martes, 29 de julio de 2014

¿ES PODEMOS UNA ALTERNATIVA DE IZQUIERDAS?

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Ser impopular no es una desgracia, sino una filigrana del destino, que trenza los hilos necesarios para despertar la ira y la incomprensión ajenas. A veces sucede de forma aleatoria, demostrando que el azar es la ley última del universo, pero en otras ocasiones la temeridad y la incontinencia verbal se conciertan involuntariamente para desencadenar una avalancha de hostilidad.
En mi caso, el incontrolable impulso de expresar dudas, objeciones y matices me han atraído simpatías y antipatías. Aunque las primeras han sido más abundantes –pero no multitudinarias-, las segundas han resultado particularmente insidiosas y han incluido varios linchamientos virtuales. No me atribuyo ninguna importancia. Mi currículum –horrible palabra- se puede resumir en unas pocas líneas. Solo soy un profesor de filosofía jubilado anticipadamente por enfermedad. He publicado un libro, cerca de 500 artículos en papel –la mayoría de crítica literaria- y otros tantos en un blog, cada vez más orientado hacia la política, una fuente inagotable de disgustos, pero también una obligación ciudadana, especialmente en una época con paro masivo, desahucios, pobreza infantil, suicidios y agresivos recortes en sanidad, educación y pensiones. En el benévolo verano de 2014 (hasta ahora con unas temperaturas menos extremas que años anteriores), me atrevo a expresar nuevas objeciones sobre Podemos y su mediático líder Pablo Iglesias, sin ignorar que no contribuirán a concitar simpatías y tal vez alimentarán las reacciones intempestivas.
¿EL FIN DEL MODELO ASAMBLEARIO?
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Podemos es un proyecto político, pero algunos de sus seguidores parecen fervientes devotos que interpretan cualquier crítica como una intolerable profanación. Podemos nació como una plataforma cívica concebida para aglutinar a la izquierda, reivindicando el modelo asambleario del 15-M, pero su borrador sobre sus principios organizativos coinciden con los de cualquier partido tradicional, salvo en algunas cuestiones formales. Una cúpula de entre 10 o 15 personas marcará las grandes líneas políticas. Aunque se autodenomina “consejo de coordinación”, su composición y funciones apenas difieren de las ejecutivas del PSOE o IU o del comité de dirección del PP. Un “consejo ciudadano” compuesto por 80 miembros será elegido por una “asamblea ciudadana” convocada cada tres años, a la que podrán asistir todos los militantes del partido. No advierto ninguna novedad respecto a los congresos de las restantes formaciones políticas. En el borrador presentado, se promueve la figura del militante online como militante de base, que manifestará su acuerdo o desacuerdo de modo no presencial en la mayoría de los casos. El portavoz del partido será elegido por votación electrónica y su mandato durará tres años. Se podrá revocar mediante un referéndum con el aval del 30% de los militantes. La votación para elegir al secretario general del PSOE ha logrado la participación del 52% de su militancia. No será fácil reunir el voto de un 30% de los militantes no presenciales de Podemos, lo cual garantiza que el portavoz será difícilmente revocable. Los militantes de Podemos recibirán una clave electrónica para ejercer su voto por medio de internet. El “consejo ciudadano” escogerá “los procedimientos para la elaboración de listas electorales” y decidirá sobre posibles alianzas con otras fuerzas políticas afines. En los órganos de dirección, no habrá cuotas territoriales, sino áreas temáticas, con mayor o menor peso específico. De este modo, se pretende conjurar la influencia de las baronías sobre una estructura centralizada.
Es evidente que algo ha cambiado en una agrupación política con poco más de cuatro meses de existencia. Ya no se pide “todo el poder para los círculos”, pues los círculos no tendrán delegados, sino portavoces rotativos, lo cual debilita escandalosamente su margen de maniobra. El modelo asambleario queda atrás, al igual que los planteamientos más revolucionarios expresados por Pablo Iglesias en su época de presentador televisivo. Ya no se habla de salir del euro, nacionalizar la banca y los sectores estratégicos, suspender el pago de la deuda, establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales (es decir, crear un corralito) y reconocer el derecho de autodeterminación a los pueblos del Estado español. Se atribuye la sobreexposición mediática de Pablo Iglesias a su capacidad de incrementar las audiencias, pero cuesta trabajo creer que los grandes grupos empresariales (como Mediaset, Atresmedia o Mediapro) presten sus cadenas televisivas y sus diarios digitales a un joven político simplemente porque representa “un soplo de aire fresco”.
