jueves, 31 de diciembre de 2015

Las “sombras” de Franco: España como concepto metafísico impuesto vía Constitución y extendido en la voz de los partidos del régimen



PODEMOS quiere romper España, PODEMOS es una fuerza independentista que va en contra de la unidad de España y de la soberanía nacional española, gritan a los cuatro vientos dirigentes de unos partidos y otros a un lado y otro del bipartidismo del régimen y su muleta naranja, así como sus tertulianos y expertos en todología de referencia.Esos mismos dirigentes y tertulianos que, tras el pasado 27 de septiembre, no dudaron en sumar los votos de CSQP, integrada por PODEMOS, al bloque del “NO” a la independencia, para así poder exclamar a grito pelao que el independentismo catalán había perdido el plebiscito en el que se convirtieron aquellas elecciones autonómicas. Entonces PODEMOS, pese a que ningún caso se posicionó junto a quienes negaban el derecho a decidir del pueblo catalán y siempre se mostró favorable a la realización de un referéndum, que además integraba en sus filas algunos sectores claramente independentistas  integrados en Iniciativa per Catalunya Verds, sí era un partido más del anti-independentismo, un aliado estratégico contra JpS y la CUP, unos buenos chicos que decían NO a la independencia y no al proceso catalán en cualquiera de sus posibles variantes. Ahora no, ahora son todo lo contrario: unos traidores a la gran patria española que, además, anteponen la cuestión nacional catalana a los problemas urgentes de los ciudadanos españoles, removiendo así las bajas pasiones españolistas contra ellos, con la vista ya puesta en lo que pueda estar por venir electoralmente.
Y si bien es cierto que desde PODEMOS estatal se ha dicho que ellos están por la defensa de la unidad de España y que apoyarían el NO en un referéndum de autodeterminación en Catalunya, que no desean que Catalunya se vaya de España y que creen que lo mejor para ello es que puedan ser los propios catalanes quienes voten sobre su futuro, me temo que el concepto de España que manejan los principales dirigentes de este partido se encuentra en las antípodas de la idea de España que defienden al unísono PP, PSOE y CS, así como sus tertulianos y todólogos de referencia. El simple hecho de entender el carácter plurinacional del estado y defender el derecho a decidir de los territorios y naciones que lo conforman, ya es algo, como se está viendo, casi antagónico a la idea de España que manejan desde los partidos del régimen y sus herederos ideológicos, amparados en una Constitución moribunda, de inspiración falangista en los artículos que tratan sobre la concepción nacional española, que en este aspecto concreto se parece más a un tratado de metafísica platónica que a un texto de carácter constitucional. Y aunque todavía caen con frecuencia en el error, muchos de ellos y ellas, de confundir la plurinacionalidad con el sometimiento de una nación (la española) sobre el resto, definiendo el estado como una nación de naciones o similares (y es que los vicios ideológicos heredados de la dictadura, en unos casos, y del pensamiento de Ortega y Gasset en otros, siguen muy presentes todavía incluso entre quienes tienen una concepción del estado más moderna e “ilustrada”), lo cierto es que el discurso de la plurinacionalidad del estado supone un claro avance respecto de aquello que ha sido y es habitual en el resto de actores políticos mayoritarios. No nos hemos de extrañar, pues, que, junto a sus aliados y confluencias, los de Pablo Iglesias hayan conseguido obtener unos muy buenos resultados precisamente en aquellos territorios y naciones donde el sentimiento nacional no español tiene mayor alcance social y político.  Defender una salida democrática a los deseos de los pueblos no es poca cosa.
El régimen y sus mil voces en defensa de la España eterna y “constitucional”
Frente a ello, claro, nos encontramos a las Susana Díaz (y demás barones oficiales), los Rajoy, los Albert Rivera y los Pedro Sánchez de turno. Divido intencionalmente en dos a los dirigentes del PSOE porque, es obvio, en este momento, aunque compartan discurso para este tema sobre el “debate nacional” en concreto, representan potenciales candidatos a la presidencia del gobierno, caso de que hubiera repetición o adelanto de elecciones generales en tiempo próximo, distintos y enfrentados entre sí.
