Fundamentos del Ingreso Garantizado de Ciudadanía
El Ingreso Garantizado de Ciudadanía es una propuesta apoyada en una profunda solera filosófica y política. De la cual se ofrece aquí una visión sinóptica.
La propuesta de lo que, para entendernos, se denomina Renta Básica de Ciudadanía,
y cuyos ejes principales he descrito en anteriores artículos publicados en este blog, ha ido cristalizando a través de las aportaciones de pensadores de distintas nacionalidades y épocas. Dejaré ahora el antecedente histórico que suponen las respectivas figuras de Thomas Paine (1737-1809) y de Charles Fourier, para centrarme en lo que han dicho destacados autores más cercanos al mundo contemporáneo. Sin pretender ser exhaustiva, la que sigue es una relación de las propuestas más notorias clasificadas por orden cronológico de aparición en escena.
1889: En una conferencia pronunciada en Ginebra, el fundador de la escuela solidaria, León Bourgeois, (1851-1925), premio Nobel de la Paz en 1920, justifica la creación de un salario mínimo existencial en la necesidad de corregir la injusticia de un sistema social que a unos les facilita ventajas —que se encuentran sin haberlas pedido— y a otros el peso de unos perjuicios de los que tampoco son responsables.
1890: Durante esta década surgen en los Estados Unidos de América del Norte movimientos populistas y progresistas. Dentro de esta corriente, los escritores Henry George y Edward Bellamy publicaron sendos libros que se convirtieron en bestsellers de la época, alcanzando ventas millonarias. Ambos reivindicaron que se garantizase a cada persona una seguridad económica mínima.
1918: El filósofo, matemático y escritor Bertrand Russell (1872-1970), en Los caminos de la libertad, un libro que acabó de escribir en abril de 1918, pocos días antes de ser encarcelado por su activismo pacifista, defendió un ingreso garantizado. Reflexionando sobre las respectivas ventajas e inconvenientes que ofrecían el socialismo y el anarquismo frente al capitalismo, al plantearse el problema práctico de los sistemas productivos afirma: “El plan que nosotros predicamos consiste esencialmente en esto: que un cierto pequeño ingreso, suficiente para las necesidades, sea asegurado a todo el mundo, trabaje o no, y que un ingreso mayor, tan elevado como la cantidad total de artículos de consumo permitiera repartir, fuera dado a aquellos que se ocupasen en algún trabajo que estuviese reconocido por la comunidad”.
1920: Clifford Hugh (Mayor) Douglas (1879-1952) un brillante ingeniero escocés, propuso el Social Credit, o Dividendo Nacional. Douglas fue nombrado superintendente de la factoría de la Royal Air Force en Farnborough, durante la I Guerra Mundial. A partir de la experiencia adquirida en materia de producción desde este cargo, el Mayor Douglas concibió el Social Credit como una solución al desempleo. Variantes de esta idea fueron consideradas en los debates económicos y de política social del período de entreguerras, siendo defendidas por destacados economistas relacionados con John Maynard Keynes. El concepto inspiró el Canadian Social Credit Movement y la New Zealand’s Social Credit Political League.
1930: Otra modalidad de dividendo social fue promovida por el economista y político polaco Oskar Ryszard Lange (1904-1965). Embajador en Washington y delegado de Polonia ante las Naciones Unidas, enfocó su labor teórica a la aplicación de los conceptos e instrumentos de la economía convencional a la economía marxista con un interés especial en la resolución de los problemas que planteaba la planificación socialista. Desarrolló un modelo teórico de “socialismo de mercado” basado en una planificación descentralizada. Lange promovió la idea del dividendo social como una distribución directa entre los ciudadanos de los beneficios obtenidos por las empresas estatales gestionadas por el socialismo. En su propuesta original, el dividendo debería ser proporcional a los ingresos de la persona. También el profesor James Meade defendió una forma de dividendo social o nacional.
1932: En plena depresión económica, con unos dramáticos niveles de desempleo, Jacques Duboin (1878-1976), un antiguo banquero francés, publica El gran relevo de los hombres por la máquina. Un libro en el que expone las bases de un ambicioso programa económico, defendiendo la creación de un ingreso igual para todos, la reducción masiva del tiempo de trabajo y la instauración de una “moneda de consumo” que hiciera imposible su acumulación. Para Duboin, “el derecho a los productos y a los servicios depende únicamente del hecho de pertenecer a la raza humana”.
