El pasado
viernes tuvimos ocasión de asistir a un espectáculo televisivo de los que
marcan época. En el programa La Noche en 24 Horas, del canal temático 24 horas
de TVE, fue entrevistado el Secretario General de Podemos y Eurodiputado, Pablo
Iglesias. Si no has tenido ocasión de ver nunca el susodicho programa, ya te
advierto que no te has perdido gran cosa. Se supone que el programa, dirigido y
presentado por el ¿periodista? Sergio Martín, es un espacio de debate, en el
que cuatro ¿periodistas? someten a una serie de preguntas a un personaje
público relacionado con la política, la cultura, etc. Por supuesto, cada noche de
la semana los entrevistadores tienen su espacio reservado. Es decir, siempre
son los mismos y desde que el tal Sergio Martín se hizo cargo del asunto, la
pluralidad ideológica brilla por su ausencia. Tengo que confesar que de vez en
cuando veo el programa, o mejor dicho, trato de verlo, pues nunca soy capaz de
aguantar más de quince o veinte minutos, dada la poca variedad ideológica que allí
se respira. Al final siempre acabo cabreándome y apagando la televisión.
No
obstante es la noche del viernes cuando la cosa pasa de castaño oscuro. Los
cuatro tertulianos de los viernes, Graciano Palomo, Alfonso Rojo, Antonio Papell,
y Julio César Herrero, más el presentador, Sergio Martín, están cortados por el
mismo patrón. Los cinco son absolutamente conservadores, por más que ellos se
definan como liberales o como socialdemócratas, y los cinco tienen opiniones
similares ante cualquier tema de actualidad, ya sea la independencia catalana,
el proceso de paz en Euzkadi o la corrupción. Y oh, casualidad: esas opiniones
siempre están en la onda del gobierno.
Pero como
decía al comenzar este artículo, lo del viernes 5 de diciembre, fue algo
antológico, digno de figurar en los libros de periodismo o comunicación. Y no
precisamente por lo bien hecho que estuvo sino por todo lo contrario, por su
falta absoluta de calidad y de ética periodística. Como decimos, en la mesa de
debate estaba sentado nada más y nada menos que el chico de moda de la política
española, Secretario General de Podemos y Eurodiputado de dicha formación,
Pablo Iglesias. Desde el minuto cero Sergio Martín puso las cartas bocarriba: a
la yugular y sin piedad. Eso sí, intentando en todo momento no perder la
sonrisa y pareciendo muy cortés.
Toda la entrevista
transcurrió en los mismos términos. Preguntas reiterativas que nunca se dan por
contestadas, agresividad verbal por parte del entrevistador, sonrisitas
paternalistas que infravaloran la capacidad intelectual de la persona que está
siendo entrevistada, regreso una y otra vez a los lugares comunes (ya sabéis, Venezuela,
el comunismo, de dónde van a sacar la pasta para llevar a cabo sus políticas
económicas, etc., etc.), y para acabar, un comentario sobre ETA absolutamente
fuera de lugar. Peor imposible.
Con todo,
lo peor de la noche fue, sin duda, las intervenciones de los cuatro
tertulianos. Jamás en mi vida he visto un espectáculo más bochornoso. El
primero en preguntar fue el tal Graciano Palomo, un individuo carpetovetónico,
con cara de falangista antiguo y modales caciquiles. Graciano hizo de su capa un
sayo y se lanzó con una pregunta de nivel: A ver, Pablo Iglesias, eres o no
eres comunista. Ahí, con dos cojones.
Más o menos como si uno tiene ocasión de entrevistar al Papa y le pregunta que
si es o no es creyente. Antonio Papell empezó su intervención con una disertación
sobre la socialdemocracia en España y Francia, para acabar asegurando que eso
está más trasnochado y caduco que una película de Paco Martínez Soria, aunque
un par de minutos antes no había dudado en definirse como socialdemócrata. Después
le tocó el turno a Alfonso Rojo. Y esto ya fue el cénit de la noche. Se enredó
en una acusaciones sobre el IVA y no sé qué, que no había por dónde cogerlas. El
propio Iglesias nos informó de que Rojo fue condenado hace un tiempo por faltar
a la verdad. Ya me dirán qué credibilidad puede tener este individuo. La
pregunta de Julio César Herrero tenía tan poco valor periodístico que ni siquiera
me acuerdo de lo que dijo.
La
conclusión que saco de todo esto es que me da asco, un asco terrible, tanta
manipulación y tanta basura, tanta infamia, tanta hostilidad contra el que no
piensa como ellos, tanta agresividad. Me da asco ver estos espectáculos tan
sumamente bochornosos en la televisión que pagamos todos. Me da asco que cinco
tíos como estos tengan la posibilidad de meterse en las casas de miles de
españoles con sus opiniones asquerosas y sus comentarios trasnochados y caducos.
Me da asco que encima cobren por decir tantas burradas y tantas estupideces. Me
da asco que la televisión pública esté en manos de estos individuos. Me dan asco
sus caretos y sus chistecitos. Me dan asco ellos y quienes les pagan.
En fin,
que tampoco nos merecemos esta televisión. Que alguien tome nota.
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