NOTA: Este texto es la base argumental de varias charlas-debate a realizar en Euskal Herria sobre el significado y papel de la OTAN en el contexto actual.. Adelanta algunas posibles reflexiones sobre las relaciones entre la OTAN y la actual coyuntura electoral europea con la voluntad de ampliar la crítica a aparatos de poder político-militar vitales en la Unión Europea. Por último, se recomienda que en la medida de lo posible se simultanee la lectura colectiva de esta ponencia con otra muy anterior, de Septiembre de 2008 titulada Evolución y crisis de la Unión Europea, a libre disposición en la Red, y que sirviera de encuadre en la charla-debate habida en la Universidad de Filosofía de Valencia el pasado 17 de marzo.
1.-
En mayo de 1982 el Estado español se convertía en miembro de la OTAN, pero fue en marzo de 1986 cuando la parte del pueblo vasco bajo dominación española rechazo mediante referéndum su incorporación definitiva. A pesar de la abrumadora voluntad popular, fuimos metidos a la fuerza dentro de la máquina militar imperialista que es la OTAN. Nosotros y también los pueblos catalán y canario dijimos que queríamos estar fuera de ese monstruo de destrucción física y control político creado en abril de 1949. Por tanto, nos encontramos en la mitad de dos efemérides muy importantes: una, la pasada de marzo: 28 años de injusto y antidemocrático encadenamiento a la OTAN; y otra, la próxima de abril: 65 años de existencia de este cuerpo militar decisivo en la historia reciente del imperialismo.
Además, la doble efeméride se produce en la coyuntura de las elecciones europeas a celebrar a finales de mayo de 2014, que ya están provocando debates de enjundia y calado, y en el contexto de una redoblada ferocidad expansionista del capitalismo occidental que casi abarca a todo el planeta y que recientemente ha endurecido sus presiones para desestabilizar Europa del Este con el fin de debilitar a Rusia para obligarle a aceptar futuras exigencias leoninas que pretenden ir más allá de los precios de los recursos energéticos y minerales, para abarcar al potencial científico ruso; todo ello dentro de un proyecto a largo plazo que busca estrechar el cerco sobre China Popular. Teniendo esto en cuenta, resulta erróneo hablar de las efemérides de la OTAN silenciando la coyuntura electoral europea y el contexto imperialista, y sobre todo sin tener en cuenta las tendencias evolutivas fuertes del capitalismo mundial, que no sólo el contexto del imperialismo occidental.
Hemos dicho que la entrada en la OTAN era tan importante para la burguesía española que no dudó en arriesgarse a convocar un referéndum con el peligro de perderlo que ello implicaba. Pero esta burguesía, y la internacional, contaban con la fidelidad incondicional de un peón servil que por entonces empezaba a beneficiarse de las ganancias económicas y de prestigio y estatus que el poder facilita en una economía y un Estado genéticamente corruptos como el español. En efecto, tras una década de «transición» en la que el PSOE había ido penetrando en niveles de poder provincial, autonómico y estatal crecientes, sobre todo desde que llegó al Gobierno a finales de 1982, y en la que había engullido a sectores cualificados de la militancia ex revolucionaria trepadora y pesebrera, en esos años el PSOE era para el capital la única fuerza política que todavía podía manipular la credulidad de las masas con una sutil propaganda pro-imperialista oculta bajo el discurso de la modernización, de la democracia y del progreso.
Significativamente la maniobra manipuladora fracasó en tres naciones oprimidas que por su historia tenían especial conciencia anti-imperialista: Canarias, Catalunya y Euskal Herria, mientras que en Galiza la abstención superó el 61%. Pero para comprender por qué era tan importante para el capitalismo español entrar en la OTAN, tanto que incluso se arriesgó a convocar y perder el referéndum, primero es necesario saber quién, por qué y para qué se creó ese aparato político-militar.
2.-
Al finalizar la que la historiografía eurocéntrica define como II GM la situación europea era de auténtico caos y desastre, de crisis pre-revolucionaria en varios Estados burgueses decisivos para el modo de producción capitalista. Mientras que los EEUU no habían sufrido destrozo alguno en su economía, la URSS tuvo más de 27 millones de muertos, la gran mayoría jóvenes, perdiendo el 25% de su economía, destrucción casi total en la zona ocupada por los nazis. En Europa, las hambrunas, enfermedades y migraciones masivas se generalizaron desde otoño de 1945 llegando a ser terribles en el frío invierno de 1946-47 en el que decenas de millones de personas tuvieron insoportables problemas cotidianos porque alrededor de 16 millones de viviendas habían sido destruidas o no estaban en condiciones de habitabilidad. En 1945 la producción europea de cereales de grano grueso era el 60% de la de 1940, habiéndose desplomado en los países del Este bajo ocupación nazi. Los transportes, carreteras, puentes e infraestructuras en general estaban muy seriamente dañados, sobre todo en el Este. El peligro real de hambruna no había desaparecido todavía en 1949 porque la cosecha mundial de alimentos de 1947-48 había descendido en un 7%.
