lunes, 6 de abril de 2015
Trampas y mensajes ocultos del programa de televisión La Sexta Noche
La Sexta pasa por ser la cadena de televisión más de izquierdas de España y su programa sabatino La Sexta Noche el debate más plural y democrático del panorama mediático actual. Resulta evidente que sus principales propietarios y mandamases han sabido llenar y colmar el nicho popular y populista de izquierdas que estaba prácticamente huero de contenido en nuestro país con nombres y formatos de estética y apariencia izquierdista, incluso a veces radical: El Gran Wyoming, Jordi Évole, Al rojo vivo y Ana Pastor son algunos de sus iconos o hitos de referencia indiscutible.
Ese espacio virgen, joven y contestatario lo explotan con sabiduría empresarial en su propio provecho para conseguir cuotas de pantalla excelentes en algunas franjas horarias determinadas, incluso de prime time, dando al telespectador huérfano de pluralidad informativa un oasis distinto que oxigene la asfixiante preponderancia de los mensajes bipartidistas y de sesgo ideológico de derechas en general.
¿Es tan de izquierdas La Sexta Noche como en una primera impresión superficial, puntual o a vuelapluma pudiera parecer? Además de lo que se dice verbalmente en el espacio televisivo, toda comunicación hablada, escrita o audiovisual se produce o se vende a través de una puesta en escena que modifica, altera, oculta o difumina lo que los presentadores y tertulianos quieren expresar con sus personales puntos de vista.
La escenografía, siempre visible en sus elementos singulares, se compone, gran paradoja, de silencios estructurales e intenciones no explicitadas que permiten lanzar al espectador mensajes subliminales para ahormar su opinión sin que pueda advertirse el impacto de esas opiniones fantasma o intangibles. Podríamos decir que el medio sigue siendo el mensaje en sí mismo (la puesta en escena, el formato y conceptos similares), tal y como lo dejara escrito McLuhan.
Otrosí muy importante. Nos son los trabajadores, en este caso periodistas y profesionales de la comunicación, los que imponen su criterio en ninguna empresa capitalista. Los accionistas, normalmente en la sombra, y sus mandos intermedios son los que crean los mensajes que se avienen mejor a sus principios políticos e ideológicos y a sus intereses económicos. Nadie tira piedras sobre su propio tejado: esta ley es básica en el sistema capitalista.
Por tanto, no es aventurado señalar que “el espacio o sensibilidad de izquierdas” es un nicho o segmento de mercado como otro cualquiera susceptible de rendir beneficios extraordinarios en el régimen capitalista siempre y cuando no ponga en cuestionamiento extremo el sistema en sí.
Veamos con cierto detalle el caso particular de La Sexta Noche y sus principales trampas teatrales o escénicas.
Objetividad científica frente a subjetividad política
Una figura más que relevante es la del técnico estrella que dicta clases magistrales desde una autoridad mítica de carácter científico e inapelable. Suelen ser economistas de éxito y con pedigrí denso y atractivo, aunque también ha habido apariciones puntuales de profesionales de otros ámbitos académicos. Su prestigio avala sus tesis irrebatibles, usando como apoyo de mercadotecnia publicitaria la clásica pizarra y la tiza colegiales, dos apéndices o símbolos incuestionables de maestría anclados en la psicología infantil de la inmensa mayoría.
El profesor economista es el paradigma de la neutralidad y la objetividad científica. Los sabios no huelen a nada ni están sujetos a las veleidades corruptas del común de los mortales. Por supuesto, tampoco ostenta ideología propia ni opiniones políticas. Solo pretenden ofrecer luz al populacho, a la gente normal.
Frente a esta altura ética o moral exenta del mal absoluto se contrapone la política, un lugar de componendas oscuras, ficciones interesadas e ilusiones erráticas encarnadas en los partidos, un guirigay de realidad orgánica en el que nadie se pone de acuerdo ni escucha al adversario con atención. La democracia es así un lugar donde cualquier disparate tiene el mismo valor, que tiende a cero normalmente, y los argumentos políticos el mismo peso específico ya los exponga un botarate o un político serio y riguroso. Lo importante es hacer ruido, crear polémica y ofrecer carnaza espectacular.
