Ricardo López Dusil
[...] Cuando se habla de libertad de prensa o del periodismo de manera
abstracta o teórica suele excluirse, generalmente de manera deliberada,
que detrás de la información, de la defensa de valores, de las presuntas
o verdaderas vocaciones y sacerdocios hay un negocio formidable y, por
supuesto, mucho menos romántico que la imagen inmaculada que por mucho
tiempo ha gozado el ejercicio del periodismo. Esto que digo es una
obviedad, pero como la prensa, por razones elementales, tiene buena
prensa, muchas veces el público ajeno a la actividad no considera este
punto
La prensa es el único producto que se vende a la mitad de su costo de fabricación.
Y esto puede ser así porque el verdadero negocio no es vender la
información al público, sino el público a los anunciantes, de manera que
el lector o televidente es, desde el punto de vista estrictamente
comercial, el producto del que los medios de prensa se apoderan para
ofrecer a sus anunciantes.
Por otra parte, desde mediados de la década del 90, el periodismo no quedó ajeno al fenómeno de brutal concentración de poder
característico de la globalización. Algunos analistas sostienen que el
sector periodístico es el que ha sufrido mayor concentración, junto con
los sectores petroleros, el comercio de armas y la industria aérea.
[...] Algunos datos relacionados con el control de los medios de prensa.
En los Estados Unidos, en 1945, ocho de cada diez diarios pertenecían a
propietarios independientes; hoy, en cambio, el 85% depende de grandes
grupos, que además se van fagocitando entre sí, por lo que son cada vez
menos y al mismo tiempo más poderosos. En Europa la concentración es aún
mayor, y a ella sólo sobreviven un reducido número de imperios
mediáticos: Berlusconi, Bertelsmann, Murdoch, Hachette, Hersant...
Este fenómeno se da de manera simultánea con otro no menos importante: el crecimiento del capital necesario para la creación de nuevos medios.
De manera que cuando hablamos de la prensa libre en Occidente,
deberíamos añadir que es libre siempre y cuando tenga los recursos
suficientes para su existencia. De ese modo es el Norte el que informa
al Sur, que permanece en silencio. La visibilidad o invisibilidad del
Sur quedan por lo tanto sujetas a la voluntad del Norte. Se reproduce
así un moderno sistema de colonización de las ideas. Quizá la batalla
futura que deba darse por un mundo más justo sea la de la "descolonización de la información".
Voy a citar algunos datos para saber dónde estamos parados cuando hablamos de medios de información:
- EEUU, Japón y la Unión Europea controlan el 90% de la información y la comunicación de todo el planeta.
- Sólo cinco agencias de prensa distribuyen el 96% de las noticias mundiales.
- Desde hace 25 años, cuatro de cada cinco mensajes emitidos en el
mundo provienen de los Estados Unidos o de empresas de capital
norteamericano. Lo que se añade como fenómeno relativamente reciente es
la inversión en las nuevas tecnologías y en el sector de la imagen:
actualmente, el 80% de los programas audiovisuales que se producen en el
mundo (ya sea televisión, vídeo o cine...) son norteamericanos.
- EEUU controla el 71,5% de todos los programas de TV que se difunden en Europa y el 80% de las salas de cine.
- De cada 100 palabras de información internacional que se difunden
en América latina, 90 provienen de 5 agencias de prensa internacionales
(la norteamericana Associated Press, la británica Reuters, la francesa
France Press, la española EFE y la italiana ANSA). Y de ese 90 por
ciento, el 70 por ciento corresponde sólo a dos agencias: la
norteamericana AP y la británica Reuters.
- De las primeras 300 empresas internacionales de información y
comunicación, 144 son norteamericanas, 80 son de la Unión Europea y 49
japonesas. Es decir que de las 300 empresas de información más
importantes, 293 son de los Estados Unidos, de Europa o de Japón y sólo 7
de otras naciones.
- En materia de medios audiovisuales, el magnate de la televisión
Rudolph Murdoch controla, de manera directa o indirecta, la información y
el entretenimiento visual que consumen 3.000 millones de personas, es
decir, casi la mitad de la población mundial.
¿Quién decide lo que deben decir los medios? ¿Quién da al periodista su
materia prima? De hecho, casi siempre las mismas fuentes: gobierno,
administración y empresas. Como alimentarse de las fuentes
institucionales es más barato, cada día hay numerosas informaciones
preparadas de antemano, tomadas de los servicios de información al
público que todos los gobiernos, empresas y entidades tienen, incluido
el ejército. Es tan obvia la influencia de la prensa en la toma de
decisiones, que en los últimos años ha cobrado mayor importancia el
periodismo institucional o de empresas. Cuando hablamos de "hacerle la prensa"
a un producto, a un político o a un libro nos referimos a darle a los
medios de prensa una noticia previamente digerida que ayude a imponer en
la consideración del público nuestro producto, sea éste un objeto, una
política o una idea.
En ese contexto, el ejercicio del periodismo independiente debe sortear
numerosas dificultades para mantenerse al margen de las necesidades y
operaciones del poder.
Cuando Estados Unidos había decidido iniciar su ofensiva militar en
Afganistán, el secretario de Defensa norteamericano fue lo
suficientemente claro cuando anunció que los periodistas acreditados en
el Pentágono no podrían acompañar a las tropas y recordó una frase de
Churchill, que alguna vez dijo que "la verdad a veces debe ser cuidada por los guardaespaldas de la mentira",
lo que obviamente es la legitimación de la mentira con fines
patrióticos. Al mismo Churchill se le atribuye otra frase terriblemente
cínica: "la responsabilidad por asumir como ciertas las promesas de los políticos corren por cuenta de quienes las creen".
