Por RAMÓN AFONSO / CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Bajo
el capitalismo el poder estructural está distribuido desigualmente en
la sociedad. Hay unas clases dirigentes, las élites, y otras, las
subalternas (cuantitativamente mayoritarias), que son dirigidas, en
función de los intereses de las primeras. Esta desigualdad constituye el
límite objetivo de la democracia. La Unidad Popular (UP)
sería el medio para poner en práctica un conjunto de políticas
encaminadas a la consecución de una sociedad de personas iguales,
liberadas de la explotación y la discriminación. Partiendo de esta
consideración general, la UP no tiene una finalidad meramente electoral,
es decir, no es una mera táctica para ganar unas elecciones (aunque
también), sino una estrategia para conseguir un objetivo que va más allá
de éstas. Ese objetivo es la construcción de un contrapoder popular alternativo al poder dominante del capitalismo; tanto al poder político, el bipartidismo PP/PSOE (y aquí también CC.), como al poder económico y social de las élites propietarias y gestoras del capital.
LOS INTELECTUALES Y EL PODER.- Por
tanto, el campo de acción de la UP no está adscrito sólo al terreno de
la política institucional, sino también al de la economía y al de la
sociedad en general, con especial incidencia en los constructos
ideológicos y simbólicos de dicha sociedad. En este último nivel hay que
considerar especialmente el componente intelectual, el de los creadores
de opinión favorable a los intereses de los bloques enfrentados. En
este sentido, los intelectuales orgánicos del poder dominante deben ser
superados por otros que partan de las necesidades de la gente,
transformando el sentido común imperante y
construyendo una alianza con las clases subalternas, con el objetivo de
alumbrar una nueva cultura que dé base ideológica a un nuevo poder, a
una nueva sociedad protagonizada por los de abajo, fundada en la
hegemonía política y social de las clases trabajadoras, del pueblo.
EL PAPEL DEL ESTADO.- En la sociedad clasista, el Estado unifica al bloque dominante
y asegura la subalternidad político-ideológica de las mayorías
sociales. El Estado capitalista es el espacio donde se dirimen las
contradicciones entre fuerzas políticas y sociales, y se organiza y
reproduce la clase política dirigente. Ni es neutral desde el punto de
vista de los conflictos básicos, ni un simple instrumento de las clases
dominantes; tiene una relativa autonomía, variable según las condiciones
del momento histórico. Concretamente ahora, con la crisis, su autonomía
es más estrecha y su carácter de clase más evidente.
PODER POLÍTICO Y PODER SOCIAL.- Gobernar
es muy importante, pero gobernar con un programa emancipador significa
algo más que acceder electoralmente al poder político. Hay que combinar
la transformación democrática de las instituciones del Estado con la
articulación y desarrollo de poderes populares, que socialicen la
política y contribuyan a cambiar la sociedad desde abajo. Hay que
combinar la política institucional con la movilización social.
IRRESPOSABILIDAD HISTÓRICA.- Construir
la UP es hoy una tarea ineludible y los que están poniendo trabas a la
misma desde posturas políticas identitarias, están incurriendo en una
gravísima irresponsabilidad histórica. Si algo pone de manifiesto la
derrota de Syriza es que el poder de los gobiernos nacionales ha
disminuido hasta cotas de casi irrelevancia, ante la dictadura de los
mercados financieros, y que cualquier proyecto realmente democrático y
emancipador deberá conquistar mucha más autonomía, mucha más soberanía,
mucho más poder. Sin una mayoría social bien organizada, sin un pueblo
convencido y movilizado, sin unas fuerzas políticas y sociales
fuertemente unidas, no habrá transformación posible y seremos derrotados
una vez más a la mayor gloria de la Europa alemana y del capital
monopolista financiero.
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