En la mayoría de los países ocupados por el nazi-fascismo la gran burguesía estaba del todo desacreditada entre las clases explotadas por su colaboracionismo activo y descarado o silencioso pero muy efectivo. La deslegitimación social afectaba a amplios sectores de la mediana burguesía que se había mantenido en una falsa «neutralidad» que le permitía cumplir gustosamente con las exigencias productivas del ocupante, sobreexplotando a sus trabajadores con la excusa de la implacable represión nazi. La casta artística e intelectual, sobre todo en la Academia, no estuvo a la altura del mito del «compromiso del intelectual» sino que la mayoría se escabulló como pudo. Aunque en países como Dinamarca, Holanda y pocos más, sectores del bloque social burgués habían resistido pasivamente e incluso ayudado a varios miles de familias judías y de otros grupos perseguidos, aunque fue así, la mayoría de la pequeña burguesía esperó a los últimos meses de la guerra para intervenir en la resistencia.
Por el contrario, fueron los pueblos trabajadores de los países ocupados los que cargaron sobre sus vidas los costos durísimos de la resistencia y de la liberación. Los observadores yanquis y británicos, y los muy contados resistentes burgueses en la Europa ocupada, eran muy conscientes tanto del desprestigio de la burguesía como del prestigio del proletariado, y en especial del hecho de que las armas y la capacidad organizativa mejorada durante la resistencia, estaban del lado de las clases explotadas. Muchas fábricas estaban en manos de los obreros porque sus propietarios colaboracionistas o nazifascistas no se atrevían a presentarse en ellas. La justicia popular era aplicada sin esperar a las dudas, silencios e indecisiones cómplices de la justicia burguesa que no se había opuesto a la barbarie.
Los informes aliados muestran gran inquietud por la relación de fuerzas sociales, y por la posibilidad de estallidos revolucionarios que instaurasen regímenes como el de la URSS. Hay que recordar algo que es sistemáticamente negado o menospreciado: que la victoria aliada fue debida en primera y fundamental causa al Ejército Rojo, que destruyó el 80% del ejército nazi, y destrozó sus mejores unidades. Además, empezaban a surgir tensiones internas en los ejércitos norteamericano y británico porque cada vez más tropas exigían la inmediata vuelta a sus casas, y emergía una autoorganización de soldados con planteamientos democráticos básicos. El alto mando burgués estaba dividido entre una minoría que no descartaba atacar a la URSS, una mayoría que no quería y otra minoría más lúcida que avisaba del debilitamiento de la disciplina y cohesión interna de sus ejércitos si se iniciaba una nueva guerra contra el Ejército Rojo.
Las discrepancias internas afectaban también al futuro de Alemania, pero no podemos entrar ahora en esta cuestión. Lo cierto es que el imperialismo yanqui decidió buscar un respiro para reorganizarse y entre otras medidas, lo encontró en el Plan Marshall de julio de 1947, que se aplicó para reactivar lo más rápido posible la economía capitalista, relegitimar los valores burgueses y luchar contra la ideología comunista. Todo ello era imprescindible para dar salida a los productos y capitales yanquis que necesitaban urgentemente expandirse por el mundo para no desencadenar una crisis de sobreproducción interna que podía coincidir con el malestar creciente de sus clases trabajadoras.
Pero fue sólo un paso intermedio en un proceso que había comenzado antes de manera un tanto imprecisa, y que tomaría cuerpo definitivo con la creación de la OTAN. Es cierto que los EEUU habían decidido no cometer el error de 1918 cuando se retiraron de casi todos los conflictos, excepto en el de la invasión de la recién nacida URSS, y en el reforzamiento de su poder en las Américas, pero su plan estratégico se fue perfilando gradual aunque rápidamente entre 1944 y 1945, cuando el diversas reuniones internacionales impusieron las nuevas instituciones imperialistas simbolizadas en Bretton Woods: FMI, BM, lo que al poco tiempo sería GATT y más tarde OMC, etc., así como los pactos con la URSS, marginando a Gran Bretaña y sobre todo al Estado francés. Dentro de este proceso general de reconfiguración del mundo según los intereses yanquis, el Plan Marshall era un paso muy importante en todos los sentidos: salvar al capitalismo eurocéntrico, empezar la tarea de derribo de la URSS y crear un modelo de penetración y control de otros países mediante la «ayuda económica», de manera que se invisibilizaba el control político-militar interno, efectivo y decisivo.
La OTAN era coherente y necesaria con estos objetivos fundamentales para el imperialismo yanqui. La OTAN era la armadura interna, el puño de acero dentro del guante de seda de la «democracia occidental». Su carácter de «necesidad» no respondía sólo a la urgencia coyuntural del momento de crisis en la Europa capitalista y de prestigio de la URSS, aunque también; tampoco respondía sólo a la necesidad contextual del imperialismo a medio plazo, sino que sobre todo respondía y sigue respondiendo a la necesidad esencial del modo de producción capitalista de disponer de un instrumento de terror, terrorista, que garantice y agilice la acumulación ampliada de capital. Las urgencias coyunturales y contextuales son importantes, pero lo esencialmente decisivo es asegurar y acelerar la acumulación ampliada, como se demostró en 1989-91 y ahora mismo.
