"Si queréis saber más, preguntad a los adultos, pero no os creáis todo lo que os cuenten". Era una de las terribles frases que aparecían en "El libro rojo del cole", una de las publicaciones secuestradas y censuradas por la Audiencia Nacional en 1979. En España hay frases como esa que no se pueden pronunciar porque te detienen y te meten en la cárcel.
En 1969 los pedagogos daneses S. Hansen y J. Jensen publicaron en Dinamarca el "Pequeño Libro Rojo del Cole"; en 1970 se editó la versión alemana; en 1971 la inglesa y la japonesa; en 1972 la italiana. Una pequeña editorial mexicana hizo la primera versión en castellano. Luego una editorial española revisó y actualizó la edición mexicana para publicarla en nuestro país.
La transición era un mal momento para la pedagogía (y para cualquier otra idea innovadora). El adoctrinamiento fascista se sintió amenazado por el libro, la autoridad ridiculizada, los valores religiosos cuestionados y los tabúes expuestos sin recato.
En el Congreso la UCD de Adolfo Suárez intentaba aprobar la LOECE, la primera ley que regulaba el funcionamiento de los centros de enseñanza, con la pretensión descarada de perpetuar los privilegios de las escuelas privadas católicas. El libro fue denunciado por la Federación de Padres de Familia, un tentáculo del Vaticano y la Conferencia Episcopal.
El ministro de Cultura, el fascista Ricardo de la Cierva, dijo que el libro era "absolutamente intolerable y atentatorio contra las más elementales normas de la convivencia cívica". El ministro de Educación, José Manuel Otero, dijo que "el libro tiene pronunciamientos que no están de acuerdo con la Constitución. Fomenta el ataque a las normas educativas legales y viola los criterios de moralidad aceptados en la sociedad española", entre otras cosas. Pero el ministro no le conformó con decir lo que pensaba sino que pasó a la acción, ordenando a la inspección del Ministerio que retirara el libro de los colegios en los que se había distribuido.
El diario Abc publicó un editorial en el que arremetía violentamente contra el libro. Para el citado periódico la obra era un "conjunto de proposiciones antisociales, inmorales, falaces, antidemocráticas, contrarias a la dignidad humana, seudocientíficas y, quizá, delictivas en no pocos casos". Más adelante, el editorial quitaba definitivamente este quizá y pedía acciones por vía judicial e "incluso, dada la naturaleza del asunto, su específica gravedad, por procedimiento de oficio".
El coronel Pardo Zancada llegó a escribir en una revista especializada en temas castrenses que el "El libro rojo del cole" era goma 2 para el ejército. Meses después, durante el 23-F, el referido coronel trató de dar un golpe de Estado, posiblemente para impedir que la gente lea y, sobre todo, que la gente piense. ¿No tenemos bastante ya con TVE (entonces la única y unificada cadena de televisión)?
El problema del coronel golpista es que no era capaz de diferenciar un libro de la goma 2. Realmente triste para él. Pero al aparecer goma 2 de por medio el asunto quedó asimilado al terrorismo puro y duro. Había que poner en marcha a Supermán, o sea, a la Audiencia Nacional. El juez fascista Varón Cobos, gran inquisidor de aquel garito, instruyó una causa delirante, que ha marcado una de las épocas más gloriosas del fascismo judicial. No tuvo empacho en comenzar por detener al editor en su domicilio y luego enviarle a la cárcel en prisión incondicional, sin fianza. Luego procesó también a los impresores y a otros editores que se solidarizaron con el libro.
No cabía duda. Todos ellos eran miembros de una peligrosa banda organizada, o del entorno, y ya saben cómo se las gasta la Audiencia Nacional en estos menesteres en los que pensadores, editores y libreros quieren comernos el coco. Varón Cobos no podía permitirlo.
Era la época del destape, cuando el cine y las revistas se llenaron de desnudos. Durante la transición el erotismo y la pornografía cutre crearon la ilusión de que en España la censura había desaparecido. Algunos no cayeron en la cuenta de que la abundancia de tetas ocultaba la escasez de ideas.
