¿ESTAMOS AL BORDE DE UNA GRAN EPIDEMIA?
Puede parecer una locura, propia de una mente excesivamente fantasiosa y conspiranoica.
Pero si lo razonamos y lo analizamos con detenimiento veremos que no es una idea tan descabellada: a determinadas élites de este planeta, especialmente en estos momentos, les interesaría mucho que se produjera una “gran” epidemia, o si preferimos nombrarlo de una manera menos alarmista, una “gran crisis sanitaria”.
Evidentemente no nos referimos a una pandemia mortal y descontrolada de carácter apocalíptico, como la peste negra o las que nos muestran en las películas de Hollywood.
Nos referimos a un brote epidémico que reúna una serie de características, digamos que, “ventajosas” para conseguir determinados fines.
Es decir, una crisis perfectamente controlada y controlable en su evolución, pero que a la vez genere una implacable sensación de pánico entre la población, con el fin de que ésta reclame y acepte las medidas necesarias para afrontar dicha crisis.
Dicho de otra manera: un gran problema que requiera una gran solución…una solución que solo determinados grupos en el poder puedan ofrecer.
Estamos convencidos de que en determinados Think Tanks ya se ha planteado esta posibilidad como algo plausible.
Al fin y al cabo, la función principal de los Think Tanks es proyectar y prever escenarios hipotéticos a modo de simulación, con el fin de determinar qué estrategias deberían implementarse si se produjeran y cómo se podría sacar el mejor provecho de ellos.
Y como iremos viendo, una epidemia a escala planetaria representaría una oportunidad única a diferentes niveles.
Una idea ya inoculada
A pesar de que pueda parecer una locura plantearse tales escenarios, lo cierto es que la idea de una gran pandemia mundial ya ha sido debidamente inoculada en el imaginario popular en los últimos años y de forma sospechosamente insistente.
Como hemos dicho en anteriores artículos, una de las maniobras de manipulación mental más habituales consiste en inocular ideas, imágenes o conceptos con el fin de que la mente de la ciudadanía se “acostumbre” a ellas y las observe como una posibilidad futura.
Parece que uno de los objetivos principales de este mecanismo es impedir que el impacto o shock asociado a tales conceptos si llegan a convertirse en realidad, derrumbe todas las creencias de la población y con ello, todas las estructuras mentales que mantienen en pie el sistema.
Por lo visto, con la inoculación y aceptación de una determinada imagen o idea, ésta se incorpora a la psique como “escenario previsible” y se condiciona con ello la respuesta futura de la gente.
Sería algo así como administrarle una vacuna a la sociedad para un mal que aún no ha hecho acto de presencia.
Quizás ésta sea la causa por la cual estamos viendo tantas obras de ficción cuyo argumento gira alrededor de una gran pandemia; hasta el punto de que estamos siendo sometidos a un auténtico bombardeo psicológico.
Pandemias de fantasía
Si nos fijamos bien, veremos que en las últimas dos décadas han proliferado las películas centradas en pandemias planetarias que asolan a la especie humana; pero entre ellas encontramos un subgénero que ha alcanzado altas cotas de popularidad y que nos llama especialmente la atención: el género de zombies.
Como destacábamos en un artículo anterior titulado: COMO CONTROLAN TU FANTASÍA, el subgénero de zombies, tan en boga en estos últimos tiempos, ha sufrido un extraño giro argumental que, por lo visto, ha pasado desapercibido a la mayoría de gente.
En sus inicios, las películas de zombies giraban entorno a grupos de personas fallecidas que volvían a la vida con el objetivo de devorar a los vivos.
Sin embargo, en los últimos años, los zombies han dejado de ser “muertos vivientes” para convertirse directamente en “infectados por un virus que deben ser exterminados”.
Y lo han hecho prácticamente en todas las películas y series del género, casi sin excepción.
No deja de ser curioso que todos los creadores, sean guionistas, directores o productores se hayan abonado a la misma corriente sin ofrecer alternativas o nuevos puntos de vista…
Y es que ¿Cuántas películas, series de televisión e incluso videojuegos, producidas en el último cuarto de siglo nos hablan con insistencia de una gran epidemia planetaria que asola la humanidad?
¿Alguien sería capaz de contarlas?
¿Por qué se ha invertido tanto dinero en un tema tan específico y que ofrece tan pocas variaciones a nivel argumental de una obra a otra?
Porque lo cierto es que habría muchas formas diferentes de tratar y enfocar el mismo concepto basado en una pandemia global.
Sin embargo, en la gran mayoría de films, el mismo enfoque se repite sistemáticamente, en todos los aspectos y se centra casi siempre en la transmisión de la enfermedad por vía sanguínea, por contacto físico y por transmisión de fluidos.
La repetición constante de la misma idea, una y otra vez, empieza a resultar francamente inquietante.
Una colección de epidemias reales
Pero lo más paradójico del caso es que vivimos el momento de nuestra historia en el que disponemos de mayores recursos y conocimientos científicos y médicos y sin embargo, la presencia de epidemias se hace más patente que nunca.
Últimamente, tanto los medios oficiales como los medios alternativos de Internet nos han presentado una auténtica panoplia de amenazas epidémicas de todo tipo, perfectamente publicitadas, tales como el SARS, el MERS, la gripe A, el ébola, el virus del Nilo occidental, los brotes de peste bubónica en China o incluso la proliferación imparable y altamente preocupante de las superbacterias (bacterias resistentes a los más poderosos antibióticos), cada vez más frecuentes en los centros de salud y especialmente en los hospitales y que ya ha sido declarada por la Organización Mundial de la Salud como una amenaza potencial para la humanidad.
Así pues, estamos siendo bombardeados por el concepto “gran pandemia” por dos vías: por un lado, mediante la insistente presencia del tema en el mundo de la ficción y por el otro, por un degoteo sutil y incesante en los medios de comunicación, que se relaciona con nuestros miedos más profundos y arraigados como seres humanos y como especie.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿aún hay alguien que no crea posible el estallido de un brote epidémico que asole parte de la especie humana?
Quien sabe, incluso puede haber gente a la cual tal posibilidad le produzca una suerte de atractivo morboso…
UNA EPIDEMIA LLENA DE “BENEFICIOS Y VENTAJAS”
Pero como decíamos al principio del artículo, la aparición de una pandemia planetaria, bajo determinadas condiciones, ofrecería una gran serie de ventajas y beneficios a determinadas élites y grupos de poder…
Sumisión completa a las autoridades
Para empezar, el pánico asociado a la expansión de una epidemia llevaría a la población a acatar, e incluso exigir, un mayor orden y control por parte de las autoridades.
Así pues, gracias a la aparición de un brote epidémico, los mecanismos del poder se verían reforzados hasta límites que en cualquier otra circunstancia resultarían inaceptables para la mayoría de la ciudadanía.
Este es un mecanismo que ya se ha utilizado en los casos de amenaza terrorista, consiguiendo que la población ceda sumisamente libertades a cambio de seguridad.
Se trata de una maniobra habitualmente utilizada por los más variopintos regímenes y cuyo mayor exponente encontramos en la actualidad en los EEUU, país que tras los atentados del 11-s se ha convertido, prácticamente, en un Estado Policial donde la población se ve sometida a una vigilancia masiva.
Las ventajas en el caso de la epidemia, serían aún mucho mayores que en el caso del terrorismo, pues ya no estaríamos ante un enemigo identificable y dotado de un discurso ideológico, hecho que lo convierte en algo opinable y que por lo tanto puede conducir a tomar partido por uno u otro bando.
En el caso de una epidemia, el enemigo es algo difuso e intangible que nos afecta a todos por igual: la enfermedad; una imagen poderosa que enraíza con nuestros miedos más cervales y que es capaz de doblegar hasta la razón más firme.
Así pues, la necesidad de controlar una epidemia podría llevarnos a un estado dictatorial que incluso los más fervientes defensores de las libertades individuales aceptarían sin apenas rechistar, porque simplemente, los derechos sociales dejarían de ser el foco central de sus preocupaciones.
Aborto de una posible Revolución
El momento de crisis sistémica actual ha conducido a muchos países del mundo al borde de la rebelión civil.
