domingo, 25 de octubre de 2015

Violencia, poder popular y proceso constituyente

 
Así se entró a lo que sería el Gaztetxe de Gasteiz
 
¿Qué pueblo oprimido del mundo ha conseguido su independencia unilateralmente sin que medien armas y guerras de por medio?. Cualquiera podría tirarse años o décadas inmerso en la biblioteca hurgando la historia pero no llegaría a otra conclusión que no fuera la siguiente: Jamás ningún pueblo oprimido se ha independizado unilateralmente sin que sus fusiles apunten al que le negara esa libertad. Y también en todos los casos, esos negadores de soberanías los han portado.
Claro que aquí siempre alguna alma cándida hace mención a Ghandi y la independencia de la India como supuesto ejemplo que contradice este axioma histórico. Incluso hasta a Argala se lo lanzaron. Pero éste contestó que “para quien crea que la India es una excepción de la norma, que se dé una vuelta por sus bibliotecas y sabrá de la existencia de grupos guerrilleros junto al movimiento pacifista de Ghandi”. Hoy con la existencia de internet, no hace falta irse hasta las bibliotecas pero la verdad es la misma.
 
En todos los casos que han operado medidas de desobediencia y resistencia civil para liberar a un pueblo, cuando se han llevado a sus últimas consecuencias han derivado en lucha armada o en el aplastamiento total de dicha resistencia. Ese es otro axioma histórico dentro de la independencia de los pueblos oprimidos.
 
Estos dos axiomas históricos en realidad se funden y nos remiten al significado profundo del Estado. De cualquier Estado. Que sencillamente es un marco territorial donde se organiza la violencia por una clase determinada. Eso es el Estado. Cualquiera que aspire a un Estado debe tenerlo en cuenta porque tampoco ha existido en toda la historia un Estado que no responda a esa definición. Sino que han existido diferentes formas de organizar la violencia y su monopolio a través de leyes, cárceles, policías y ejercito. Amenazas veladas o explícitas. La clase burguesa para alcanzar el poder tuvo que cargarse al Antiguo régimen. Los Estados de las democracias burguesas son sus hijos directos. La clase trabajadora tiene que cargarse el orden burgués para aspirar a un Estado socialista y la democracia socialista será su hijo directo. Parece de cajón y ciertamente lo es. O dicta el capital o dicta la clase trabajadora. Ese es el posible desarrollo histórico por ahora interrumpido con el enquistamiento del capitalismo que aunque parece que sea eterno, o mas bien intentan hacernos creer que así lo es, la historia (y algún que otro empujón) lo barrerá llegado el momento preciso.
 
En cualquier caso hablábamos de la independencia de los pueblos oprimidos. De los pueblos a los que se les niega el ejercicio de la autodeterminación con la única forma que los estados imperialistas pueden hacerlo: mediante la violencia. Nunca ningún pueblo negado se ha independizado unilateralmente sin un proceso de violencia, por lo que los pueblos que por cualquier razón o sinrazón no puedan ponerla en práctica o no tengan la fuerza requerida básicamente están condenados a permanecer en su situación de dependencia con apenas resquicios para poder llegar a la independencia. Esos resquicios en cualquier caso serían una novedad en lo que conocemos de la historia del género humano ya que ninguna experiencia histórica exitosa hasta el día de hoy es conocida y requeriría un esfuerzo superior al esfuerzo de guerra que pueda poner en práctica un pueblo en su defensa con un costo no inferior a lo que puede suponer una resistencia armada llevado el proceso de unilateralidad y desobediencia hasta las últimas consecuencias.
 
Por lo que una de las conclusiones es que si un pueblo no tiene la fuerza ni las ganas para liberarse con todos los medios, es muy poco probable que las tenga sin ellos.
 
