El régimen, las encuestas y el factor “Podemos”
1) Las encuestas/1
no son solo un reflejo de la “opinión pública”, sino que la orientan y
condicionan. Las encuestas del CIS y la última publicada por El País
reflejan ciertas tendencias de fondo que condicionan toda la coyuntura y
parecen reestructurar la esfera de la política partidaria: caída del
bipartidismo, una diferenciación cada vez más clara entre la dinámica de
las naciones sin Estado y España, irrupción de un nuevo factor
(Podemos) que condiciona la totalidad del marco.
2) La caída del bipartidismo no es irreversible, por mucho que nos gustaría que lo fuese. En las últimas elecciones, el PP y el PSOE consiguieron el casi el 50% de los votos, un resultado que refleja una pérdida de credibilidad importante ante la ciudadanía. Sin embargo, hay algunos factores que pueden provocar el remonte de los pilares partidarios del régimen del 78. El PP ha perdido apoyos entre las clases medias, su base social tradicional y de cuya subjetividad dependen en buena parte los futuros resultados electorales. La crisis económica sitúa a las clases medias entre la ilusión de recuperar un pasado perdido, donde había oportunidades para todos, y el miedo al empobrecimiento, a verse cada vez más cerca de la subsumirse en relaciones de competencia desfavorables. Las clases dominantes no dejan de ser conscientes de esa tensión y paralelamente a la precarización masiva de la mayoría de la sociedad, impulsan un discurso en donde la crisis es cosa del pasado y la recuperación comienza a aparecer en el horizonte. Evidentemente, es una ficción, pero las ficciones a veces son mucho más importantes que la realidad porque son acuerdos tácitos entre partes que pueden llegar a convertirse en sentido común. La batalla por las clases medias se juega también en el plano de la percepción: si vence el discurso de que las oportunidades se van a reabrir, el régimen tendrá base socio-material para reconstruirse. Si vence el discurso de que las condiciones socio-materiales no se verán alteradas por la recuperación económica (es decir, que por mucho que el PIB suba, habrá menos oportunidades y derechos), habremos conseguido abrir una brecha que nos puede permitir hablar de una salida activa de la crisis, basada en la utilización del poder político en interés de la mayoría social, y no esperar pasivamente a que la ficción de la salida de la crisis se convierta en realidad, tal y como propone el Partido Popular.
3) El PSOE sufre fundamentalmente una crisis de credibilidad, una de las crisis más difíciles de curar. El PSOE nos tiene acostumbrados a múltiples cambios de imagen, a giros a la “izquierda” en el plano discursivo para recuperar a “su electorado”. Pero esta crisis de credibilidad demuestra que la política va más allá del discurso, que las prácticas también determinan la conciencia. El PSOE puede cambiar de líder, copiar partes del discurso de Podemos, pero no va a poder mantenerse al margen de la demanda más sencilla y determinante de nuestra época: que lo que se dice tiene que ir acompañado de lo que se hace. El problema es que esa destrucción de la credibilidad del PSOE tiene que ir acompañada de la construcción de una nueva credibilidad. Ahí las izquierdas tienen una tarea inmensa pero posible: demostrar que puede haber otra salida, que hay una alternativa más solvente y preparada, porque al fin y al cabo, una nueva victoria del PSOE solo podría sostenerse sobre la resignación, la apatía y la decepción de la mayoría de la sociedad.