En los últimos meses se han sucedido en varios países las manifestaciones y las protestas, en muchos casos masivas.
El número de gente que deja de creer en el sistema va en aumento y cada vez es mayor el número de personas que claman por un cambio radical, no solo de los esquemas sociales, económicos o políticos, sino incluso de todos nuestros preceptos como especie a nivel mental.
Cada vez hay más personas que dejan de creer en los mecanismos de autoridad jerarquizada y abogan por un mundo más horizontal y colaborativo entre iguales.
Pero una epidemia masiva terminaría de un plumazo con todos estos movimientos tan peligrosos para el status quo actual.
Para empezar, porque el derecho a la manifestación podría verse radicalmente restringido bajo el subterfugio de la seguridad sanitaria y el peligro que conllevarían las concentraciones masivas de personas.
De esta manera, se conseguiría que los movimientos de protesta tendieran a su disolución, produciéndose una desmovilización social masiva.
Atomización de la sociedad
Pero lo peor es que la visualización del concepto “agrupación de personas” como algo peligroso conduciría a la sociedad hacia una atomización y hacia una pérdida del contacto humano entre sus componentes.
Dicho en otras palabras, se produciría un efecto de disgregación social a gran escala.
Nuestro vecino dejaría de ser un compañero o un aliado para convertirse en un sospechoso y en un potencial foco de infección y muerte.
Así, la desconfianza y el recelo se extenderían a nivel horizontal, hacia aquellos que comparten nuestro mismo entorno, mientras por contra, la confianza aumentaría a nivel vertical, hacia las autoridades y aquellos que garantizaran nuestra seguridad, hasta convertirse en total sumisión y servilismo a ellos.
En este aspecto, la maniobra sería una jugada magistral.
Porque no solo reforzaría los mecanismos del poder sino que dinamitaría por completo la posibilidad de crear agrupaciones basadas en la confianza mutua y la solidaridad entre iguales, estructuras todas ellas potencialmente peligrosas para las estructuras de poder jerarquizadas actuales.
Y aunque la epidemia al final consiguiera ser controlada o erradicada, esos sentimientos de desconfianza hacia las demás personas de nuestro entorno y la necesidad de una sumisión voluntaria a la autoridad, quedarían marcadas como fuego en la mente de todos los ciudadanos a través del intenso miedo que habrían sentido durante el proceso, sentando así las bases psicológicas para un modelo de sociedad futura totalitaria y represiva.
Eliminación de disidentes
En un caso extremo, además, la epidemia permitiría realizar una purga discreta, sutil y silenciosa de todas aquellas personas que pudieran resultar molestas a determinados gobiernos o intereses.
Algo que quizás en el momento actual podría levantar sospechas, pero que en el escenario de una epidemia recibiría una fácil justificación dadas las circunstancias.
Establecimiento del “gran hermano” tecnológico
El necesario control de la epidemia exigiría un monitoreo constante de todas y cada una de las personas del planeta, convertidas ahora en focos potenciales de la enfermedad.
Eso conllevaría un esfuerzo (progresivo, desigual y no homogéneo) en todos los países con el fin de imponer un control exhaustivo sobre sus ciudadanos.
Se sentarían así las bases del gran hermano tecnológico, sin que nadie pudiera levantar la más mínima protesta, pues todo se justificaría en alas de la supervivencia de la especie.
Todos los datos médicos de cada habitante deberían ser recogidos, almacenados y centralizados con el fin de realizar un monitoreo constante de los diferentes focos epidémicos potenciales en tiempo real.
Con el fin de llevar un seguimiento eficaz de cada persona, estas deberían ir equipadas con algún tipo de dispositivo fácilmente legible o escaneable, que ofreciera inmediatamente los datos identificativos de cada ciudadano a las autoridades, así como datos de carácter médico y biométrico de interés.
Éstos datos podrían estar almacenados en los propios teléfonos móviles o en dispositivos incorporados al cuerpo, tales como microchips o parches.
Se multiplicarían los controles rutinarios en calles y medios de transporte, tales como aeropuertos y estaciones de tren, metro y autobús.
