Según el INE, en diciembre del año pasado el sueldo medio era en España de 1.991,84 euros brutos al
mes, calculado sobre doce pagas anuales, frente a los 1.995,68 euros del mismo mes de 2013. Eso equivale a un descenso del 0,2% y pone de manifiesto que la devaluación salarial abiertamente propiciada por el gobierno del PP, a través de la reforma laboral de febrero de 2012 (sin olvidar las previas del PSOE). Antes de que se pusiera en marcha la última reforma, el sueldo medio estaba en 2.020,13 euros brutos al mes; es decir, un 1,4% más que a finales de 2014.
El núcleo de la reforma laboral fueron las nuevas facilidades para los despidos, que las empresas aprovecharon para despedir a mansalva y aligerar sus plantillas, con la consiguiente destrucción de un millón de puestos de trabajo durante sus dos primeros años de vigencia.
Una parte de esos empleos se han cubierto después mediante contratos precarios, tanto en materia salarial como en cuanto a las condiciones de trabajo. Es decir, ahora no sólo se cobra menos, sino que también se trabaja más, Los datos hechos públicos recientemente por el INE indican que el número de horas efectivas de trabajo subió de 128,9 a 129,7 en cómputo mensual durante 2014, sin que a cambio hubiera ninguna compensación económica para los asalariados, sino más bien todo lo contrario.
Ese aumento afectó tanto a los contratados a jornada completa como a aquellos que lo son a tiempo parcial, una modalidad cada vez más utilizada por los empresarios. En el primer caso, las horas efectivas de trabajo pasaron de 144,5 a 146 al mes y, en el segundo, de 75,6 a 76,9. No obstante, los datos son incompletos, porque la encuesta sobre costes laborales recoge las horas cotizadas a la Seguridad Social, pero no las que se puedan trabajar por imposición del empresario sin la correspondiente contraprestación legal, con lo que la situación real seguramente es todavía peor.
Como sabemos, el capitalismo se basa en obtener el mayor beneficio sea
como sea, sin importar el medio, e históricamente ha demostrado que si
no se le opone resistencia continuará girando la rosca de la explotación
y del saqueo infinitamente. Así que, y teniendo en cuenta que no se
trata de una particularidad del capitalismo español, sino de una
característica general del capitalismo mundial tras el final de la URSS,
estado que sirvió de freno durante décadas debido al miedo de los
propios capitalistas por la posible atracción del sistema comunista
entre sus trabajadores, la única manera de evitar que se siga apretando
la tuerca contra a los trabajadores y a los pueblos es que sean los
propios trabajadores los que le pongan freno.
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