Sevi,
nació en Marchena (Sevilla) el 21 de octubre de 1959. Es el mayor de
tres hermanos de una humilde familia campesina. En su pueblo natal cursó
sus primeros estudios en el colegio Juan XXIII y posteriormente en el
Instituto de Marchena, donde su mente despierta amigaba bien con los
libros y los estudios.
Allí también
conoció a otros jóvenes que posteriormente se incorporarían a la lucha y
a la dignidad. Siempre se mostró orgulloso de definirse como obrero del
campo.
En las
ocupaciones que los jornaleros hicieron de las fincas de los señoritos y
cabrones, con continuos cortes de carretera y enfrentamientos durísimos
con la Guardia Civil, Sevi se va forjando como luchador y campesino.
Entra a formar parte del Sindicato de Obreros del Campo y da vida e
impulso al Colectivo Cultural de Marchena.
También ingresa
en el Comité Anti-OTAN de aquella localidad. Animado por sus padres, va
a Sevilla a estudiar la carrera de Derecho y es en la capital donde
contacta con el PCE(r). Deja la carrera en el segundo curso y regresa a
Marchena a trabajar como su padre, de jornalero.
Junto a su
compañera, Rosario Narváez, su cuñado Antonio y la compañera de éste
María Jesús Romero, pasan a la clandestinidad en 1985 e ingresan en los
GRAPO. La hija de ambos, Aida, nace en la clandestinidad.
Es detenido en
Granada en una acción el 8 de diciembre de 1986 y juzgado en la
Audiencia Nacional en 1988, condenado a unos escandalosos 26 años por
militancia armada, tenencia de una pistola y expropiación a un banco.
Pasó por la tortura y por las cárceles de Granada, Soria y Meco.
José Manuel
Sevillano ingresó en la cárcel justo en el momento en que comenzaba la
dispersión de los presos políticos del PCE (r), GRAPO y ETA, decretada
por el gobierno de Felipe González en un intento de obligar a estas
organizaciones revolucionarias a abandonar la lucha.
Era un claro
chantaje, planeado por los "cerebros" de la Guardia Civil: cambiar la
vida de los presos por la renuncia a seguir combatiendo al régimen
monárquico. Uno de los responsables de este plan, el comandante Masa,
había sido el instigador de la campana de torturas en el País Vasco
desde 1980 y uno de los implicados en la dirección del asesinato del
dirigente abertzale vasco, Santiago Brouard, presidente de Herri
Batasuna. Sevillano y sus compañeros combatieron desde el primer momento
la política de dispersión, tratando de acumular fuerzas para la batalla
final. No querían caer en la provocación del gobierno, pero tampoco
podían dejarle hacer con ellos lo que quisieran. La hora de la verdad
llegó a principios de noviembre de 1989, cuando el director general de
Mazmorras, Antoni Asunción, comunicó a los presos que no pensaba cumplir
su promesa de unificarles en una sola cárcel. Asunción había hecho esta
concesión a los presos de los GRAPO de la cárcel de Almería que habían
llevado una huelga de hambre desde el 25 de Agosto hasta finales de
septiembre, poco antes de las elecciones generales de ese año. La
provocación era ya imposible de soportar y los presos políticos
decidieron responder a ella con lo único que podían: la huelga de hambre
a muerte.
El 30 de
noviembre de 1989 inicia junto a sus 60 camaradas presos la huelga de
hambre contra la dispersión. El 15 de mayo de 1990, tras la tortuosa
alimentación forzosa, ingresa gravísimo del Hospital Penitenciario al
Gregorio Marañón.
Tras dos infartos, el sionista y GALoso Enrique Múgica, Ministro de Justicia en aquel entonces, aún dice que la huelga de hambre es ficticia y que se mantendrá la dispersión, por buena y necesaria.
El día 25,
muere tras 175 días en huelga de hambre. Sus últimos cinco días los pasó
en coma mientras los ministros de Interior, Corcuera, y de Injusticia,
Múgica, trataban de obligar a los médicos de conservarle la vida como un
vegetal. Como posterior y brutal tortura, a su compañera y a su pequeña
hija Aida (Libertad) les prohíben verle por última vez: éste es el tan
cacareado humanismo del Estado.
Tras conocerse su asesinato leGAL,
miles de personas salen a las calles en Vigo, Coruña, Madrid,
Barcelona, Zaragoza, Cádiz, Sevilla, Vitoria, Bilbo, Margen Izquierda,
Donosti, Arrasate, Hernani, Orereta e Iruña en su homenaje. Hay
durísimos enfrentamientos con la policía. En Pamplona un solidario,
Eduardo Albéniz, es gravemente herido de bala por policías de paisano y
en Vitoria son atacadas numerosas sucursales oficiales y bancarias, al
igual que en Hernani y Orereta. En su homenaje y entierro en su
localidad natal fue despedido por cientos de solidarios.
