martes, 23 de junio de 2015

La transición de la que no se habla


 “No importa, ya hemos ganado, la oposición es como nosotros” 
(Margaret Thatcher, tras perder las elecciones del 97. 
Citado por Javier Gallego en su artículo "Cambio o cambiazo")

"No hay una ver­da­dera al­ter­na­tiva a la eco­nomía de mer­cado"
(Pablo Iglesias en The Wall Street Journal)



Pablo Iglesias, líder del partido Podemos que se presenta como abanderado del cambio, ha sido contundente. En una entrevista concedida al The Wall Street Journal ha declarado que no existe alternativa al capitalismo: "no hay una ver­da­dera al­ter­na­tiva a la eco­nomía de mer­cado", dijo (recogido de larepublica.es). Esto es coherente con la ubicación ideológica de Podemos en el espacio socialdemócrata/socioliberal, reconocida en más de una ocasión por sus propios dirigentes.

Entre tanto, Izquierda Unida se empeña en seguir la estela de Podemos con la disculpa de la "unidad popular", lo que viene a sugerir, de facto, que sus dirigentes no ven como un problema el posicionamiento ideológico del partido de Pablo Iglesias. Se habla muy poco del contenido ideológico y programático que se le quiere dar a una hipotética "unidad popular", lo cual me hace pensar en que no deja de ser un término fetiche, al menos tal como muchos lo están enfocando.

Lo más preocupante del rumbo que sigue Podemos y que podría estar siguiendo IU (tengo mis dudas razonables en el caso de Izquierda Unida), es que posiblemente se esté contribuyendo a la recomposición del espacio socialdemócrata/socioliberal, forteleciéndolo en lugar de erosionarlo. ¿Se trata de acabar con el bipartidismo PP-PSOE impulsando una alternativa nítidamente de izquierdas, o de reivindicar un pedazo da la tarta del espacio político ocupado por el PSOE? Más bien, quizás, lo segundo. Lo dejo ahí como duda.

Podríamos estar asistiendo a un preocupante fortalecimiento del yugo socialdemócrata/socioliberal, a una renovación, a un rejuvenecimiento del mismo. Curiosamente tal renovación tiene lugar fuera del PSOE, pero está condenada a converger y entenderse con el PSOE. Es posible que dentro de unos años tengamos que hablar de la gran operación gatopardista que está teniendo lugar.

El capitalismo lleva años transicionando de fase. Lo que llamamos neoliberalismo no es más que un episodio en el desarrollo del capitalismo, un reajuste necesario para facilitar y permitir el proceso de acumulación capitalista que, de frenarse, provocaría el colapso y parálisis del sistema. En este contexto debemos preguntarnos por el papel de la socialdemocracia, de la cual forman parte no solo los partidos clásicos de la Internacional Socialista. Deberíamos reflexionar si acaso la izquierda está colaborando -de manera activa o pasiva- en que tal transición tenga lugar sin sobresaltos para el sistema. Al respecto, encuentro oportuno reproducir parte de un post publicado hace un año en este mismo blog, sobre la transición de la que no se habla:

(...) Aunque estamos todos los días leyendo y escuchando sobre la segunda transición que supone la sucesión dinástica, en realidad ésta apenas supone un capítulo periférico y marginal de una transición mucho más profunda de la que los medios no hablan, y que tiene que ver con la liquidación del modelo del estado del bienestar. Conservadores y socialdemócratas son los sacerdotes que dirigen el sacrificio ofrecido al capital.

A diferencia de la primera transición española, la nueva transición no tiene alcance regional (no se limita a un país), sino que es más global, afectando a todos los países en los que en su momento se desarrolló el estado del bienestar.

A diferencia de la primera transición española, relativamente corta en el tiempo, la nueva transición se va materializando en un dilatado recorrido temporal, que comenzó mucho antes del estallido de la crisis sistémica, cuando se comenzó a levantar la actual UE con cimientos neoliberales. 

A diferencia de la primera transición española, centrada en aspectos de la superestructura (forma de estado, leyes, etc.), la actual transición afecta tanto a factores superstructurales como infraestructurales. En su devenir, el capitalismo ha entrado en una nueva fase caracterizada, entre otras muchas cosas, por lo Harvey calificó de acumulación por desposesión, en la que resulta imperativo el abandono del estado del bienestar para facilitar la acumulación capitalista. Aspectos tales como dejar morir poco a poco el sistema público de pensiones, el proceso progresivo de mutilación de la sanidad y educación públicas, etc., no solo reduce costes para la oligarquía, sino que además son cambios que dibujan nuevos escenarios privilegiados para la acumulación capitalista a través de las privatizaciones. La lista de ejemplos que podríamos poner sería muy amplia.

En definitiva, asistimos a un reajuste del modo de producción capitalista, lento pero sin pausa. Esa es la transición profunda, de la que apenas se habla (o sencillamente no se habla).

En este contexto, la defensa de los intereses de la oligarquía exige el control del potencial crecimiento de la izquierda política, al que pudiera dar lugar el descontento social. La socialdemocracia ha desempeñado históricamente un papel de comadrona de los partos difíciles del capitalismo y, no cabe duda, que el sistema tiene por delante un parto muy difícil y peligroso. Lo peor está todavía por llegar y no debe extrañarnos que, en un país como el nuestro, tenga lugar una recomposición controlada del espacio socialdemócrata-socioliberal, para afrontar con garantías la domesticación del descontento social.

Esto lo expresaba hace un año. Me temo que no solo el PSOE esté desempeñando ese papel de "comadrona de los partos difíciles del capitalismo". De la misma forma que en los 80, el afianzamiento y modernización del sistema capitalista, llegó de la mano de un partido supuestamente de izquierdas que se presentaba con la consigna del "cambio", actualmente podríamos estar reviviendo una situación semejante. Es el bucle perfecto de la reproducción del sistema.


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