Dope
(droga en inglés) es otra película más de chicos negros de barrio, con
sus problemas en el instituto y con los camellos callejeros.
Dope
es una película diseñada única y exclusivamente para el mercado negro
norteamericano. Nadie más que ese sector del público mundial puede
llegar a apreciar esta nadería que no debería estar en nuestras salas.
¿Pero qué hace en ellas? Habrá que preguntárselo a Universal Pictures,
que es la que la distribuye en nuestros cines. Y a los responsables de
esas salas.
Su
protagonista (interpretado de forma insípida por el rapero Shameik Moore)
es Malcolm, un chaval negro que sobrevive en un barrio complicado de
Los Angeles. Para salir de él, se dedica a mandar solicitudes a
universidades. Una noche, y encandilado por una chica que le pone tilín,
es testigo de un tiroteo en una fiesta clandestina y su vida da un giro
inesperado.
Viendo Dope
entras en una especie de bucle, te preguntas cuántas malditas veces has
visto situaciones, planos y movimientos de cámara como las de sus
imágenes. Narración con voz en off, montaje de planos cortos acompañados
por una banda sonora con temas hiphoperos, pantallas partidas… Un batiburrillo entre Martin Scorsese y el primer Spike Lee pero sin el talento de estos dos señores. Otra película del montón y que no aporta absolutamente nada ni al género ni al cine.
Primer gran error de Dope:
no te crees que las calles sean así, lo arreglado del entorno. No te
tragas que un barrio tan supuestamente conflictivo sea así de pulcro.
Comparadas con ella, Haz lo que debas, Los chicos del barrio y House Party son documentales de La 2. Dope es superficial, y diría que hasta frívola.
Segundo gran error de Dope: pretende darle la vuelta a los estereotipos de las pelis de negros, pero en realidad los consolida.
Hasta aquí lo que puedo decir de esta película insulsa, olvidable y
visual y literariamente pobre. Pero ya puestos, me gustaría hacerme una
pregunta como espectador, como consumidor de cine en España: ¿qué me
importa a mí y a millones de personas en este país este tipo de cine
norteamericano? Nada. Ni lo entendemos, ni nos es cercano, ni nos
interesa, ni sabemos quién diantres es su rapero protagonista, ni su
música… Nada. ¿Entonces por qué llega a nuestros cines?
Dope
es una película diseñada única y exclusivamente para el mercado negro
norteamericano. Nadie más que ese sector del público mundial puede
llegar a apreciar esta nadería que no debería estar en nuestras salas.
¿Pero qué hace en ellas? Habrá que preguntárselo a Universal Pictures,
que es la que la distribuye en nuestros cines. Y a los responsables de
esas salas.
Debo reconocer mi envidia hacia los Estados Unidos por lo fragmentado
que tiene su público, lo que les permite hacer un cine y una televisión
muy diferentes. Y el mercado negro (en el que el director de este film,
Rick Famuyiwa, se mueve a sus anchas) es uno de esos segmentos de la población en el que Hollywood se fija.
Hace unos meses tuvimos que sufrir en España Straight Outta Compton, pero la explotación de un cine hecho exclusivamente para el público negro norteamericano viene de largo. Ahí están, entre muchas otras más, School Daze, Straight Out of Brooklyn, Poetic Juice, New Jack City, The Best Man, Waiting to Exhale, I Will Follow, Love and Basketball…
Para no meterme en jardines, es bueno
que matice que una cosa son las películas de negros o con negros y otra
muy diferente las películas para negros y que solo les interesan a los
negros, que es el caso de Dope. Y repito: a los negros norteamericanos.
Unos llaman a esta manera de meternos culturas y mensajes que nos son
completamente ajenos globalización, pero es colonización, una descarada
intromisión en el mercado nacional, en la cultura nacional, en el cine
nacional. Y España solo es una pieza más del gran puzzle global que
maneja el todopoderoso Hollywood.
La gente en este país tendría que tener muchas más posibilidades de ver en su sala de cine más cercana Techo y comida o Truman que esta afroamericana majadería.
Si te paras a pensar en la cantidad
de insulseces con las que Hollywood invade nuestras salas, la
indignación es inevitable. Sobre todo por el daño que hace a nuestras
películas, a nuestro cine. Insulseces incluidas. Las nuestras.
Alguien con muy pocas miras me podría
rebatir este argumento con un “eso es nacionalismo”. No, es denunciar
el peor colonialismo.
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