UN PROGRAMA AMBICIOSO, PERO NO NOVEDOSO
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En sus inicios, Podemos se presentó “con la mano tendida a todos”, especialmente a Izquierda Unida y todas las fuerzas de izquierdas y movimientos sociales que luchaban contra las políticas de austeridad. Su propósito era poner en marcha “un verdadero proceso de unidad”, donde confluyeran formaciones como IU, las CUP o el SAT. Sin embargo, ahora parece que prefiere avanzar en solitario, distanciándose de IU e Izquierda Anticapitalista. Circulan muchos rumores que es imposible verificar. Algunos apuntan que Podemos nació para restar votos a IU. Otros sostienen que el auge de Podemos servirá de pretexto para que los votantes del PP y el PSOE acepten un pacto contra natura, capaz de frenar “el populismo chavista y filoterrorista de Podemos”. No voy a negar que simpatizo con las propuestas básicas de Podemos: derecho a una renta básica, derogación de la reforma del artículo 135 de la Constitución (que prioriza el pago de la deuda), interrupción de los desahucios, consideración del suministro de luz, agua y calefacción como un derecho inalienable, limitación salarial y temporal (dos legislaturas) de los cargos públicos, tipificación del delito fiscal a partir de 50.000 euros de cuota defraudada, prohibición de acumular cargos públicos, despenalización de la ocupación de viviendas vacías de bancos, cajas, inmobiliarias o promotoras por familias o personas en situación de vulnerabilidad, prohibición de los CIEs, anulación de los programas contra la inmigración y eliminación de las vallas fronterizas anti-persona, celebración de un referéndum vinculante sobre la salida de España de la OTAN, rechazo a las intervenciones militares en la resolución de conflictos internacionales, prohibición del copago sanitario y farmacéutico, protección del medio ambiente, protección de los derechos de los animales (que incluiría la prohibición de la tauromaquia y el tráfico de especies exóticas o en peligro de extinción). No se me ocurre ninguna objeción a este programa, pero creo que apenas difiere del programa de IU, mucho más explícito cuando afirma que los planes de ajuste solo son una medida para recomponer la tasa de ganancia de un capitalismo en crisis. IU describe la situación actual como “un golpe de Estado encomendando a la Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo para implantar políticas derivadas del Consenso de Bruselas, adaptación del Consenso de Washington en Europa”. La liquidación del Estado del Bienestar es la finalidad del proyecto neoliberal “desde Maastricht hasta el Tratado de Estabilidad Presupuestaria”. Eso sí, creo que no se habla suficiente de las consecuencias del pacto fiscal. Se ha fijado el 2020 como fecha tope para que nuestro país reduzca la deuda al 60% del PIB y el déficit al 3%, consumando la regla de oro del déficit estructural cero. Es imposible cumplir ese objetivo sin nuevos (y brutales) recortes. Ni Podemos ni IU plantean la nacionalización de la banca ni un debate público sobre el euro, con la posibilidad de un referéndum vinculante que permita abandonar la moneda común, si la mayoría de los ciudadanos se pronuncia en ese sentido.
LA TORTURA EN EL ESTADO ESPAÑOL
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¿Por qué dividir el voto de izquierdas con una nueva fuerza política como Podemos? Solo hay dos motivos de peso: la corrupción y la necesidad de empoderar a los ciudadanos. Podemos puede agitar la bandera de la lucha contra la corrupción, pero hasta ahora no ha gobernado y se libra de cualquier juicio en ese sentido. En cuanto a la necesidad de empoderar a los ciudadanos, ya he señalado que se está marginando a los círculos de los centros de decisión, liquidando el modelo asambleario. Podemos mantiene un perfil más tibio que IU en cuanto a la forma del Estado, sin pedir abiertamente un referéndum entre Monarquía y República y, además, rehúye la terminología clásica de la izquierda, sin atreverse a realizar una defensa enérgica del laicismo, el antifascismo o la memoria histórica. No me parece tranquilizador que Pablo Iglesias se codee con figuras como Carlos Jiménez Villarejo, nombrado en 1962 fiscal de la Audiencia Territorial de Barcelona. En 1962, la dictadura detuvo a Julián Grimau, miembro del comité central del PCE en la clandestinidad. Brutalmente torturado en la DGS, fue condenado a muerte y fusilado el 20 de abril de 1963. El 17 de agosto se ejecutó con garrote vil a los anarquistas Joaquín Delgado Martínez y Francisco Granados Mata por un atentado que no habían cometido. Villarejo no dijo nada y también guardó silencio cuando el Tribunal de Orden Público enjuició y condenó a la cúpula de CC OO a 20 años de cárcel. Ahora ha denunciado en el Parlamento Europeo la persistencia de la tortura en España, citando 79 procesos penales abiertos en 2013, la mayoría en el País Vasco. 