Conviene recordar ahora
lo que significó, lo que ha significado, la monarquía del 78 en la historia de
España: fue, ha sido, sigue siendo, la forma de Estado con que se perpetuó la
dominación de la clase social que ahogó en sangre la II República y que,
durante casi 40 años, constituyó la columna vertebral de la tiniebla
franquista, que le llenó los bolsillos.
Conviene recordar ahora
las siglas de los partidos y los nombres de sus dirigentes que, en nombre de una
falsa reconciliación, echaron en el 78 la última paletada de tierra –la más
traidora, la más vergonzante- sobre fosas y sueños comunes: la injusticia por
omisión como precio de las migajas de un pastel amasado con la explotación, sin
tregua, de la clase trabajadora.
Conviene recordar,
cuando se vote en unos días en el Parlamento burgués la “Ley de Sucesión”, las
siglas y los nombres de aquellos y aquellas que le den su voto favorable. Y muy
especialmente de los miembros y miembras del partido dinástico de los GAL, la
OTAN y la reconversión industrial; porque, como las ratas, pronto abandonarán
el yate borbónico, que hace aguas por los cuatro costados, y arrimarán su
infecto hocico a la causa democrática y popular. Conviene recordar sus nombres,
los de ellos y los de ellas.
Conviene recordar,
y tenerlo muy presente, lo débil que es una causa popular que cifra sus
esperanzas en un cambio de régimen, el monárquico, sin aspirar a un cambio de
sistema, el capitalista.
Y conviene recordar
que sólo un partido comunista revolucionario puede emprender con éxito esa
tarea, la tarea de liquidar el sistema de la explotación del hombre por el
hombre.
Este texto es una colaboración para CT del Camarada Sade
Este texto es una colaboración para CT del Camarada Sade
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