José Manuel Muñoz Póliz: “La huelga general ya no es suficiente”
José Manuel Muñoz Póliz, ferroviario
de 51 años, fue elegido secretario general de la CGT en el Congreso que
se celebró en Coruña el pasado mes de octubre. Eso significa que desde
hace cinco meses viene dirigiendo una organización que cuenta con 80.000
afiliados, una organización anarcosindicalista que crece, y eso debería
significar también que algún medio de comunicación -grande, mediano o
pequeño-, le hubiera entrevistado ya, aunque sólo sea por lo insólito.
Así que para preparar esta conversación me propuse buscar en Google las
publicadas anteriormente. Solo encontré la que retransmitió pocos días
después de su elección la emisora Rojo y Negro. Nada más.
– Supongo que este tipo de cosas lo hacen todo más difícil.
– Cuesta que los medios se acerquen a
nosotros, aunque no sé por qué. Quitando los sindicatos institucionales y
partidos como PSOE o PP no hay muchas organizaciones con 80.000
afiliados en este país. No nos tratan igual que a los demás. Parece que
se quiera ocultar que existimos. Tenemos la suerte, eso sí, de contar
con presencia en los medios alternativos y en las redes sociales.
– ¿Cuál es vuestra relación con CCOO y UGT, a las que vosotros os referís como los ‘sindicatos institucionales’?
– En muchos sectores tenemos una relación
habitual porque negociamos junto a ellos los convenios, organizamos
movilizaciones, pero a nivel institucional es más complejo. Solamente
tenemos relaciones puntuales cuando se convoca una huelga general porque
a ellos también les interesa que nosotros participemos y estemos ahí
para arrastrar a sectores sociales a los que ellos no llegan. Pero poco
más.
– ¿En qué sois diferentes?
– En muchas cosas. Nosotros nunca hemos
entrado en el tema de la formación (FORCEM), porque siempre hemos
pensado que la formación la tienen que dar las empresas y las
administraciones públicas y que lo otro es manejar dinero con el
objetivo de intentar sacar un beneficio. Esa no es nuestra labor y eso
nos diferencia muchísimo. En el último congreso hemos decidido rechazar
cualquier tipo de formación que venga contratada. ¿Por qué? Porque al
final estás hablando de que te dan un dinero que luego hay que
justificar y ahora vemos lo que está pasando. Nosotros, quizás por esa
filosofía, no hemos tenido nunca ningún problema.
– Este mal asunto de la formación no afecta solo a los sindicatos, también a la patronal.
– Vivimos un momento muy delicado donde la
corrupción salta a todos los niveles, desde la monarquía a la banca
pasando por los partidos políticos, los sindicatos mayoritarios y la
patronal. El nivel de corrupción es tan enorme que solo estar fuera de
eso, que no te puedan acusar de nada, ya es un logro. Está claro que ha
habido un nivel de connivencia entre partidos, patronal -con un
expresidente en la cárcel-, y los sindicatos más grandes que, como
demuestra el tema de la formación o el de Bankia, ha estallado.
– Esto es demoledor para la credibilidad de partidos y sindicatos.
– A nosotros lo que nos preocupa es que nos
metan a todos en el mismo saco. El famoso “son todos iguales”. Para
nosotros esa sí es una preocupación, porque no todos somos iguales. La
CGT, a diferencia de CCOO y UGT, va a estar en las próximas Marchas por
la Dignidad que se concentrarán en Madrid el 22M. Es una movilización
general para expresar el descontento por esta avalancha de corrupción,
por esta sociedad cada vez más injusta y más desigual, por este aumento
de la pobreza y del desempleo. Ya han salido las columnas de distintos
puntos del país y seguro que la movilización será masiva. Nosotros
creemos que es con estas cosas con las que uno se gana la credibilidad.
– ¿Por qué no se han implicado ni CCOO ni UGT en el 22M?
– Lo cierto es que están pasando un momento
malo, porque los casos de corrupción de los ERE o de la formación les
están afectando y la misma gente, los mismos movimientos sociales que
convocan la protesta, no se sienten cómodos con ellos y ellos lo saben.