Toda persona sería susceptible de ser detenida, analizada e inspeccionada por las autoridades, así como verse obligada a revelar sus actividades detalladamente, con el supuesto fin de prevenir su posible contacto con focos de infección.
Vigilancia masiva ciudadana
Por si todo esto fuera poco, la propia ciudadanía se convertiría en un órgano de vigilancia y represión de sus semejantes.
La paranoia y el pánico asociados a la enfermedad, conducirían a una vigilancia estricta de todas las personas que nos rodearan.
Para cualquier tipo de actividad, los propios ciudadanos se exigirían entre sí las certificaciones médicas o los últimos análisis que garantizaran el perfecto estado de salud de unos y otros.
Esto multiplicaría el volumen de negocio de algunas industrias farmacéuticas o del campo sanitario y derivaría en un estado de vigilancia masiva y mutua realizada por todos y cada uno de nosotros.
Se promovería la denuncia ante las autoridades de aquellos que presentaran cualquier atisbo de síntoma y de aquellos que se negaran o se mostraran reticentes a pasar controles o a ser monitoreados y vigilados.
Toda persona que tuviera la osadía de presentarse como defensora de las libertades individuales o que se atreviera a dudar de las medidas draconianas aplicadas por la autoridad, sería considerada por los demás ciudadanos o incluso por sus propios familiares y amigos, como un irresponsable y un peligro público potencial, provocando su rápido aislamiento social y su silenciamiento como elemento discordante.
Eliminación definitiva del dinero físico
Se daría también el espaldarazo final a la deseada eliminación del dinero en efectivo y al establecimiento del pago electrónico a todos los niveles, con la excusa de evitar el riesgo de contagio asociado al intercambio de dinero físico.
Además, tal necesidad urgente e ineludible, llevaría a un rápido y acelerado proceso de sustitución de un tipo de dinero por el otro, que a su vez, representaría un enorme negocio para las grandes multinacionales tecnológicas encargadas de implementar tales dispositivos, cobrando los costes a los propios ciudadanos vía impuestos, pues debería ser el Estado el que sufragara tales gastos.
El establecimiento del dinero electrónico representaría el control absoluto de cada habitante del planeta, pues directamente, las autoridades dispondrían de toda su información fiscal en vivo y en directo y tendrían la capacidad de bloquear sus cuentas a conveniencia.
Eliminación de los medios alternativos
El pánico generado por la epidemia, llevaría a la ciudadanía a reclamar informaciones inmediatas, fiables y prácticas por parte de las autoridades. Y evidentemente, las autoridades encargarían la difusión de esas supuestas informaciones “veraces” a los grandes medios de comunicación, sus voceros habituales.
Los medios alternativos o contraculturales no tendrían acceso a ellas y por contra recibirían todo tipo de filtraciones falsas con las que generar bulos y una creciente sensación de desconfianza y decepción entre la población, justo cuando más necesitaría tener acceso a la verdad que se le oculta.
Poco importaría que los medios alternativos denunciaran manipulaciones y teorías conspirativas respecto a la aparición y proliferación de la epidemia.
A la gente lo único que le importaría sería obtener información con la que sentirse segura y poder proteger a sus seres queridos y ésta provendría siempre de los mass media.
Así pues, el miedo y la sumisión a la autoridad que conllevaría la aparición de la epidemia, tendría como efecto colateral la sumisión a la “verdad” oficial ofrecida por los grandes medios de comunicación, que recuperarían el papel preponderante que en la actualidad están viendo discutido por las redes sociales y los medios alternativos de internet.
El gobierno de los tecnócratas
La situación de emergencia requeriría no solo una autoridad fuerte, sino un gobierno eficiente.
La actual crisis de confianza de la población hacia la corrupta clase política, que se ha mostrado además manifiestamente incapacitada a la hora de gestionar de forma correcta los bienes públicos, hallaría en la epidemia el punto de inflexión definitivo.
La población reclamaría que fueran los técnicos, los científicos y los expertos y no los políticos corruptos, los que llevaran la voz cantante durante la crisis y ello representaría una oportunidad de oro para implantar regímenes tecnocráticos, algo a lo que nos encaminamos en el futuro.