Las RAF alemana
dió el nombre de José Manuel Sevillano a uno de sus comandos más
activos. Durante varios años, se ha venido realizando un homenaje en
coincidencia con el aniversario de su fallecimiento en Marchena, su
pueblo, que entre pancartas y pintadas olivos silbaban:
Obreros y campesinos
ha sonado la hora ya
avancemos decididos
nuestra fuerza es la unidad.
La huelga más larga: el asesinato de Sevi.
A Jose
Manuel Sevillano le conducen desde la cárcel de Soria al Hospital
Penitenciario en la primera semana de enero de 1990 por su situación de
extrema debilidad. El 25 de enero le trasladan de nuevo desde allí al
Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde ya se encontraban Milagros
Caballero, Carmen Muñoz, Rosario Narváez, José Antonio Ramón Teijelo,
Buenaventura García, Ramón Foncubierta y Antonio Lago. Permaneció allí
hasta el 1 de marzo y durante todo ese tiempo fueron alimentados a la
fuerza. Teijelo tuvo una gravísima infección general (asepsis) y le
tuvieron que sacar líquido de la columna vertebral y medicarle con
antibióticos.
El 1 de
marzo los presos consiguieron arrancarse la sonda y, en represalia,
todos ellos son trasladados de nuevo al Hospital Penitenciario. La orden
parte de la policía, una vez informados del hecho, ya que los médicos
se vieron obligados a informarles de todas las incidencias. En el
Hospital Gregorio Marañón no se les respetó su intimidad, ya que debían
estar en su habitación con la puerta abierta para que la policía pudiera
vigilarles permanentemente, y en ocasiones entraban dentro de ella, a
pesar de la oposición de los médicos.
La policía
se adueñaba cada vez más de los hospitales y comenzaron a centrarse en
José Manuel Sevillano casi desde un principio, dada su firmeza en seguir
con la huelga hasta sus últimas consecuencias: en lugar de trasladarle
en ambulancia fue conducido en un furgón de la guardia civil, en las
peores condiciones imaginables.
En el
Hospital Penitenciario a los presos se les vuelve a enchufar la
alimentación forzosa hacia mediados de marzo, aunque consiguen negociar
con los carceleros la forma de administración. Para evitar permanecer
atados a la cama con la sonda de plástico introducida por la nariz,
acuerdan que la alimentación se les suministre por vía oral: un ATS
penitenciario les llevaba un vaso de plástico con un suero líquido
llamado Pentaset; en presencia del funcionario, Jose Manuel Sevillano
aparentaba que se lo tomaba y cuando se marchaba, escupía su contenido
en el lavabo.
En Zaragoza
la alimentación también era por vía nasogástrica, lo que le produjo a
Olegario Sánchez Corrales una fuerte gastroenteritis. Por ello, en unión
de sus otros dos compañeros (José Balmón y Francisco Cela) se la
quitaron el día 13 de marzo en el Hospital; en represalia, fueron
trasladados a las cárceles de Daroca y Torrero. El regreso a las
cárceles provocaba numerosas infecciones, ya que a la extrema debilidad
del preso se le unía la suciedad propia y característica de las
prisiones. Y sin embargo, la intoxicación propagandística no cesaba ni
un momento, tratando de minimizar la gravedad de la situación y
desacreditar a los presos en huelga. Por ejemplo, Diario 16 de Aragón
narraba el 23 de marzo los hechos como si los presos volvieran a la
huelga después de un paréntesis, comiéndose un estofado el día de su despedida del Hospital Miguel Servet.
El desenlace
se acelera cuando en un análisis médico, los carceleros detectaron la
extrema debilidad de Jose Manuel Sevillano y le introdujeron a la fuerza
una sonda por la nariz para alimentarle y reanimar su estado general.
El 18 de abril, junto con los demás presos, Jose Manuel Sevillano vuelve
a rechazar la alimentación forzada y consigue arrancarse la sonda. La
dirección del Hospital Penitenciario, en lugar de enviarles al Hospital
Gregorio Marañón, traslada a Sevillano a la cárcel de Meco, donde
ingresa en la enfermería. Era una medida de fuerza para presionar y
agotar todas las posibilidades represivas: a pesar de la gravedad de la
situación, los que rehusaran la alimentación forzosa no serían ya
trasladados a hospitales sino a las cárceles. También a Buenaventura
García le trasladaron a Segovia, a Juan Manuel Pérez Hernández a Ocaña, a
Josefa Alarcón y a las demás presas a Avila.
