Ermengol Gassiot nació en Barcelona en 1973. Es Secretario General de la Confederación General del Trabajo de Catalunya desde abril de 2014.
Es arqueólogo y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona con "contrato precario", como él mismo se encarga de aclarar. Ignacio González le realizó la entrevista que en versión extractada debido a su extensión, Canarias Semanal reproduce ahora aquí
- Ignacio González: Uno
de los signos de estos tiempos de paradigma ideológico neoliberal es la
sindicatofobia. En ciertos círculos políticos, pero también en opinión
de numerosos trabajadores, el término "sindicato" se ha convertido en
sinónimo de burocracia, holgazanería y corporativismo de lo más espurio.
¿Han contribuido los grandes sindicatos a esa mala reputación?
- Ermengol Gassiot: En
esta situación hay responsabilidades compartidas. Por una parte, el
capital se sirve de sus medios de propaganda y creación de ideología
para favorecer todo aquello que pueda romper la conciencia de clase y
fomentar el individualismo, y la sindicatofobia va en esa línea. De
todos modos, sería una falta de visión política y de perspicacia no
reconocer que el modelo de sindicalismo imperante en el Estado español
también tiene su parte de culpa.
Los dos sindicatos mayoritarios funcionan en muchas empresas como
una burocracia y no fomentan la participación de los trabajadores y
trabajadoras en la resolución de sus problemas. Por último, el
sindicalismo alternativo también tiene su responsabilidad, porque no
hemos estado siempre a la altura de lo que pregonábamos.
- IG: ¿Cuáles son las principales diferencias en cuanto a acción sindical entre CGT y los dos sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT?
- EG: Los
dos sindicatos mayoritarios del Estado parten de una tradición marxista
y reconocen la existencia de la explotación económica. Sin embargo, han
aceptado los pactos con el capital no ya como medio, sino como
finalidad. Evidentemente, ante situaciones en las que no hay posibilidad
de victoria, aceptar un pacto puede ser una solución satisfactoria.
Pero aceptar el pacto como objetivo de la política sindical supone
aceptar la explotación. Nuestro objetivo es eliminar la explotación, lo
cual exige eliminar el sistema que la genera.
El problema está en dar con la forma de hacerlo; creemos que eso no
lo hará ninguna organización sindical en solitario, y por eso es
importante la relación con los movimientos sociales organizados. Para
ser un sindicato de clase combativo no basta solo con oponerse a un ERE,
porque buena parte de la clase trabajadora actual no tiene derecho a
ser incluida en este supuesto, al carecer de un contrato con la duración
suficiente para que el empresario se vea obligado a despedir en esas
condiciones. Por lo tanto, hay que orientarse también hacia la defensa de los derechos de las personas excluidas del ERE y
eso implica un cambio en la mentalidad tradicional del sindicalista.
Nosotros estamos ahora implicados en ese proceso, veremos adónde nos
lleva.
- IG: ¿Es posible una política sindical eficaz con el bajo índice de afiliación del Estado español?
- EG: El fenómeno de la baja sindicación es otra de las consecuencias de la Guerra Civil y la dictadura fascista (no solo de su represión, también de su lastre ideológico). Un ejemplo: antes de la guerra, en Terrassa, con una población de 40.000 habitantes, había 10.000 afiliados a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT),
solo algo menos de los que hoy tiene la CGT en toda Catalunya. La baja
sindicación es un problema muy grave y ha hecho que las grandes
centrales sindicales se orienten hacia la prestación de servicios, para atraer mayor clientela, y que dependan para sobrevivir de subvenciones que les atan de pies y manos.
Ante esta situación, nuestra apuesta es hacer un sindicalismo más
atractivo, no solo para quienes tienen conciencia de clase sino también
para la gente no sindicada en estos momentos, como por ejemplo la gente
joven.
-IG: CGT ha combinado su carácter "anarcosindicalista", y por tanto genuinamente asambleísta, con la normativa legal que regula la actividad de las organizaciones sindicales. ¿Cómo se logra esa síntesis?
