miércoles, 9 de marzo de 2016

Objetivo: demoler a Pablo Iglesias y romper Podemos

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Pablo Iglesias e Íñigo Errejó, durante la segunda jornada de la fallida sesión de investidura. / Ballesteros (Efe)
La orden fue dada. Ahora o nunca, hay que liquidar a Podemos, cueste lo que cueste. El debate SánchezPablo Iglesias marcó un antes y un después; lo de la “cal viva” fue una señal, un dato especialmente significativo: ¿de qué? De que Podemos va en serio, que no votará o se abstendrá ante un previsible gobierno de coalición Ciudadanos-PSOE. Ahora se trata de tirar del manual, un grueso libro, siempre renovado y puesto al día, trabajosamente elaborado por expertas manos de las cloacas periodísticas del Estado y demás aparatos paralelos de los que mandan. En el centro del manual se recoge cómo destrozamos IU y cómo conseguimos poner fin a la carrera política de Julio Anguita.
Para que el asunto funcione tiene que haber una perfecta coordinación entre periodistas, hombres de negocios, políticos y servicios paralelos o simplemente bien relacionados con los que mandan. No hace falta que sean muchos, tienen que ser, por así decirlo, los cabales, los significativos, los determinantes en este tipo de operaciones. Hay que encontrar el medio que haga de vanguardia, dado el signo de la operación —salvar al PSOE— el honor le toca al El País y el mundo mercenario de Prisa. Su “manual de estilo” es excelente y de probada eficacia.
El guión del operativo es previsible y apenas ha sufrido modificaciones con los años. Se ha hecho más sofisticado, más complejo y –esto tiene su importancia– más centralizado. Las tecnologías ayudan más que antes, pero la sociedad ha cambiado, las pautas comunicacionales también, y las viejas consignas ya no tienen la eficacia de antaño. Reeditar sin más la “operación pinza” no parece ya adecuado; hay que ir más lejos, mucho más, hasta excluirlos del sistema político. La pieza maestra es demoler a Pablo Iglesias. Hay que hacerlo sistemáticamente, poniendo en juego su vida privada y pública; su discurso debe ser reconfigurado, desintegrado hasta hacerlo irreconocible. Hay que demonizarlo, convertirlo en desagradable, prepotente, rígido, mesiánico, impolítico y fanático, profeta del pasado y anacrónico. El objetivo final: un hombre así no nos puede gobernar.
Para que esto pueda funcionar hace falta algo más: construir una “oposición interna” al secretario. Toda organización, por definición, es una estructura de poder, con líneas de demarcación singulares, con contradicciones más o menos explicitas y con diferencias políticas de mayor o menor calado. En el caso de Podemos la cuestión es más fácil. Es más grande e influyente que IU, pero orgánicamente más débil, con una identidad más difusa y con liderazgos menos consolidados. En Podemos todo está en proceso de formación y, mientras tanto, se han convertido en una fuerza política determinante y con posibilidades reales de ser alternativa y no mera alternancia. Lo dicho: ahora o nunca.
Construir una “oposición interna” a Pablo Iglesias. El acento hay que ponerlo en el verbo construir. Se trata de convertir las legítimas diferencias, los modos y formas de concebir problemas, la pluralidad de culturas –esenciales para una organización democrática y de masas–, hasta los distintos talantes, en oposición organizada al secretario y, esta es la clave, con complicidades con los poderes establecidos, especialmente con los estrategas de los medios. La vía maestra siempre ha sido la respetabilidad, ser respetados y respetables, ser responsables y marcar diferencias con la línea mayoritaria en la organización.
Se podría decir que el operativo se alcanza cuando se construye un liderazgo alternativo al secretario general. Atención, toda organización –incluida Podemos– tiene liderazgos diversos y su riqueza reside ahí, en que los mismos se organizan en una dirección colectiva plural capaz de reflejar la complejidad de lo social y de la propia base electoral y militante. No, no se trata de esto, sino de encontrar líderes que construyan complicidades con los poderes fácticos con el objetivo de plantarle cara a la dirección legítima de la organización y de construir una oposición sistemática en el tiempo, en el espacio y, sobre todo, en los medios de comunicación siempre disponibles para ello.
En estos días estamos ya en un salto de cualidad. Basta mirar, leer y oír al complejo mediático Prisa para saber que la guerra es total, sin miramientos, definitoria. Acorralar a la dirección de Podemos, generar desconfianza y temor, desagregar votos y arruinar la imagen pública de una fuerza política que hay que eliminar, cueste lo que cueste. Quien no se dé cuenta de esto está ciego o, lo que es peor, no entiende lo que nos estamos jugando en este país.
Ahora la clave está en la madurez de su equipo dirigente, de su coherencia política y de su coraje moral e intelectual. Sin unidad del equipo dirigente, el futuro es problemático y no está en peligro solo Podemos, sino la posibilidad de construir un nuevo proyecto de país frente a una oligarquía dura y terrible y unas fuerzas políticas sumisas a los poderosos y en proceso de reconstrucción. Restauración y más restauración.
Al final, esta ofensiva puede tener un significado positivo si se encara de frente y con lucidez. Una fuerza se construye en las victorias y en las derrotas, en la defensa y en la maniobra, en los momentos duros y en los momentos menos duros. Lo que no hay que hacer es replegarse identitariamente sino defender el proyecto con audacia, con fuerza, con alegría, con innovación. No convertirse en “trinchera petrificada” sino reconstruir espacios, conseguir aliados y recomponer relaciones con los movimientos, con los círculos, con las personas comprometidas con un cambio verdadero. Se puede ganar si queremos y nos organizamos, si somos capaces de imaginar y soñar.

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