Muchos recordarán a Paco Etxeberria porque su intervención en el Caso Bretón dio
un giro de 180 grados en la investigación y dejó en pelotas a los
forenses policiales "Hay quien no se puede creer la tortura, y quien no
se la quiere creer".
Fragmentos entrevista
¿Qué casos concretos recuerda?
Por ejemplo, estar de
guardia en San Sebastián y escuchar una entrevista de Iñaki Gabilondo en
``Hora 25'' al ministro [José] Barrionuevo. Una de las preguntas era si
podía garantizar que no habría más malos tratos, y Barrionuevo
respondió que sí, que él lo garantizaba, que había llegado el final de
eso. Y yo pensaba que uno puede estar tan lejos de ese cuartelillo, de
ese sótano, de ese escondite, que llegue a ignorar lo que ocurre con sus
propios funcionarios. Yo pensaba: «Si usted supiera que yo hoy he ido a
un cuartelillo y lo que he visto...» Pero pasan las semanas y te das
cuenta de que no es un tema de distancia, sino de lo que dijo Amnistía
Internacional hace años en el tema de la tortura. La humanidad se divide
en dos partes, al 50%: los que no se lo pueden creer y los que no se lo
quieren creer. Enseguida me di cuenta de que Barrionuevo era, es, de
los que no se lo querían creer.
En esa época, en
octubre de 1983, se produce la desaparición de Joxean Lasa y Joxi
Zabala. Ahora sabemos que fueron torturados en Gipuzkoa...
... En Gipuzkoa, y a 500
metros del Palacio de Justicia en el cual yo me creía investido de
autoridad como un profesional dispuesto a arreglar el mundo. Ese es el
escarnio. Que en tu misma ciudad, en otro edificio público, a no tanta
distancia, está ocurriendo lo contrario de lo que teníamos en mente o
teníamos como ideal.
Usted ha afirmado que se torturaba al 100% de los detenidos en aquella época...
Un ejemplo muy claro
para mí fue un chaval, gitano, que había robado un coche. Nos explicó
que le habían tenido haciendo flexiones toda la noche, y él no lo
entendía; entendía los tortazos, porque le habían descubierto, pero no
podía entender «lo otro». Es eso «otro» lo que te convence de qué ha
pasado. Otro caso: cuando un detenido te decía que en una habitación
había un tubo de lado a lado y que había estado atado allí, puedes creer
que es mentira, pero cuando un día entras a esa habitación y ves el
tubo... Recuerdo que con el tema de la tortura eléctrica una persona nos
decía que le habían enseñado una caja pequeña, como de puros, que por
fuera tenía escrito «detector de mentiras» con un plástico de color
azul. Entonces piensas que puede ser verdad o mentira, pero cuando oyes a
gentes diferentes, que no tienen conexión entre ellas, hablar de la
misma caja y hasta del mismo color...
Ha dicho en alguna otra entrevista que los forenses de la Audiencia Nacional han jugado un papel de encubridores...
Un papel lamentable.
Formaban parte de un sistema que venía de otro tiempo. El anterior a mí
en San Sebastián era forense y también médico de la Policía, con esto lo
digo todo. Eso era así. Pero el reproche por encubrir hay que hacerlo,
porque no puede ser que tú como médico forense no hayas visto algo
alguna vez y que todos los ejemplos los traslades a la caída por las
escaleras, el resbalón en la ducha... Era tan insultante escuchar eso,
era incomprensible incluso que la explicación fuera tan vulgar. Además,
un día fuimos a ver las duchas y en una de las entradas había un sistema
con un balancín, unos ganchos para hacer la bañera con una tabla, sobre
un caldero que había en el plato de la ducha. Ese dispositivo lo
llegamos a ver y el juez ordenó desmontarlo. Los forenses de la
Audiencia Nacional no solo han mirado para otro lado, sino que han
estado haciendo informes para encubrir esta situación.
Podemos encuadrar
todo aquello en un sistema que venía del franquismo, pero resulta que
pasa una generación, llegamos al siglo XXI y ocurren casos como el de
Unai Romano...
Antes hablaría del caso
de Gurutze Iantzi, que muere en sede policial, en Madrid [en 1993]. Lo
que no puede ocurrir es que si una persona se pone tan mal que se puede
morir, no se pongan los medios para evitarlo ¡en el centro de Madrid! A
Gurutze Iantzi no solo no se le evacúa a un centro de emergencias, sino
que se le mantiene en el lugar de detención. Y resulta que se muere. Y
como en este caso no estamos viendo una cosa ostensible desde el punto
de vista forense, tienen que decir «¡qué pena! Se ha muerto porque le
tocaba morirse». Llega la mañana siguiente y tampoco se habilita ningún
método para que no vuelva a pasar. El caso de Gurutze Iantzi a mí me
parece una vergüenza en la gestión de los detenidos, y lo hemos visto
posteriormente otras veces, con el caso de [Igor] Portu y [Mattin]
Sarasola. Si estaban heridos desde el primer momento, ¿por qué no los
llevaron a Urgencias? Porque esa es la explicación oficial que dio
Rubalcaba... Y Portu se podía haber muerto, esa lesión en la costilla le
pudo matar.
¿Y Romano? ¿Cómo es posible que no se llegue a una condena habiendo una evidencia forense tan grande como la foto?
Hay muchísima
documentación de este caso, supongo que en el futuro alguien podrá venir
y supervisarla. Pero aparece una persona que dice que vio que se pegó
un cabezazo con la pared y que a partir de ahí tuvo el edema. Entonces,
como le han hecho un escáner, preguntas: «Y los otros hematomas que
tiene, ¿de dónde han salido?» Porque Romano tiene otro en la parte de
atrás de la cabeza con un hematoma tan importante que no se reabsorbió y
provocó necrosis, por lo que necesitó asistencia médica en la cárcel.
Entonces te dicen que lo de atrás es una infección por falta de higiene,
otro insulto más. Llegados a este punto, está claro que se cumplen
todos los criterios de causalidad en términos forenses, los
topográficos, los temporales... Está claro que eso ocurrió en comisaría y
que no hubo un cabezazo, fueron varios golpes.
Una pregunta
personal. Por casos que no hace falta enumerar, usted es una persona de
referencia en todo el Estado, se sigue con mucho interés todo lo que
dice. Sin embargo, esta entrevista seguramente no tendrá trascendencia,
habrá un apagón al respecto. ¿Cómo lo vive?
Cuando hablo de esto con
personas que están lejos, encuentro una incomprensión absoluta. Yo no
pertenezco a ningún partido; si veo que algo es verde oscuro, digo verde
oscuro, no tengo que hacer apaños. También lo puedo hacer ahora de
manera más fácil, ya me he hecho mayor. Yo tengo que reconocer en esta
entrevista que no fui suficientemente enérgico en aquella época en que
visitaba a detenidos, no estaba tan asentado, tan firme, tan seguro, me
tengo que arrepentir de que quizás en muchos casos no hice todo lo que
debía. Ahora lo diría tranquilamente delante de cualquiera. Y les sabe
muy mal, es verdad.
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