Los comités de expertos, científicos y técnicos serían los encargados de determinar las políticas a llevar a cabo y los poderes ejecutivos representados por los líderes políticos pasarían a un segundo término.
Aparecería pues una nueva clase social dominante: los tecnócratas y un nuevo modelo de dictadura o tiranía en la que los órganos represivos cambiarían de aspecto.
Las porras, las leyes y las cadenas de antaño serían sustituidas por “protocolos de actuación” y por “directivas técnicas de obligado cumplimiento”, aplicadas con frialdad y eficiencia por obedientes burócratas disfrazados de científicos.
Entraríamos definitivamente en un nuevo régimen, en el que las personas serían consideradas solo simples datos computables y sacrificables en pos del perfecto equilibrio de las ecuaciones y de las inertes leyes del calculo estadístico.
Los tecnócratas se convertirían en una suerte de nuevos sacerdotes de bata blanca que sustituirían los viejos sacrificios humanos por los nuevos sacrificios de masas en pos de un bien común perfectamente calculado y parametrizado según la nueva doctrina “divina” de la ciencia.
Serían los comités de expertos los que fríamente determinarían quién vive y quién muere, de la misma forma que los jurados de los concursos de cocina o de canto de la televisión deciden quién vale y quién no vale.
Al fin y al cabo, éste es el concepto principal que debían inocularnos a todos a través de esos asquerosos “talent shows”…
El imperio de las transnacionales
La crisis sanitaria conllevaría, además, una quiebra prácticamente inevitable de los sistemas sanitarios de los diferentes países, ya muy deteriorados tras la última crisis económica y sometidos al endeudamiento masivo de los gobiernos.
Ante la imposibilidad de lidiar con la epidemia de manera efectiva por motivos económicos, los servicios sanitarios públicos serían definitivamente privatizados y su gestión acabaría recayendo principalmente en las grandes empresas transnacionales, a través de sus divisiones de la industria médica y farmacéutica.
Por lo tanto y de forma clara y explícita, la salud de todas las personas del planeta sería prácticamente propiedad exclusiva de las grandes transnacionales, sin intermediarios molestos, ni trabas legales de ningún tipo que limitaran sus actividades.
Serían esas transnacionales las que suministrarían los comités de expertos y serían las que ejercerían el poder de facto sobre cada aspecto de nuestras vidas, convirtiendo a los gobiernos electos y a los estados en sus títeres, algo que se insinúa en la actualidad, pero que llegado el caso dejaría de ser una insinuación para convertirse en ley.
Dicho de otra manera: las grandes compañías transnacionales se convertirían en los nuevos dioses a los que tendríamos que rendir culto…
Cambio de modelo económico
Cada vez más datos revelan que la situación actual del sistema económico y financiero internacional, está próxima al colapso.
Las burbujas de deuda de los gobiernos, los grandes bancos y las empresas están cada vez más próximas a estallar, con el riesgo de crack económico que ello representa.
La aparición de una pandemia representaría una oportunidad única para realizar una transición controlada del sistema económico actual hacia un nuevo paradigma.
Algunos países podrían justificar su situación financiera culpando de ella a la epidemia y cualquier medida de ajuste que pudiera aplicarse, por dura que fuera, estaría plenamente justificada por la situación de emergencia mundial.
Podría producirse así un derribo controlado del sistema actual y una renegociación pactada de las condiciones del nuevo sistema, en la que aquellos que dispusieran de los mejores recursos para afrontar la crisis sanitaria, llevarían la voz cantante y dispondrían de las mejores cartas.
Guerra biológica encubierta
La aparición de una epidemia, permitiría además, atacar y arrodillar a cualquier régimen o país que se mostrara díscolo o desobedeciera las directrices impuestas por las élites, mediante la “aparición súbita” de brotes epidémicos virulentos y aparentemente incontrolables en su territorio.
Esto brindaría la posibilidad a determinados poderes fácticos de apoderarse definitivamente de los recursos naturales de países en vías de desarrollo, sin encontrar ningún tipo de oposición ni verse obligados a establecer negociaciones de ningún tipo.
