Últimamente
estos días encender la televisión supone un constante debate de las
diferentes líneas políticas nuevas y viejas. La resaca de las elecciones
europeas ha dejado al PSOE a la defensiva, viéndose obligado a buscar
la continua diferenciación con el PP e intentando desmarcarse de las
oligarquías políticas mediante un argumentario que intenta recurrir a la
historia de los avances sociales y lo público, pero la propia historia
desenmascara al PSOE, que más bien que mirarse así mismo se echa capas
de ignorancia histórica sobre sí mismo.
La
tendencia actual de los debates con presencia del PSOE, donde se le
ataca desde los sectores de la izquierda, es refugiarse en el ser
adalides de lo público; de la sanidad y la educación, como si de
protectores se tratara, indicando que son ellos quien han traído esos
avances sociales, que son enemigos de la privatización. No pueden
demostrar mayor faltar de espectro histórico reciente, así como de
mostrarnos su indefensión en los argumentos que exponen.
En
primer lugar, han intentado autonombrarse implantadores de los derechos
públicos básicos, denigrando la lucha en la calle, la protesta
ciudadana y trabajadora. En este caso si se sienten acorralados pasan a
indicarte que trasladan el sentir de la calle de esos momentos a la
realidad política, pero es fácil de nuevo tirar abajo esta idea: ¿Dónde
estaban cuando el sentir de la calle pedía un referéndum para la reforma
que realizó junto al PP de la Constitución, que prostituía la soberanía
del pueblo? ¿Dónde estaban cuando las oligarquías
político-empresariales suponían las mayores defraudadoras de impuestos
bajo su mandato? ¿Dónde estaban cuando hablaban de no entrar en la OTAN y
acabaron entrando?
Los
cambios sociales se han producido por el trabajo, empuje y lucha de las
clases trabajadoras que demandaban mejora en su vida, negar eso e
intentar nombrarse adalid de las mejoras de estos es tornarse un
portavoz que nadie ha elegido. El PSOE está incurriendo en un error muy
grande; querer ser lo que no es.
En
cuanto a la educación han tratado de generar argumentos tales como que
han sido los impulsores de nuestra educación pública, pero en valores
históricos ya cae esto por sí solo. La propia ley Moyano de 1857 de una
educación primaria gratuita, y ya la Segunda República española implantó
un sistema educativo laico, gratuito y público, extendiéndose sin miras
sociales. Por ende, el PSOE no puede pretender nombrarse como innovador
ni líder de un movimiento al que no ha sido llamado. Mientras que en la
Segunda República la educación se separaba de la religión, el PSOE la
mantuvo firmando un concordato con la Santa Sede. Por lo tanto que no
busquen autoproclamarse impulsores de algo que ya había sido impulsado,
que no busquen ser algo que no son y menos que cuando permitieron
reminiscencias que no hacían de la educación un sistema laico. A su vez
sus diferentes sistemas educativos, que han ido sufriendo reformas, sin
ser la panacea que a día de hoy se agrava con la LOMCE del PP.
En
el caso de la sanidad se podría hablar de un mismo proceso histórico,
no pueden ser adalides tampoco de una sanidad que es resultado de un
proceso demandado por la clase trabajadoras desde hace décadas. No son
ni canalizadores ni representantes de esta tendencia, pues el resultado
de años de lucha no pueden adquirirlo mediante palabras. Su
participación en el sistema actual de sanidad es aceptable, pero un
sistema que va en detrimento. Quizás sea el único escoyo donde puedan
ponerse a prueba, sobre todo en Madrid, donde la Marea Blanca y la
ciudadanía han demandado una sanidad pública, gratuita y de calidad (así
como en todo el Estado español), y donde las miras apuntan a que puedan
gobernar; y aun así esto no justificaría que se nombrasen adalides de
un organismo público básico. Pero el dato que pone en evidencia
claramente al PSOE es que en el año 1997, Partido Popular y Partido
Socialista aprueban la ley 15/97 de Nuevas Formas de Gestión en la Sanidad, que abrió el camino legal que permitía privatizar la sanidad pública.
¿Por qué el PSOE no puede autonombrarse por la práctica en adalid de lo público?
Pues porque son amigos íntimos de la privatización:
- SEAT (1983).
- ENASA-pegaso (1990).
- ACESA-Concesionaria de autopistas (1987).
- Un 26% de REPSOL.
- Parcialmente ENDESA y GESA (1988-1986) de las cuales perdería el restante control estatal en los consiguientes años.
- Parcial privatización de Telefónica.
En
este contexto se abalaron numerosos EREs, que precipitaron el despido
de miles de trabajadores. ¿No se había autoproclamado defensores de lo
público y por consiguiente de los derechos de los trabajadores? En dicho
momento algunas de estas empresas eran deficitarias, pero no porque su
tendencia lo fuera, sino porque la administración del PSOE no supo
arreglar esto cediendo a la privatización y aumentando los ingresos del
Estado: pan para hoy, hambre para mañana. La buena administración
estatal de estas empresas habrían supuesto ingresos públicos directos,
además de evitar entre otros los abusos de los precios de la gasolina o
la electricidad, sin necesidad de recurrir a su venta al sector privado,
el cual ha sabido exprimir y abusar de estas empresas para obtener los
beneficios que ahora podrían ser públicos. Pero qué casualidad, que
numerosos ministros y dirigentes del PSOE han pasado por esa puerta
giratoria que termina en puestos de alta remuneración en esas empresas
anteriormente pública. Estos son solo algunos ejemplos de
privatizaciones realizadas por el partido que ha decidido nombrarse así
mismo director de lo público, pues la lista es mayor.
El
PSOE se retrata constantemente como un partido de la oligarquía, cuyas
cúpulas burguesas han querido dar una imagen de cercanía hacia su pasado
y a los trabajadores, a través de unas siglas que deberían cambiar solo
por el hecho de la actuación que contradictoria e hipócrita que han
realizado. Seguramente existan bases y militancia sincera y fiel a los
valores socialistas, que acepten un debate en el cual su partido ha
perdido toda su credibilidad, tornándose parte de la élite que expolia a
la clase trabajadora. A esa militancia solo podemos aconsejarle don
acciones: derruir la torre y reconstruirla desde abajo,
trabajando con los movimiento sociales y partidos que se encuentran
junto a ellos sin traicionarlos, o abandonar una formación caduca que se
ha retratado desde el poder y oposición, que ahora intentan salvar los
platos refugiándose en sus propias incongruencias históricas.
Querer
mejorar algo actuando y viviendo contradictoriamente hace que todo que
en un discurso vacío, y eso es el PSOE ahora, un discurso vacío y
perdido en una realidad que no asimila.
CARLOS ALBALATE SÁNCHEZ
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