Entre 1945-49 en lo relativo a la OTAN la coyuntura estaba marcada por el avance lento de la influencia de las izquierdas comunistas y del reformismo socialdemócrata, y los esfuerzos burgueses y de la Iglesia por recomponer las fuerzas conservadoras, lo que planteaba el problema del orden represivo interno, de las nuevas disciplinas de explotación laboral, el problema del castigo de los nazifascistas y colaboracionistas, etc. El contexto estaba marcado por el avance de los planes norteamericanos de fortalecer a la Europa conservadora para enfrentarla a la URSS, plan inseparable de la unificación de las fuerzas militares en los EEUU, de la creación de la CIA y del NSA y de sus primeras intervenciones clandestinas en la Europa del Este pero también del Oeste, en el apoyo a la masacre de Grecia por Gran Bretaña, en las crecientes provocaciones a la URSS incumpliendo cínicamente la mayoría de lo acordado con ella, como ocurrió con respecto a Alemania y la ciudad de Berlín, etc. Recordemos, como ejemplo, la masiva intervención de la CIA en las primeras elecciones italianas, invirtiendo centenares de millones de dólares para manipular la opinión pública, negociar con el crimen organizado --Mafia, Camorra, etc.-- su apoyo a la alianza entre la democracia cristiana, la Iglesia y los ex fascistas, ocultar la implacable guerra sucia y presiones de todo tipo contra el PCI, etcétera.
Fue en este conjunto de circunstancias cuando empezaron a divulgarse ideas sobre la conveniencia de avanzar hacia alguna forma de «unidad europea» y de «ciudadanía europea». Voces provenientes de sectores conservadores impactados por el auge de las ideas socialistas y comunistas entre las clases explotadas, por la fuerza de la URSS y del Ejército Rojo, por el desprestigio de las burguesías colaboracionistas y por la aplastante derrota del nazifascismo. Si la evolución de la coyuntura y el contexto reforzaban cada vez más la necesidad de la OTAN, fue la misma naturaleza del capitalismo la que le dio el impulso irreversible. Llegados a este punto, debemos realizar una explicación un poco más detallada del papel de la violencia estatal en el desarrollo capitalista por su decisiva importancia para entender lo que sigue.
3.-
La violencia es la partera de la nueva sociedad, y a la vez es la retardataria de la muerte de la vieja sociedad. ¿Cómo puede ser posible que la violencia sea dos cosas opuestas a la vez? Pues porque la primera es la violencia revolucionaria y la segunda la reaccionaria. Cuando aquí hablamos de nueva o vieja sociedad lo hacemos refiriéndonos a nuevo o viejo modo de producción, donde esta verdad es axiomática, aunque también lo es muy frecuentemente en los cambios en las sociedades concretas, en los sistemas económico-sociales particulares dentro de un mismo modo de producción. Aclarado esto hay que decir que el capitalismo nunca hubiera podido suplantar definitivamente al feudalismo de no ser por la superioridad de su Estado y poder militar, además de su superioridad económica innegable. Ésta segunda es la decisiva como tendencia fuerte, pero su materialización concreta depende de los resultados de las luchas de clases, y en especial de los de las guerras, es decir, de los choques entre Estados.
La historia del capitalismo europeo también confirma esta visión. Los Estados y sus ejércitos, y las violencias, han sido las fuerzas materiales más o menos conscientes que han terminado por orientar el triunfo de una de las posibilidades de futuro latentes en las tendencias activadas por las contradicciones internas del sistema capitalista, primero en sus luchas con el feudalismo, y después en las luchas internas al capitalismo en sí. Sobre la base fundamental de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, los Estados han influido en las formas concretas reales en la que se expresa el contenido de esa contradicción. Los resultados de las guerras entre Estados han determinado las formas reales de los acuerdos alcanzados o impuestos entre los bandos en lucha, entre vencedores y vencidos. Podemos llamar reordenaciones a los Tratados, Convenios, Acuerdos, etc., en los que se sancionan legalmente las ganancias y las pérdidas de los bloques que han luchado en guerras decisivas.
Las reordenaciones y las guerras que las sancionan legalmente, no son sino síntesis político-institucionales, dicho básicamente, que reflejan las relaciones de fuerza establecidas por la evolución de las contradicciones internas del capitalismo, que surgen de la unidad y lucha de contrarios que caracteriza a la ley de concentración y centralización de capitales, a la ley de perecuación, etc., que funcionan como parte de la ley de la acumulación general. Todas ellas son tendenciales, no deterministas ni mecánicas, sino interrelacionadas siempre con la lucha de clases con mayor o menor determinación según las circunstancias concretas. Desde esta perspectiva, la historia de la llamada «unión europea» en lo esencial no es sino la historia del accionar siempre complejo y brutal a veces de las contradicciones capitalistas. No es la «evolución de la idea europeísta» sino de la tasa de beneficio sometida a caída tendencial que debe aplicar contratendencias para recuperarse. No es tampoco el «proyecto democrático de la ciudadanía» sino la lucha de fracciones burguesas diferentes que usan a los pueblos trabajadores como peones ciegos y en caso extremo como carne de cañón.
