Las encuestas y sondeos aparecidos hoy en varios medios de desinformación masiva parecen confirmar que la abstención alcanzará cifras históricas en las próximas elecciones europeas a celebrar en apenas un mes.
Esta parece ser la opción mayoritaria de mostrar el hastío ante la casta política y los resultados de una crisis que ha penetrado en todas las familias de este país. Lejos de entrar en una disputa dialéctica si es mejor votar a una candidatura super revolucionaria o castigar al sistema en su conjunto no yendo a votar, lo que parece confirmado es que el porcentaje de participación ni se acercará al 50%. Esto es, que la legitimidad de sus señorías de los eurodiputados y eurodiputadas estará en solfa durante toda la legislatura, y el célebre "que no, que no nos representan" que se grita en las manifestaciones a partir del 15M adquiere una dimensión exacta. A ellos y ellas no le importa, su honorarios superiores a 10.000 euros al mes, provocará una gran risa por el hecho de que más de la mitad de la población no les refrende. Y eso que el voto nulo y en blanco no está sumado y todo indica que también subirá en porcentaje.
La democracia, su democracia fascistoide, está tocada, quizá la mayoría haya apostado por darle un empujón definitivo (hacia el abismo). La abstención no es un fenómeno nuevo, los anarquistas la reclaman desde siempre, pero es cierto que aquí y ahora adquiere nuevas formas que obliga al movimiento popular organizado a estar atento a las nuevas expresiones de hacer política. A veces los pueblos hablan y no siempre es con el voto en la mano.
EDITORIAL
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