– CGT está personada como acusación popular en el caso de los ERE. ¿Por qué?
– Estamos personados en el caso de los ERE,
en el de Bankia y en otros más con la intención de demostrar que no
somos todos iguales. Nosotros en el tema de los ERE siempre hemos tenido
claro que el papel del sindicato no es el de administrar y asesorar y
cobrar un dinero por ello. No estamos para eso, porque al final parece
que necesitas los ERE para disponer de unos determinados ingresos. Es un
bucle que solo te lleva a perjudicar a los trabajadores y a convalidar
la pérdida de puestos de trabajo. CGT tiene aprobado no firmar nunca un
ERE en las empresas públicas ni en las privadas que obtengan beneficios.
– Las relaciones sí son más fluidas con
los movimientos sociales. Así lo demuestra la participación de CGT en
sus movilizaciones y la conexión en las redes sociales.
– Ese es un trabajo de toda la vida, porque
la gente que está en la CGT suele estar también en otras cosas, en
organizaciones ecologistas, de desahuciados, de afectados por la banca,
en los barrios… El afiliado de CGT es bastante militante y está
implicado en el entorno social. Y ahí se crean las relaciones…
– ¿Y qué hay que hacer para atraer a esos militantes sociales (parados, jóvenes) al movimiento sindical?
– Estamos obligados a seguir profundizando
en los cambios, porque el sindicalismo ya no es el de hace unos años,
cuando uno entraba a trabajar en Telefónica y se jubilaba en Telefónica.
La estructura de los sindicatos tiene que cambiar porque hay que dar
entrada a los trabajadores precarios y a los parados. Hay que conseguir
que la gente parada se organice y que los precarios cuenten con el apoyo
del resto. Son gente que cada día está en un sitio y con contratos sin
derechos. La forma de defender a esta gente es rodearla de gente que
tiene derechos. Por ejemplo, los trabajadores contratados de grandes
empresas deben estar junto a aquellos de empresas subcontratadas por
esas grandes empresas para que cuando haya una movilización de los más
desprotegidos se movilicen todos y se dé cobertura a todos. Eso es dar
valor a la acción sindical. Eso es solidaridad.
– Hablando de cambios. Parece que el
resultado de las últimas huelgas generales pone en cuestión la eficacia
de un instrumento hasta ahora esencial en la lucha de los trabajadores:
la huelga general. Da la impresión de que la estructura del mercado
laboral ha cambiado y que los gobiernos las dan por amortizadas incluso
antes de que se produzcan.
– Con este gobierno -y con el anterior-,
hemos comprobado que una gran movilización no afecta para nada a sus
planes. Seguramente una huelga general ya no es suficiente. Hay que
hacer una movilización mucho más amplia. Cuando la gente ya no aguanta
más, cuando no da más de sí y llega al límite se producen esas
movilizaciones masivas que estamos viendo por todo el mundo: la gente se
echa a la calle y no para hasta que cambia las cosas. Igual no hay que
llegar a eso, pero sí dar pasos en esa dirección. El Gobierno no puede
ignorar indefinidamente las reivindicaciones de los ciudadanos, como
está ocurriendo, de manera incomprensible, con la modificación de la ley
del aborto, que cuenta con el rechazo de una inmensa mayoría de la
sociedad. Igual hay que plantearse que una huelga general convencional
ya no sirve, que es necesario convocar una movilización social
continuada que concluya con una huelga general durante los días que sean
necesarios.
– ¿Los trabajadores asumirían ese tipo de acciones?
– Yo creo que sí, porque estamos llegando a
un punto en el que el trabajador apenas tiene nada que perder. Si se
plantearan las cosas de forma clara y seria la gente respondería. Pero
para hacerlo es necesario recuperar la confianza de las personas, porque
estas cosas las hacen personas que toman decisiones. Eso hay que
construirlo. Hay que devolver a la gente la convicción de que su
movilización sirve para algo, que es útil.
– Sea con uno u otro formato, ¿hay que convocar una huelga general ya?