Esa Susana, apodada ya por estas tierras andaluzas como “la Felipona”, a la que se le llena la boca cada vez que pronuncia la palabra España, que habla de que su único interés es España (siempre lo hemos sabido en Andalucía, Susana, de ahí tu aplicación a rajatabla de las políticas neoliberales que te imponen desde Alemania, perdón, desde el protectorado alemán de España), y que tiene a Andalucía, como siempre, sometida a la dependencia y el atraso estructural, con las más altas cotas de desempleo de toda Europa, con casi el 50% de su población en riesgo de pobreza y exclusión social (y más de un 3o% directamente en la pobreza y la exclusión), a la cola del estado en todos los índices socio-económicos importantes, campeona en recortes en sanidad y apoyo a la iniciativa privada en el sector de todo el estado, que no dudó en despedir a miles de trabajadores de la enseñanza pública hace ya cerca de cuatro años y no ha vuelto a contratarlos más, que tiene la nación plagada de barracones donde los niños tienen que hacer más por combatir el frío que por estudiar, y que no dudó en echarse en manos de ese engendro de la “nueva política” que es Ciudadanos, cuyo único discurso reconocible se basa en ser furibundos anti todo lo que no se pliegue a la concepción única de España (especialmente si es catalán), para mantenerse en su sillón y seguir manteniendo vivo el régimen de la PSOE que malgobierna y esquilma Andalucía desde hace más de 33 años, basado en el clientelismo y la imposición del miedo en las zonas rurales andaluzas, así como en el control totalitario de una radio y una televisión pública que dedican muchísimo más tiempo a hablar o debatir sobre lo que ocurre en Catalunya, entre programa y programa que parece sacado de la mismísima España franquista y sus tópicos sobre lo andaluz y su gente, que de analizar, debatir e informar de la tragedia cotidiana andaluza. O ese Pedro Sánchez que es capaz de afirmar, literalmente, que “no dialogaremos sobre cuestiones previas a la política, como es la integridad territorial de España”. Toma ya. Cuestiones previas a la política, casi nada. Como si un estado no fuera una cuestión política, como si hubiera algo sagrado que sostuviera ese estado, en su modo y forma, por los tiempos de los tiempos (y amén), como si en él no vivieran personas que tienen derechos y opiniones propias, capaces de cuestionar con su labor política la propia configuración o el modelo de tal estado y sí una especie de seres sin conciencia ni capacidad política propia a los que se les tiene prohibido poner en cuestión la idea de España reflejada por la Constitución y las leyes actuales, como si, copiando la idea del compañero de PODEMOS en Cantabria (y miembro del Consejo ciudadano estatal) Marcos Martínez, “la configuración nacional de un territorio fuese fruto de algún fenómeno natural cuyas consecuencias serían la existencia de fronteras ya trazadas y de identificaciones colectivas ya construidas anticipadamente en algún otro mundo” y que, como tal, no debe someterse “a la discusión y posterior decisión colectiva, sino a la de una minoría al margen de la soberanía popular que dicta los designios de nuestros pueblos“. Se superan cada día estos señores y señoras de la PSOE, a los que cada vez, si es que alguna vez fue posible, se nos hace más complicado diferenciar de sus compañeros de votaciones en el europarlamento PP y Cs.
Y es que lo que se deja ver tras este tipo de planteamientos, defendidos al unísono por los tres grandes partidos del régimen español, es una concepción de España que no puede ser más que entendida como imposición de una forma de ser y sentir el estado (y su pertenencia a él), fundamentado en una nación, tan imaginaria como opresora de identidades y sentimientos divergentes y/o plurales, que tiene un claro y nítido carácter antidemocrático, que solo puede funcionar mediante el amordazamiento y la anulación de cualquier intento de poner a debate su propio modo de existencia dando voz a los diferentes pueblos y naciones que, de facto, lo componen. Una España como “unidad de destino en lo Universal”, en el fondo una, grande y libre (pues si hubiera otra millones y millones se irían a ella sin pensarlo), que todos sabemos de qué fuentes históricas bebe y de dónde toma su inspiración originaria.
Metafísica de una “nación”; política de una imposición