En cualquier caso, solo un movimiento político radical puede ser capaz de generar tal energía de ruptura unilateral y blindarse después. No sabemos lo que deparará el futuro por lo que no hay que cerrarse en banda a nada, pero cada generación tiene la obligación de aportar la máxima energía posible en el camino de la liberación. Emprender una vía constituyente unilateral hacia la independencia es una tarea que no se puede postergar. Tenemos actualmente dos ejemplos principales en el mundo de vías constituyentes en un entorno hostil. El proceso zapatista y los órganos de poder popular kurdo. En casa, los procesos que más se han acercado a esa perspectiva fueron los de construcción nacional y social de la ofensiva del MLNV de los 90, el inicio del movimiento euskaltzale moderno en el franquismo, y experiencias diversificadas e inconexas del movimiento popular y sindical vasco (algunas abandonadas). Intentonas como las de Udalbiltza y algunos otros elementos macro-políticos que pocas veces han pasado a una realidad material.
 
De este modo, el proceso constituyente vasco necesita una base no partidista y popular que deje atrás los intereses de las élites políticas y económicas. Que organice y empodere a esa mayoría social que es partidiaria de la autodeterminación y del control de su propia vida.
 
En ese sentido, reforzar las propuestas estratégicas independentistas, socialistas y feministas es un requisito indispensable en la generación de condiciones y gasolina para el proceso constituyente. También lo es reforzar toda dinámica de rebeldía y de no normalización política de la injusticia porque eso alimenta la filosofía de ruptura que será tan necesaria. Como también es necesaria recuperar la estrategia de poder popular y construcción nacional y social, ya que esa es la única que avanza unilateralmente hacia el futuro y por eso fue tan agredida con violencia.
 
El mejor ejemplo constituyente que tenemos en Euskal Herria a su nivel  son las gazte asanbladas y los gaztetxes, que arrancan un trozo de cuajo al estado y al capital y es puesto al servicio del pueblo. En realidad el proceso unilateral vasco de cara a la independencia si quiere ser real y dejar atrás la retórica debe tener muchas similitudes con este accionar tanto a pequeña como gran escala, ya que el proceder requerirá las mismas filosofías para la creación de una gazte asanblada, las mismas filosofías de cara a ocupar y las mismas filosofías de cara a mantener los espacios liberados. Todo ello expandido a un nivel socio-político-económico general.
 
Es obvio que sin un movimiento popular extremadamente activo y que sin organizaciones revolucionarias no menos activas esta tarea es imposible. Tan imposible como que un proceso constituyente se diseñe entre cuatro paredes o sea dependiente de estrategias partidistas, o del institucionalismo banal. Ya que estamos hablando de un entorno hostil, de unas instituciones extranjeras y de dos estados completamente operativos con sus monopolios de la violencia perfectamente activos, por lo que en realidad la base teoríca de donde se parte a la hora de la creación e impulso de un movimiento de contra-poder a gran escala que sustituya al poder existente nos remite ineludiblemente al poder dual que es un concepto que en su día fue primeramente articulado por Lenin en el artículo El poder dual (dvoevlastie) que describe una situación en la Revolución de Febrero en la que dos poderes, los consejos obreros (o soviets) y el aparato oficial del Estado del gobierno provisional ruso, coexistieron el uno con el otro compitiendo por la legitimidad. Lenin argumentó que esta situación esencialmente inestable constituía una oportunidad única para que los soviets incrementasen su poder aplastando al gobierno provisional y situándose como la base de una nueva forma de poder del Estado.
El proceso constituyente vasco será una lucha de poder dual (no existe otra opción) en la que finalmente vence la soberanía vasca frente a los estados .Aquí, como en cualquier otra parte donde haya opresión, no va a haber salida sin vencedores ni vencidos.
 
Por eso, ese proceso es incompatible con la normalización política y la no confrontación ya que eso indica precisamente un no rotundo a un proceso constituyente. El cambio más significativo que se deberá realizar  es empezar a operar nacionalmente como lo ha hecho localmente la base social militante durante décadas y uno de los problemas es que parece que se camina en sentido opuesto hundidos en el fango del institucionalismo y el delegacionismo hacia humos y esperanzas de diversos colores cuando el único que puede solucionar sus problemas es el propio pueblo trabajador vasco.
 

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