Dicho con más detalle: los Estados y sus ejércitos han jugado un papel directo en las tres reordenaciones del capitalismo europeo, y lo están jugando en la cuarta pero de manera diferente por las razones que veremos. En la primera de ellas, que se expresa en el Tratado de Westfalia de 1648, fueron los ejércitos holandés e inglés fundamentalmente los que aplastaron al imperio español, abriendo una fase político-jurídica, cultural y militar más adecuada para la expansión del capitalismo colonialista, acelerando el retroceso feudal y preparando su derrota definitiva. En la segunda reordenación, que se expresa en el Congreso de Viena de 1815, los ejércitos internacionales dirigidos por Inglaterra vencieron al ejército francés facilitando que la industrialización europea fuera dirigida por la burguesía británica con la competencia creciente de su aliada prusiana. En la tercera reordenación, que se expresa en los acuerdos de Teherán, Yalta y Potsdam entre finales de 1943 y verano de 1945, salieron vencedores los EEUU y la URSS, pero tan debilitada ésta por la agresión del imperialismo nazi que nunca pudo superar al capitalismo, implosionando. La tercera reordenación está en la base de los «treinta gloriosos» del capitalismo eurocéntrico, y la OTAN creada en 1949 fue decisiva para estabilizar ese período y es decisiva en la actual cuarta reordenación en curso, que ha tenido en el Tratado de Maastrich de 1992 su pistoletazo oficial de salida.
4.-
Debemos decir que hay determinadas constantes y diferencias en estas reordenaciones que no podemos resumir, pero que están desarrolladas en la ponencia citada al inicio. En lo que toca a la OTAN, la gran diferencia radica en que por primera vez en la historia del capitalismo europeo es una potencia no europea, los EEUU, la que la dirige, controla y arma cualitativamente, dependencia aceptada con gusto por todas las burguesías del continente, estén integradas o no con plenos deberes y pocos derechos en esta máquina de terror. Desde 1943-45 y sobre todo desde 1949, la evolución del capitalismo europeo ha estado en lo fundamental controlada por el imperialismo yanqui, porque antes casi lo estaba ya en la dependencia financiera. Fundamental quiere decir capacidad de asegurar las condiciones de su reproducción ampliada, o sea, además de la explotación asalariada interna y del saqueo euroimperialista externo, también la defensa interna y externa, la garantía de obtención de recursos energéticos y materiales y la garantía de «respeto internacional», tanto durante la fase de mal llamada «guerra fría» como durante la fase posterior, en la que el imperialismo eurocéntrico es cuestionado de otra forma, pero cuestionado.
Si bien las sucesivas etapas de concreción de lo que ahora se denomina «unidad europea» han ido avanzando incluso con tensiones puntuales más o menos conocidas con los EEUU, la realidad es que, en lo fundamental, no ha habido ninguna disputa insuperable entre el bloque de clases dominante en Europa y los EEUU, cediendo el primero en lo decisivo y el segundo en lo accesorio. La claudicación del nacionalismo imperialista francés frente a la OTAN es un ejemplo aplastante, como antes lo había sido la claudicación británica y francesa en la Guerra de Suez de 1957 y después lo sería la claudicación europea en la guerra de descuartizamiento de Yugoslavia, por citar algunos casos. Las políticas de unidad monetaria europea, del Ecu al Euro, no han cuestionado nunca la supremacía del dólar, y cuando la moneda yanqui ha mostrado debilidad ha sido por contradicciones internas suyas y por presiones externas mundiales, no sólo europeas.
Otra diferencia es que ahora la OTAN tiene un contenido militar-policíaco muy superior a los que tuvieron los ejércitos vencedores en las reordenaciones pasadas, al de «los cien mil hijos de San Luís» de 1829, o a los ejércitos colonialista occidentales que asolaron China desde 1839, o al ejército internacional imperialista que invadió la URSS en 1918, por citar algunos ejemplos. Además, este contenido no se expresa sólo pública y oficialmente, sino que la OTAN tiene además sus aparatos de «guerra secreta», «guerra psicológica», «guerra mediática», etc., de los cuales la Red Gladio fue una puntita del iceberg, puntita que sigue activa con otros nombres desconocidos. La efectividad de sus sistemas de terrorismo e intimidación es inseparable de la efectividad de las varias agencias yanquis al respecto, todas conectadas con la de uno de los Estados terroristas por esencia, el de Israel. Pero la diferencia fundamental radica en que la OTAN surge en una fase crítica del imperialismo, la de la 1949-91, y es luego readecuada varias veces para responder a las nuevas necesidades de la acumulación ampliada.
5.-
Desde la hecatombe de la autarquía franquista en la década de 1950 y el cambio de modelo de 1959, si no antes, el bloque de clases dominante en el Estado era consciente de la urgencia de engancharse no sólo a los EEUU, como ya ocurría, sino también al Mercado Común Europeo. En lo militar, la situación española era deprimente a pesar de las ayudas yanquis: tan deprimente que apenas había munición para enfrentarse a la invasión marroquí del Sahara bajo «protección» española. Durante la demoledora crisis socieconómica y política de la «transición» las contradicciones internas del Estado y las presiones externas de los EEUU y de la socialdemocracia de la RFA determinaron que la «entrada en Europa» apenas sin condiciones y sí con muchas cesiones fuera una de las medidas salvadoras, siendo la otra la Monarquía post-franquista.
