“La violencia cuando sea necesaria, le legalidad hasta donde nos sirva, la autogestión como forma de caminar”.
Entrevista a Henry Renna, politólogo y militante del Movimiento de Pobladoras y Pobladores en Lucha (MPL). Dentro de la organización ha participado en el desarrollo de distintas experiencias autogestionarias de educación como de organización popular en la lucha por la tierra y la vivienda en Chile. Fue coordinador en el 2010 del Diplomado en Movimientos Sociales y Autogestión, vocero de los Inmuebles Recuperados por Autogestión en el 2011-2012, estuvo en el equipo que impulsó en el 2013 la creación de la Escuela Autogestionada para jóvenes y adultos Paulo Freire en San Miguel y desde el 2014 apoya los Jardines populares y comunitarios que se están levantando en distintas comunas de la Región Metropolitana. Recientemente lanzó el libro “Sobre el ejercicio y construcción de autonomías”, primera publicación de la Mutual de Lectura y Poblar Ediciones, donde escribe también el pensador y militante argentino Hernán Ouviña.
FM ¿Cuál es la tesis central del libro?
HR: La idea central que intentamos compartir es que a partir de la multiplicación de experiencias autogestionarias, de construcción de poder popular y comunidades en lucha, estamos viviendo un viraje epocal de las resistencias. De una estrategia emancipatoria dirigida a la toma del poder, representado este en el Estado burgués, a un diseño estratégico que tiene como centralidad el poder-hacer de la sociedad organizada. De cierto modo del acumulado de movilización de la última década, junto con otros factores históricos y estructurales, despierta en los sin voz un cambio de foco, de la referencia por conquistar o asaltar el gobierno central y todo lo que podríamos realizar con él, a mirarnos a nosotros y nosotras y la capacidad que tenemos para dar respuesta a nuestras necesidades y controlar nuestra vida y destino cuando recuperamos la confianza en nuestras propias fuerzas. Es una ampliación de los límites utópicos de la rebeldía, que desborda la institucionalidad burguesa yendo su horizonte de transformación más allá de la jaula de lo estatal.
FM ¿Cómo se expresa este quiebre en la práctica?
HR: En la realidad concreta esta ruptura se expresa en el tránsito de la forma lucha confrontacional y reivindicativa, que tiene como centralidad el Estado, a la forma lucha autogestionaria, hacia la búsqueda de autonomías. Se trabaja en rincones de una ciudad autoritaria por la ampliación de la independencia económica, política y social de las clases trabajadoras para construir otras relaciones humanas y diferentes estructuras de organización, que sean los hechos del futuro, la base del nacimiento de un nuevo sistema, comunizante y liberador.
FM Este camino de las autonomías no está libre de problemas supongo, en tu libro identificas algunos puedes comentarnos
HR: Bueno identificamos al menos tres. El problema de la violencia, cuando las experiencias contestarías se amplifican devienen generalmente en un enfrentamiento abierto con el poder, el problema del Estado, en que los sectores que logran espacios dentro de él terminan ahogando las mismas fuerzas que le dan vida, y el problema de la hegemonía, donde los casos que quisieron sobrevivir en una sociedad paralela no lograron resistir las pulsiones de la devoradora digestión capitalista. Ante esto nos preguntamos ¿la construcción de un socialismo desde abajo está condenado a la derrota militar, la burocratización o el localismo? Tengo la confianza que la respuesta es negativa en la medida que no hagamos de ellas un supuesto, un sustantivo, algo estático, sino una práctica, un verbo, en permanente movimiento. No convertirlas en un dogma, y caer en el violentismo, el autonomismo o el estatismo, sino precisamente intencionar su vinculación dialéctica.
FM ¿La salida cuál es entonces?
HR: Eso, emprender un avance vinculando creativamente la necesaria autodefensa popular, instrumentalizar espacios de la legalidad burguesa y en el centro siempre la práctica social autogestora. Debemos estar preparados para los golpes de la violencia estatal sin militarizarse, disputar espacios en la institucionalidad política sin subalternizar sus luchas a un fin ulterior como es la toma del poder y que la autogestión no se reduzca a lo compensatorio ni se limite a una sobrevivencia sino que anuncie la construcción de una fuerza contra instituyente del capitalismo realmente existente. Sería una flexibilidad táctica en que el movimiento leyendo la realidad cambiante se mueve en un crisol de opciones, emprendiendo así, luchas sin el Estado, mediante el control territorial y la autogestión, contra el Estado, con acción directa para agrietar el orden dominante, y desde el Estado, como acumulación de fuerza anti sistémica, todo ello siempre, siempre, con la mirada estratégica de ir más allá de él.
FM ¿Puedes explicarnos de mejor manera esta idea?
HR: Mira no es ni más ni menos que asumir un ejercicio de mestizaje político, donde la población en lucha hace uso de tantas herramientas como formas de dominación existen para subvertir el orden establecido. Como decimos en el movimiento la violencia cuando sea necesaria, la legalidad hasta donde nos sirva, la autogestión como forma de caminar. Es una invitación a liberarnos de todo determinismo, al mismo tiempo que situamos nuestras acciones autogestionarias y de construcción de autonomía en un proyecto de reorganización total de la sociedad que no pasa por el gobierno sino por el pueblo, centrándose de forma clara en la destrucción del Estado y su burocracia, el colonialismo y su patriarcado, el capitalismo y su explotación.
FM ¿Cómo hacerlo?
HR: Lo que veo es una travesía de unidades múltiples. La unidad social de las experiencias autogestionarias y de construcción de poder popular, fortaleciendo donde haya y sembrando donde no, estos embriones del mañana. La unidad en la base de los sectores en lucha del campo de la producción con las fuerzas organizadas en el ámbito de la reproducción social, una ofensiva silenciosa de combate contra los modos de vida capitalistas y las estructuras que les condicionan. La unidad en la acción de las colectividades revolucionarias y de la izquierda anticapitalista, la conformación del batallón militante necesario para consolidar el autogobierno, apurar el tranco de la organización de los territorios y en el trabajo, y defender los avances del proceso de lucha conjunta. Y la unidad constituyente de las grandes mayorías por refundar la sociedad completa desde abajo, en una segunda independencia. Un acercamiento de las diferentes fuerzas que, gracias a una perspectiva de mayorías desisten del vanguardismo, por una mirada de transformación estructural dejan atrás el sectarismo, y fruto de las diferentes formas de autogobierno económico, político y cultural de los últimos años ponen por delante un proyecto país.
Este proceso de unidades sociales desde abajo, es la única forma en que las necesidades de la clase logren cristalizarse y sustituyamos el Estado de la clase burguesa y el capitalismo detrás de él por una nueva forma de relación social. No vendrá ninguna solución desde adentro del sistema. Las alternativas parlamentarias y ejecutivas para resolver políticamente este cuadro y los maquillajes económicos que lo reforman no han tenido, ni tendrán fruto alguno. Es por ello que este proceso sólo puede ser convocado desde el mismo pueblo liberado, de ahí la necesidad del caminar juntos y juntas.
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