Evolé, el maestro de la equidistancia
El formato de Evolé es el de la neutralidad en la presentación de
los comportamientos de derecha e izquierda, en donde ambas posiciones
políticas son tratadas simétricamente; es decir, como si las dos
corrientes de pensamiento tuviesen el mismo poder en la sociedad.
1. En el programa que dirige José Miguel Monzón Navarro (Wyoming), El intermedio, el formato destaca por ser una crítica directa de las múltiples aberraciones que cometen los políticos y algunos destacados banqueros y empresarios. No ocurre lo mismo con Salvados, dirigido por Jordi Évole (JÉ), dónde el formato está compuesto de forma que la mitad del programa está dedicado a presentar las miserias de la derecha, en base a preguntas formuladas en un tono con aires incisivos cargados de crítica desde dentro del sistema, mientras que la otra parte está dedicado a airear las miserias de la izquierda, con preguntas o sugerencias propias de las afirmaciones que hace la derecha para defender el sistema. Es el formato de la ecuanimidad, de la neutralidad en la presentación de ambos comportamientos,[1] en donde ambas posiciones políticas son tratadas simétricamente, imparcialmente; es decir, como si las dos corrientes de pensamiento tuviesen el mismo poder en la sociedad. Él mismo JÉ admite que “le obsesiona que se note de que costado o color político lo pueden identificar en sus entrevistas”.[2] Esto hace que extreme su rol de periodista de derechas cuando pregunta a la izquierda, y su rol de izquierdas cuando pregunta a la derecha. Por lo que, los oyentes, si son de la derecha, quedan contentos escuchando a sus líderes oír como rebaten las preguntas que JÉ formula con ese aire de <<profesionalidad>> con que las envuelve; y si son de la izquierda, quedan igual de contentos oyendo a sus representantes rebatir las objeciones formuladas por el director de Salvados. Un formato postmoderno, ecléctico, en el que participantes y oyentes quedan todos contentos y salvados de las acusaciones envueltas que las preguntas pudieran contener. Una cosa más; ambos programas tienen en común que lo que cuentan ocurre en una sociedad que no parece ser capitalista ya que se critican los comportamientos de personajes, y algunas veces de empresas u organismos públicos, pero no al sistema.[3]
2. Ahora bien, ambos programas comparten y se desacreditan con la publicidad que realizan; Salvados tuvo una época, y El intermedio la mantiene, en la que los propios colaboradores de Wyoming , en su día el propio JÉ,
nos venden productos de empresas y seguros o cuentas corrientes de
bancos, de los que no nos cuentan la fecha de caducidad, como tampoco la
solvencia de tales activos financieros; en todos los casos salen
garantes de mercancías y servicios mercantiles del sistema neoliberal
que sobre vuela la crítica que se hace en los programas. El programa va
por su lado y la publicidad por el suyo. Se entiende que de algo hay que
vivir, pero no aprovechándose de la influencia televisiva para
persuadir a los televidentes que adquieran mercancías, la mayoría de las
veces de naturaleza consumista, y pólizas o cuentas corrientes de
bancos y cajas que demostraron posteriormente ser una estafa. La
persuasión a la compra de productos engañosos también se hace desde
estos programas supuestamente progresistas.
3. Como en la anterior, en la nueva fase, JÉ
pasa y repasa muchos de los problemas que vive la población: crisis,
paro, desahucios, el hambre de los niños sin becas de comedor, las
carencias de una democracia representativa, corrupción, Eres, etc.
Vuelve a enfatizar la responsabilidad de muchos agentes sociales y
económicos, principalmente de los políticos, sin que aparezca para nada
la relación entre estos problemas y sus causas, y que estos orígenes
son sistémicos, debido a las exigencias del crecimiento y de la
explotación capitalista. Como en la anterior, el programa continúa
reflejando la ambivalencia que elogia otro posmoderno como Morin: invita a ser prudente en nuestros juicios y acciones, pues tan bueno es lo malo como tan malo es lo bueno.[4]
Esto nos llevaría a la conclusión de que los capitalistas, o malos,
tienen tanto de bueno como los explotados, que son los buenos, pero
tienen bastante de malos. De aceptar esta ambivalencia, acabaríamos por
respetarnos mutuamente, ya que ninguna de las clases podría acusar a la
otra de mala sin reconocerle lo bueno que tiene. La trampa del
interclasismo quedaría haciendo su trabajo. Sobre estas abstracciones
construye el capitalismo sus mecanismos de integración y hace
desaparecer la lucha de clases..
