todo esto, vemos la urgencia de avanzar hacia una confluencia de grupos, sectores y personas que asuman la necesidad de construir un referente político revolucionario que cumpla algunas de las tareas que Sortu ha abandonado. Decimos algunas de las tareas porque es obviamente imposible, ni tampoco deseable en estos momentos, pretender construir de la noche a la mañana una especie de «partido dirigente».
¿Cómo hacerlo?
En primer lugar, socializando la reflexión sobre la necesidad de tal colectivo, sobre las experiencias propias y ajenas que demuestran que debe existir una organización que plantee al pueblo no solo reflexiones y perspectivas sobre lo que sucede, sino que a la vez plantee soluciones revolucionarias en lo táctico, soluciones que pueden intentar llevarse a la práctica allí donde hay fuerza para ello. Diferentes colectivos y personas empiezan a proponer algo similar o idéntico aunque de forma descoordinada: es necesario proponer un acercamiento sobre cuestiones concretas que iremos desgranando en los siguientes textos.
En segundo lugar, este acercamiento debe ser facilitado y acelerado por la selección colectiva de determinadas problemáticas cruciales de nuestro pueblo a las que hay que responder ya mediante alternativas tácticas precisas que demuestren que se pueden engarzarlas en una estrategia independentista y socialista que está por elaborar. Por ejemplo: Amnistía, Estado vasco, poder obrero y popular, cultura popular y euskara, ecología y movimiento obrero y popular, lucha de clases, patriarcado y socialismo, poder adulto y emancipación juvenil, conceptos de praxis militante, etcétera.
En tercer lugar, como se aprecia, no hemos citado el debate sobre el sujeto de clase de la lucha de liberación porque pensamos que ya existe la base debatida suficiente como para, sobre ella, llegar a un acuerdo teórico. Hace unos años este debate era urgente y aunque parezca increíble en este tiempo se ha avanzado mucho en su resolución: falta dar el siguiente paso, el de sacar a conocimiento público sus resultados.
En cuarto lugar, es urgente someter a crítica actualizada las bases ideológicas de Sortu, guardadas en el silencio burocrático, y contrastarlas con la práctica de Sortu. Toda burocracia es dada a la manipulación de los rumores. No queremos caer en este error: exigimos que se inicie un debate público sobre las bases ideológicas ahora mismo, no vaya a ser que algún sector de la actual dirección esté pensando en la posibilidad de, por fin, realizar la segunda parte de la Asamblea Fundacional pero sin una actualización crítica de las bases ideológicas debatidas hace más de dos años. De ser así estaríamos antes una insoportable burla despectiva hacia las y los militantes que aún subsisten en Sortu.
En quinto lugar, estas y otras propuestas deben hacerse siempre con una visión del tiempo como instrumento político, es decir, debemos ir proponiendo plazos concretos. Por ejemplo, aquí se plantea un plazo de un año, hasta verano de 2016, para dar cuerpo a estas y otras propuestas con sus respectivos niveles organizativos correspondientes. Mientras tanto y en la medida en que se avance, ir preparando la relación de fuerzas para que a finales de 2016 como mucho tardar pueda presentarse en público este colectivo que aúne, sintetice e integre a los demás.
Naturalmente, este plazo propuesto es el máximo porque puede y debe adelantarse si se ve necesario hacerlo.
Texto completo en: http://www.lahaine.org/eusk-cast-la-nada-no

No hay comentarios:

Publicar un comentario