El sabio y economista porta en su seno de autoridad la verdad irrefutable, mientras los políticos o tertulianos son meras bazas o proyecciones de las contingencias humanas cotidianas y venales. De esta forma, todas las ideas políticas, más allá del análisis pormenorizado de los fundamentos sociales y hechos en que se basa cada cual, quedan rebajadas automáticamente a meras ocurrencias coyunturales y casi espontáneas del trasiego banal y corrupto de la democracia real.
Estamos ante un mensaje muy de izquierdas. Nos explicamos: dada la penuria de medios sólidos, acreditados y pujantes que den cuenta de ideas y propuestas alternativas que confronten las de la derecha, de presencia abrumadora, La Sexta Noche es un oasis que en el desierto de la pluralidad y seriedad informativa fulge como una rara avis de frescor auténtico y brisa amable con los presuntos postulados más a la izquierda del espectro político.
Recordemos a los más señeros economistas utilizados por el programa para dar sus clases magistrales urbi et orbe. Gay de Liébana, ahora fichado por Telecinco, vinculado a las elitistas ESADE y CEU; José Carlos Díez, relacionado con la crema universitaria de negocios de ICADE, la empresa Intermoney y el grupo PRISA: es el oráculo joven de las nuevas tendencias económicas con vago barniz socialdemócrata o progresista; Niño Becerra, el gurú predictor fuera de concurso que va por libre y mantiene opiniones alternativas u estrafalarias con el poder establecido, y, por último, Daniel Lacalle, un dandy y tiburón de fondos de inversión internacionales, admirador confeso de las trapacerías depredadoras de lo público de Margaret Thatcher y amigo de cabecera de Esperanza Aguirre, una pieza de talento guapo y agresivo muy al gusto del neoliberalismo globalizado.
El bipartidismo institucional como principal referente
A ambos lados del presentador se sitúan las plazas imprescindibles e inexpugnables del statu quo: PP y PSOE, con guiños visuales muy significativos, el segundo a la izquierda visual del espectador y el segundo en su posición inalterable de derecha psicológica tradicional.
El PSOE está representado desde la puesta de largo del programa en 2013 por Carmona, diputado autonómico madrileño y candidato a la alcaldía de Madrid. Su capital político acumulado tiene que ver con su aspiración in pectore de liderar la candidatura municipal de su partido. Antes de su proclamación formal, eran continuas las referencias soterradas a su ambición o pretensión política. Desde meses atrás lleva en campaña, ventaja mediática y publicitaria sobre el resto de opciones y candidatos en liza que no le han sonrojado ni obligado éticamente a rechazar o modular su presencia de tertuliano en el programa. Con él, La Sexta Noche ha vulnerado la pluralidad informativa de modo grueso y clamoroso.
En el consabido ring del bipartidismo oficialista, tenemos como portavoz de la derecha a Marhuenda, el inefable director del rotativo ultraderechista La Razón. ¡Un periodista como representante oficioso del Gobierno Rajoy! ¡Viva la independencia! Eso sí, se trata de una jugada diabólica: da la sensación de que el PP cuenta con menos voces reales en el debate o, al menos, con las mismas de su contrincante, situación equívoca o mejor dicho falsa donde las haya. Al invitado del aparato del PP siempre hay que añadir las voces de Marhuenda, el faltón Inda y un tercer “periodista independiente” afín al mercadillo o club con tufo derechista más o menos explícito del panorama mediático actual.
Las cuentas son claras, obvias y evidentes a pesar de que se pretenda jugar al despiste. El PP siempre cuenta como fijos con cuatro escaños en el programa en directo: su político de turno y tres comunicadores de su ámbito de influencia y propaganda. Si abrimos el campo semántico del concepto derecha, más allá de los discursos de coyuntura o estrategia ambiental, debemos contabilizar como derecha por extensión también a UPD y Ciudadanos. Por tanto, la bancada derechista suma ya 6 voceros, tertulianos u opinadores políticos. Con el psocialista Carmona, el bipartidismo alcanzaría 7 de presencia, mayoría absoluta más que holgada.