- EG:
Un comité de empresa no es nada sin una plantilla organizada. Somos
anarcosindicalistas y eso significa que la base es la asamblea y la
autogestión, en el sentido de que el colectivo implicado es el que
gestiona la resolución del conflicto. Así que, en primer lugar, el poder
radica en la asamblea.
-IG: ¿No crees que el comité de empresa es una herramienta útil para la defensa de los derechos de los trabajadores?
- EG: Un
comité de empresa no es nada sin una plantilla organizada, movilizada y
con ganas de luchar. Pero también es cierto que una plantilla con esas
condiciones puede servirse positivamente de un comité de empresa,
siempre bajo una dirección asamblearia, de tal forma que los
trabajadores y trabajadoras no deleguen exclusivamente en el comité,
sino que se impliquen en su trabajo diario. El comité debe ser la correa
de transmisión de algo que se gestiona y decide desde la plantilla. En
ese sentido, sería estúpido renunciar a las herramientas legales que
tiene un comité (por ejemplo, a la hora de convocar una huelga).
- IG: ¿Tras
la última reforma laboral, la legislación impide una política sindical
efectiva? ¿Han quedado los sindicatos como mera oficina de asesoramiento
de los trabajadores?
- EG: La lucha sindical no debe delegarse en gestores ni en abogados. El Gobierno pretende convertir los sindicatos en gestorías.
Ante esta situación surge la tentación de judicializar la acción
sindical. Ahora mismo, en muchos conflictos sin salida satisfactoria se
recurre a la Magistratura. El último ejemplo ha sido el ERE de Panrico, que fue impugnado por CGT a nivel judicial. Pero el sindicalismo combativo no debe tener excesiva confianza en la acción de los jueces. Las leyes las hace un Estado que funciona en un ámbito de producción capitalista, del cual nosotros nos reconocemos como enemigos. Ese es el problema de base, y la réplica al sindicato-gestoría no
puede ser el sindicato que lo lleva todo al abogado. La lucha sindical
no debe delegarse en gestores ni en abogados, tenemos que realizarla los
trabajadores y las trabajadoras y eso implica aprovechar las armas de
presión de que disponemos. Pero lo peor es que los sindicatos
mayoritarios se están adaptando rápidamente a la situación. No sería la
primera vez que uno de los grandes sindicatos recibe un cheque por la
gestión de un ERE.
-IG: Eso son acusaciones muy graves.
- EG: Puedo decirlo porque la CGT ha rechazado las mismas ofertas. Por eso lo sabemos.
-IG: Concretemos:
no estás hablando de algún representante sindical que haya incurrido en
prácticas corruptas, sino de organizaciones que aceptan esas
retribuciones.
Estamos hablando de que en alguna ocasión nos han dicho: "Esa es
vuestra parte", el tanto por ciento que nos correspondía por
representación sindical en algunos centros de trabajo, y que nosotros
siempre lo hemos rechazado.
- IG: ¿Puedes aportar más datos?
- EG: Puedo hablar, por ejemplo, de un servicio de limpieza de Vilanova i la Geltrú, dependiente
del Ayuntamiento pero encargado a una empresa privada con sede en
Madrid. Con ocasión de una huelga, la empresa concesionaria contactó con
nuestro responsable de la Federación de Limpieza para decirle que un
directivo llegaba tal día a Barcelona y que quería quedar con él para ir
a comer a un restaurante de lujo, tomar luego unas copas y ponerse de
acuerdo en el tema del ERE. Y cuando nuestro responsable de Limpieza se
negó a ello, la empresa le dijo que con los representantes de uno de los
sindicatos mayoritarios siempre se hacía así.
- IG: ¿Ha tomado la CGT una postura oficial ante el proceso soberanista liderado por el gobierno de la Generalitat?
- EG: CGT defiende
una sociedad integrada por personas libres, con capacidad para decidir y
gestionar su vida. Es la línea tradicionalmente defendida por el
anarcosindicalismo: la autodeterminación de los pueblos. Defendemos
la autodeterminación del pueblo catalán y vamos a participar en este
proceso a distintos niveles, en asambleas locales, colectivos sociales y
organizaciones mucho más amplias. Otra cosa es que nos creamos el proceso que impulsa la oligarquía catalana, ante el cual desconfiamos plenamente.
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