El reparto del trabajo ha sido una constante en la organización colectiva de los seres humanos.
Ya en las sociedades más primitivas, unos cazaban y otros recolectaban, unos buscaban agua, otros, refugio. Poco a poco, el reparto se fue sofisticando y empezaron a surgir las primeras profesiones. Y con ellas, las primeras desigualdades. Incluso antes de que nacieran las ciudades, las jerarquíías se habían consolidado y unos trabajaban para otros, a menudo considerados como simple fuerza de trabajo y no como personas. Ya entonces, surgió una conciencia de los abusos laborales y, por ejemplo, en el antiguo Egipto se han encontrado indicios de la primera huelga de la historia, en la que los trabajadores se negaron a seguir construyendo la tumba de Ramsés III.
Los romanos iniciaron una regulación más concienzuda del trabajo y su huella perdurará durante toda la Edad Media como un sistema que reflejaba principalmente el contrato que existía entre el trabajador y el empleador, que a menudo era además su dueño o su señor. Aunque la relación era muy desigual, ya se observaban entonces algunos derechos o contrapartidas que el empleador tenía que dar a su trabajador, como la protección o el alimento. Las pocas profesiones liberales que existían se organizaban en rígidos gremios que decidían la mayor parte de los factores de producción, pero que también servían como asociación de mutuo socorro. En las ciudades, y en algunos casos en el campo, se dieron algunas rebeliones que a menudo teníían que ver más con el precio de los alimentos que con los derechos del trabajador.
Para que se pudieran dar los primeros pasos definitivos hacia un derecho del trabajo tuvo que llegar antes un poderoso agente de presión: la conciencia de clase. Será la Revolución Industrial la que hacinará a miles de trabajadores en fábricas mugrientas y les convencerá de que todos luchaban por la misma causa. Nacen así los primeros movimientos sindicales en Inglaterra y el fenómeno del cartismo y el luddismo. Al mismo tiempo, Karl Marx y Friedrich Engels daban forma a su “Manifiesto Comunista” que se publicará por primera vez en 1848 y que supondrá un antes y un después en el movimiento obrero. La I Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores) no tardará en llegar (1864), aunque algunos países, como Inglaterra, ya habían concedido los primeros derechos, como la prohibición de emplear a menores de 9 años o el derecho de asociación.
El nacimiento de la Seguridad Social
Fue Alemania, sin embargo, quien dio el principal paso al establecer el germen de la Seguridad Social con la Ley del Seguro de Enfermedad de 1883. Después llegará la Ley de Seguro del accidente de Trabajo (1884) y el Seguro contra la Invalidez y la Vejez (1889). El principal objetivo era tranquilizar a los revueltos trabajadores y evitar una revolución socialista, ideología que había captado numerosos adeptos. A partir de 1890, otros países europeos comenzaron a tomar medidas similares, pero la seguridad social no se extenderá hasta después de la Segunda Guerra Mundial gracias al impacto del “Informe Beveridge” (1942), que consideraba por primera vez que los servicios sociales básicos eran una responsabilidad del Estado.Además de la protección, una de las principales reclamaciones fue la reducción de la jornada laboral, que podía alcanzar fácilmente las 14 o 15 horas diarias, incluso para los menores. Precisamente fue una gran huelga celebrada en Estados Unidos el Primero de Mayo de 1886 para pedir una jornada laboral de 8 horas la que dio lugar al Día Internacional del Trabajo.
La Declaración de Derechos Humanos y los esclavos modernos
Pero la confirmación definitiva de que el trabajo digno es un derecho fue su inclusión en la Declaración de Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948.Artículo 23
- Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
- Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
- Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
- Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.
Pero aún queda mucho para que esos dos artículos sean un realidad. Aunque la esclavitud está prohibida en la mayor parte de los países, el especialista en este fenómeno Siddharth Kara calcula que 29 millones de personas en el mundo aún la padecen. Y aunque muchos otros no están sometidos a condiciones de esclavitud, su salario dista mucho de una “remuneración equitativa”. La Organización Internacional del Trabajo asegura que un 30 por ciento de los trabajadores son pobres (con diferentes umbrales según el país de origen), es decir, 910 millones de personas. La crisis ha dejado además a 200 millones de personas sin empleo. Al mismo tiempo, se ha observado un incremento de las desigualdades sociales, tanto en países occidentales como en desarrollo.Artíículo 24
Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.
El consumo ha sido la base de este modelo productivo y, desde Carro de Combate, creemos que puede cambiarse precisamente desde el mismo consumo. Saber qué se está comprando, de dónde procede y a dónde va cada céntimo que se gasta es fundamental para cambiar el ciclo. España es un buen ejemplo de lo rápido que pueden perderse unos derechos laborales que han tardado siglos en obtenerse. No dejemos que nos los sigan quitando.
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