Héctor Bermejo Martín
En la coyuntura actual, pedir el voto
para una organización aristocrático-obrera o pequeño-burguesa en unas
elecciones no es ningún pecado. No se trata de fortalecer a las
organizaciones mencionadas, sino de debilitar a las que representan a la
burguesía monopolista, aprovechando las contradicciones que existen
entre las diferentes capas de la sociedad.
Es vital analizar las contradicciones y
su gradación, ya que valorar en igual medida a las diferentes capas de
la burguesía y a la aristocracia obrera es un error peligrosamente
cercano a la negligencia. En este ámbito, delimitar cual es la
contradicción de grado superior facilitará el trabajo a la hora de
establecer alianzas eventuales con capas ajenas a los objetivos
estratégicos de la clase obrera. La pregunta es; ¿cuál es la
contradicción de grado superior en la coyuntura actual, y de qué
herramientas disponemos para superarla? La respuesta es; la
contradicción superior es la que se halla entre la burguesía monopolista
y el resto de las capas sociales, desde la pequeña burguesía hasta la
clase obrera, pasando por su aristocracia, mientras que las herramientas
de las que disponemos son las alianzas y la construcción de un núcleo
revolucionario que establezca el punto de partida hacia la creación del
Partido Comunista capacitado para educar a las masas con el fin de
boicotear y destruir al sistema capitalista.
Los monopolistas han convertido España y
Europa en su coto privado de caza. Aún siendo éste el objetivo
primordial de la Unión Europea, sin dejar de ser el resultado del
desarrollo natural del capitalismo en su transición hacia el
imperialismo, los datos demuestran la existencia de una ruptura del
pacto social entre la burguesía monopolista y los sectores de la pequeña
burguesía y la aristocracia obrera, pacto nacido con el fin de frenar
las aspiraciones obreras más avanzadas. Un factor clave para comprender
la coyuntura actual es visualizar la ausencia de un agente clave en el
juego político; ese agente es la organización revolucionaria —en
concreto—.
Esa organización revolucionaria es el
Partido Comunista, que no sólo se sustenta en sus cuadros, sino en las
masas que asumen el socialismo científico como método para la
transformación de la sociedad. En este punto entra el factor de la
apreciación que los revolucionarios hacen respecto a las masas. ¿Están
las masas lo suficientemente educadas en el socialismo científico como
para asumir un llamamiento al boicot por parte de elementos no
organizados en el Partido Comunista —como elemento concreto—, o están
atrasadas debido al desarrollo cualitativo de la hegemonía del
pensamiento burgués? Me atrevo a decir sin género de dudas que un país
en el que la institución más valorada es la Guardia Civil, el libro más
vendido es el de Belén Esteban, y el programa más visto es Sálvame, no
tiene unas masas lo suficientemente preparadas como para llevar adelante
un boicot electoral de contenido revolucionario avanzado.
Aún así, demos por válido el argumento
de que esos datos no son válidos para observar el desarrollo de un
boicot; demos por hecho que las masas asumen el llamamiento. ¿Cuál sería
la organización que asumiría la responsabilidad de transformar ese
boicot en un ariete contra el sistema? Los anarquistas se estarían
frotando las manos, por supuesto, pero un comunista educado en el
marxismo-leninismo debe entender que no se puede trasladar una consigna a
las masas sin una salida clara a la que poder aferrarse —organización—.
Para ejemplificar esto realizaremos un
repaso a dos tácticas para asumir o no la lucha electoral. Ya a
principios del siglo XX, los bolcheviques llamaron al boicot electoral a
la Primera y la Segunda Duma para desestabilizar al régimen zarista.
¿Por qué actuaron de tal manera? Porque en aquel período las masas de
Rusia estaban dirigiéndose hacia una Revolución y estaban preparadas
para asumir planteamientos avanzados y el liderazgo de una organización
revolucionaria —en concreto—, tal organización era el Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia —POSDR—, que había pasado a ser bolchevique en
1903 tras la victoria de las tesis de Lenin en el Congreso de Bruselas y
Londres. Dicho sea de paso, el boicot fracasó y los bolcheviques no
boicotearon la Tercera Duma en 1906. Sin embargo, en el otro lado
tenemos al Lenin de los años 1920, que aconsejó a los británicos el voto
para el Partido Laborista, una organización oportunista de derechas que
no asumía la estrategia del proletariado. ¿Por qué hizo esto el
camarada Lenin?, ¿acaso es correcto apoyar a revisionistas pidiendo el
voto para ellos? Lenin analizó las particularidades del Reino Unido y se
dio cuenta de dos cosas. La primera es que en 1920, la organización que
debía transformar la indignación de las masas en organización, es
decir, el Partido Comunista de Gran Bretaña —CPGB— no existía, y la
segunda es que reforzar al reformismo en ausencia del CPGB conseguiría
que los oportunistas se desenmascarasen ellos solos ante las masas.
Lenin era plenamente consciente de que todas las elecciones en el
sistema burgués son una pantomima, pero también era consciente de la
gradación de las contradicciones y asumió que se debía apoyar a los
oportunistas de derecha del Partido Laborista.
Traslademos este análisis a la situación
actual. ¿Existe un Partido Comunista capaz de transformar la
indignación de las masas en organización y dirigir un boicot cuyo fin
sea destruir al sistema?, ¿existen unas condiciones subjetivas que
indiquen que las masas tienen conciencia de clase para si? Me atrevo a
decir que esa organización no existe, y que en España, la mayoría de las
masas ni siquiera tiene conciencia de clase en si. Es más, resulta
llamativo ver como quienes proclaman ciegamente el boicot asumen el
llamamiento de dirigentes oportunistas como los de CC.OO. y UGT en las
huelgas generales, o como se apuntan a las mareas y a las
manifestaciones que, como las huelgas generales, están para pedir
reformas y no para destruir al sistema.
Por estas razones, yo me inclino por una
táctica similar a la que Lenin aconsejó a los británicos en 1920,
apoyando a una organización de carácter aristocrático-obrero y
pequeño-burgués como el Partido Laborista. Por tanto, mi decisión es
votar a una organización de esas características en las próximas
elecciones. Tales opciones serían Bildu, Izquierda Unida o Podemos.
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