4) Izquierda Unida paga su conservadurismo de izquierdas con un estancamiento electoral, producto de una inercia estructural basada en su posición en el tablero político y en sus vínculos con el régimen del 78. La crisis política ha demostrado que no hay trasvases automáticos (“IU como caladero del voto desafecto de izquierdas”), sino que es necesaria una intervención audaz, movimientos rápidos capaces de aglutinar los descontentos. No se trata de despreciar el capital acumulado por IU, que a nivel de experiencia, de gente válida y de inserción social es imprescindible para construir un nuevo modelo de sociedad, pero el hecho es que los intereses del aparato han bloqueado la posibilidad de poner todo ese bagaje al servicio de la construcción de una herramienta política rupturista y mayoritaria, acoplada a las nuevas relaciones entre política y ciudadanía que se han experimentado en las calles a partir del 15M. Que Alberto Garzón asuma un papel más visible en IU es una buena noticia, pero hay más cuestiones que tienen mucho que ver con el papel que tradicionalmente ha asumido IU con respecto a las confluencias, producto de la visión que el PCE ha tenido de sí mismo. El PCE se ha percibido históricamente a sí mismo como el “centro” en torno al cual se tiene que articular la “unidad”. En la nueva relación que se ha establecido entre política y ciudadanía, los partidos han dejado de ser el centro, pues la centralidad se ha fugado a otros espacios, como por ejemplo, a las plazas durante el 15M. Alberto Garzón parece haber percibido ese cambio; está por ver si las estructuras de IU son capaces de acoplarse a él, con toda la pérdida de privilegios heredados (y conquistados) que eso podría suponer.
5) El proceso catalán va a ser decisivo el próximo periodo, pero está lejos de ser un proceso unívoco. Como todos los espacios vivos, es un proceso en disputa y que tiene en su interior desenlaces contradictorios. Por una parte, si el proceso es encabezado por CiU (ahora, menos probable tras el escándalo del clan Pujol) el régimen podrá restablecer unos consensos y equilibrios que abran paso a una “paz temporal”, restaurando la relación política entre las clases dominantes catalana y española a través, por ejemplo, del pacto fiscal. Si esa vía es desbordada y CiU es apartada de la conducción del proceso soberanista e independentista, se abriría una grieta en el régimen difícil de taponar. La izquierda española tiene un papel esencial en ese terreno. Si el pueblo catalán está solo en esa tarea, sin solidaridades externas, el eje del debate se articulará en torno a la unidad de España, con la contracción reaccionaria que eso supone. Si la izquierda española es valiente y juega en el eje de la democracia, con todas sus consecuencias, el régimen puede verse seriamente debilitado por su flanco nacional.
6) ¿Y Podemos? Que Podemos no es una fuerza como las demás lo demuestra la “podemización” de la sociedad. Todo el mundo habla de Podemos, se ha convertido en el pivote que condiciona a todos los demás actores, que los obliga a moverse. Podemos es algo más que un partido, es una “agencia” política, porque a la vez que recoge y politiza todas las contradicciones sociales latentes, es capaz de convertirse en un factor que produce realidad a través de la política. Es posible que parte de esa “producción política” sea captada formalmente por los partidos del régimen, desde una óptica regeneracionista, como ha hecho ya el PSOE con su proceso de primarias y la elección de Pedro Sánchez. Lo que no pueden captar es el impulso democratizador de Podemos, que va más allá de maquillajes formales, pues responde a la necesidad de subvertir las relaciones de poder económico y político que estructuran la miseria que sufre la mayoría de la sociedad. La clase dominante ha demostrado una y otra vez su capacidad de adaptación y de capturar demandas populares para restablecer los consensos hegemónicos (como ocurrió en la “Transición”), si esas demandas se mueven en parámetros que desconectan a la ciudadanía (la vida política) de la esfera de la producción y la lucha por la gestión y apropiación de la producción colectiva. Por decirlo de forma clara, Podemos ha sido capaz de modificar la correlación de fuerzas a nivel electoral pero la correlación a nivel de fuerzas a nivel social sigue siendo muy desfavorable a los y las de abajo. Los de abajo son todavía incapaces de imponer sus demandas (defensa de lo público, medidas contra el paro, reparto de la riqueza), aunque es cierto que por primera vez en décadas aparece una fuerza capaz de darles voz y de hacerlas creíbles. Podemos tiene como tarea prioritaria prepararse para gobernar y para gobernar empoderando es necesario vincular la vida política y la vida cotidiana, que muchas veces aparecen separadas, como si cada una fuera por su lado. Podemos puede convertirse en una fuerza que relacione diferentes esferas atravesadas por el mismo factor, ser un lugar de encuentro y un instrumento para la relación entre los de abajo. En los barrios, siendo un instrumento para la movilización, para el debate entre gente diversa con problemas similares, ayudando a que lo organizado previamente y que todavía no se ha organizado se unan en torno a problemas comunes: en definitiva, por ponerle palabras a lo que deben ser hechos, construir unidad y poder popular.
