Nadie tiene como diseño ideal para sus intereses partidistas del futuro próximo una repetición inmediata de elecciones.
Entre los objetivos de los defendidos por cada cual, con la
composición actual del Congreso cabe un gobierno de “gran coalición”
(sin necesidad de que sea explícita) que defienda los intereses de
quienes siempre han mandado hasta ahora: PP+PSOE+Ciudadanos podrían
formar gobiernos de dos de esos partidos si el otro diera el beneplácito
incluso mediante una cómoda abstención. También cabría un goberno del
cambio análogo al portugués. Para eso haría falta que el PSOE por
primera vez en demasiadas décadas no se sometiera a los poderes
ilegítimos (incluido el mediático) y decidiera responder al discurso que
siempre hace en campaña en vez de a las prácticas que siempre ha hecho
desde el gobierno. Más allá de los discursos de consumo interno, los
primeros pasos del PSOE no van en absoluto en esa dirección: han llegado
a acuerdos con PP y Ciudadanos tanto para la composición de la mesa del
Congreso de los Diputados como en la restrictiva interpretación del
reglamento para la composición de grupos; en el Senado tal acuerdo se ha
ampliado a PNV (para que esté en la mesa en vez de Podemos) y con
Convergencia y Esquerra para una aplicación generosa del reglamento.
Todo esto conlleva consecuencias importantes pero sobre todo permite ver
qué alianzas tiene en mente el PSOE para una potencial mayoría de
gobierno. No, no están pensando en una mayoría de cambio (ni su problema
para ello es la cuestión territorial, como evidencian los acuerdos en
el Senado).
¿Quiere esto decir que está cerrada la investidura? Ni mucho menos.
Los tres partidos que tienen que ponerla en marcha están en colapso
interno. El del PSOE es el más evidente. El de Ciudadanos, que está
siendo el partido que más ha durado siendo “nuevo” y más rápidamente se
ha convertido en muy “viejo”, es más bien el de quien ha cumplido parte
de su objetivo (permitir un imaginario de cambio sin cambio) pero no
tiene más recorrido ante la evidencia de para quién sirve. El del PP es
un colapso silencioso propio de su estructura y cultura política
tendente a la omertá, pero la guerra sorda interna es segura,
especialmente tras la pérdida de poder institucional (sueldos que
silencien a gente que sabe muchas cosas, vías de financiación…) y ante
la catarata de juicios que vienen este año.
Todo ello hace que los actores llamados a escenificar una “gran
coalición” que en la medida de lo posible simule no ser tal puedan no
comportarse como actores racionales. Pero si no cumplen esa función no
sólo se agigantará la crisis de régimen (y por tanto la posibilidad del
cambio) mediante una inestabilidad prolongada sino que será un claro
síntoma de que los pilares que permitían la conservación de las
políticas de todos estos años ya no funcionan: el equivalente a un fallo
multiorgánico de un enfermo al que suponíamos con una salud menos
destrozada.
Lo previsible es que haya investidura y que se escenifique de la
forma menos dañina fundamentalmente para PP y PSOE. Pero puede que no
les salga porque estén peor de lo que imaginamos. Veremos.
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