Cuando uno escucha este tipo de argumentos, sobre cuestiones previas a la política y demás lindezas del estilo, en realidad no sabe si está escuchando las declaraciones de un político español del siglo XXI o las disertaciones filosóficas de un pensador de la más pura tradición escolástica platónica allá por el siglo X más o menos, es decir, no sabe si nos encontramos ante lo que pretende ser un estadista en el mundo de hoy o ante un “pensador” de filosofía escolástica cuyas reflexiones se deben fundamentalmente al deseo de tener un instrumento teórico e intelectual que le permita, con su profundización en tal método, un mayor perfeccionamiento de la “doctrina política e intelectual” referente a lo que es España como entidad metafísica, cuyo instrumento le es proporcionado por la filosofía platónica y su metafísico “mundo de las ideas” (indisolubles e indivisibles). Más que con política parece que nos encontramos ante una especie de Metafísica platónica (indisoluble unidad de la Nación española, várgame el señó), de inspiración falangista (unidad de destino en lo universal), impuesta vía militares franquistas en el art. 2 de la C.E. e impregnada en la mente de millones de personas por obra y gracia de 40 años de dictadura y otros casi 40 de selección española, “Cuéntames”, relatos sobre las maravillas de la transición, y otros mitos y epopeyas varios en vena a cada españolito medio, más un fomento diario e indisimulado del odio contra toda aquella otra identidad nacional que ose reivindicar su propio espacio en la realidad del estado-nación impuesto. Como decimos por Andalucía, “todo un percal” en el que la PSOE, como no podía ser de otra manera, se mueve como pez en la cloaca. Y muy lejos, por cierto, de esa visión que el otro día el ciudadano Felipe de Borbón expresó en su discurso de navidad cuando hizo alusión a España como una “comunidad de afectos e intereses compartidos”. El que le escribió el discurso al Borbón, sin duda, tuvo un arrebato de “pasión patriótica del siglo XXI” muy por encima, muchos siglos por delante incluso, de la concepción “ideológica” que tanto la Constitución como los partidos del régimen tienen de esa España metafísica con que nos arrean a diario en la cabeza. Salvo que crean, claro, que pueden también encadenar los “afectos compartidos” dentro del marco estatal, por sus diferentes pueblos y ciudadanos, a una visión única y metafísica de lo que es ser “español” o “ciudadano del estado español”, lo cual ya sería de un totalitarismo que para sí quisieran la sociedades de 1984 o Un mundo feliz.
No crean, en consecuencia, que las palabras son inocentes, mucho menos unas palabras constitucionales. Tales palabras, expresadas de tal forma y en tan magno lugar, reflejan a la perfección la visión que un estado, el español, configurado en aquella transición tan mitificada y alabada, sobre los pilares del franquismo, tiene de sí mismo, o, mejor dicho, la visión que ese estado obliga a tener a quienes forman parte de él, so pena de convertirte en enemigo de la “patria” platónica declarada como única posible, común, indivisible e indisoluble. Por ello el simple hecho de querer consultar al pueblo catalán, vasco, gallego, andaluz o canario sobre su futuro, es automáticamente convertido en un intento por “romper España” o una forma velada de independentismo o, peor todavía, de traición a España. No quiera usted ver sombras donde en realidad hay ideas indisolubles e indivisibles, que son lo único real existente y todo lo demás que usted quiera ver meros engaños y deformaciones de tan sagrada realidad. Salga de la caverna anti-española y podrá usted ver la realidad tal cual es, en toda su extensión y verdadera naturaleza. Si para los Budistas tras toda realidad se esconde la “verdadera naturaleza de la mente”, inmaterial y eterna, más allá de todo tiempo y espacio, para nuestros líderes políticos y demás voceros del régimen del 78 detrás de esa mente está, en realidad, o como suplantadora de la misma, España; “Esa España suya, esa España nuestra” (que diría, más o menos, la canción aquella). El nirvana de todo ciudadano del estado consiste, aunque todavía no lo sepa y no sea consciente de ello, en reconocerse español; de esa España suya, de esa España nuestra (y Santiago que la cierra).
Las sombras de Franco… todo atado y bien atado