7) Decimos esto porque hay dos procesos que van a ser decisivos para Podemos en el próximo periodo. Por un lado, la Asamblea Ciudadana de Podemos, que se celebrará en octubre. No es objeto de esas notas tratar ese tema, del que habría mucho que decir y no todo idílico. Simplemente resaltar un riesgo, que aparece sobre todo en los sectores más activistas: la inmersión en procesos internos suele ir acompañada de una desconexión del conjunto de la sociedad y puede provocar un aislamiento solipsista que lleve a que Podemos pueda ser considerado un “mundo cerrado”, una “identidad” y no instrumento para la emancipación de las clases populares. Una de las características de Podemos es que trata (y muchas veces lo consigue) de derribar las barreras entre política y ciudadanía. Encerrarse en un proceso interno, no aprovecharlo para seguir generando lazos con la mayoría social, puede suponer que Podemos se ahogue nada más nacer. Una forma de evitarlo puede ser lo que decíamos más arriba: aprovechar el proceso de auto-organización interna de Podemos para estimular la auto-organización popular, llevando la Asamblea Constituyente de Podemos desde los “Círculos” a todos los rincones donde se haga vida desde abajo. Además, esto enlaza con el otro reto que Podemos tiene ante sí: las elecciones municipales. El proceso constituyente de Podemos puede ser también una oportunidad para fortalecer al movimiento, una fase que permita fortalecer sus lazos con la sociedad, algo imprescindible para gobernar, sirviendo también como proceso “educativo” que prepare a Podemos para participar de una forma u otra en las elecciones municipales. Porque aunque esté todavía en debate la fórmula, Podemos ( y su impulso) no debería dejar de estar presente en las elecciones municipales. Hegel decía que la naturaleza aborrece el vacío; dejar libre el espacio que ha ocupado Podemos sería dejar vacío un espacio que el régimen puede aprovechar para recomponerse. Eso no significa que Podemos tenga que presentarse con su nombre en todos y cada uno de los lugares, pero su presencia es decisiva para que el descontento no se exprese ni en una re-estabilización del régimen ni en la aparición de fuerzas “monstruosas” como el Frente Nacional en Francia o el M5S en Italia. Además, la conquista de posiciones en lo “local” puede ser decisiva para tener una base lo suficientemente sólida a nivel territorial, que permita posteriormente gobernar a un nivel superior, fundamentalmente porque otorgaría bases de apoyo para evitar un proceso de “desacople” entre diferentes espacios de “ejercicio del poder”. No hay más que pensar lo desastroso que podría ser gobernar una Comunidad Autónoma sin tener poder municipal: los aparatos del estado capitalista son expertos en utilizar los “espacios libres” para frenar los procesos de democratización, como se ha visto en muchas ocasiones con la judicatura post-franquista y su papel de freno contra múltiples medidas progresistas.
8) En definitiva, las encuestas siguen revelando un proceso subterráneo, en donde el régimen se desgasta y se abren nuevas opciones para quebrarlo, pero no deberíamos olvidar las posibilidades de recomposición que eso también supone. El gobierno del PP y su recambio social-liberal ya no juegan solos la partida, sino que tienen enfrente la presión de un competidor como Podemos que ha salido a ganar y que condiciona toda su acción política. Veremos pronto si eso fuerza al PP a convocar un adelanto de las elecciones generales, como se ha barajado en las últimas semanas. Pase lo que pase, lo que parece claro es que el próximo ciclo electoral será lo suficiente volátil y decisivo para inclinar la balanza hacia un lado u otro.