A la izquierda, IU y Podemos con el añadido de algún periodista, analista o político de la izquierda moderada o próxima al PSOE con alguna intervención esporádica de comunicadores de mayor enjundia radical izquierdista en su rigor informativo (Maraña como ejemplo más singular). En resumen, 7 escaños de derechas y 3 de izquierda. Si se quiere colocar al PSOE en el banco de la izquierda: 6-4 a favor de la ideología al servicio del PP y su entramado de intereses. Claro y en este conteo no contemplamos al economista estrella, que desde su púlpito áureo destila o emana ideas poco o nada críticas con el modelo capitalista vigente. Otro aval para las tesis del PP y asimismo del PPSOE. Y de relleno simpático y efectista nombres de políticos segundones retirados o jubilados, periodistas outsiders de menor relumbrón miembros de medios digitales pro PP o PSOE y rockeros insípidos protagonistas de batallas ya lejanas en la volátil memoria colectiva (Sardá sin ir más lejos). Dan la nota de color kitsch o mundana al programa en cuestión.
Las novedades emergentes
Este set ha tenido una gran predicación en el formato, siendo quizá la base o fundamento del aroma izquierdista que destila La Sexta Noche. Conectando con el impulso juvenil del 15M y los movimientos sociales de nuevo cuño (desahucios de vivienda, escraches, mareas ciudadanas…), el programa ha sabido poner en valor nuevos líderes políticos y sociales que conectaban con las inquietudes y formas distintas de hacer política que se venían manifestando en la calle.
La Sexta ha invertido fuerte en las novedades emergentes: Podemos, Pablo Iglesias y Ada Colau como referentes de esos tics políticos y movimientos sociales que solicitaban espacios de atención y expresión para contrarrestar el anquilosamiento de la vieja política representada por PP, PSOE e IU, formación a la que se ha metido en el mismo saco en muchas ocasiones sin haber detentado poder político jamás para ser responsable de la actual crisis institucional y sistémica que vivimos en la actualidad.
La inversión en novedades de ingenio y potencial de futuro, de tirón comercial indudable y de gran impacto social (Iglesias y Colau principalmente) ha supuesto un éxito de audiencia y de estrategia empresarial incuestionables. La Sexta Noche era la punta de lanza donde la nueva España empezaba a tomar cuerpo: hundimiento controlado de IU cuando las expectativas demoscópicas le auguraban un alza más que apreciable, entronización de Iglesias y Podemos como alternativa y única opción light, saludable y joven con estética underground de chicos y chicas de excelencia universitaria a la vieja guardia política (casta en su denominación de origen) ya gastada por el vicio nefando de la corrupción. La irrupción de Colau, más allá de sus méritos y gestos innegables de activista comprometida con la gente trabajadora, ha eclipsado a otros líderes o luchas sociales de envergadura más o menos similar protagonizados por sectores (sanidad, educación…) y sindicatos clásicos en reivindicaciones laborales más tradicionales o habituales, al tiempo que la movilización ha reducido su intensidad y nervio vital en los últimos meses de manera más que sospechosa.
El mensaje que se ha lanzado a la izquierda nominal en su ámbito genérico de influencia es que había que confluir en Podemos y los nuevos actores emergentes con audacia y esplendor inusitados. Las condiciones o principios de discusión abogaban por un nuevo campo de expresión de la voluntad mayoritaria de izquierdas liderada por las caras nuevas simbolizadas en Iglesias y Colau. Su imagen marcaba la pauta: el resto de opciones o sensibilidades debía plegarse a las “condiciones democráticas” de las izquierdas emergentes: asamblearismo formal dominado por sus presupuestos de partida y sus procesos afines, negación de siglas e historias personales con recorrido previo contaminadas de vejez prematura y negación a ultranza de ideas propias y colectivas con aroma o tufo a doctrinas nacidas en el antiquísimo siglo XX.
El mensaje ha calado: le democracia capitalista funciona a las mil maravillas hasta en situaciones de hastío generalizado y crisis aguda. Las nuevas esperanza hay que canalizarlas por obligación en Podemos y en apuestas de nuevo cuño. La izquierda amable, educada y reformista tiene ya un nuevo polo de atracción, Podemos y sus aliados naturales de similar pensamiento o ideario.