En 1969 los pedagogos daneses S. Hansen y J. Jensen publicaron en Dinamarca el "Pequeño Libro Rojo del Cole"; en 1970 se editó la versión alemana; en 1971 la inglesa y la japonesa; en 1972 la italiana. Una pequeña editorial mexicana hizo la primera versión en castellano. Luego una editorial española revisó y actualizó la edición mexicana para publicarla en nuestro país.
La transición era un mal momento para la pedagogía (y para cualquier otra idea innovadora). El adoctrinamiento fascista se sintió amenazado por el libro, la autoridad ridiculizada, los valores religiosos cuestionados y los tabúes expuestos sin recato.
En el Congreso la UCD de Adolfo Suárez intentaba aprobar la LOECE, la primera ley que regulaba el funcionamiento de los centros de enseñanza, con la pretensión descarada de perpetuar los privilegios de las escuelas privadas católicas. El libro fue denunciado por la Federación de Padres de Familia, un tentáculo del Vaticano y la Conferencia Episcopal.
El ministro de Cultura, el fascista Ricardo de la Cierva, dijo que el libro era "absolutamente intolerable y atentatorio contra las más elementales normas de la convivencia cívica". El ministro de Educación, José Manuel Otero, dijo que "el libro tiene pronunciamientos que no están de acuerdo con la Constitución. Fomenta el ataque a las normas educativas legales y viola los criterios de moralidad aceptados en la sociedad española", entre otras cosas. Pero el ministro no le conformó con decir lo que pensaba sino que pasó a la acción, ordenando a la inspección del Ministerio que retirara el libro de los colegios en los que se había distribuido.
El diario Abc publicó un editorial en el que arremetía violentamente contra el libro. Para el citado periódico la obra era un "conjunto de proposiciones antisociales, inmorales, falaces, antidemocráticas, contrarias a la dignidad humana, seudocientíficas y, quizá, delictivas en no pocos casos". Más adelante, el editorial quitaba definitivamente este quizá y pedía acciones por vía judicial e "incluso, dada la naturaleza del asunto, su específica gravedad, por procedimiento de oficio".
El coronel Pardo Zancada llegó a escribir en una revista especializada en temas castrenses que el "El libro rojo del cole" era goma 2 para el ejército. Meses después, durante el 23-F, el referido coronel trató de dar un golpe de Estado, posiblemente para impedir que la gente lea y, sobre todo, que la gente piense. ¿No tenemos bastante ya con TVE (entonces la única y unificada cadena de televisión)?
El problema del coronel golpista es que no era capaz de diferenciar un libro de la goma 2. Realmente triste para él. Pero al aparecer goma 2 de por medio el asunto quedó asimilado al terrorismo puro y duro. Había que poner en marcha a Supermán, o sea, a la Audiencia Nacional. El juez fascista Varón Cobos, gran inquisidor de aquel garito, instruyó una causa delirante, que ha marcado una de las épocas más gloriosas del fascismo judicial. No tuvo empacho en comenzar por detener al editor en su domicilio y luego enviarle a la cárcel en prisión incondicional, sin fianza. Luego procesó también a los impresores y a otros editores que se solidarizaron con el libro.
No cabía duda. Todos ellos eran miembros de una peligrosa banda organizada, o del entorno, y ya saben cómo se las gasta la Audiencia Nacional en estos menesteres en los que pensadores, editores y libreros quieren comernos el coco. Varón Cobos no podía permitirlo.
Era la época del destape, cuando el cine y las revistas se llenaron de desnudos. Durante la transición el erotismo y la pornografía cutre crearon la ilusión de que en España la censura había desaparecido. Algunos no cayeron en la cuenta de que la abundancia de tetas ocultaba la escasez de ideas.
http://josechuferreras.files.wordpress.com/2011/12/el-libro-rojo-del-cole-1.pdf
Documental de TVE sobre la censura del libro:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/te-acuerdas/acuerdas-libro-rojo-del-cole/1011214/
¿Saben Ustedes que en este país se censuraron muchos libros durante la transición (y se siguen censurando)?, ¿serían capaces de calcular cuántos?
Respuesta: en 1976 la censura expedientó 181 libros, al año siguiente 299, al siguiente 68, al siguiente 7..
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