En escenarios de conflictos, el periodista, aunque se esfuerce por
mantener una posición equidistante y neutral, no puede evitar
enfrentarse a dificultades operativas concretas en el terreno,
fundamentalmente el dilema de exponerse a la manipulación de alguno de
los actores, en caso de trabajar en alguna de las filas, o a enormes
riesgos para su vida si opta por desplazarse de manera independiente.
Los medios de comunicación funcionan frecuentemente como verdaderas armas de control social. A veces, por propia voluntad y otras tantas por efecto de presiones o manipulaciones desde el poder.
Existe una auténtica ingeniería de la persuasión, de manera que
si queremos superar ese tipo de analfabetismo que muchas veces nos
proponen, debemos aprender a decodificar el lenguaje de los medios y la
jerarquía selectiva que se les da a las noticias. La lectura crítica de
las informaciones emanadas desde el poder es un ejercicio indispensable,
en primer lugar para los propios periodistas y luego, para los
receptores de las noticias
La manipulación de la opinión pública es, ciertamente, muy antigua, pero
quisiera hacer una breve referencia al período moderno y cómo los
medios de comunicación y la desinformación se ubican en este contexto.
Como bien señala el semiólogo norteamericano Noam Chomsky, la primera
operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno ocurrió
en los Estados Unidos bajo el mandato de Woodrow Wilson. Éste fue
elegido presidente en 1916 como líder de una plataforma electoral que
podría calificarse de pacifista cuando promediaba la Primera Guerra
Mundial. La población norteamericana de entonces era mayoritariamente
opositora a la idea de involucrar a los Estados Unidos en la guerra; sin
embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría
parte en el conflicto. Había, por lo tanto, que inducir en la sociedad
la idea de la obligación de participar en la guerra, para lo cual se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida como Comisión Creel,
que en sólo seis meses logró quebrar la vocación pacifista de la
población y convertirla en una sociedad profundamente histérica,
dispuesta a combatir el peligro que significaba para el mundo no ya la
Alemania en guerra sino los alemanes en general.
La Comisión Creel alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: usando la misma metodología, al final de la guerra, logró avivar el terror al comunismo, lo que permitió la destrucción de sindicatos
tachados de filocomunistas y establecer restricciones a la libertad de
prensa y de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y
algunos medios de comunicación adictos fomentaron y prestaron un gran
apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron toda clase de
beneficios.
Los medios utilizados fueron muy amplios. Pero el más burdo y al mismo
tiempo más efectivo fue la fabricación de relatos de atrocidades que
supuestamente cometían los alemanes, en las que se incluían niños belgas
con los miembros arrancados y todo tipo de perversiones inventadas por
el ministerio de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento
-tal como queda reflejado en la desclasificación de sus deliberaciones
secretas- era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo.
El principio moral que sustenta estas políticas es la creencia nunca
confesable por las dirigencias de que la opinión pública en general está
incapacitada para comprender a fondo los intereses nacionales, por lo
que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que
domesticar al rebaño desconcertado, utilizando la misma lógica que nos
dice que sería incorrecto permitir que un niño de tres años cruce la
calle solo. Así como no damos a los niños de tres años este tipo de
libertad porque partimos de la base de que no saben cómo utilizarla,
negamos a los individuos del rebaño desconcertado la participación
activa en la discusión de las ideas.
Reinold Niebuhr, uno de los intelectuales dilectos de Kennedy, afirmaba
que la racionalidad es una habilidad al alcance de muy pocos y que la
mayoría de la gente se guía por emociones e impulsos. Aquellos que
poseen la capacidad lógica tienen, entonces, que crear ilusiones
necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista
emocional, con objeto de encaminar a una masa desvalida e ignorante.
Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia
política contemporánea.
Los Estados Unidos crearon, en la década de 1920, los cimientos de la industria de las relaciones públicas.
Tal como decían sus principales mentores, su compromiso consistía en
controlar a la opinión pública. Basados en el éxito de la Comisión Creel
y del "miedo rojo", y de las secuelas dejadas por ambos, las
relaciones públicas experimentaron una enorme expansión, obteniéndose
grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la
gente a las directrices procedentes del mundo empresarial.
Las relaciones públicas constituyen una industria que mueve, en la
actualidad, presupuestos en torno del billón de dólares al año, y desde
siempre su cometido ha sido el de controlar a la opinión pública, que es
el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones.
Como contraparte a la enorme concentración de grandes medios a los que
me referí anteriormente, la creciente irrupción de las nuevas
tecnologías (especialmente Internet) abrió una fisura en ese enorme
dique informativo aludido, con voces verdaderamente independientes de
los grandes poderes. El problema que ahora debemos enfrentar desde el
lugar de receptores no es el de la falta de información sino el de la
subreabundancia de ella y la manipulación a la que es sometida.
Ciertamente, la aparición de Internet facilitó la entrada en el mundo de
la información de actores que de otra manera estarían silenciados. El
problema, aquí, no es la posibilidad de incorporar información, sino la
de hacerla "visible". Aun cuando hay gran diversidad de
buscadores, en la práctica su uso constituye una forma oligopólica a
escala mundial pues unos pocos -Google, Yahoo, Lycos, Altavista-
acaparan la mayor parte de las búsquedas. Al efectuar una búsqueda
determinada se obtiene una lista de páginas web ordenadas por criterios
propios del buscador, lo que significa una jerarquización de la
información no controlada por el receptor. Pero tampoco nos permite el
acceso a toda la información que dice haber encontrado. Por ejemplo: si
pedimos a Google que rastree las páginas referidas a "la sociedad de la información",
nos indicará que ha encontrado más de un millón y medio de entradas,
pero solamente nos dará acceso a unas 800, es decir, sólo el 0,05% de lo
existente [...]
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