El auge ¿controlado? de Podemos demandaba, sin embargo, un factor que contrarrestara su halo de alternativa sin color definido y de ideología ambigua. Podemos tiene un caladero muy variopinto: electores de IU, PSOE e incluso PP, por lo que una hipotética mayoría electoral con sesgo izquierdista preocupaba a las instancias de poder invisible que han alentado por activa o pasiva su actual fuerza sociopolítica. De ahí, la aparición súbita y artificial de Ciudadanos, un engendro político que puede detener la hemorragia previsible de votos en el PP. Ciudadanos es una solución de emergencia que pretende dos objetivos concretos: recabar votos y voluntades desafectos o enojados con el PP de Rajoy para la derecha y restar adhesiones a Podemos. En el fondo, está aflorando un bipartidismo alternativo al consabido de PP y PSOE. ¿Desempeñarán Podemos y Ciudadanos roles idénticos a PSOE y PP o solo de cobertura excepcional ante una situación crítica del entramado sociopolítico en vigor? Pronto saldremos de dudas de si existe margen para un proyecto histórico diferente al surgido de la transición franquista.
El invitado de piedra
Toda puesta en escena eficaz que se precie de ello necesita invitados de piedra, tontos útiles o chivos expiatorios que puedan realzar los mensajes fundamentales a trasladar a la opinión pública o target al que se dirigen ex profeso. IU juega el papel de comparsa izquierdista que no inquieta en exceso al poder establecido desde su consolidación como coalición hace ya varios años.
IU, entre sus lindes o topes electorales insalvables dentro de la ley D´Hondt, su presencia mediática mínima, sus propias inercias perdedoras o a la sombra del gran hermano del PSOE y su siempre inminente explosión interna gracias a las volubles nuevas izquierdas encabezadas por jefes y jefas de ocasión que al final suelen irse con alevosía herida y el subsiguiente escándalo mediático o abandonarse al abrazo y los cargos del PSOE, es el invitado de piedra perfecto, con solera, para contraponer a la irresistible figura de Pablo Iglesias y de la fresca lozanía de Podemos.
Hasta sus líderes de mayor juventud (Garzón y la ex todo Tania Sánchez a la espera de comisión de servicio) han representado a IU entre fervores declarados en clave de silencios elocuentes hacia las nuevas ideas de Podemos y productos de similar corte. Han defendido sin convicción el pin que les daba cobertura y carta de naturaleza política, IU, mientras trasladaban la sensación de hablar subyugados por una estela o manto invisible en la que podía leerse entre líneas el rótulo de Podemos, su objeto de deseo que operaba inconscientemente como compulsión psicológica de oscura atracción enfermiza.
La meta estaba clara: usar a IU como alter ego cansado y vetusto de la izquierda pujante y transformadora. Lo viejo contra lo nuevo, un discurso recurrente que suele funcionar a corto plazo en crisis agudas de manera exitosa y fulminante. La virginidad e inexperiencia resultan irresistibles cuando las viejas estructuras amenazan ruina o se tambalean en su precaria peligrosidad. A la larga, este proceso puede ser reversible, una vez que la realidad política contamine la imagen intachable del nuevo producto a la venta. Esto sí, nunca se sabrá a ciencia cierta que pecio de IU podrá salvarse del naufragio o muerte técnica que se vaticina por el tormentoso horizonte político.
Estos serían a grandes rasgos los méritos, trampas y mensajes subliminales de La Sexta Noche. Con apariencia de izquierdas, todo se consume mejor y se digiere bastante bien. Sin embargo, resulta cómico o ingenuo pensar que el Grupo Planeta a través de Atresmedia pueda estar alentando mediante el ascenso de Podemos una revolución anticapitalista en España. La Sexta hace negocios y el nicho de la izquierda hay que rellenarlo como sea tanto por motivos empresariales como por razones ideológicas y políticas. Está bien que exista un programa como La Sexta Noche, sin embargo no hagamos dioses mediáticos sin análisis críticos y argumentos contrastados.
Los medios de comunicación privados se deben a su junta de accionistas y a la dictadura de su urgente cuenta de resultados. La Sexta Noche es un “beneficio colateral y milagroso” de la casi inexistente pluralidad mediática de nuestro país, en un panorama yermo de iniciativas públicas para conseguir una información más veraz, independiente, democrática y objetiva en España. Veamos La Sexta Noche como un mal menor y con la mente en alerta permanente y en guardia siempre a la expectativa de argumentos vendidos bajo intereses ocultos y escenografías de bella apariencia que pudiere embotar nuestra cabal entendimiento de la compleja, y a veces paradójica, realidad ideológica y política.
La cadena La Sexta (Évole, Wyoming…), dicho en términos vulgares o coloquiales, “es lo que hay”, tal vez lo máximo que puede haber “de izquierdas” en la España televisiva de monocultivo ideológico de hoy en día.
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