1942: Entra en vigor en el Reino Unido el Plan Beveridge, que sienta las bases del sistema británico de protección social y sus estrategias de intervención. Este plan partía de la premisa de que el sistema productivo sería capaz de suministrar pleno empleo al conjunto de la población. De forma paralela, la economista independiente Lady Juliet Rhys-Williams propugnó un “dividendo social alternativo al plan Beveridge”. Este dividendo social sería pagado a cada hombre, mujer y niño del país, evitando la discriminatoria naturaleza del plan Beveridge. Rhys-Williams argumentó que esa sería la única vía para prevenir la pobreza sin menoscabo del esfuerzo personal o la dignidad de las mujeres. Esta propuesta habría dotado a las mujeres con un ingreso independiente, con lo que las amas de casa hubieran tenido un ingreso adicional al de su esposo.
1944: Friedrich A. Hayek (1899-1992), Nobel de Economía en 1974, publica The Road to Serfdom (Camino de servidumbre), obra de obligada referencia para los entusiastas del neoliberalismo, en la que realiza una durísima crítica contra todo tipo de planificación económica, que en su opinión significa el fin de la libertad individual. Sin embargo, Hayek, que no sucumbe a la ingenuidad de identificar libertad económica con libertad efectiva, piensa que una sociedad que ha alcanzado un elevado nivel de riqueza, puede perfectamente ofrecer la garantía de un sustento mínimo para todos. Sin que ello ponga en peligro la libertad general. En sus propias palabras:
“Igual que la espuria “libertad económica”, y con más justicia, la seguridad económica se presenta a menudo como una indispensable condición de la libertad efectiva. Eso es, en un sentido, tan cierto como importante. [...] Será bueno contraponer desde un principio las dos clases de seguridad: la limitada, que pueden alcanzar todos y que, por consiguiente, no es un privilegio sino un legítimo objeto de deseo, y la seguridad absoluta, que en una sociedad libre no pueden lograr todos, y que no debe concederse como un privilegio —excepto en unos cuantos casos especiales, como el de la judicatura, donde una independencia completa es de extraordinaria importancia—. Estas dos clases de seguridad son: la primera, la seguridad contra una privación material grave, la certidumbre de un determinado sustento mínimo para todos, y la segunda, la seguridad de un determinado nivel de vida o de la posición que una persona o grupo disfruta en comparación con otros. O, dicho brevemente, la seguridad de un ingreso mínimo y la seguridad de aquel ingreso concreto que se supone merecido por una persona. [...] No hay motivo para que una sociedad que ha alcanzado un nivel general de riqueza como el de la nuestra, no pueda garantizar a todos esa primera clase de seguridad sin poner en peligro la libertad general”.
1948: Norbert Wiener (1894-1964), matemático estadounidense considerado ‘padre’ de la Cibernética, publica Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machine, obra en la que expone los fundamentos de las nuevas ciencias del control. Consciente de las consecuencias sociales que plantearía el desarrollo de las aplicaciones tecnológicas derivadas de la automatización, Wiener intentó advertir a gobernantes y sindicalistas sobre el conflicto entre tecnología y empleo que se avecinaba, sugiriendo la idea de compensar a los ciudadanos con algún tipo de ingreso garantizado.
1955: El psicólogo social Erich Fromm sostuvo que muchos males de las sociedades comunistas y capitalistas desaparecerían con la introducción de un ingreso anual garantizado. “La esencia de esta idea —dice Fromm— es que todas las personas, trabajen o no, deben tener el derecho incondicional de no morir de hambre ni carecer de techo. Recibirán sólo lo que necesitan básicamente para mantenerse, pero no recibirán menos. Este derecho expresa un nuevo concepto en la actualidad, aunque es una norma muy antigua, proclamada por el cristianismo y practicada por muchas tribus ‘primitivas’: los seres humanos tienen el derecho incondicional de vivir, sin importar si cumplen su ‘deber para con la sociedad’. Otorgamos este derecho a nuestros animales favoritos, pero no a nuestros semejantes”.