Hace cuarenta años que murió Franco, dicen. Pero qué largo se nos está haciendo el franquismo a algunos. Lamentablemente sus “sombras”, aludiendo a la famosa frase de Nieztsche sobre la muerte de Dios y sus “sombras” proyectadas a los nuevos tiempos nacientes, siguen muy pero que muy vivas, desde la Constitución al PSOE, pasando por el PP y CS, en las cadenas de radio y televisión de los obispos, en el 90% de los tertulianos de la Cuatro y La Sexta, y en la Ser, El País, El Mundo, La Razón y el ABC, e incluso en parte de la izquierda española tradicional (Véase el trato dado a la CUP desde ciertos sectores dizque que de izquierdas e internacionalistas). Tan vivas están esas “sombras de Franco” que, como decimos, tienen cuerpo de Constitución y voz de dirigentes políticos, periodistas y opinólogos de lo más variado. Tenemos una constitución que es, en algunos de sus artículos más citados y venerados, una “sombra” del dictador muerto, y unos partidos políticos españoles, del régimen del 78, que son la viva imagen de su proyección, en voz propia y en la voz de sus representantes en los diferentes medios a modo de tertulianos y escribientes varios. ¡Eso sí que es una caverna y no la de Platón! En fin, ya lo dijo aquel señor bajito y asesino, castigo de rojos por la gracia de Dios, todo atado y bien atado.
Vivimos, pues, en el reino, con permiso del Borbón reinante, de las “sombras de Franco”. Pero nos quieren hacer creer que es una democracia avanzada solo porque hubo una (maravillosa y magnífica) “transición” y hemos podido votar cada cuatro años a los representantes y voceros de tales sombras cual si de alternancia en el poder se tratara. A esos mismos que hablan de “soberanía nacional” a una misma vez que han vendido el estado a pedacitos a intereses internacionales y han puesto en él como único y verdadero soberano no al pueblo ni a los pueblos, sino a los mercados y a sus voceros alemanes, gringos y troikos. Los que son muy fuertes con los independentistas de “adentro”, pues la ley, el ejército y la constitución de las “sombras” de Franco los ampara, pero muy débiles con los que han impuesto las bases americanas en Andalucía y otros territorios, las reformas de la constitución vía acuerdo parlamentario y sin consulta popular para que no haya límites ni barreras al poder financiero y su total control sobre la economía española, los que nos vendieron el euro y la UE como la arcadia feliz que todos los males solucionarían y como “símbolo de la modernidad y el progreso” (aunque fuera a veces con un seudo-referéndum cuyo principal actor de campaña eran los Del Río y su Macarena) sin contarnos cuál era el precio a pagar a no mucho tardar, los que castigan impunemente a la gente con sus políticas neoliberales para entregarle los recursos del estado a sus amigotes (que luego ya pagarán favores con comisiones y puertas giratorias), los que hicieron de la corrupción santo y seña de las políticas públicas y del “robar a los pobres para dárselo a los ricos” su imagen de marca-España, los que, en definitiva, se dicen a sí mismos patriotas pero no conocen más patria que el dinero y no tienen más bandera que la del saqueo al pueblo, revestida de azul, colorao y naranja (el rojo les viene grande).
Es el momento de hacer historia
Ya es hora, digo yo, de apagar de una vez la luz del régimen, encender a toda potencia la voz de los pueblos y que sea lo que la voluntad popular quiera, tomando en consideración la voluntad de los diferentes pueblos y naciones del estado, así como de los sujetos políticos, con voluntad propia y capacidad propia de decisión, que los integran. Ya es hora, en conclusión, de que en este estado se pueda debatir todo y de todo con todos y todas, hora de que se pueda cuestionar todo si así es necesario (y lo es), de que la política vuelva a ser una cosa puesta en manos de la gente y no un manual de metafísica repleto de esas sagradas “cuestiones previas a la política” que anulan al pueblo y su capacidad de decidir en virtud de los intereses de unos poderes no electos y el bolsillo de unos pocos privilegiados, especuladores y ladrones de guante blanco. Porque por más que les joda a los metafísicos españoles (y a sus amos internacionales), la historia es nuestra y la hacemos los pueblos. Cerca de siete millones de votos nos acompañan en esta nueva andadura por las verdes alamedas. Adelante. 
 Neoliberalismo y lucha de clases