Brais Fernández es militante de Izquierda Anticapitalista y participa en Podemos.
Notas:
1/ Las encuestas a las que aludimos se pueden consultar en:
http://www.ara.cat/politica/Baromet...
http://elpais.com/elpais/2014/08/08...
2) La caída del bipartidismo no es irreversible, por mucho que nos gustaría que lo fuese. En las últimas elecciones, el PP y el PSOE consiguieron el casi el 50% de los votos, un resultado que refleja una pérdida de credibilidad importante ante la ciudadanía. Sin embargo, hay algunos factores que pueden provocar el remonte de los pilares partidarios del régimen del 78. El PP ha perdido apoyos entre las clases medias, su base social tradicional y de cuya subjetividad dependen en buena parte los futuros resultados electorales. La crisis económica sitúa a las clases medias entre la ilusión de recuperar un pasado perdido, donde había oportunidades para todos, y el miedo al empobrecimiento, a verse cada vez más cerca de la subsumirse en relaciones de competencia desfavorables. Las clases dominantes no dejan de ser conscientes de esa tensión y paralelamente a la precarización masiva de la mayoría de la sociedad, impulsan un discurso en donde la crisis es cosa del pasado y la recuperación comienza a aparecer en el horizonte. Evidentemente, es una ficción, pero las ficciones a veces son mucho más importantes que la realidad porque son acuerdos tácitos entre partes que pueden llegar a convertirse en sentido común. La batalla por las clases medias se juega también en el plano de la percepción: si vence el discurso de que las oportunidades se van a reabrir, el régimen tendrá base socio-material para reconstruirse. Si vence el discurso de que las condiciones socio-materiales no se verán alteradas por la recuperación económica (es decir, que por mucho que el PIB suba, habrá menos oportunidades y derechos), habremos conseguido abrir una brecha que nos puede permitir hablar de una salida activa de la crisis, basada en la utilización del poder político en interés de la mayoría social, y no esperar pasivamente a que la ficción de la salida de la crisis se convierta en realidad, tal y como propone el Partido Popular.
3) El PSOE sufre fundamentalmente una crisis de credibilidad, una de las crisis más difíciles de curar. El PSOE nos tiene acostumbrados a múltiples cambios de imagen, a giros a la “izquierda” en el plano discursivo para recuperar a “su electorado”. Pero esta crisis de credibilidad demuestra que la política va más allá del discurso, que las prácticas también determinan la conciencia. El PSOE puede cambiar de líder, copiar partes del discurso de Podemos, pero no va a poder mantenerse al margen de la demanda más sencilla y determinante de nuestra época: que lo que se dice tiene que ir acompañado de lo que se hace. El problema es que esa destrucción de la credibilidad del PSOE tiene que ir acompañada de la construcción de una nueva credibilidad. Ahí las izquierdas tienen una tarea inmensa pero posible: demostrar que puede haber otra salida, que hay una alternativa más solvente y preparada, porque al fin y al cabo, una nueva victoria del PSOE solo podría sostenerse sobre la resignación, la apatía y la decepción de la mayoría de la sociedad.
4) Izquierda Unida paga su conservadurismo de izquierdas con un estancamiento electoral, producto de una inercia estructural basada en su posición en el tablero político y en sus vínculos con el régimen del 78. La crisis política ha demostrado que no hay trasvases automáticos (“IU como caladero del voto desafecto de izquierdas”), sino que es necesaria una intervención audaz, movimientos rápidos capaces de aglutinar los descontentos. No se trata de despreciar el capital acumulado por IU, que a nivel de experiencia, de gente válida y de inserción social es imprescindible para construir un nuevo modelo de sociedad, pero el hecho es que los intereses del aparato han bloqueado la posibilidad de poner todo ese bagaje al servicio de la construcción de una herramienta política rupturista y mayoritaria, acoplada a las nuevas relaciones entre política y ciudadanía que se han experimentado en las calles a partir del 15M. Que Alberto Garzón asuma un papel más visible en IU es una buena noticia, pero hay más cuestiones que tienen mucho que ver con el papel que tradicionalmente ha asumido IU con respecto a las confluencias, producto de la visión que el PCE ha tenido de sí mismo. El PCE se ha percibido históricamente a sí mismo como el “centro” en torno al cual se tiene que articular la “unidad”. En la nueva relación que se ha establecido entre política y ciudadanía, los partidos han dejado de ser el centro, pues la centralidad se ha fugado a otros espacios, como por ejemplo, a las plazas durante el 15M. Alberto Garzón parece haber percibido ese cambio; está por ver si las estructuras de IU son capaces de acoplarse a él, con toda la pérdida de privilegios heredados (y conquistados) que eso podría suponer.