A
las pocas horas de ingresar en la enfermería de Meco, a Jose Manuel
Sevillano le da un primer ataque cardiaco, que el gobierno se preocupó
de silenciar para que no trascendiera; le reaniman con urgencia y se ven
obligados a trasladarle de nuevo al Hospital Penitenciario el 25 de
abril, donde se le alimenta a la fuerza por vía nasal. Allí es recluido
en una habitación conjuntamente con Juan Manuel Pérez Hernández,
Fernando Fernández y Luis Cabezas Mato; en otras habitaciones se
concentraban ya la mayor parte de los presos, pero sin poder comunicarse
entre ellos.
El 12 de mayo
le da a Sevillano un segundo ataque cardiaco y los médicos le consideran
muerto, pese a lo cual le trasladan urgentemente al Hospital Gregorio
Marañón para reanimarle. Estaba en coma y en el Hospital le mantienen
artificialmente con vida, para que el gobierno ganara tiempo y se
preparara para la muerte, que sólo se produciría cuando ellos lo
consideraran oportuno. Al mismo tiempo filtraron la noticia de su muerte
para desmovilizar y desorientar al movimiento en la calle.
En el pueblo de
Jose Manuel Sevillano, Marchena, localidad andaluza de jornaleros y
trabajadores del campo, tropas especiales de la guardia civil tomaron
posiciones y entraron en las viviendas de las personas más luchadoras
para atemorizarlas ante el próximo desenlace y presentar un funeral en
silencio con la sola presencia de los familiares más allegados.
Murió Sevillano
y el gobierno no pudo impedir que numerosas personas se concentraran en
el cementerio de Marchena para rendirle homenaje, sucediéndose también
las manifestaciones, concentraciones y otras formas de protesta en
muchas ciudades y pueblos de toda España.
A Jose Manuel Sevillano nunca le dejaron tocar a su hija.
"¿Sabes
lo que decía el médico cuando te vimos? Que eras un gatito travieso que
cabe en una zapatilla. Papá te miraba por el monitor con los ojos muy
abiertos tratando de distinguirte el rostro, las manos, los pies... algo
que recordara un bebé. ¡Cómo nos reíamos al salir de la consulta! Mira
que buscar distinguir un bebé cuando sólo eras un renacuajo, te
llamábamos por aquel entonces Gustavo, como la ranita de los dibujos
animados[...] Teníamos prisa, mucha prisa, por verte nacer, crecer,
antes de tener oído ya te hablábamos, antes de tener ojos te hacíamos
juegos y sonrisas, antes de tener piel te acariciábamos el cuerpo...
Teníamos la prisa de los padres por su primer hijo y prisas porque no
podíamos esperar. Porque la lucha, Aída, no puede esperar, que, ¿qué es
la lucha? Luego te lo explico[...] Muchas
noches, me despertaba y os sorprendía en la oscuridad, en conversación
íntima. Bueno... no fueron muchos los días que pasamos juntos. A los
cuatro meses a papá lo llevaron a la cárcel. ¿Te acuerdas? Fuimos a la
cita que teníamos con él y no aparecía. Yo lloraba cuando me enteré y tú
te movías menos porque no querías incordiar, tú también estabas triste,
¿verdad?" Y
a las dos de la madrugada, sin pedir permiso te decidiste. Tenías a
"tíos" y "tías" pendientes de ti. A las ocho con las prisas que tenías
tú por salir y yo por verte, tocarte, hablarte y jugar contigo, no nos
coordinábamos[...] Cuando te vi, Aída, lloré de alegría y quise decirte
"Aída tienes una barbilla en el hoyo como papá", pero estábamos en la
clandestinidad, en la lucha, y yo no te podía llamar Aída porque te
llamaban Marta y yo no me llamaba Rosa sino Elena y papá no era Sevi y
tu "papá" era un "tío" que no tenía ese hoyo tan lindo como el de tu
barbilla[...] Cuando salimos las dos juntas del quirófano, papá, que no
era tu papá, pero que en ese momento era tu papá, se acercó pálido, por
los nervios, a tu carita y aunque se hacía el duro, le brillaron los
ojos al verte. ¿Te acuerdas de los "tíos"? Ellos te vieron nacer. A
ellos también les llamaban "terroristas". Eran muchos y estaban siempre
pendientes de ti [...]
["El padre de Aída, José Manuel Sevillano, nunca consiguió que le dejaran tocar a su hija, sólo la pudo ver en algunas ocasiones a través de las mamparas de cristal y los barrotes. Murió en huelga de hambre cuando su hija acababa de cumplir, el tres de mayo de 1990, los dos años"]
Rosario Narváez, a su hija, en el primer aniversario de la muerte en huelga de hambre contra la dispersión y la política penitenciaria de exterminio del padre de esta última, José Manuel Sevillano.
¡Nunca en el olvido!
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