4. Lo anterior nos lleva a recordar y afirmar como el capitalismo no practica la ambivalencia glorificada por Morin, pues sin crecimiento muere, y sin explotación también. Rosa Luxemburgo se esforzó para que entendiésemos que, como sistema, el capitalismo es barbarie:
nada que hacer aquí dentro. Es verdad que el sector público del
capitalismo puede ser más distributivo que el sector privado, y de aquí
que haya que defender la educación, la sanidad, las pensiones, el
transporte, etc. Pero, desde el análisis sistémico, tan capitalista es
lo privado como lo público: el abuso de poder de la policía, del sistema
penitenciario, del militar, del judicial, etc., no dejan de ejercerse
desde este ámbito público. Es decir, podemos defender lo público sin por
ello llegar a ser anticapitalistas: los subsistemas del capital ejercen
la opresión y el control sin dar lugar a las ambivalencias.
5. JÉ nos
presenta una visión del periodismo que bordea la falta de dificultades
para los que lo ejercen, aunque reconozca la precariedad a la que los
periodistas están sometidos, pero desde una visión cuyas dificultades no
parecen ser insoslayables.[5]
Es decir, no surge destacado que los medios de comunicación son una
industria del capitalismo que obtiene una doble rentabilidad: beneficio monetario y alienación de la población,
mediante la selección del contenido y los valores que este conlleva.
Los periodistas y el resto del personal que trabajan en los medios son
mano de obra barata y humilde, que ha de plegarse a la obtención de
tales dos objetivos. El mismo JÉ reconoce que no puede
pasar ciertas líneas, o se acabaría la financiación. Si la dirección de
un medio decide “poner tiempo + dinero”, en un programa es porque, en
estos casos, Salvados y El intermedio, están cumpliendo con la formula del rendimiento general: beneficio económico y alienación. Y, al igual que los encofradores en la construcción, todos los periodistas, incluyendo a JÉ y Wyoming, cumplen al dedillo con esta exigencia.
6. Con esta visión y ejercicio del periodismo, no es de extrañar que JÉ diga algo tan postmoderno como lo de: “hablando con amigos, llegamos a la conclusión que ser de izquierdas o de derechas es una cosa estética”.
Esto es una conclusión aberrante, frecuente entre la gente de derechas,
pero que no se entiende entre gentes que son anticapitalistas, que
están contra el sistema. La denuncia de los temas que hace JÉ
en su programa, como el de muchos autores que hacen un análisis del
sistema a flor de piel, solo busca, en el mejor de los casos, la
humanización con colores verdes del capitalismo. Hace muchos años que la
derecha viene afirmando que la izquierda no existe; se entiende que
donde no hay enemigo, la armonía social está asegurada y sus privilegios
de clase garantizados. Sin embargo, la izquierda, si es de clase y
antipatriarcal, no cesa de recordar la necesidad de la lucha de clases,
no sólo para resolver problemas de paro, salarios de hambre, condiciones
de trabajo inhumanas, etc.; sabe que sin una cultura de la contestación
no acabará con el capitalismo, y si no acaba con el sistema menos con
la explotación y la alienación, así como con los subsistemas que
defiende estas situaciones: policial, penal, judicial, militar,
patriarcal, racial, etc. ¡Ética, Política!, sin vosotras, ¿qué sería del
compromiso social?
7. Sólo así se entiende que la solución a los problemas que se denuncian en Salvados pueden ser solucionados por personajes y no movimientos sociales. Piensa y dice JÉ que los cambios en política podrían ser “impulsados por [gente como] Eduardo Madina del PSOE, Albert Garzón de IU, e incluso por Soraya Sáez de Santa María
del PP”. Es decir, no está pensando en transformaciones desde las bases
populares, desde los movimientos sociales con tan larga historia, para
transformar el neoliberalismo, sino en gurús jóvenes en política oficial,
en gentes que acrediten ser dignos representantes para que la res
pública siga gestionada desde arriba, desde los partidos, desde las
instituciones políticas corrompidas. Esta visión se contradice con la
exigencia de participación ciudadana que menciona en su entrevista; a
menos que tal rol lo considere marginal, periférico. Porque si las
transformaciones sociales han de venir desde abajo, desde los
movimientos sociales que hace largo tiempo las vienen impulsando, estos
no son los que el popular periodista tiene in mente.
