En este año plagado de urnas, dos claves del análisis electoral que
realmente interesan a una línea revolucionaria de intervención -que ha
de ser consciente de que, como ya dijimos, “la cuestión político-electoral nos va a afectar a todos independientemente de que nos presentemos o no a las elecciones”-
son: en qué situación va quedando el tinglado de los de “arriba” y en
cuál van quedando quienes hasta ahora canalizan esas desmedidas
ilusiones electorales que salpican la actual fase de la protesta
anti-crisis.
Cuando cerrábamos nuestro anterior número, no habían sido aún
adelantadas las elecciones andaluzas. Este adelanto no hacía sino
añadirse al de las catalanas del próximo 27 de septiembre, que por
cierto constituyen un supuesto “plebiscito” como farol para perpetuar
por mayoría absoluta el gobierno de la burguesía catalana pero que, sin
embargo, concitan las dudas y ambigüedades de la izquierda
independentista. Será este un asunto sobre el que hablaremos con más
detalle en su momento, pero lo que ahora nos interesa destacar es que
el adelanto de las elecciones andaluzas no ha hecho sino sobrealimentar
más “la indefinición y la desorientación mayúsculas que están
marcando a todos los actores de la larga función teatral y de casting
electoral que se abre”. Si ya entonces hablábamos de la
degradación del tinglado institucional-bipartidista como consecuencia
de las políticas de “austeridad” y, en parte, por las ilusiones que
despertaba Podemos, hoy constatamos que la desestabilización del
bipartidismo continúa aunque lo hace a un ritmo menor -eso sí, con
guerras internas que a duras penas se mantienen en sordina. El caso es
que, como se temía la dirección de Podemos, que pretendía llegar
incólume de podredumbres a las generales de otoño, tras las elecciones
andaluzas se visualizan sus límites como alternativa de gobierno al
tiempo (quizá lo peor) que salen a la luz sus propias graves tensiones y
peleas internas que comprometen seriamente la casta imagen que pretendían dar.
Esta situación ha creado melancolía en ambientes activistas cercanos. Y
hasta ha habido una cierta protesta sobre “cómo se ha portado la gente
de Andalucía” el 22 de marzo. En realidad, cuando se hace un
seguimiento de las cifras absolutas se ve que continúa la pérdida de
apoyo a los partidos que se consideran responsables de los “recortes”,
lo que se suma a los millones de abstencionistas. Esto se realza aún
más en las zonas urbanas, que es donde ha habido una mayor movilización
“antiausteridad”. Aunque no negamos que ha habido mucho “voto cautivo”
en zonas rurales y deprimidas, que vota por lo que considera más
seguro en lo inmediato, Red Roja se aleja de las interpretaciones
culpabilizadoras “de la gente”. Son lamentos llenos en el fondo de
electoralismo. Una estrategia realmente revolucionaria que impulse una
participación electoral necesita mucho más que un trabajo activista en
redes sociales y en medios. Necesita desterrar esa idea de que se pueda
derrotar al enemigo con los medios tramposos que nos ofrece.
Por cierto, no solo el voto a lo más institucional no responde a una
vinculación de fondo con quienes nos machacan. Tampoco el que ha ido,
por ejemplo, a Podemos ha sido responsabilidad de su militancia que, en
gran parte, no ha salido del círculo vicioso de reuniones de
círculos que, desde luego, no giraban precisamente en torno a las
movilizaciones en curso. Así que no solo hay mucho bluff en el
“voto cautivo” que se ha ido para “los de siempre”. En sitios donde ha
habido una mayoría simple de votantes a Podemos, estos recogen en votos
la siembra de una mayor movilización social realizada por otros (que
no se presentan a los casting electorales); mayor movilización social
que, cierto, sigue apostando electoralmente por quitar “lo viejo” a
costa incluso de no saber a ciencia cierta a quién se vota. O a pesar
de saberlo…
Por lo demás, una de las razones por la que el régimen en su conjunto
(más allá del bipartidismo) ha frenado su desestabilización en lo
concerniente a lo electoral, es que mientras Podemos desvinculaba a la
casta del sistema, y encima se dedicaba a “viajar al centro” para
hacerse más creíble, resulta que desde dentro del sistema se ha
“clonado” en su mismo seno “un Podemos” menos imprevisible: Ciudadanos.
La tragedia de Podemos es que necesitaba que su viaje a la centralidad
se lo creyera hasta “gente biempensante de derecha” sin que se lo
creyeran, por otro lado, los ambientes activistas de izquierda. El
resultado es que en ese viaje a la centralidad se choca con un “centro”
que va de “no casta” y da más tranquilidad a esos sectores a los que
Podemos ha querido ganar diciéndoles que el problema es la casta y no
tanto el sistema. Entretanto, ha marginalizado tanto a IU, que si ahora
Podemos se quisiera rebotar a la izquierda (solo fuera por exigencias
de sectores críticos con los tuerkistas), se encontraría con un grupo
cuya suerte institucional paradójicamente es ir de izquierda… “sin
ambigüedades”. En definitiva, de tanto viaje por el tablero, Podemos,
corre el riesgo de no encontrar ubicación existencial, al menos para el
conjunto de sus corrientes internas, con la amenaza de reproducir lo
peor de la politiquería tal como habíamos advertido. Lo más
caricaturesco sería que, después de haberse clonado un Podemos-IBEX 35
(que, según la lógica podemista, igual no son casta), resulte que “el
lado izquierdo” institucionalista quedase tan “descentrado” que fuera
el PSOE a nivel estatal –una vez más- el que pretendiese postularse como
la estructura más seria en torno a la cual se reconstruyera la “casa
común de la izquierda” con posibilidades de echar a los dóberman del
PP.
