Los griegos vuelven a las urnas y regresa también la
feroz campaña del miedo para que no voten a Syriza, la coalición de
izquierda que se quedó en puertas del triunfo en Junio de 2012. Fue un
gran éxito del conciliábulo neoliberal: la Troika (BCE,UE, FMI), Merkel,
todos los gobiernos afines, sus bancos, todos sus medios y asesores. La
coacción fue abrumadora.
A los griegos, además, les habían destituido a su jefe
de gobierno Georgios Papandreus porque pretendió consultar en referéndum
a la ciudadanía sobre los durísimos nuevos recortes que les decretaban.
Les colocaron, a dedo, a Lukás Papademos, vicepresidente del Banco
Central Europeo, y decidieron quién tenía que ganar en los siguientes
comicios: los que estaban, es decir, Nueva Democracia y el
PASOK. Aquellos a quienes Goldman Sachs había ayudado a maquillar las
cuentas del Estado para entrar en la UE. En estos momentos siguen
apostando por los mismos: La Familia.
Desde 2010 estamos viendo sucumbir a los griegos. Un
país de instituciones corruptas y en el que muchos ciudadanos se
apuntaban, siquiera con su comprensión, a las migajas de la fiesta. Como
en España. Su máximo error fue, sin embargo, votar a quienes les
llevaron a la bancarrota. Y se lo están haciendo pagar con sangre.
Aquellos primeros 110.000 millones de euros de rescate (cuando a los
bancos se le habían dado ya 1,6 billones declarados)
les costaron la soberanía, prácticamente la democracia, y la vida en
muchos casos. Los insostenibles recortes a la población para pagar la
deuda han sumido a Grecia en la pobreza extrema. Sus ciudadanos fueron
los primeros en salir a la calle para protestar, el gobierno (el
democrático) llegó a gasearlos a niveles casi letales. Por eso se
organizaron en política para concurrir a elecciones.
Vemos escenas griegas que parten el alma. Les han quitado
todo. Educación, subsidios, pensiones, sus casas, sanidad. Tres
millones de personas, más de la cuarta parte de la población, se han
quedado sin cobertura. Lloran, lamentándose de que después de cotizar
durante años, se van a morir en la calle. El cáncer solo se atiende ya
en estado terminal. El tratamiento para la hepatitis C que racanea el
gobierno español –con su secuela de muertes rotundas, sin eufemismos- es
una anécdota frente al dolor de los griegos. Han tenido que organizarse
entre ellos. Cooperativas de voluntarios que cuidan unos de otros,
mientras su gobierno vela… por los intereses de los mercados. Con la
Troika que, por ejemplo, pidió cerrar los ambulatorios de atención
primaria. Con todos los asesores y voceros del mundo que pontifican
desde los medios, en España también, amenazando con el grave peligro
que, en su opinión declarada, representaría la llegada al gobierno de
Syriza.
“Es que los mercados entran en pánico” escuchamos de
continuo. Por eso precisamente se ha despeñado la bolsa griega y tiembla
el resto. Son muy sensibles los mercados, bipolares. Pasan de la
euforia al miedo, por lo que interpretan como amenaza a su poder. Cuesta
más entender cómo se nos pide mimo hacia “los mercados” sin exigir en
absoluto la misma reciprocidad. A los poderes financieros no les importa
en lo más mínimo lo que nos ocurre a los ciudadanos. Ni siquiera el
daño que ellos mismos producen. Asombra que se admita esa posición
dominante como lo más natural y que desde la UE, gobiernos varios u
organismos internacionales como el FMI se defienda esa arbitrariedad.
Llegados a este punto, hay que recomendar a los mercados
que se traten con ansiolíticos. Bien es cierto que acuciados por la
preocupación, se les despierta el pragmatismo y rebajan cuantías y
extienden plazos como sucedió en Islandia, e igual pueden moderar la
dosis terapéutica. Si el nerviosismo es muy agudo y alguno de ellos
entra en quiebra, pueden irse a vivir debajo de un puente como han
mandado a tantos ciudadanos. Cuando, además, habían costeado sus errores
por la generosidad de los gobiernos. La jugada del 2008 les salió
perfecta, aún deben estar riéndose de Sarkozy cuando dijo aquello tan
jocoso de que había que refundar el capitalismo. Les refundamos sus balances con colmo y todo.
Lo sucedido en Grecia nos da lecciones de enorme
trascendencia. Son y serán aplicables en España que sigue los pasos
calcados del vecino mediterráneo. La estabilidad de los mercados, su
sosiego y felicidad, no pueden edificarse a costa del bienestar y de la
vida de millones de personas. No puede ser ése el parámetro que rija
para condicionar la democracia. No se nos puede quitar todo para
engrosar sus ingentes beneficios. Así funcionan quizás las empresas, no
los países, no las sociedades compuestas de personas. Las que, para
mayor escarnio, pagan este obsceno tinglado con sus impuestos y, según
pretenden, a cambio de nada. No es nada personal, son negocios.
De otro lado, vemos el derrumbe
absoluto de la socialdemocracia. Ya no hace falta darles cancha. Y ahí,
siguiendo los pasos de Blair y el Felipe González de hoy, del último
Zapatero, de la actual cúpula del PSOE, tenemos al Mesías delsocioliberalismo
–dicen que le llaman-, Manuel Valls, pregonando en turné que la
socialdemocracia está obsoleta, y abriendo la puerta de par en par a la
ultraderecha. Ellos y toda su corte de economistas, asesores y
periodistas. El PASOK paga coaliciones y tibiezas desapareciendo casi
del mapa en los sondeos. Seguro que alguien protesta oponiendo que
tienen buenas intenciones y precisan una oportunidad.
Nos están obligando a tragar un único camino: el
capitalismo… salvaje. El que arrasa con todo. Y se muestran fuertes en
su posición. Haber colocado al Juncker de LuxLeaks al frente de la
Comisión Europea es toda una declaración de intenciones. Es el primero,
ya saben, que se permite recriminar a los que votan “mal”. O sea, a Syriza en Grecia, a Podemos, llegado el caso, en España.
¿Y así existe alguna posibilidad de salirse del carril
decretado? ¿Qué conserva todo esto de Democracia? Por si les queda un
resquicio de vergüenza, habrá que intentarlo. Hoy Grecia, la sociedad
griega, está peor que estaba en todos sus parámetros. La tragedia de la
mayoría de la población ha sido inútil, porque a “los mercados” nunca
les basta. Como aquí. Aún han tenido, la UE, el FMI, la desfachatez de
admitir que quizás se equivocaron en las condiciones y previsiones del rescate.
Pero no por eso rectifican. Total, solo pagaban los errores unos
ciudadanos que no eran Mercados de alcurnia. Fueron sus cobayas e
insisten en que lo sigan siendo. Así será si se dejan. Por si acaso, lo
primero que ha hecho el contrito FMI es quitarles la ayuda hasta que haya nuevo gobierno. Nada inocente jugada.
La economía financiera -que es básicamente a lo que se
dedican- no da de comer más que a ellos. Opíparamente, por cierto. No es
fácil, pero el único camino digno es intentar otra salida, un cambio.
Por esta vía, ya tenemos la seguridad de que no funciona. Alguna vez
ocurrirá que, en la vida real, millones de Davides ganen a Goliat.
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