jueves, 10 de julio de 2014

La Segunda Transición y otras mentiras

Cada vez que un avión se estrella, las aerolíneas retiran su publicidad de los medios de comunicación. Dicen los expertos en comunicación que no es buena idea que tu logo, seas Iberia, Vueling o Spanair, aparezca dos páginas después de un amasijo de metal rodeado de cuerpos hechos trizas. Dicen que la gente relaciona ambas cosas, amasijo y logo, y eso, a la larga, acaba haciendo mella en tu imagen corporativa.
España es hoy por hoy el avión hecho trizas en la prensa internacional, lo que no impide que nuestro Gobierno se empeñe en vender bandera dos páginas después del tipo buscando en el contenedor o del nuevo, enésimo escándalo por corrupción. Hasta se ha creado un Alto Comisionado para tal efecto, la ya célebre Marca España. Ahí tiene usted, en tal o cual periódico extranjero, a ese científico español posando idiota con unas Google Glass (que muy españolas no acaban de ser) o a uno de esos cocineros que van de negro para dejar claro que él un filete con patatas no te sirve.

No hace falta ser un experto en comunicación para saber que el primer requisito para triunfar con la venta de un producto es tener un buen producto. O, por lo menos, uno que funcione. Lamentablemente para nosotros, España es hoy un asquito, crisol de asquitos más pequeños, que, casi cuarenta años después de la muerte de Franco sigue llevando a las portadas la palabra Transición (la Segunda, dicen, para que no cunda el desánimo al pensar que llevamos cuatro décadas transitando inútilmente).

Se ofenden nuestros mayores cuando la chavalería los llama Generación Tapón porque esa generación, dicen, fue aquella franquista a la que ellos desbancaron al principio de esta larga, aparentemente interminable Transición. Los custodios de la buena salud del IBEX 35, auténticos propietarios del país en su conjunto y por autonomías, no se fían de que alguien de 35, valga la redundancia, mantenga el cotarro atado y bien atado. Hay reuniones y llamadas, oye tú, ¿y éste, qué, es de fiar? Porque España, a pesar de los pesares, sigue siendo un negocio de un billón de lereles.

Las elecciones europeas aceleraron lo inevitable, y el Sistema, que somos todos aunque algunos más que otros, ha reaccionado con la perfección de un reloj de esos que anuncia Nadal, embajador de la Marca España: cambiándolo todo para que nada cambie. 

Ahora ya no veremos el rostro del campechano de Borbón, ni el de Rubalcaba, Zapatero o Lara dos páginas después del avión destrozado. Ahora veremos nuevas caras que, dicen, nada tienen que ver con la aeronave accidentada. La de Felipe VI, la de Madina, Sánchez, Garzón y Sémper. Los protagonistas del Nuevo Tiempo, avalados ante notario por los propietarios del país.

Así, la Transición española sigue su curso, imparable, hacia el corazón de las tinieblas. Y mañana, si eso, ya tal.

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