Toda esta politiquería que amenaza al “circo electoral” en su conjunto
(ya no solo por la “casta” sino por quienes han separado esta del
sistema que la reproduce) confirma una vez más que es mucho más
“pragmático” aspirar a tener una participación “minoritaria” electoral
dentro de una estrategia claramente revolucionaria (no solo en
contenidos sino en procesos de selección de candidaturas estrechamente
ligadas a las luchas populares y a la organización del poder popular)
que pretender ser mayoría electoral sin que se nos pueda distinguir
claramente de la minoría que nos domina. Y que, por supuesto, hemos de
contribuir a mantener de verdad el pulso en la calle (en el sentido más
amplio del término) fomentando organizaciones de base y movilizaciones
sin tener que ir enviando mensajes de “buenismo” para no aparecer como
antisistemas.
La crisis como oportunidad única para que la radicalidad tome “carácter de masas”
Pero, a este respecto, si la canalización electoral “antiausteridad” en
los términos que está planteándose da mucho menos beneficios de los que
podría esperarse, no debemos tampoco sobreilusionarnos con la
movilización actual contra los recortes. Si bien esta ha logrado
reeditar una presencia más que digna en las marchas del 21M, no por
ello debemos pasar por alto el propio agotamiento del ciclo de
manifestaciones abierto desde hace unos años. En este sentido, es
cierto que las expectativas electorales enfrían la calle, pero no puede
obviarse que ha sido la falta de perspectiva de esas movilizaciones
las que también han alimentado previamente el ilusionismo electoral. En
el presente número publicamos un artículo que advierte además acerca
de los intereses electoralistas que atraviesan las mismas
movilizaciones del 22M.
Ante toda esta situación de límites tanto en lo electoral como en las
movilizaciones en curso, una línea revolucionaria de intervención que no
se quede en la mera frase tiene que reconocer que, además de atender
al plano principal de nuestra labor (la constitución estratégica de
núcleos revolucionarios), hay que dar respuesta ante el vacío político
existente en las aspiraciones expresadas por las movilizaciones de los
últimos años. Una respuesta que pasa por un referente político amplio
de izquierdas que confluya claramente a partir de la línea de
demarcación (no al pago de la deuda, romper con el institucionalismo
imperial euroalemán, expropiación bancaria, etc.). Donde el criterio de
pertenencia a ese referente no sea aceptar lo que el enemigo nos dicte
como posible sino lo que necesitamos que lo sea. Un referente político
a plantear directamente en los marcos de intervención, y que es la
expresión político-organizativa (no tiene componente electoral porque no
ha sido posible) de nuestro acompañamiento a las luchas populares en la
actual fase de la expresión de la protesta contra la crisis. Un
referente político que, si bien es consciente de que hasta sectores del
“centro sociológico” se ven inmersos en las consecuencias de la crisis,
no por ello puede poner en manos de aquellos la canalización de esos
otros sectores populares (con mucha juventud proletarizada) que están
interviniendo en la lucha de clases más allá de sus meras
reivindicaciones particulares -es decir, “haciendo política”, con lo que
esto conlleva de apuesta por conquista el poder.
Precisamente, mientras se marea la perdiz con viajes a centralidades que
son un pozo sin fondo donde hundir tantas expectativas, el sistema (no
solo la casta) se prepara para una antagonización de la guerra de
clases, por lo demás, en un marco internacional que se instala en la
desestabilización permanente. Por eso, ciertamente, hemos de insistir
una y otra vez en que hay que avanzar en la asunción de lo que
significa la mejora de la correlación de fuerzas (reagruparnos,
aliarnos, saber mantener sectores neutrales y contribuir a dividir al
enemigo). Pero una cosa es saber relacionarnos, y más en tiempos de
crisis, con quienes no son como nosotros y otra es ponernos el capirote
morado y hasta los tricornios de la guardia civil por aquello de que
“detienen a los corruptos de la casta” (¡cómo advertimos de que algunos
nos iban a venir con estas!). Bien al contrario, lo que toca
principalmente es alertar de cómo avanza la contrarrevolución
preventiva, aprovechando incluso que buena parte del activismo social se
está entreteniendo demasiado con lo electoral y con lo que esto exige
de renuncias para conseguir la “mayoría social”. Por eso nosotros no
queremos terminar este editorial sin decir que el que la crisis afecte a
una mayor “amplitud de gente” no ha de implicar que nos desdibujemos en
el centro de esa multitud. Al revés, ha de servir para ampliar las
posibilidades de solidaridad con quienes llevan sufriendo represión
política en décadas de Traisición y con quienes son reprimidos por “radicales” en razzias como las últimas detenciones a las que hemos asistido. Unas razzias que solo persiguen que entremos por el (centro del) aro motu proprio
o por la “cuenta que nos trae”. Ni a ellos, ni a Venezuela ni a Cuba,
ni a quienes resisten al imperialismo, hemos de dejarlos en el
desamparo. Eso no es mejorar la correlación de fuerzas. Eso, en el mejor
de los casos, es decretar la paz unilateralmente en mitad de una guerra
que no para. En el peor, pasarse al lado oscuro… de la fuerza.
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