A finales de la década de 1970 y en especial bajo la administración Reagan desde 1981 la denominada «segunda guerra fría» estaba siendo llevada al extremo por la OTAN. Los EEUU aplicaban la doctrina de la «guerra nuclear táctica» o «guerra nuclear localizada», además del uso de las bombas de neutrones que destruían la vida pero no los edificios, fábricas e instalaciones, y de otras armas biológicas y químicas de alta letalidad etc. En el Estado español las fuerzas más reaccionarias preparaban diversas intentonas de restauración de un franquismo sin el dictador Franco, mientras que la crisis socioeconómica seguía a pesar de la humillante claudicación de la «izquierda» reformista en los Pactos de la Moncloa de 1977.
Todo indica que fue entonces cuando volvió a funcionar la unidad de mando político-militar del imperialismo, y cuando la OTAN activó todos sus poderes invisibles para salvaguardar los «intereses de occidente». La segunda guerra fría en medio de una crisis general desencadenada a finales de los ’60 y agravada en 1973 con la llamada «crisis del petróleo», exigía que la península ibérica fuera una gigantesca reserva estratégica de la OTAN. Una de las razones que explican el pseudo-golpe militar del 23 de Febrero de 1981, además de otras de carácter interno a la crisis española, era la exigencia del imperialismo de que el Estado español entrase de inmediato en la OTAN. Diez días antes del golpe del 23-F el candidato a la presidencia de gobierno dijo que uno de sus objetivos inmediatos era la entrada en la OTAN, como así sucedió al cabo de 15 meses.
En realidad sólo se había sancionado legalmente una situación de facto, pues existían bases yanquis desde la mitad de los ´50 y era de sobra conocido que en caso de guerra el Estado español se convertiría inmediatamente en reserva estratégica. Desde finales de 1982 el PSOE estaba en el gobierno español asumiendo la disciplina de la OTAN y aplicando un programa socioeconómico de supeditación absoluta a las exigencias del Comunidad Económica Europea y del neoliberalismo. La presión imperialista contra la URSS aumentaba día a día provocando situaciones críticas como la de 1983, cuando nada menos que la reina Isabel de Inglaterra gravó ante las cámaras de televisión la declaración oficial de estallido de la tercera guerra mundial, catástrofe que se pudo evitar in extremis.
La clase dominante española necesitaba «entrar en Europa» a cualquier precio para intentar recortar las crecientes distancias que le separaban de las economías capitalistas más poderosas, y la OTAN era una de las puertas de entrada más eficaces. Además, en el contexto de segunda guerra fría, el imperialismo presionaba para que la península ibérica asumiera incondicionalmente ser la retaguardia estratégica en caso de guerra. De este modo, el gobierno organizó un referéndum en 1986 para zanjar definitivamente el problema del rechazo a la OTAN por parte de las clases y pueblos explotados.
Para las naciones oprimidas por el Estado español la entrada oficial y definitiva en la OTAN suponía un reforzamiento de las cadenas imperialistas. En nuestro caso la base de las Bardenas Reales adquirían una oficialidad imperialista en el pleno sentido, que no sólo español, lo que dificulta su devolución al pueblo. Hay que recordar también que en esa época existían planes para, en situación de crisis, militarizar la depresión del Ebro como zona de llegada de refuerzos norteamericanos y de reorganización de la OTAN tras un ataque del Pacto de Varsovia. El plan de militarización incluiría la creación de autovías de uso rápido e intenso para cruzar la Cordillera Pirenaica en ambas direcciones. De lo que se trataba era de reordenar el espacio europeo tanto para la expansión del capital como para preparar su defensa frente a un ataque del Pacto de Varsovia. Una muestra de ello implicaba contra las naciones oprimidas la encontramos en las declaraciones de J. Delors de 1989 cuando explicó que el Estado español sería en Europa como lo era entonces Andalucía en el Estado español, o sea, retaguardia contra África, y zona de turismo, toros y calor para las ricas burguesías del frío norte europeo.
La OTAN era el nudo político-militar que sujetaba la urdimbre compleja de esta red de poder que se estaba imponiendo contra los pueblos. Por ejemplo, el sistema policial europeo estructurado desde Trevi en 1976 y Schengen en 1985-95, aparte de la Europol de 1995 actualizada en 2003, este sistema tentacular tenía y tiene relaciones operativas con los servicios secretos de una OTAN que en 2002 estudiaba la propuesta española, británica y estadounidense de ampliar su campo de acción a los problemas de la seguridad interna de sus miembros contra el «terrorismo», a la vez que penetraba más en el antiguo «bloque soviético» celebrando la importante Cumbre de Praga. Semejante proceso de judicialización policial y policialización judicial ocultaba una realidad de fondo más tenebrosa: menos de un mes después de los atentados del 11-S de 2001, los servicios secretos yanqui y británico reactivaron los sistemas de acción alegal e ilegal, los «espacios grises», de «penumbra legal» ya empleados por los grupos de guerra sucia activos desde 1944 hasta 1992, y después, para que sus agentes secretos pudieran «perseguir al terrorismo» con impunidad absoluta, citando el Artículo Quinto de la Carta de la OTAN: se volvieron a utilizar vuelos secretos de aviones con prisioneros no declarados, «no-existentes», y los centros oculto de tortura y detención indefinida en medio del silencio de los Estados. Prácticas que se conocieron sólo a finales de 2005.
