jueves, 26 de noviembre de 2015

Abengoa y la burbuja de la internacionalización

Alejandro_Inurrieta
 Alejandro Inurrieta *

LA QUIEBRA DE LA EMPRESA DEJARÍA SIN EMPLEO A MÁS DE 29.000 TRABAJADORES




La historia de Abengoa, cuyo inicio data de 1941, puede estar escribiendo sus últimos renglones si no hay un giro significativo en las negociaciones con la banca acreedora para refinanciar una deuda financiera de 8.900 millones de euros y un pasivo exigible de más de 25.000 millones de euros. La entrada en un preconcurso de acreedores podría conllevar la mayor quiebra en la historia económica reciente, dejando en la calle a más de 29.000 trabajadores, gran parte fuera de España, y una deuda para el estado español de más de 700 millones de euros, que como siempre acabaríamos por pagar a escote entre todos los españoles. La operación financiera que estaba en curso, la entrada de un socio inversor, en este caso la empresa vasca Gestamp, con una inyección de 350 millones de euros, se abortó al no aceptar la banca acreedora la refinanciación de 1.800 millones de euros de la deuda que tiene la multinacional de origen andaluz.
El anuncio de este preconcurso, superior incluso al de Martinsa-Fadesa, desencadenó un movimiento de pánico en los mercados financieros alrededor de los activos cotizados de la compañía. Para ver lo que realmente piensa el mercado del futuro de la empresa basta fijarse en la cotización de los bonos, y no tanto en la de las acciones. La emisión de 500 millones en bonos que vence en marzo ha caído de 51 centavos el euro a 12 centavos el euro. Es decir, los bonistas están descontando que no van a recuperar ni el 12% de lo que valen los bonos.  Los bonos con vencimiento en febrero 2018 han caído de 43 centavos el euro a 9,8 centavos el euro. Dado el carácter de deuda senior de los bonos, si estos valen cero, obviamente las acciones carecen de valor. Esto se irá clarificando en los próximos días cuando vaya saliendo, si es que son transparentes, toda la información sobre la caja negra de la compañía, ya que puede haber sorpresas que todavía no son conocidas ni por los accionistas, ni por los trabajadores.
Con estas premisas, ¿cuál es la verdadera situación de la empresa? Pare verlo mejor, no basta con mirar al balance o la cuenta de pérdidas y ganancias, sino que hay que diseccionar los flujos de caja, que permiten evaluar si con dichos flujos la empresa puede hacer frente a los pagos inmediatos que tiene que acometer. La fotografía es dramática si nos fijamos en este particular. La empresa consume, operaciones de seguros de cambio al margen, más de 564 millones de euros a nivel de operaciones, lo que invalida la capacidad de inversión sin más endeudamiento, ni por supuesto repagar su abultada deuda que suma más de 8.900 millones de euros. Esto implica que la empresa solo tiene tres opciones:
  1. Trocear la empresa y venderla por partes, rezando para que lo que obtenga sirva para poder hacer frente al pasivo.
  2. Una huida hacia adelante, lo que se está intentando hacer, refinanciando la deuda y hacer la bola más grande a futuro.
  3. Una quita significativa del pasivo y redimensionar la empresa para centrarse en los negocios rentables y en los países donde tiene futuro.
El informe de auditoría, ahora, también es demoledor y abre los ojos sobre las serias dificultades de financiación de la empresa en los mercados internaciones de deuda y acciones. Solo los bancos pueden salvar, parcialmente, lo que parece puede ser una de las quiebras más sonadas de los últimos años, pero dicha operación entraña un riesgo elevadísimo en un momento muy delicado para la banca europea, y la española en particular. De hecho, la letra pequeña del acuerdo con Gestamp deja entrever que a cambio de aportar 350 millones de euros, obliga la banca a inyectar 1.800, lo que sin duda es una señal de la mala situación financiera en la que se encuentra la compañía.
Pero más allá de los números, la historia de Abengoa es la de una empresa imbricada con el poder político, desde su fundación hasta nuestros días, que ha vivido de dos factores que han reventado: los mercados regulados y la alegría de la financiación para la internacionalización. La lista de consejeros es amplia y plural, y va desde los Aza, pasando por Aznar, Borrell, Escuredo, en la parte nacional, y otros ilustres internacionales, como Alan García (exresidente de Perú), Bill Richardson (EEUU) o Noemí Sanin (Colombia). La apuesta por las energías renovables les llevó a acometer inversiones aquí y en EEUU, siempre con la inestimable ayuda del poder político y financiero, que ahora tras el vuelco regulatorio en España les ha dejado en cuadro. Esta obsesión por salir al exterior apoyado en un grado de apalancamiento desmesurado ha explotado tras pincharse las burbujas de crédito y de las energías renovables que tantos consejeros ayudaron a que se les abriesen las puertas y el grifo no se cerrase.
Las consecuencias de esta pésima planificación, el juego permanente de la utilización del BOE, interno y externo, para la expansión de una empresa y la orgía de la financiación barata y politizada, ha sido determinante para llegar a donde está la empresa hoy. Qué importa que más de 29.000 trabajadores se puedan ir al desempleo, o que se esfumen tantos fondos invertidos, dinero prestado, en innovación ahora puedan volatilizarse. Como siempre, es el erario público el que seguirá sosteniendo artificialmente este monstruo que se les ha ido de las manos a la familia Benjumea, pero cuyos responsables últimos son todos los gobiernos, nacionales y extranjeros, que no han sabido leer un balance que ya hace tiempo hacía agua.
En suma, la gran burbuja de la internacionalización con apalancamiento desmesurado es la historia de muchas empresas de las que España presume dentro y fuera. Cuando el dinero fácil y las concesiones políticas se acaban, se acaba también la fiesta y parece que la fiesta de Abengoa está próxima a su final. Trabajadores e inversores pueden empezar a temblar, porque si no lo remedia una gran quita de deuda, esta empresa es inviable. Los que nunca perderán serán todos esos consejeros conseguidores que han sido cómplices en esta aventura cuyo final estaba preescrito.
(*) Alejandro Inurrieta es economista y director de Inurrieta Consultoría Integral.

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