El éxito electoral de Podemos parece haber caído sobre un
estanque de aguas encharcadas y no precisamente limpias.
Cuando la
corriente fluye, cualquier incursión en el cauce –una piedra, una rama–
apenas se percibe. En la quietud, en cambio, supone una auténtica
convulsión, la superficie se agita en círculos desplazando lo que era
estático. Ese efecto, ocasionado por Podemos, revela la grave anomalía
que vivimos en España. Ha sido el catalizador de una política podrida y
hedionda, la sociedad que la sustenta –o la sufre–, y los medios que la
amparan –o la critican–. En todo caso, no es normal en un país
equilibrado que un partido nuevo –con cinco europarlamentarios– produzca
semejante cataclismo. Indica una preocupante disfunción.
Circulos expansivos que empujan lo aposentado, lo
largamente acumulado, a otra ubicación. Primero fue la Corona, la
Jefatura del Estado. Había razones, pero el apresurado relevo de Juan
Carlos se precipitó en parte por el resultado electoral que preveía más
turbulencias.
Izquierda Unida se encuentra en plena zozobra. Dado que
el PSOE no recogía electoralmente el malestar por la política practicada
por el PP, las miradas se volvieron a IU. Un momento único porque pocas
veces como ahora un gobierno ha trabajado tan intensamente en la
demolición del Estado del Bienestar, de lo público, y del propio
sistema social en el que vivíamos. Y, aunque subieron en votos, no
fueron los depositarios del descontento y de las esperanzas de la
sociedad como sí ocurrió con Podemos.
Otro detonante, la sicav para las pensiones de los
parlamentarios europeos –revelada por Infolibre–, se lleva a Willy Meyer
que, con todo, no deja de ser el participe más digno. Y las aguas se
agitan ya de forma imparable. Cayo Lara es cuestionado como
coordinador federal –o aflora lo que era una realidad– y se propone la
alternativa del joven economista Alberto Garzón. No será fácil. IU tiene
su propia parcela en el cenagal del fondo, pero sería saludable para el
país que una corriente renovadora –siempre es una corriente, fluida–
lograra limpiarlo.
En el PSOE el impacto ha sido devastador. Alfredo Pérez
Rubalcaba que -pese a la caída en picado de las expectativas
electorales- permaneció en la dirección para cumplir grandes servicios
a la España del PP como el apoyo a la monarquía hereditaria y el no a
toda consulta popular, decide irse hasta de la política. Entre sentidos
lamentos del gobierno que veía en él un fiel aliado en “asuntos de Estado”.
El PSOE que queda es otro fangal que apenas deja
vislumbrar el fondo. El aparato, la empresa, las redes clientelares que
se sustentan a su calor, la delfina de ese entramado que espera su
turno, tienen un claro candidato: Pedro Sánchez, el mismo que toda la
derecha mediática incluido quienes no lo son para algunos ingenuos: El
País o el debate de los sábados por la noche de la Sexta.
Y no están dispuestos a que nadie alborote sus aguas no
vaya a ser que las limpien y alguien pierda su puesto. Y porque igual,
la empresa, no pasa por sus mejores momentos, como buena parte de los
partidos tan dependientes de créditos bancarios. Con Pérez Tapias, como
honesta vieja guardia de la izquierda y menores apoyos, el adversario es
Eduardo Madina. Quien merecería un margen de confianza solo por las
cuchilladas amigas que debe estar sufriendo en su intento. El problema
es que el PSOE perdió con el equipo de Zapatero toda la confianza de sus
votantes más críticos y, aunque tarde, Madina formó parte de él. Como
todos los demás, realmente. Tampoco es fácil empezar de cero. Las aguas
se agitan de todos modos, el monstruo del pantano está vivo, ya nada
puede seguir igual. Salvo que quieran hundirse más en esa política de la
que huye la sociedad.
Ada Colau irrumpe con la plataforma Guanyem para optar
al ayuntamiento de Barcelona. Una decisión meditada, trabajada, y una
forma de hacer política desde la sociedad, en paralelo a Podemos. Madrid
se mueve para las municipales en opciones similares. Equo parece estar
en la idea de la unión de fuerzas progresistas. Algo se ha movido y
mucho, aunque de forma desproporcionada a lo que de verdad es la
irrupción de un partido nuevo.
La superficie vibra pero ¿y el fondo? Allí tenemos a un
ministro de Hacienda que elude impuestos en una sicav de un paraíso
fiscal y semejante inmundicia ética no conlleva su abandono del cargo,
no aflora para producir reacciones. Ninguna de las que con tanto ahínco y
tanta impunidad fabrica el PP. Desde la ministra de sanidad a la de
empleo, pasando por los titulares de justicia, interior o educación;
desde su secretaria general al presidente de un partido con Caja B y
sobresueldos. El mismo que dirige un gobierno con tintes autoritarios y
represivos de tal magnitud que, como en el caso, de la persecución de personas que ejercen su derecho a la huelga recuerda las etapas más negras de nuestra historia. Y ahí siguen tan campantes en las aguas ocultas.
Y allí están también todos los elementos de esta
sociedad clasista de Villa y Corte renacida, donde las altas
magistraturas judiciales impugnan imputaciones de infantas negándose en
redondo a que haya juicio. Donde se reverencia con genuflexión incluida a
la Iglesia católica, y siempre al poder financiero. A ellos no ha
llegado aún la onda de las convulsiones, ni tampoco a los grandes medios
de comunicación, o al sector de la sociedad que siempre traga. Pero el
movimiento causado por un solo impacto, indica que ya difícilmente
sobrevivirá todo tal cuál lo tienen, salvo que la ciénaga acabe por
engullir hasta las piedras que encuentre como obstáculo.
Solo las sociedades dinámicas generan proyectos,
ilusiones, vida. Con la savia que los movimientos sociales organizados
representan ha entrado agua que fluye en el remanso de aguas muertas.
Se precisa más, desde distintas fuentes. España necesita un torrente
para limpiar bien tanta mugre.
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