La llamada «opinión pública» no debía conocer estas y otras atrocidades porque entonces hubiera podido reaccionar en contra. Pero tampoco los Estados pertenecientes a la OTAN debían conocer los pormenores decisivos de otras operaciones, o incluso debían desconocerlos hasta que se hubiesen impuesto por los hechos, como ocurrió cuando los EEUU negociaron con Polonia y República Checa la instalación de bases con misiles «defensivos» cerca de sus fronteras con Rusia antes de 2007. Una vez firmados los acuerdos se informó al resto de la OTAN de la puesta en práctica de unas medidas político-militares que multiplicaban las tensiones con Rusia. Desde antes de iniciarse estas negociaciones, los EEUU invertían más de 5000 millones de dólares en ONGs «culturales», «humanitarias», «democráticas». etc., en Ucrania con el objetivo de crear un «gran movimiento ciudadano» al estilo de las «revoluciones naranja» de los ’90. La OTAN fue movilizando fuerzas neofascistas o directamente nazis con esas y otras «ayudas humanitarias» cuyos resultados vemos ahora.
La manipulación del concepto de «terrorismo» abría todas las puertas para intervenciones directas o indirectas de la OTAN en sus propios pueblos. En la reunión de Lisboa en 2010 se decidió aumentar la lucha de la OTAN contra la «insurgencia» de los pueblos, potenciar los misiles y otras armas sofisticadas, y prepararse para ataques en el exterior, con la vista puesta en no repetir los errores cometidos en la invasión de Afganistán de 2003. En noviembre de 2011 los rumores de un inminente golpe de Estado en Grecia obligan al gobierno a destituir a la cúpula militar. La UE y la OTAN no aceptaban que el pueblo griego ejerciera el derecho a referéndum para dar su opinión sobre la política monetaria impuesta por la Troika: el gobierno dimitió y no hubo referéndum.
La utilización de términos como «terrorismo» e «insurgencia» facilitan que en verano de 2012 el gobierno alemán haya dado permiso a su ejército para intervenir en su propio país, cosa que tenía totalmente prohibida desde 1945. En la raíz de esta medida está la clara tendencia al aumento del malestar social en Alemania, descontento que se ha expresado en las duras luchas habidas en Hamburgo a comienzos de 2014 en la que la policía ha tenido que emplear muchos efectivos para «controlar» la situación. Desde hace varios años abundan las advertencias realizadas por instituciones como el BM, FMI y otras sobre el riesgo de mayor tensión social en Europa y fuera de ella. Es en este contexto en el que el Consejo Europeo de Defensa de diciembre de 2013 acepta todas las decisiones de la OTAN, algunas de las cuales refuerzan la opresión nacional de Andalucía al instalarse misiles en Rota y reforzarse las tropas yanquis en Morón.
La re-militarización de la política alemana desde 2012 es coherente con la estrategia global de la OTAN de rearmarse cara presionar lo más posible a Rusia. Desde comienzos de 2011 los EEUU endurecieron el control de las costas europeas con la intervención de navíos con los más sofisticados misiles, dentro de un plan de largo alcance según el cual debería haber 234 misiles operativos para 2015, 356 para 2017 y 515 para 2020. Plan que a su vez está inserto en otro más amplio que, entre otros capítulos en los que no podemos extendernos, pretende mejorar las bombas nucleares tácticas por ahora desplegadas oficialmente en Alemania, Turquía, Italia, Holanda y Bélgica dentro de la parte continental de la OTAN. Viendo estos y otros planes de la OTAN imaginamos fácilmente cómo se ha ido cercando a Ucrania hasta la situación presente, cómo se puede seguir presionando a Polonia para que se pliegue aún más a las exigencias imperialistas.
Tenemos el caso de Turquía, con un Estado corrupto, represor en grado sumo, pero que es tratada de forma tan cuidadosa porque la OTAN quiere instalar en ella más armas y más destructivas en las más de 20 bases otánicas allí establecidas. El imperialismo va a establecer en Turquía uno de los puestos de mando más sofisticados, el llamado LandCom con poderes sobre todas las fuerzas militares que deben controlar la decisiva área formada por el sur de Rusia, Irán, Siria y zonas amplias del Mar Caspio. Área tan estratégica que los EEUU considera necesario el aumento de tropas europeas en Turquía. Tenemos que partir de esta realidad militar para comprender la diferencia de trato de la Troika y de la UE en su conjunto a Gracia si la comparamos con el recibido por Turquía.
Ahora mismo, la estrategia polivalente de la OTAN se está reforzando al ampliarse la táctica de «acoso económico» a los pueblos resistentes e «insurgentes», incluso «terroristas», táctica ya aplicada durante más de medio siglo contra Cuba y generalizada posteriormente. Además, con la excusa del incremento de las tensiones y del caos, la OTAN está procediendo a crear unidades de intervención rápida con un mínimo de 13000 efectivos, y significativamente ha anunciado la realización en 2015 de grandes maniobras militares con estas unidades dentro de Europa. El anuncio de reducción de gastos y efectivos del ejército yanqui responde más a una reorientación de sus inversiones para multiplicar la calidad y cantidad de destrucción en campañas cortas e intensas, evitando largos conflictos que puedan generar movimientos de solidaridad «anti-occidental».