– Estamos en un momento crítico que exige
movilizarse, no sé si con una huelga general o con dos, pero la
movilización es la única respuesta, porque la situación es insostenible a
pesar de que se empeñan en vendernos lo contrario: un cambio de ciclo,
el final de la crisis… Y lo cierto es que la gente sigue sufriendo
muchísimo y esos avances de los que presumen son irrelevantes. Por
ejemplo, decir que hay un cambio de tendencia con casi seis millones de
parados porque se han registrado 2.000 parados menos en el mes de
febrero es faltar a la inteligencia de los ciudadanos. Es un mundo
irreal. El mundo real es el que se vive en empresas donde se están
imponiendo reducciones salariales del 20% no porque pierdan dinero,
sino porque quieren ganar más, amparados por una reforma laboral hecha a
su medida para facilitar el despido y desregular el mercado laboral.
Ese es el mundo real que nosotros vivimos cada día en las empresas.
– Conflictos como los del barrio
burgalés de Gamonal, la Marea blanca o la huelga de los barrenderos de
Madrid demuestran, en cualquier caso, que la movilización da
resultados.
– Por supuesto. Se pueden conseguir muchas
cosas. Lo que pasa es que hay que plantar cara y sostener el pulso en el
tiempo. Todas esas peleas que se han ganado no se han ganado con un día
de huelga, sino con el esfuerzo de mucho tiempo.
– Lo malo es que cuesta mucho conseguir o
mantener los derechos, pero cuando se pierden, se pierden en un par de
horas de reunión, cualquier viernes, del consejo de ministros.
– Eso, lamentablemente, sigue siendo así, pero no debe llevarnos a renunciar a pelear.
– ¿En la época del ultraliberalismo
individualista, de la competitividad y de la tiranía de las cuentas de
resultados, cómo se lleva eso de dirigir un sindicato anarquista?
– Tiene su cosa, sí. De hecho hay gente que
lo pronuncia, “anarquismo”, como queriendo acusarte de algo. Algunos no
pueden resistir la tentación de criminalizarnos. Cuando se producen
incidentes en las movilizaciones siempre salta la coletilla de ‘esos
violentos, esos anarquistas’. Siempre nos vinculan con la violencia,
pero hemos demostrado muchas veces que no tenemos nada que ver con ese
estereotipo. Tenemos vídeos grabados que demuestran que los encapuchados
con las pegatinas de CGT que aparecen en la grabación eran en realidad
policías, como ocurrió durante la última huelga general en Barcelona y
como denunciamos antes los tribunales.
– Otra reflexión sobre la autogestión:
parece que los movimientos asamblearios, como el 15M, son muy
participativos, abiertos y democráticos, pero poco operativos.
– Nosotros sí estamos organizados y tenemos
una estructura. Las decisiones se toman de la forma más asamblearia
posible, con la participación de todo el que quiere participar, pero
luego esa decisión se canaliza en una estructura y se lleva a la
práctica.
– Se ha referido antes a las protestas
que se están registrando en distintos lugares del mundo -las últimas en
Venezuela o Ucrania- de colectivos que no aguantan más y ocupan las
plazas y no cejan hasta que han conseguido sus objetivos. En Venezuela o
Ucrania algunos movimientos anarquistas participan en las mismas. ¿Qué
opina?
– Lo cierto es que desconocemos el detalle
de lo que está pasando allí, pero nuestra posición es clara: en un
entorno, sea de derechas o de izquierdas, donde no existan las
libertades necesarias para que todo el mundo pueda participar en la toma
de decisiones, la gente tiene derecho a revertir esa situación. Sea en
China, en Venezuela, en Rusia o donde sea. Nada justifica la represión
ni la falta de libertades. Nada. Y para comprobarlo no es necesario irse
a Ucrania, porque eso exactamente es lo que quieren hacer aquí con la
Ley de Seguridad Ciudadana. CGT está preparando una campaña contra esta
‘ley mordaza’ con la que nos quieren arrebatar un montón de libertades a
base miedo y de multas desproporcionadas. Quieren desmovilizarnos y no
debemos permitirlo.
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