5) El proceso catalán va a ser decisivo el próximo periodo, pero está lejos de ser un proceso unívoco. Como todos los espacios vivos, es un proceso en disputa y que tiene en su interior desenlaces contradictorios. Por una parte, si el proceso es encabezado por CiU (ahora, menos probable tras el escándalo del clan Pujol) el régimen podrá restablecer unos consensos y equilibrios que abran paso a una “paz temporal”, restaurando la relación política entre las clases dominantes catalana y española a través, por ejemplo, del pacto fiscal. Si esa vía es desbordada y CiU es apartada de la conducción del proceso soberanista e independentista, se abriría una grieta en el régimen difícil de taponar. La izquierda española tiene un papel esencial en ese terreno. Si el pueblo catalán está solo en esa tarea, sin solidaridades externas, el eje del debate se articulará en torno a la unidad de España, con la contracción reaccionaria que eso supone. Si la izquierda española es valiente y juega en el eje de la democracia, con todas sus consecuencias, el régimen puede verse seriamente debilitado por su flanco nacional.
6) ¿Y Podemos? Que Podemos no es una fuerza como las demás lo demuestra la “podemización” de la sociedad. Todo el mundo habla de Podemos, se ha convertido en el pivote que condiciona a todos los demás actores, que los obliga a moverse. Podemos es algo más que un partido, es una “agencia” política, porque a la vez que recoge y politiza todas las contradicciones sociales latentes, es capaz de convertirse en un factor que produce realidad a través de la política. Es posible que parte de esa “producción política” sea captada formalmente por los partidos del régimen, desde una óptica regeneracionista, como ha hecho ya el PSOE con su proceso de primarias y la elección de Pedro Sánchez. Lo que no pueden captar es el impulso democratizador de Podemos, que va más allá de maquillajes formales, pues responde a la necesidad de subvertir las relaciones de poder económico y político que estructuran la miseria que sufre la mayoría de la sociedad. La clase dominante ha demostrado una y otra vez su capacidad de adaptación y de capturar demandas populares para restablecer los consensos hegemónicos (como ocurrió en la “Transición”), si esas demandas se mueven en parámetros que desconectan a la ciudadanía (la vida política) de la esfera de la producción y la lucha por la gestión y apropiación de la producción colectiva. Por decirlo de forma clara, Podemos ha sido capaz de modificar la correlación de fuerzas a nivel electoral pero la correlación a nivel de fuerzas a nivel social sigue siendo muy desfavorable a los y las de abajo. Los de abajo son todavía incapaces de imponer sus demandas (defensa de lo público, medidas contra el paro, reparto de la riqueza), aunque es cierto que por primera vez en décadas aparece una fuerza capaz de darles voz y de hacerlas creíbles. Podemos tiene como tarea prioritaria prepararse para gobernar y para gobernar empoderando es necesario vincular la vida política y la vida cotidiana, que muchas veces aparecen separadas, como si cada una fuera por su lado. Podemos puede convertirse en una fuerza que relacione diferentes esferas atravesadas por el mismo factor, ser un lugar de encuentro y un instrumento para la relación entre los de abajo. En los barrios, siendo un instrumento para la movilización, para el debate entre gente diversa con problemas similares, ayudando a que lo organizado previamente y que todavía no se ha organizado se unan en torno a problemas comunes: en definitiva, por ponerle palabras a lo que deben ser hechos, construir unidad y poder popular.