Incluso permitiría realizar tareas de limpieza étnica o desplazar y reubicar grandes masas de población, según el caso.
Sería pues, una nueva forma de invadir países y territorios, bajo el paraguas argumental de una gran crisis sanitaria…
Control de la inmigración ilegal
Siguiendo en este contexto, la aparición de una epidemia representaría la excusa perfecta para aplicar medidas de control de la inmigración que ahora nos parecerían inhumanas en diferentes partes del mundo.
Esas medidas recibirían la aceptación silenciosa de gran parte de la población occidental, obsesionada por evitar que personas presuntamente contagiadas o portadoras de la enfermedad ingresaran en su territorio.
Y sobretodo…UN ENORME NEGOCIO
Una epidemia global que provocara suficiente nivel de pánico podría representar un negocio de magnitudes prácticamente inimaginables, especialmente para las empresas farmacéuticas o del mundo sanitario que dispusieran de los productos adecuados para afrontar la gran crisis.
Pongamos un ejemplo concreto.
Hace pocos días publicamos un artículo titulado: THERANOS: LA MISTERIOSA EMPRESA SANITARIA…en el que mostrábamos las actividades de una compañía que, en caso de producirse una epidemia, vería multiplicado exponencialmente su volumen de negocio.
La actividad principal de “Theranos inc.” está centrada en el mundo de los tests de laboratorio, tales como análisis de sangre y detección de enfermedades.
Theranos ha desarrollado un método rápido, eficiente y barato de análisis, que en el caso de una epidemia mundial, la convertiría en una empresa indispensable a la hora de afrontar la gestión de la crisis y por lo tanto en uno de los negocios más fructíferos de las últimas décadas.
No ofrecemos el ejemplo de Theranos por capricho.
No deja de ser llamativo que en el consejo de administración de dicha compañía encontremos, principalmente, no a científicos, empresarios o médicos, sino a ex-generales del ejército de EEUU, ex-secretarios de Estado y de Defensa del gobierno norteamericano y a reconocidos elitistas como Henry Kissinger.
Todos ellos, durante la última década, han invertido su dinero y su tiempo en una empresa que se dedica a…hacer análisis de sangre y detección de enfermedades.
Alguna gente malpensada podría llegar a considerarlo sospechoso…
Theranos, pero, es solo un ejemplo concreto de la inmensa oportunidad de negocio que una gran epidemia podría representar para determinadas élites económicas.
Porque seamos sinceros…¿cuántas grandes compañías farmacéuticas podrían sacar una gran tajada de ello?
Características “ideales” de la epidemia
Llegados aquí y puestos a imaginar escenarios hipotéticos, elucubremos qué características debería tener ese brote epidémico para convertirse en un negocio fructífero y en una maniobra realmente beneficiosa para unos cuantos.
Las características principales de esa pandemia, deberían ser.
1-Ser fácilmente controlable
2-Generar un elevado nivel de pánico entre la población
Para que se cumplan estos dos requisitos, aparentemente contradictorios entre sí, la enfermedad que generara la epidemia debería ser difícil de transmitir, pero a la vez resultar extremadamente dañina y fácilmente visualizable como concepto generador de terror entre la población.
Una enfermedad difícil de transmitir es, por ejemplo, aquella que no se transmite por vía aérea, sino que se transmite por contacto directo con los fluidos contaminados de la persona infectada (curiosamente el tipo de enfermedad con el que tanto nos han bombardeado en las películas de pandemias y zombies)
Sin embargo, la enfermedad debe resultar también extremadamente virulenta para provocar el deseado efecto de pánico masivo que conduzca a la sumisión.
Si nos fijamos en las películas de las que hemos hablado en este artículo, en la mayoría de ellas, la sangre hace acto de presencia como icono visual de la infección y como gancho que enlaza con nuestros miedos más profundamente arraigados.
Así pues, ¿hay alguna enfermedad que encaje con todos estos requisitos? Que cada uno saque sus propias conclusiones…
Cómo podrían “gestionar” la epidemia
En el caso de crear una epidemia con la que conseguir todos los objetivos anteriormente mencionados, lo ideal sería mantenerla controlada desde un principio y generar una sensación de pánico artificial y un cierto desconcierto a través de los medios de comunicación, que actuarían como altavoces.