1960: En esta década, Milton Friedman, James Tobin, Paul Samuelson, John Kenneth Galbraith y otros notables economistas, publicaron informes técnicos en torno al denominado “impuesto negativo sobre la renta”. Un mecanismo a través del cual la tarifa del impuesto sobre la renta se reduce hasta llegar a anularse cuando se aplica a las categorías de ingresos más reducidos. A partir del momento en que la tarifa es cero, se convierte en una renta conforme los ingresos van disminuyendo. En otras palabras, se define la renta mínima que necesita un individuo para satisfacer sus necesidades esenciales. Quienes obtienen ingresos por encima de ese mínimo vital pagan impuestos, y quienes no alcanzan ese mínimo reciben del Erario público una renta por el diferencial hasta igualar el mínimo vital. A instancias de algunos asesores, el presidente Richard Nixon presentó un plan de impuesto negativo que resultó aprobado en la Cámara de Representantes por dos tercios de los votos, aunque fue descalificado por la Comisión de Finanzas del Senado.
1963: Un grupo de distinguidos científicos, economistas y académicos encabezados por J. Robert Oppenheimer, director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, publicó en The New York Times una carta abierta al presidente de la nación en la que advertían de los riesgos sociales derivados de la automatización. El grupo, que adoptó el nombre de Ad Hoc Committee on the Triple Revolution (cibernética, armamentística y derechos humanos), defendió con firmeza la idea de garantizar que cada ciudadano pudiera disponer de “unos adecuados ingresos como derecho inalienable”.
1966: Influido por las preocupaciones de Wiener y del Ad Hoc Committee, el economista estadounidense Robert Theobald formuló una propuesta concreta de ingreso garantizado. Theobald argumentaba que, ante el desempleo producido por la tecnología, los seres humanos necesitarían un ingreso para poder subsistir, al tiempo que el funcionamiento de la propia economía precisaría distribuir una renta que permitiera la adquisición de los bienes producidos. Theobald propone la institución de una renta garantizada que debería percibir mensualmente cada ciudadano por el mero hecho de nacer. La cuantía de esa renta vendría fijada en función de la renta per cápita del país. La prestación se extendería a todo el mundo, sin perjuicio de que trabajase o no, siendo libre cada ciudadano para decidir si desea obtener otros ingresos ejerciendo un trabajo adicional. La contrapartida a esta pensión vitalicia se encontraría en la institución de un servicio social en el que cada uno de los perceptores estaría obligado a prestar un cierto número de horas de trabajo a la comunidad. Según Theobald:
El ingreso garantizado representa la posibilidad de poner en práctica la creencia filosófica fundamental que se ha repetido constantemente en la historia del hombre, según la cual cada individuo tiene un derecho sobre una participación mínima en la producción de la sociedad. La falta perenne de casi todas las necesidades en la vida impedían la aplicación de sus creencias hasta años recientes: la llegada de una abundancia relativa en los países ricos da al hombre el poder para llegar a las metas que permitan garantizar un nivel mínimo de vida para todos.
1967: El interés suscitado por la idea del ingreso garantizado movió al presidente Lyndon B. Johnson a crear la National Commision on Guaranted Incomes, integrada por líderes de empresa, representantes sindicales y expertos de otros ámbitos. Al cabo de dos años de conversaciones y estudios, la comisión emitió un informe apoyando la idea del ingreso anual garantizado. Entre otras conclusiones, el informe establecía que “el desempleo o subempleo entre los pobres se debe, a menudo, a fuerzas que no pueden ser controladas por ellos mismos. Para muchos de los pobres, el deseo de trabajar puede ser intenso pero las oportunidades de realizarlo no lo son. Incluso si se mejorasen los actuales programas de asistencia pública y de bienestar, éstos serían incapaces de garantizar que todos los americanos recibiesen un ingreso adecuado. Por ello hemos recomendado la adopción de un nuevo programa de ingresos para poder suplir las necesidades de todos los americanos”.
1972: Durante la campaña hacia la presidencia de los Estados Unidos, el senador George McGovern, aconsejado por James Tobin, incorporó a su programa electoral el Demogrant, una variante del impuesto negativo sin demostración de recursos (means test) próximo a la idea del ingreso garantizado.
1972: La idea del Ingreso Universal Garantizado llamó la atención del Gobierno conservador de Edward Heath en Gran Bretaña. Se manejó el esquema del crédito fiscal (tax credit). Los subsidios personales serían reemplazadas por créditos fiscales que podrían ser hechos efectivos en metálico en ciertas circunstancias cuando excedieran las obligaciones fiscales del perceptor. Esto equivaldría a una Renta Básica para un considerable porcentaje de población. La idea quedó desechada ya que Heath no fue reelegido para continuar en el gobierno.
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