jueves, 23 de julio de 2015

LA UNIDAD POPULAR: UN PLANTEAMIENTO GENERAL



"Hay que combinar la política institucional con la movilización social"

        Por RAMÓN AFONSO / CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Bajo el capitalismo el poder estructural está distribuido desigualmente en la sociedad. Hay unas clases dirigentes, las élites, y otras, las subalternas (cuantitativamente mayoritarias), que son dirigidas, en función de los intereses de las primeras. Esta desigualdad constituye el límite objetivo de la democracia. La Unidad Popular (UP) sería el medio para poner en práctica un conjunto de políticas encaminadas a la consecución de una sociedad de personas iguales, liberadas de la explotación y la discriminación. Partiendo de esta consideración general, la UP no tiene una finalidad meramente electoral, es decir, no es una mera táctica para ganar unas elecciones (aunque también), sino una estrategia para conseguir un objetivo que va más allá de éstas. Ese objetivo es la construcción de un contrapoder popular  alternativo al poder dominante del capitalismo; tanto al poder político, el bipartidismo PP/PSOE (y aquí también CC.), como al poder económico y social de las élites propietarias y gestoras del capital.



       LOS INTELECTUALES Y EL PODER.- Por tanto, el campo de acción de la UP no está adscrito sólo al terreno de la política institucional, sino también al de la economía y al de la sociedad en general, con especial incidencia en los constructos ideológicos y simbólicos de dicha sociedad. En este último nivel hay que considerar especialmente el componente intelectual, el de los creadores de opinión favorable a los intereses de los bloques enfrentados. En este sentido, los intelectuales orgánicos del poder dominante deben ser superados por otros que partan de las necesidades de la gente, transformando el sentido común imperante y construyendo una alianza con las clases subalternas, con el objetivo de alumbrar una nueva cultura que dé base ideológica a un nuevo poder, a una nueva sociedad protagonizada por los de abajo, fundada en la hegemonía política y social de las clases trabajadoras, del pueblo.




       EL PAPEL DEL ESTADO.- En la sociedad clasista, el Estado unifica al bloque dominante y asegura la subalternidad político-ideológica de las mayorías sociales. El Estado capitalista es el espacio donde se  dirimen las contradicciones entre fuerzas políticas y sociales, y se organiza y reproduce la clase política dirigente. Ni es neutral desde el punto de vista de los conflictos básicos, ni un simple instrumento de las clases dominantes; tiene una relativa autonomía, variable según las condiciones del momento histórico. Concretamente ahora, con la crisis, su autonomía es más estrecha y su carácter de clase más evidente.





      PODER POLÍTICO Y PODER SOCIAL.- Gobernar es muy importante, pero gobernar con un programa emancipador significa algo más que acceder electoralmente al poder político. Hay que combinar la transformación democrática de las instituciones del Estado con la articulación y desarrollo de poderes populares, que socialicen la política y contribuyan a cambiar la sociedad desde abajo. Hay que combinar la política institucional con la movilización social.




    IRRESPOSABILIDAD HISTÓRICA.- Construir la UP es hoy una tarea ineludible y los que están poniendo trabas a la misma desde posturas políticas identitarias, están incurriendo en una  gravísima irresponsabilidad histórica. Si algo pone de manifiesto la derrota de Syriza es que el poder de los gobiernos nacionales ha disminuido hasta cotas de casi irrelevancia, ante la dictadura de los mercados financieros, y que cualquier proyecto realmente democrático y emancipador deberá conquistar mucha más autonomía, mucha más soberanía, mucho más poder. Sin una mayoría social bien organizada, sin un pueblo convencido y movilizado, sin unas fuerzas políticas y sociales fuertemente unidas, no habrá transformación posible y seremos derrotados una vez más a la mayor gloria de la Europa alemana y del capital monopolista financiero.

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