Por lo tanto, no estaríamos hablando de una gran cantidad de víctimas, sino de un número limitado, pero que generara un elevadísimo nivel de temor entre el público.
Para conseguir tales efectos, sería necesaria la aparición de diversos focos de forma sucesiva y en diferentes puntos del planeta, todos ellos perfectamente acotados y controlados en realidad, hecho que permitiría ir gestionando la evolución de la epidemia como si se tratara de una narración dramatizada por capítulos.
A su vez, la aparición de posibles mutaciones imprevistas del virus, actuarían como giros argumentales con los cuales incrementar paulatinamente y regular a conveniencia la sensación de temor de la población.
Gestionando adecuadamente ambos recursos narrativos (aparición de focos y mutaciones del agente patógeno), la crisis sanitaria podría alargarse durante meses o años, hasta alcanzar los objetivos que sus impulsores se hubieran propuesto en un inicio.
Cabe destacar que desde sus primeros pasos, la enfermedad central debería disponer de una vacuna, cuya existencia sería ocultada inicialmente al resto de la población.
¿Por qué razón?
Por puro negocio.
A más personas infectadas, mayor necesidad de adquirir la vacuna y por lo tanto, mayor valor o precio tendría ésta debido a la demanda.
Por otro lado, la gestión de la enfermedad en sus estadios iniciales e intermedios podría ir derivando desde una falta de tratamiento eficaz, hacia un tratamiento paliativo o mitigador parcial, hasta culminar finalmente en la aportación de la vacuna en el momento adecuado.
Con ello, los perpetradores de la maniobra se garantizarían un mayor volumen de negocio que el obtenido ofreciendo la vacuna directamente a las primeras de cambio, pues ganarían dinero con la aplicación de los tratamientos paliativos durante un largo periodo de tiempo, cronificando la enfermedad, hasta que en última instancia realizarían el montante principal del negocio con la venta de la vacuna.
Se trataría pues, de un proceso similar al que vemos con la obsolescencia programada de los productos tecnológicos.
Dicho de otra manera: alargando la enfermedad, alargarían el negocio.
Una maniobra desalmada…pero previsible.
Aclaración final
Sabemos que lo que hemos expuesto en este artículo es lo que mucha gente calificaría (y muy adecuadamente) como material “conspiranoico sin ningún sentido”.
Por ello queremos dejar claro que en este artículo NO estamos diciendo que vaya a producirse una pandemia, ni que determinados grupos en el poder tengan planeado llevar a cabo algo por el estilo.
Lo repetiremos para dejarlo bien claro: NO ESTAMOS DICIENDO QUE VAYA A PRODUCIRSE UNA PANDEMIA NI NADA PARECIDO
Ni mucho menos.
Simplemente, hemos generado una hipótesis (aceptamos que muy fría y cruel), que a mucha gente puede parecerle muy fantasiosa y exagerada y simplemente nos hemos limitado a analizar, desde nuestro punto de vista, de qué manera esa hipótesis podría convertirse en una realidad, a quién beneficiaría y por qué.
Así pues, todo lo expuesto en este artículo es un simple ejercicio de imaginación, que por otra parte invitamos a realizar a todos los lectores, por ejemplo en las reuniones de amigos, como si fuera un juego narrativo o una diversión.
Sin embargo, a pesar de no creerlo posible y como decíamos al principio del artículo, sí creemos que algunos grupos de poder y Think Tanks asociados han estudiado a fondo cómo, cuándo y de qué manera podrían ellos u otros grupos opositores, realizar una maniobra similar.
En este artículo y de forma muy modesta, hemos tratado de hacer algo remotamente parecido.
Esperemos que nadie tenga la mala intención de tomarlo como un arrebato profético o como una advertencia literal.
Además, podemos estar todos bien tranquilos.
Nunca veremos algo tan terrible como lo expuesto en este escrito, principalmente, porque no hay personas tan crueles en este mundo, ni capaces de llevar a cabo atrocidades de esta magnitud…¿no?
(de fondo se oye una carcajada malvada…)
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
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