Existiendo un periodo de confrontación con el ultraconservador gobierno del PP, en el terreno electoral para castigarlos tan duro como se pueda y en el campo de la movilización para detener sus continuas agresiones y con miles de personas recorriendo la geografía del país en las Marchas de la Dignidad para poner un dique a tanto desafuero, la imagen de los dos dirigentes sindicales junto a Rajoy, Báñez y la patronal traspasa todos los niveles asumibles por la izquierda y podría considerarse una traición abierta a la lucha de la sociedad contra los desmanes que ha cometido este gobierno, y piensa seguir aplicando según los consejos y directrices que emanan de la Troika.
Ninguna conclusión han extraído de la experiencia pasada. Se sientan con el gobierno, aportándole un balón de oxígeno que no debían haberle proporcionado y olvidando el estado actual de la sociedad en sus múltiples expresiones, a cual más degradada. Con actuaciones así estos dirigentes pierden legitimidad. Se han prestado a la campaña mediática del gobierno sobre la salida de la crisis cuando millones de ciudadanos sufren, sin esperanza alguna, las secuelas de esta crisis sistémica provocada y ahondada por las políticas de ajuste y austeridad.
La Cumbre Social ha cumplido un papel de acompañamiento y arrope pero puede sentirse defraudada por los dirigentes de CCOO y UGT, y tendrá que replantearse su existencia si no se produce un cambio en la cúpula de esos sindicatos.
La lucha sigue cada vez más necesaria e imperiosa. El desánimo no debe atraparnos. Pero solo podremos continuar sobre la base de que los secretarios generales de los dos sindicatos más importantes del país jueguen su papel en la defensa de los derechos de los trabajadores, golpeados por la política más destructora de equidad social de toda la democracia.
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