En Julio de 2013 la Federación de la Industria Alemana (BDI) y el Movimiento de Empresas de Francia (MEDEF), las dos más poderosas organizaciones empresariales de ambas potencias y que al actuar unidas de ahora en adelante forman un grupo de presión aplastante, sellaron un pacto estratégico global en el que destacan dos objetivos esenciales para el capitalismo eurocéntrico: presionar a Rusia para abaratar los costos de sus materias primas, especialmente del gas, y negociar con los EEUU las condiciones de la gran zona trasatlántica de libre comercio entre ambas orillas del océano. Los dos objetivos involucran a la OTAN como la fuerza militar que debe presionar a Rusia para que reduzca los precios, y como fuerza militar que garantice la seguridad del tráfico marítimo, aéreo y de telecomunicaciones en el Atlántico.
Muy probablemente la NSA norteamericana, es decir la OTAN, haya espiado en tiempo real las conversaciones entre la gran patronal alemana y francesa que llevaron al pacto firmado en Julio de 2013. Quiere eso decir que muy posiblemente la gran patronal yanqui estuviera al tanto de lo fundamental del acuerdo germano-francés. Y es que otra de las tareas de la OTAN es conocerlo todo. El humillante espectáculo dado por la llamada «clase política» europea al aceptar sin apenas protestas las meticulosas informaciones sobre el masivo espionaje de sus sistemas de comunicación incluso personales e «íntimos» por los servicios secretos, tal mansedumbre frente al «caso Snowden» y otros más por ahora desconocidos, muestran tanto la jerarquía de mando en el imperialismo como la dependencia europea. El que se diga que Alemania y el Estado francés, además de otros que se sumen después, van a actuar unidos para proteger sus «informaciones sensibles» no deja de ser una pataleta de los segundos con respecto al mandamás.
6.-
La ampliación de las atribuciones y poderes de la OTAN responde a la dinámica de militarización del capitalismo ya analizada por Marx y Engels al decir este último que un acorazado venía a ser como una fábrica capitalista que termina generando más gastos que beneficios, y luego confirmada por Rosa Luxemburgo y por quienes estudiaron el imperialismo a comienzos del siglo XX. Las investigaciones sobre el complejo industrial-militar como rama productiva de novísima tecnología y sobre el keynesianismo militar como estrategia político-económica que generan ganancias iniciales pero que se convierten en gastos improductivos a la larga, están siendo confirmadas en todo momento.
Un capítulo cada vez más importante de esta crítica al militarismo imperialista y por ende a la OTAN es el que trata sobre el contenido político del ejército como institución. Dado que el Estado es la forma política del capital, y dado que el ejército es uno de los tres aparatos decisivos del Estado, siendo los otros dos la economía y la justicia, entonces sucede que el ejército es la forma político-militar del capitalismo, es decir, que no sólo la guerra es la continuación de la política por otros medios, lo cual es evidentemente cierto, sino que además el ejército como institución es una de las formas políticas del capital. Quiere esto decir que la OTAN es una de las expresiones políticas del capital. Saberlo así es decisivo para cualquier elaboración de una teoría política revolucionaria que se plantee qué hacer con la Unión Europea.
Si reducimos la OTAN a una mera máquina de terror sin contenido político, más aún, sin autonomía política relativa alguna capaz de operar entre bambalinas o al descubierto en situaciones decisivas, estamos volviendo a la visión reformista que reduce la política burguesa a las instituciones parlamentarias y el Estado a mero aparato neutral al servicio de esas instituciones supuestamente representativas de eso que llaman «la voluntad popular». Más claramente que otros muchos ejércitos, la OTAN es una fuerza política, si por política entendemos la economía concentrada, según la fértil definición de Lenin. Como fuerza política con contenido económico concentrado, la OTAN está estructuralmente anclada en la raíz misma del capitalismo imperialista actual. Debemos bucear en su concentrado económico y en su contenido político para entender por qué el imperialismo no liquidó la OTAN al hundirse el Pacto de Varsovia sino que la adaptó a la nueva fase financiero-industrial que intentaba imponer al mundo entero.
Que la producción armamentística termine siendo improductiva globalmente a medio y largo plazo no quiere decir que no rinda beneficios a corto plazo a una fracción de la burguesía y al Estado en su política expansionista y de represión interna. Una de las fuentes de ganancias extras en determinados períodos proviene precisamente del poder de la violencia militar para saquear otros pueblos: sin el terror policíaco-militar activo o preventivo, sin sus amenazas directas o solapadas el neoliberalismo hubiera encontrado más resistencias. El miedo es una fuerza psicopolítica que rinde jugosas ganancias. Pero saberse poseedor de instrumentos que generan miedo reconforta a las gentes autoritarias y reaccionarias, interesadas en mantener la explotación porque ellas viven bien gracias a los beneficios que esta les produce. La OTAN, en este sentido tan importante, es una fuente de seguridad, orgullo y envalentonamiento para la derecha europea, tan amplia, poderosa e inmisericorde. Decenas de millones de europeos saben o intuyen que la OTAN es imprescindible para mantener su nivel de vida actual y están dispuestos a todo con tal de que siga actuando.