33 europarlamentarios han respaldado la iniciativa. Entre ellos, se encuentran representantes de Izquierda Plural, Bildu, el Sinn Féin y Syriza. Curiosamente, se ha citado como prueba la sentencia de la Audiencia Nacional del 14 de mayo de 2014, absolviendo a 36 jóvenes vascos acusados de pertenecer a ETA. La sentencia señala la “invalidez de las pruebas obtenidas bajo tortura”, estableciendo como probado que los agentes de la Guardia Civil emplearon “métodos coercitivos y de compulsión como la violencia física, las amenazas y la coacción directa e indirecta”. La Audiencia Nacional admite que se emplearon golpes, amenazas y privación de sueño. Pablo Iglesias ha denunciado la impunidad de los agentes policiales en España y el “insuficiente control judicial” de los derechos de los detenidos. Aplaudo su valentía, pero no entiendo que utilice para esta batalla a Villarejo o que se fotografíe con  Baltasar Garzón, ex juez de la Audiencia Nacional y responsable de la aplicación del régimen de incomunicación en infinidad de ocasiones. Su fama de represor y cómplice de torturas ha provocado que varias de sus conferencias en el extranjero hayan sido frustradas por escraches. Nunca olvidaré las palabras de Martxelo Otamendi, director de Euskaldunon Egunkaria, relatando su detención en 2003. Cuando el juez Juan del Olmo ordenó su incomunicación, un agente de la Benemérita con pasamontañas le dijo: “Olvídate de tus derechos. Esto es la Guardia Civil”. En esos cinco días, Otamendi sufrió un simulacro de ejecución, la bolsa –que produce síntomas de asfixia-, vejaciones sexuales, privación de sueño, golpes, humillaciones, amenazas de ser sometido a descargas eléctricas. Absuelto por la Audiencia Nacional en 2010, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Estado español en 2012 por no investigar con suficiente rigor la denuncia de torturas. Otamendi ha descrito a la Guardia Civil como “un Estado dentro del Estado” y conviene recordar (y no olvidar) que la Audiencia Nacional es la prolongación institucional del infame Tribunal de Orden Público. Celebro que Podemos haya denunciado la persistencia de la tortura en España y, al igual que Pablo Iglesias, creo que la violencia de ETA tiene “explicaciones políticas”, lo cual no significa que no condene su actividad armada. Cuando Esperanza Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid, invitó al joven político a repetir la frase “los etarras son unos asesinos”, Pablo Iglesias se defendió con bastante elocuencia, pero tal vez debería haberle contestado que “el Partido Popular es la creación de un asesino”, el abominable Manuel Fraga y que ni ella ni cualquier otro miembro de su partido tiene autoridad moral para hablar de derechos humanos. Me permito mencionar una anécdota banal, que muestra hasta qué punto el tema de la tortura es un tabú en España. Hasta ahora me han hecho pocas entrevistas, pero en una de ellas el medio –no el periodista- con el que hablé, suprimió mis declaraciones sobre la tortura, donde citaba las reflexiones del prestigioso antropólogo forense Francisco Etxeberria, que acusa a jueces, fiscales y forenses de complicidad y encubrimiento. Esto es España, el país del Valle de los Caídos y los 200.000 desparecidos.
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EL HUMOR Y LA POLÍTICA
Cuando he cuestionado el proyecto político de Podemos, algunos han rebatido mis dudas con argumentos. No pretendo tener razón en todos los casos. Ni siquiera en la mayoría de las ocasiones, pero defiendo mi derecho y el de cualquier otro ciudadano a manifestar mis dudas. Acepto las críticas, pero no los insultos, especialmente cuando explotan mi condición de bipolar. He publicado un libro titulado Miedo de ser dos relatando mi experiencia con la enfermedad, que Juan Carlos Monedero reseñó en La Marea, y me he apuntado al Círculo Podemos Discapacidad para ser informado de sus actividades. Entiendo que los simpatizantes de Podemos que han utilizado mi confesa bipolaridad para descalificarme violan el código ético de un proyecto político, donde no hay espacio para ningún tipo de discriminación. Pablo Iglesias es un político y su actividad incluye ser blanco de sátiras y objeciones. Su obligación es persuadir, convencer, rebatir y aceptar con buen humor las chanzas de periodistas, caricaturistas y blogueros. No sé si todos sus seguidores comprenden este hecho. Podemos no es ni debe ser Pablo Iglesias, pues teóricamente nace del espíritu asambleario del 15-M, que combatió los personalismos y los liderazgos carismáticos. Para finalizar, creo que actualmente hay dos frentes abiertos contra la barbarie neoliberal: las iniciativas ciudadanas (centros sociales autogestionados, escuelas libres, asambleas, actos solidarios, manifestaciones, huelgas) y las iniciativas políticas. Las fuerzas políticas de izquierdas deberían acompañar a las iniciativas ciudadanas, sin rentabilizarlas en su beneficio, y confluir en una amplia coalición para ganar las próximas elecciones municipales y generales, estableciendo un acuerdo de mínimos. Podemos debería hacer pedagogía política y despejar cualquier duda sobre sus principios y funcionamiento, manteniendo un diálogo permanente con partidos afines. Si prospera la división entre la izquierda, perderán los parados, las familias desahuciadas, los niños malnutridos, los pensionistas, los inmigrantes, los jóvenes. Es decir, “los de abajo”. La prioridad es acabar con su sufrimiento, construyendo un futuro alternativo. Todos los que se desvíen de ese objetivo, serán cómplices de la inhumanidad reinante. La política no se hace con estrategias, sino con convicciones y el primer paso es dejar claro la posición ideológica. Ser de izquierdas no es un anacronismo, sino un compromiso con un porvenir sin injusticias ni desigualdades.
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RAFAEL NARBONA

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