2 comentarios:

  1. Pero mientras nuestros sueños sean convertirnos en uno de ellos, ¿qué se puede esperar luego de nosotros una vez nos demos cuenta de que nunca lo seremos? Desde luego, luchar por derrocar y cambiar el sistema, obviamente no. Más que indefensos, somos entonces marionetas del poder. Marionetas en manos de las clases privilegiadas.

    Para que algo cambiase, primero habría que olvidar y renunciar a tales sueños, desarrollar consciencia de clase, y eso es precisamente lo que nuestra indefensión aprendida evita: porque esos sueños no son más que el producto de una sociedad capitalista donde el valor de las personas se mide por el valor de sus posesiones, donde para que haya unos pocos ricos tiene que jhaber muchos pobres, y eso es algo que solo podrá cambiar el día que el sistema capitalista sea derrocado de una vez y para siempre. Cosa que, con nuestra indefensión aprendida, como decimos, somos nosotros mismos quienes evitamos.

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  2. No es el gobierno quien dirige al Estado sino al revés. Hasta los discursos se los escriben, tanto a Obama como a Rajoy. No hay ninguna huella personal de ninguno de ellos (ni de sus gobiernos) en sus Estados respectivos. A veces esa paradoja se describe de una manera bastante gráfica cuando se expresa la decepción respecto a algún político, del que se dice que “el poder” se le ha subido a la cabeza, que no es el mismo antes y después de tener un cargo público cualquiera... Quiso cambiar y le cambiaron a él.

    Un Estado, como el español, que arrastra una crisis desde hace muchas décadas, que no ha solucionado ninguno de los problemas más elementales de las masas, engendra partidos a su imagen y semejanza. El Estado crea los partidos que necesita. Es un problema doble: la burguesía no puede (ni quiere) cambiar nada porque carece de los instrumentos necesarios para ello, que son los partidos políticos.

    Pero a eso que llaman “la izquierda” y derivados (anticapitalistas, alternativos) les ocurre lo mismo por el mismo motivo. Se organizan exactamente igual que la burguesía. No estoy diciendo que no exista una vanguardia revolucionaria, sino algo mucho más simple: no hay partidos de ningún tipo, ni voluntad de construirlos.

    La propia terminología les delata. Antes se hablaba de organizaciones, mientras que ahora se habla de colectivos, mareas y todo tipo de coordinadoras difusas. Los partidos son despreciados como algo viejo y periclitado, propio del siglo XIX frente a las nuevas formas de “hacer política” que han hecho de la necesidad virtud. Si no estamos dispuestos a cambiar nada, ¿para qué queremos partidos?

    Lo diré al revés: si realmente quieres cambiar algo, ¿por qué no empiezas a pensar en que lo que realmente necesitas es un partido?

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