8. Punto de menor importancia pero que tiene su gracia a la hora de hacer una fotografía de JÉ.
En las empresas capitalistas, las jornadas de trabajo, largas e
inseguras, no son las más propicias para la vida familiar. Esto le
ocurre a unos 16 millones de ocupados asalariados, a otros 4 millones de
personas empleadas en la economía sumergida, y seguro que también les
pasaba lo mismo a esos 6 millones de trabajadores que fueron expulsados
al paro sin ningún miramiento. Sin embargo, en un diario de gran tiraje,
en el que JÉ es entrevistado, cuando le preguntan por el costo de oportunidad
de sus reconocidos éxitos profesionales los remite a esa carencia que
sufre de no poder ver a su hijo cuando dura la fase de dedicación a las
entrevistas. Lamenta que sólo en los tiempos de pausa puede “centrarse
en él”. La entrevistadora, Ana Pastor, aprovecha este elemento de sacrificio de JÉ,
recordándonos como “el periodista es padre y le sabe mal las ausencias y
los minutos robados a su hijo, pero este inconveniente sirve para
mantenerle pegado a la realidad, y que es un referente para que los
éxitos conseguidos no le hagan perder el norte”. Los millones de padres y
madres que diariamente salen a buscarse el pan mediante el empleo, o el
pan mediante los bancos de alimentos, ¿acaso no viven esta misma
situación? Espero que el compromiso social de JÉ tenga unos fundamentos más ideológicos.
9. El programa Salvados
es a la televisión lo que las plazas de 15-M supusieron para muchas
personas cabreadas con unas situaciones de precariedad, o paro, o
desahucios, o recortes sociales, situaciones que el sistema se encontró
incapaz de mantener los niveles de empleo y de consumismo de etapas
anteriores, debido a las exigencias de su propia transmutación. Sin la
explosión de las diversas burbujas económicas, y de un capitalismo
decidido a no sostener las diversas <<culturas del
botellón>> de la juventud, el fenómeno indignaos del 15-M
hubiera sido impensable. Aquella apatía se rompe cuando el sistema corta
el grifo del vivir cómodo en casa de los padres. El programa ofrece ese
espacio oportuno y necesario para que los indignados seleccionados por
el propio periodista, se expresen contra el neoliberalismo. Como alguien
expresaba en el programa, hace de válvula de escape a la presión que el
mismo sistema produce. Digamos que el programa no destaca por una fuerte y frecuente presencia de militantes anarquistas y corrientes radicales contra el capitalismo. Por otro lado, Ana Pastor tampoco es una periodista con capacidad, o ideología, para ser más incisiva en sus preguntas y preocupaciones profesionales. [6]
Se entiende que, “en un país que tiene una crisis como esta”, con
periodistas progresistas como los mencionados que no van más allá de la
indignación, “el sistema no se venga abajo”. La radicalidad antisistema
tendrá también que no dejarse deslumbrar por estos programas. Yo espero,
sólo espero, que Salvados se someta a un programa exclusivamente
dedicado a su autocrítica, así como alguna vez dedique otro a
radiografiar las entretelas de la industria periodística. Esto nos dará
una mejor pauta de hasta donde la capacidad crítica de JÉ
está dispuesta a penetrar por las rendijas del capitalismo y dejar
clara su barbarie. Que grietas las tiene y más barbarie es imposible
practicar.
José Iglesias Fernández
Barcelona, 8 noviembre del 2013
Donde, para la derecha, los malos son los de izquierda, y para la izquierda, los malos son los de la derecha.
Las citas son todas extraídas de “Ana Pastor le da la vuelta a Jordi Évole”. El Periódico de Cataluña, 27 octubre del 2013.
Insistimos, el centro de la crítica es el neoliberalismo, modelo de acumulación del sistema, pero no el capitalismo.
Edgar Morin y Patrick Viveret. Como vivir en tiempos de crisis, Icaria, 201
Los periodistas frecuentemente intentan
vendernos su profesión desde el punto de vista del derecho que tienen a
la libertad de expresión. Se olvidan más frecuentemente todavía que son
mano de obra tan explotada como pueden ser los carpinteros, fontaneros,
electricistas y tantos otros oficios. Y que la libertad de expresión es
una ficción en democracia burguesa, como lo es cuando ejercen en sus
respectivos empleos.
Su programa funciona como otra válvula de escape para el sistema.
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