La naturaleza político-militar y económico-política de la OTAN no se desvirtúa sino que se refuerza con las adecuaciones que periódicamente realiza. Por ejemplo, debido a que los costos militares aumentan exponencialmente, el imperialismo vuelve a mercantilizar parcialmente la guerra, como en los siglos XIII-XVIII, pero en las condiciones actuales. Las empresas privadas asumen además tareas que todavía no son aceptadas plenamente por la cínica doble moral burguesa ya que están aún muy vivas en la memoria las atrocidades nazis, y las brutalidades imperialistas posteriores realizadas para ahogar en sangre las luchas de liberación de los pueblos. Los «perros de la guerra», que ayer fueron soldados, que hoy no lo son y que volverán a serlo mañana, realizan estos «trabajos sucios» sin manchar con carne de de torturados la civilización del capital.
Pero la creciente diversidad de formas de guerra --regular, irregular, asimétrica, de geometría variable, de cuarta generación, ciberguerra, guerra espacial, etc.--, sólo puede existir bajo el mando unificado secreto o público del imperialismo. La «guerra larvada» sostenida contra Ucrania es, por ahora, el ejemplo más reciente en Europa, y sigue el modelo de las violencias organizadas por el imperialismo en el norte de África, contra Venezuela, y a otro nivel contra otros muchos pueblos. Saber que el ejército es la forma político-militar del capital, unida a su forma política estatal, permite descubrir que la «guerra invisible» político-militar se practica de tantas formas diferentes como enemigos diversos hay que destruir. Y saber que es a la vez un concentrado económico en manos de la fracción burguesa más poderosa permite comprender por qué el conjunto de la burguesía acepta fervorosamente su existencia: porque siempre caen migajas de la mesa del poder.
Unas veces en la agresión prima más el componente político sobre el militar, o viceversa, pero siempre en su irrompible unidad interna que refleja la unidad interna de la explotación imperialista. Saber que esa forma político-militar es también policial y carcelaria, y que, como el capital, tiene incluso cuerpos privados, empresariales y hasta ilegales, de «guerra sumergida», de «guerra en B», como la «economía sumergida» o la «contabilidad en B», saber esto es imprescindible para no cometer las tontas torpezas que leemos frecuentemente. Conocer que el narco-paramilitarismo es parte esencial del narco-capitalismo y éste del capital financiero, saber que estos grupos militarizados son empresas con torturadores y sicarios que actúan como «trabajadores cualificados» en el mercado del crimen, saberlo así es vital para comprender qué sucede con la producción de opio en el mundo, qué sucede en Venezuela y otros pueblos en los que los ejércitos oficiales imperialistas no intervienen a la luz pública porque lo hacen en la sombra mediante los modernos condotieros, o mediante fanáticos manipulados por poderes político-religiosos contrarrevolucionarios con siniestras conexiones con los servicios secretos imperialistas.
7.-
Hemos empezado diciendo que nos encontramos en un contexto que hace definitivamente imposible seguir analizando cada problemática en aislado, como si fuera un corchito flotando a la deriva en un temporal sin ninguna relación con otros corchitos. De las últimas elecciones europeas en el 2009 a las actuales de 2014, en este lustro, la OTAN está desarrollando una estrategia unitaria con tácticas muy variadas, tanto que en su multicolor externo logran ocultar la naturaleza única de esa estrategia.
La crisis desencadenada en 2007 pero negada con obstinado fanatismo neoliberal hasta finales de 2008 nada menos que por la misma Reserva Federal norteamericana, ha llevado a la OTAN a realizar su tercera gran adecuación interna. La primera fue su propia fundación en 1949; la segunda fue la realizada inmediatamente después del derrumbe del muy correctamente denominado «socialismo realmente inexistente», y la tercer es la actual, la que grosso modo expuesto tuvo en Lisboa en 2010 su punto de partida para salvar al «capitalismo realmente existente». Cualquier proyecto de acción político-parlamentaria en la UE que no tenga en cuenta esta creciente fuerza político-militar y este concentrado económico que es la OTAN, está condenado a la derrota honrosa porque se ha luchado y perdido, o a la derrota deshonrosa porque no se ha luchado al degenerar en el reformismo parlamentarista integrado en el sistema.
Conocemos demasiados casos de derrotas deshonrosas, asimilaciones dulces y adormiladas. La única forma de evitar desde ahora que se repitan en un futuro es multiplicar la crítica radical de la OTAN como puño de acero dentro del guante de seda de la «democracia occidental». Una crítica que si bien puede hacerse desde dentro de las instituciones sobre todo ha de practicarse en las fábricas, calles, escuelas, universidades, movimientos, sindicatos, colectivos de toda índole. Al margen de lo que cada persona, grupo u organización decida sobre qué hacer en las próximas elecciones europeas, sobre si abstenerse o votar, al margen ahora mismo de este debate lo que sí es verdad es que la crítica inmisericorde de la OTAN es más necesaria que nunca antes, tanto en sí misma como en sus ramificaciones tentaculares visibles e invisibles, porque no habrá democracia socialista y libertad comunista mientras exista la OTAN.
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