Muchos militantes socialistas nacen,
crecen y se hacen profesionales de la política dentro del propio
partido, sin haber vivido ni sufrido la realidad social que dicen
conocer, por mucho que su padre haya sido fontanero. Se asemeja a un
seminario, o a un convento, en donde los curas y las monjas se aíslan
durante años para recibir el adoctrinamiento adecuado, que les hará
defender de por vida, y sin complejos, la religión que profesan. El Opus
Dei hace lo mismo, pero con otro estilo y finalidad. Pero en el fondo
todo es igual o parecido, aunque las intenciones sean distintas.
A sus 40 años de edad Susana Díaz se
postula como la líder socialista del futuro, y su mayor mérito ha sido
haberse convertido en la presidenta de la comunidad andaluza, pero no en
unas urnas y por elección popular, sino por designación de su
antecesor, que se vio obligado a dimitir al estar presuntamente
implicado en el caso de los ERE, uno de los mayores casos de corrupción
de nuestro país, y que aún está en fase de investigación. Puede que la
jueza Alaya se haya extralimitado en sus funciones, pero nadie duda que
Griñán dejó su puesto para descontaminar al gobierno andaluz del
proceso penal.
Susana Díaz no sabe idiomas, ni le
preocupa; dejó inicialmente su carrera de derecho para medrar en el
PSOE, y le es indiferente; nunca ha tenido ninguna profesión que no
fuese la política, ni cotizado como trabajadora por cuenta ajena, pero
eso carece de relevancia, al menos para ella. En definitiva considera
que la política es una profesión rentable y segura, alejada de las
inclemencias que sufren actualmente los contratos de trabajo, y no una
vocación temporal y con fecha de caducidad. Por lo que su curriculum es
incompatible con una verdadera renovación del partido socialista.
Cuando recientemente decidió no
postularse para Secretaría General del PSOE, algunos pensaron que lo
hacía por prudencia y al no haber llegado su momento; y muchos la
creyeron. Pero nos engañó a todos: en un tiempo récord transformó a
Pedro Sánchez en su delfín, y lo convirtió en Secretario General gracias
al apoyo de los militantes andaluces. Su objetivo no era otro que
preparar el terreno para presentarse a las primarias como candidata
socialista a las próximas elecciones generales, con el apoyo del aparato
del partido. Y puede que lo consiga.
La renovación de un partido no se hace
con caras nuevas y sin arrugas, sino con personas preparadas de verdad
que traigan debajo del brazo un nuevo ideario que poner en práctica,
que respete los principios ideológicos del socialismo; y, eso sí,
acompañado de un arrepentimiento profundo y sincero de todos los errores
cometidos en los últimos años.
Curiosamente el mismo día en que se
celebraban las elecciones para elegir al nuevo Secretario General del
PSOE, Susana Díaz se subía al carro de las descalificaciones, y en un
gesto de inmadurez política, aterrorizada por los resultados que dan las
encuestas a la nueva formación política, y utilizando similar
argumentario al de la derecha más recalcitrante de este país, afirmaba
que “Podemos nos llevaría al aislamiento internacional, al corralito y a la inflación venezolana”.
No se está enterando de nada: Podemos no es una formación política que
alguien se haya inventado porque sí; surge del descontento, de la
traición del partido socialista a los principios básicos de la
izquierda, y de la indignación de muchos españoles, que han comprobado
cómo el PSOE se aliaba con el PP para priorizar el pago de la deuda, a
costa de brutales reformas en sanidad, educación y derechos sociales.
La bicefalia en el partido socialista es
cuestión de meses. Nada peor en un partido cuando no se sabe quién
manda, o cuando quien lo hace de verdad mueve sus hilos entre
bambalinas. Le deseo lo mejor a Pedro Sánchez, pero me temo que sucederá
lo peor, y tendrá razón Felipe González cuando pronosticó que el
triunfador sería un Secretario General efímero, o sin mando de verdad,
que para el caso es lo mismo.
Los socialistas deberían de preguntarse
quién manda de verdad en el seno de su partido. Porque el hecho de que
Pedro Sánchez cambie de criterio y decida modificar la fecha de las
primarias cuando aún no habían pasado 24 horas desde su elección, y lo
haga tras reunirse con Susana Díaz, dice muy poco en su favor.
Hacer políticas de izquierdas no es
pronunciar frases grandilocuentes, sino adquirir compromisos en
coherencia con sus convicciones, por lo que sería muy útil ponerles a
prueba. Tanto Susana Díaz como Pedro Sánchez han manifestado en público,
aunque con la boca pequeña, que estaban disconformes con la
modificación del art. 135 de la Constitución, en aquel pacto vergonzante
que unió al PSOE y al PP para modificar en 72 horas nuestra Carta
Magna, y así permitir que se priorizase el pago de la deuda, aunque
fuese a costa de no atender las necesidades básicas de los ciudadanos.
¿Estarían dispuestos a proponer una nueva reforma del art. 135 de la
Constitución, para dejarlo como estaba?. ¿No?, pues eso, más de lo
mismo. Y que no se extrañen cuando escuchen que PP y PSOE son la misma
cosa; se lo han ganado a pulso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario