El revisionismo moderno en el movimiento sindical — una nueva variante de oportunismo y reformismo
Filip Kota
(1974)
Tras la Segunda Guerra mundial,
ocurrieron importantes acontecimientos de relevancia histórica que
causaron transformaciones radicales en el mundo. Varios países se
embarcaron en el camino al socialismo, y un importante ímpetu fue
impartido a los movimientos de liberación nacional y revolucionarios por
la liberación nacional y la emancipación social, dirigido contra la
esclavitud imperialista y colonialista.
Los cambios en la proporción de fuerzas
ocurrieron también entre los países capitalistas. El imperialismo
norteamericano reforzó su posición económica, política y militar y
emergió a la cabeza de todos los países capitalistas, convirtiéndose en
el baluarte del capitalismo y su gendarme internacional.
Un nuevo desarrollo tuvo lugar en el
mundo. El capitalismo monopolista de Estado se extendió
considerablemente y la revolución científico-técnica logró rápidos
progresos. En ciertos países el capitalismo se desarrolló de una manera
más o menos pacífica, registrando una mejora temporal y relativa de la
situación económica de los trabajadores, nuevas industrias se
establecieron, implicando grandes inversiones de capital y un
ensanchamiento de la clase obrera con nuevos «reclutas» de estratos
pequeñoburgueses, y sobre todo de campesinos medios y pobres, que
trajeron con ellos sus opiniones particulares y sus posiciones
vacilantes.
Estos y otros cambios fueron
interpretados y se respondieron a ellos de varias maneras dentro de las
propias fuerzas de izquierda, porque en algunas de ellas, una nueva
tendencia oportunista, el revisionismo moderno, había comenzado a surgir
y a tomar forma; y su plataforma política e ideológica se introdujo
gradualmente en el movimiento sindical. Esta tendencia niega la
necesidad de la lucha de clases, y propaga la tesis de la supuesta
naturaleza diferente del imperialismo y de la gradual transformación del
capitalismo en socialismo a través de nuevas formas de desarrollo
capitalista; trata de distraer a los trabajadores del camino de la lucha
revolucionaria por la liberación nacional y social y apoya la
coexistencia pacífica, que, según esta tendencia, debería ser el
fundamento del movimiento sindical.
Las condiciones generales y los motivos
que han favorecido la aparición y la propagación del revisionismo
moderno son muchos y poseen sus propias características distintivas. Sin
pretender dar un análisis detallado de este problema, que no es el
objeto de este estudio, podemos decir que en general, el revisionismo
moderno es el producto de unas condiciones económicas y sociales dadas
en las cuales el factor objetivo así como el subjetivo desempeñaron su
papel.
La degeneración de los sindicatos en la Unión Soviética y en los otros países donde los revisionistas están en el poder
La toma del poder por parte del grupo
Jruchovista en la Unión Soviética produjo cambios radicales en todo el
orden social, político y económico, en la base y en la superestructura.
Por supuesto, los sindicatos soviéticos, como importantes enlaces en el
sistema de la dictadura del proletariado, no podían permanecer al margen
del proceso de desintegración y degeneración general. Los revisionistas
Jruchovistas tuvieron que quebrantar, en primer lugar, los principios y
las normas fundamentales sobre los cuales los sindicatos se habían
establecido y operaban; tuvieron que revisar las enseñanzas
marxista-leninistas sobre los sindicatos, y desechar las ideas
Leninistas sobre el papel dirigente de la clase obrera. Hicieron todo
esto bajo una capa de demagogia, como «socialistas» y en el nombre de
Lenin.
Gradualmente fueron violados y
sustituidos los principios fundamentales sobre el papel y las tareas de
los sindicatos por una nueva línea y por normas revisionistas en la
Unión Soviética y en los países donde los revisionistas han asumido el
poder; estas nuevas posiciones pueden resumirse así:
1) La negación del papel dirigente de la clase obrera.
El curso revisionista general ha
transformado a la clase obrera de la fuerza política del país que
desempeñó el papel principal, en un apéndice económico, una fuerza de
trabajo, cuya tarea no es dirigir, sino cumplir planes, y trabajar y
producir para el nuevo estrato de la burguesía revisionista. El rol de
la clase obrera se limita a la esfera de la producción, mientras no
queda rastro alguno de su papel dirigente y supervisor como la clase en
el poder, ni siquiera de esto se puede hablar ahora que los
revisionistas están en el poder.
Las funciones de los sindicatos también
han sufrido un cambio radical: su papel político y educativo ha sido
sustituido por el económico, como línea general.
2) El crecimiento de la tendencia capitalista.
Con la aplicación de la nueva reforma
económica en la Unión Soviética y, progresivamente, en los otros países
revisionistas, fue abandonada la política económica bolchevique para la
edificación del socialismo y el comunismo, y se estableció el nuevo
curso de fomento de las tendencias capitalistas de obtener ganancia y
colocar los estrechos intereses personales por encima de los intereses
generales, y los intereses inmediatos por encima de los intereses a
largo plazo. Esta se convirtió en la fuerza motriz principal de la
producción y de la actividad productiva de los trabajadores. La
introducción de esta línea aceleró la desintegración de la propiedad
socialista en un tipo especial de propiedad capitalista, reanimó la
tendencia hacia la propiedad privada y el individualismo, y ayudó a
crear una nueva y privilegiada clase burguesa que posee unos altos
ingresos.
Una tarea importante en la aplicación de
esta reforma ha sido asignada a los sindicatos revisionistas, que hacen
un fetiche del estímulo material y piensan que esta es «un arma muy
fuerte» y un «instrumento nuevo, eficaz». Esta línea va tan lejos como
para tratar de reemplazar el trabajo educativo con el estímulo material.
El órgano de los Sindicatos soviéticos, el periódico «Trud», escribió
el 16 de febrero de 1969, en un artículo titulado «El 13er Salario»:
«Nos han dado ahora la posibilidad de luchar contra los parásitos, los
cuadros que dejaron el trabajo, los borrachos e indisciplinados, con la
ayuda del rublo».
3) La creación de la aristocracia obrera y de la burocracia sindical.
La diferenciación de clase en la Unión
Soviética y en los otros países revisionistas es ahora una realidad bien
conocida. En la nueva burguesía se encuentran, entre otros, la
burocracia sindical y la nueva aristocracia obrera. Desde el punto de
vista ideológico y económico, este estrato se ha separado, de la base,
de la clase obrera y de los intereses que sostiene; se oponen a la clase
obrera, y, con la ayuda del estado, la explota y oprime, junto con
todos los demás trabajadores.
Dentro de este contexto, la función de
los sindicatos es la de supervisar, mantener en sumisión y contener a la
clase obrera, suprimir los inevitables conflictos de clase y quebrantar
su espíritu revolucionario.
Es precisamente esta diferenciación de
clase la que ha producido el surgimiento, en ciertos países
revisionistas, de contradicciones antagónicas y de conflictos de clase,
expresados en huelgas y protestas organizadas por la clase obrera, como
en la Unión Soviética, Yugoslavia, Checoslovaquia y en otros países. La
rebelión de diciembre de 1970 en Polonia, que fue sangrientamente
reprimida por el estado burgués-revisionista, es una prueba viva del
establecimiento de dos clases antagónicas.
4) La burocratización y degeneración de los sindicatos.
En los países revisionistas, los
sindicatos basan su actividad en el trabajo de los funcionarios
sindicales, que representan un «élite» burocratizada. El principio del
trabajo activo en la sociedad ha sido sustituido por el del trabajo
cerrado, encajonado de los aparatos sindicales burocráticos, que se
imponen por encima de los órganos elegidos y lo deciden todo.
Este método del trabajo condujo a una
situación en la que las organizaciones sindicales de base en los países
revisionistas ya no estaban motivadas por un espíritu de militancia,
sino que se caracterizaban por la indiferencia general y la apatía de
las masas miembros hacia varios problemas. Los sindicatos se
convirtieron en una organización formal sin vitalidad y vigor. Al
explicar por qué dejó de ser un miembro del comité sindical de su centro
de trabajo, un obrero soviético escribió en una carta al periódico
«Trud» fechada el 13 de noviembre de 1969: «El hecho es que nuestra
organización sindical sólo existe formalmente, en el papel. En la
realidad, ningún trabajo se hace en ella. No tiene ni comisiones
permanentes ni temporales». Y este no es un caso aislado.
El propio A. Shelyepin, en su facultad de
presidente de los sindicatos soviéticos, se vio obligado a admitir en
su informe, presentado en el 15to Congreso en 1969, que allí existían
«pronunciados defectos e irregularidades en cuanto al trabajo y la
disciplina, como casos de alcoholismo, ociosidad, desprecio por los
intereses de la sociedad y del colectivo, y el robo de la propiedad
socialista».
Los sindicatos en la Unión Soviética y en
los otros países donde los revisionistas están en el poder se han
puesto totalmente al servicio de la nueva burguesía revisionista. Se
esfuerzan por corromper a sus miembros espiritual, ideológica y
políticamente. El economismo, el tecnocratismo, el espíritu
administrativo y burocrático — éstas son los características típicas de
los sindicatos en estos países.
La degeneración interna de los sindicatos
soviéticos no podía dejar de provocar cambios y consecuencias en su
posición sobre problemas internacionales, y en el desarrollo del
movimiento sindical internacional.
Con la usurpación del poder por los
revisionistas soviéticos, las concepciones revisionistas, que hasta ese
momento no se habían manifestado abiertamente, y las de las filas de
ciertos centros sindicales de los países capitalistas, por ejemplo la
CGT de Francia o el CGIC y otros, no tardaron en aparecer. Estos centros
que, en general se destacaron por su naturaleza y posición
antiimperialista, más tarde abandonaron esta línea, y gradualmente se
convirtieron en organizaciones de tipo tradeunionista y reformista.
[...]
La base social del reformismo y el revisionismo en el movimiento sindical
La completa degeneración de los
sindicatos revisionistas y reformistas se produjo de varias maneras.
Entre los principales factores podemos mencionar a la aristocracia
obrera y a la burocracia sindical.
a) La aristocracia obrera.
Tomando el ejemplo del movimiento obrero en Inglaterra, los clásicos
escritores del marxismo-leninismo han explicado que la prosperidad
industrial es acompañada por una tentativa de una parte de la burguesía
de sobornar a parte de la clase obrera y convertirla en una pequeña
burguesía oportunista y reformista, que tiene miedo de la revolución. La
burguesía y los monopolios capitalistas emplean una porción muy pequeña
de sus super-ganancias, «las migajas de su mesa de banquetes», para
recompensar y corromper a la mayor parte de los elementos indecisos de
la clase obrera, quienes principalmente son trabajadores calificados que
reciben altos salarios. Éstos; dice Stalin, son «… la
elite de la clase obrera, la parte más acomodada del proletariado, con
sus tendencias al compromiso con la burguesía, con su aspiración
predominante a adaptarse a los poderosos del mundo, con su afán de
“hacer carrera”» [1].
Históricamente, la burguesía de cada país
ha sobornado a algunos trabajadores calificados, a la aristocracia
obrera, y los ha separado de las masas proletarias, al proporcionarles
empleos fáciles y puestos con menos dolores de cabeza, pero con mayores
recompensas. Los sueldos abultados, los favores y las ventajas
provocaron su paulatino alejamiento de la clase obrera, tanto económica
como ideológicamente. Apoyando a la burguesía, la aristocracia obrera se
convirtió en una quinta columna, extendiendo la ideología burguesa en
las filas de la clase obrera y en el movimiento sindical. Sin su ayuda
la burguesía no habría sido capaz de mantener a la clase obrera bajo su
dominio. La aristocracia obrera intenta con todas sus fuerzas conservar
sus puestos sirviendo con celo a la burguesía y apoyando, abiertamente o
encubiertamente, sus medidas y políticas anti-obreras.
Además de incrementar la producción, y
por lo tanto sus ingresos, la burguesía está interesada en el
crecimiento de las filas de esta aristocracia aumentando artificialmente
el número de trabajos calificados y de categorías, lo que produce
pronunciadas diferencias entre los salarios de los trabajadores
ordinarios y aquellos especializados, y promoviendo a éstos a varios
empleos y responsabilidades dentro y fuera de la producción.
La automatización de los procesos de
producción de ninguna manera implica que la aristocracia ha desaparecido
de las filas de los trabajadores, como sostienen los ideólogos
revisionistas y burgueses, diciendo que ahora supuestamente tenemos una
clase obrera media con un buen ingreso. En realidad, independientemente
del nivel de desarrollo de la ciencia y de la técnica en la producción,
en los países capitalistas el estrato de la aristocracia obrera existe y
crece.
b) La burocracia sindical.
La burguesía también encuentra un fuerte apoyo y otra palanca en la
burocracia sindical, integrada por funcionarios y el aparato sindical en
el centro y en la base, periodistas y trabajadores de instituciones
educativas y culturales que dependen ella, etc. Es precisamente esta
gran masa de burócratas sindicales, que constantemente crece y evade el
control de sus miembros de base, la que establece las líneas guía y
dirige efectivamente los asuntos externos e internos de los sindicatos.
Este estrato, que surge de las filas de la clase obrera, poco a poco se
separa de las masas trabajadoras. Tiene tanto interés en preservar el
orden capitalista como el propio capitalista, porque sabe que puede
conservar su posición sólo si no se opone a los deseos y exigencias de
la burguesía capitalista.
Según cifras oficiales, minimizadas como
son, en 1961 el movimiento sindical norteamericano contaba con 450.000
personas asignadas a puestos de trabajo, 60.000 de las cuales eran
empleados sindicales permanentes. Esta gran burocracia ha resultado de
tener un dirigente sindical pago por cada 300 miembros del sindicato. En
Suecia esta proporción es de 1:1.700, en Inglaterra casi de 1:2.000,
etc.
Los cargos sindicales superiores aseguran
altos ingresos a sus dirigentes. El sindicato y la prensa burguesa
tienen que confesar que en muchos casos los sueldos de los dirigentes
sindicales exceden a los de los gerentes de las corporaciones y trust
capitalistas. Así, por ejemplo, el ex-presidente del DGB, L. Rosenberg,
recibió aproximadamente 400.000 marcos por año. Dave Budge, el líder del
sindicato de los camioneros en los Estados Unidos, se jactó: «Me pagan
25.000 dólares americanos por año porque dirijo esta institución (la
unión de camioneros)». El sindicalismo en Europa Occidental y en los EE.
UU. se ha convertido en un buen «negocio» para sus dirigentes. Hay
muchos ejemplos de este sindicalismo comercial. «La teoría de este sindicalismo comercial», escribe J. Doner, «crea
un increíble corrupción en la vida personal de los dirigentes
sindicales que llevan una vida despótica, con sueldos que pueden ir
desde 30.000 a 75.000 dólares americanos por año y poseen coches de
lujo, un tipo de vida que despierta aún más su avaricia» [2].
Además de los abultados sueldos que
reciben de los sindicatos que dirigen, muchos funcionarios sindicales
reciben grandes ingresos de las importantes funciones que tienen en el
estado burgués como congresistas, parlamentarios, directores de
funcionarios en instituciones que controlan los sistemas de pensiones,
la seguridad social, los cooperativas de trabajadores, etc.
Es por eso que existe una gran rivalidad
por el poder entre los dirigentes sindicales para permanecer en la
dirección de los sindicatos. A fin de sostener sus puestos como
dirigentes del sindicato, recurren a todo tipo de artimañas, que van
desde el engaño, las amenazas y las intrigas, al asesinato.
Una investigación realizada por una
comisión del Senado de los Estados Unidos, aunque parcial, expuso muchos
casos de corrupción y delitos. En sus conclusiones, leemos: «Antiguos
métodos, incluido el delito, la violencia en todas sus formas, el
fraude, el chantaje, la falsificación de documentos, y la corrupción
general, todos fueron considerados útiles a fin de que ciertas secciones
locales de los sindicatos alcancen el poder» [3]. Un vivo
ejemplo reciente de esto fue el asesinato en diciembre de 1968, del
líder del sindicato de mineros norteamericanos, I. Yablonsky y su
familia. En los EE. UU nos encontramos, de hecho, con un sindicato
«mafia» cuyos hilos conducen a la CIA.
La burocracia sindical ha extendido sus
raíces no sólo dentro del sindicato, sino también fuera de él,
convirtiéndose en un colaborador entusiasta y en un instrumento del
estado capitalista y de los monopolios. Este tipo de sindicato participa
activamente en todos los órganos establecidos por el estado capitalista
y los patronos.
En los países capitalistas, existe una
mezcla entre las funciones de los dirigentes sindicales y las del
estado. A menudo los dirigentes sindicales ocupan importantes puestos en
el estado o en las compañías o trust capitalistas. En Gran Bretaña, por
ejemplo, cuando el señor Wright era el presidente del TUC, era al mismo
tiempo el presidente del Comité Asesor de Producción y Ciencia. El
señor Carron, un miembro del Consejo General de Sindicatos, también fue
un miembro del Consejo Nacional de Desarrollo Económico, como lo fue el
señor Collison, el vicepresidente del TUC, y muchos otros. La lista de
lores y señores, los «campeones» de los intereses de la clase obrera,
que se hallan entre los dirigentes sindicales británicos no tiene fin.
Cuando los dirigentes sindicales dejan
sus funciones del sindicato, son designados a puestos más altos en la
dirección del estado o en los monopolios. Así, por ejemplo, Arthur
Goldberg, el ex-representante de la AFL-CIO en Indonesia, fue nombrado
más tarde como representante norteamericano permanente ante la ONU.
Cuando dejó el puesto de Secretario General de TUC británico, el señor
Walter Citrine se convirtió en miembro de la rama nacional del carbón y,
más tarde, en director del consejo de electricidad superior. En
relación con esto, «La rivista International del Trabajo», el órgano del
OIT, escribió: «Citrine logró moverse competentemente a la mesa de
negociaciones, pasando del lado de los trabajadores al de los patronos».
En los países capitalistas, los
dirigentes sindicales oportunistas no encuentran ninguna dificultad en
pasar de trabajar para los sindicatos a trabajar para el estado y los
monopolios, o viceversa. En estas condiciones es difícil trazar una
línea de demarcación entre el jefe del sindicato y el hombre de negocios
o el funcionario estatal. En las filas de los sindicatos revisionistas,
en los países capitalistas, también existe una casta burocrática que
ahora disfruta de muchos privilegios y derechos, todos sancionados por
la ley.
El «Código del Trabajo» en Italia, que se
aprobó en 1970, reconoce que los dirigentes sindicales tienen el
derecho a no ser despedidos ni trasladados de sus puestos de trabajo sin
la aprobación de sus centrales sindicales. Gozan del derecho a tomarse
licencias con sueldo, a ausentarse del trabajo durante periodos
considerables para reuniones sindicales, etc. Este Código limita los
derechos y la organización de la clase obrera. De acuerdo con la ley,
estos derechos son monopolio sólo de los sindicatos reformistas,
revisionistas y fascistas.
En Francia, según la ley sobre el
ejercicio de derechos sindicales en las empresas, aprobada por la
Asamblea Nacional francesa en diciembre de 1965, los dirigentes
sindicales tienen derecho a 15 horas de trabajo por mes debido al
trabajo sindical, por las cuales los patronos deben pagarles el sueldo
correspondiente; no pueden ser despedidos de sus empleos mientras ocupen
puestos en el sindicato, etc.
Mientras persigue a todos aquellos que
emprenden una campaña genuina por los verdaderos intereses de la clase
obrera, la burguesía concede derechos y privilegios a los dirigentes
sindicales que colaboran con ella, que están a su servicio y se
convierten en sus instrumentos.
La aristocracia obrera y la burocracia
sindical no deberían de ninguna manera ser identificadas con la clase
obrera, puesto que sólo conforman una parte muy diminuta de ella y los
intereses que representan están en desacuerdo con los de la clase
obrera. Los numerosos hechos demuestran que la aristocracia obrera y la
burocracia sindical son partes integrales de la estructura capitalista, y
sus puestos están relacionados con el destino del capitalismo, del cual
depende su propia existencia.
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