7) Decimos esto porque hay dos procesos que van a ser decisivos para Podemos en el próximo periodo. Por un lado, la Asamblea Ciudadana de Podemos, que se celebrará en octubre. No es objeto de esas notas tratar ese tema, del que habría mucho que decir y no todo idílico. Simplemente resaltar un riesgo, que aparece sobre todo en los sectores más activistas: la inmersión en procesos internos suele ir acompañada de una desconexión del conjunto de la sociedad y puede provocar un aislamiento solipsista que lleve a que Podemos pueda ser considerado un “mundo cerrado”, una “identidad” y no instrumento para la emancipación de las clases populares. Una de las características de Podemos es que trata (y muchas veces lo consigue) de derribar las barreras entre política y ciudadanía. Encerrarse en un proceso interno, no aprovecharlo para seguir generando lazos con la mayoría social, puede suponer que Podemos se ahogue nada más nacer. Una forma de evitarlo puede ser lo que decíamos más arriba: aprovechar el proceso de auto-organización interna de Podemos para estimular la auto-organización popular, llevando la Asamblea Constituyente de Podemos desde los “Círculos” a todos los rincones donde se haga vida desde abajo. Además, esto enlaza con el otro reto que Podemos tiene ante sí: las elecciones municipales. El proceso constituyente de Podemos puede ser también una oportunidad para fortalecer al movimiento, una fase que permita fortalecer sus lazos con la sociedad, algo imprescindible para gobernar, sirviendo también como proceso “educativo” que prepare a Podemos para participar de una forma u otra en las elecciones municipales. Porque aunque esté todavía en debate la fórmula, Podemos ( y su impulso) no debería dejar de estar presente en las elecciones municipales. Hegel decía que la naturaleza aborrece el vacío; dejar libre el espacio que ha ocupado Podemos sería dejar vacío un espacio que el régimen puede aprovechar para recomponerse. Eso no significa que Podemos tenga que presentarse con su nombre en todos y cada uno de los lugares, pero su presencia es decisiva para que el descontento no se exprese ni en una re-estabilización del régimen ni en la aparición de fuerzas “monstruosas” como el Frente Nacional en Francia o el M5S en Italia. Además, la conquista de posiciones en lo “local” puede ser decisiva para tener una base lo suficientemente sólida a nivel territorial, que permita posteriormente gobernar a un nivel superior, fundamentalmente porque otorgaría bases de apoyo para evitar un proceso de “desacople” entre diferentes espacios de “ejercicio del poder”. No hay más que pensar lo desastroso que podría ser gobernar una Comunidad Autónoma sin tener poder municipal: los aparatos del estado capitalista son expertos en utilizar los “espacios libres” para frenar los procesos de democratización, como se ha visto en muchas ocasiones con la judicatura post-franquista y su papel de freno contra múltiples medidas progresistas.
8) En definitiva, las encuestas siguen revelando un proceso subterráneo, en donde el régimen se desgasta y se abren nuevas opciones para quebrarlo, pero no deberíamos olvidar las posibilidades de recomposición que eso también supone. El gobierno del PP y su recambio social-liberal ya no juegan solos la partida, sino que tienen enfrente la presión de un competidor como Podemos que ha salido a ganar y que condiciona toda su acción política. Veremos pronto si eso fuerza al PP a convocar un adelanto de las elecciones generales, como se ha barajado en las últimas semanas. Pase lo que pase, lo que parece claro es que el próximo ciclo electoral será lo suficiente volátil y decisivo para inclinar la balanza hacia un lado u otro.
Brais Fernández es militante de Izquierda Anticapitalista y participa en Podemos.
Notas:
1/ Las encuestas a las que aludimos se pueden consultar en:
http://www.ara.cat/politica/Baromet...
http://elpais.com/elpais/2014/08/08...
No hay comentarios:
Publicar un comentario