Cada vez que un avión se estrella, las aerolíneas retiran su publicidad
de los medios de comunicación. Dicen los expertos en comunicación que no
es buena idea que tu logo, seas Iberia, Vueling o Spanair, aparezca dos
páginas después de un amasijo de metal rodeado de cuerpos hechos
trizas. Dicen que la gente relaciona ambas cosas, amasijo y logo, y eso,
a la larga, acaba haciendo mella en tu imagen corporativa.
España es hoy por hoy el avión hecho trizas en la prensa internacional,
lo que no impide que nuestro Gobierno se empeñe en vender bandera dos
páginas después del tipo buscando en el contenedor o del nuevo, enésimo
escándalo por corrupción. Hasta se ha creado un Alto Comisionado para
tal efecto, la ya célebre Marca España. Ahí tiene usted, en tal o cual
periódico extranjero, a ese científico español posando idiota con unas
Google Glass (que muy españolas no acaban de ser) o a uno de esos
cocineros que van de negro para dejar claro que él un filete con patatas
no te sirve.
No hace falta ser un experto en comunicación para saber que el primer
requisito para triunfar con la venta de un producto es tener un buen
producto. O, por lo menos, uno que funcione. Lamentablemente para
nosotros, España es hoy un asquito, crisol de asquitos más pequeños,
que, casi cuarenta años después de la muerte de Franco sigue llevando a
las portadas la palabra Transición (la Segunda, dicen, para que no cunda
el desánimo al pensar que llevamos cuatro décadas transitando
inútilmente).
Se ofenden nuestros mayores cuando la chavalería los llama Generación
Tapón porque esa generación, dicen, fue aquella franquista a la que
ellos desbancaron al principio de esta larga, aparentemente interminable
Transición. Los custodios de la buena salud del IBEX 35, auténticos
propietarios del país en su conjunto y por autonomías, no se fían de que
alguien de 35, valga la redundancia, mantenga el cotarro atado y bien
atado. Hay reuniones y llamadas, oye tú, ¿y éste, qué, es de fiar?
Porque España, a pesar de los pesares, sigue siendo un negocio de un
billón de lereles.
Las elecciones europeas aceleraron lo inevitable, y el Sistema, que
somos todos aunque algunos más que otros, ha reaccionado con la
perfección de un reloj de esos que anuncia Nadal, embajador de la Marca
España: cambiándolo todo para que nada cambie.
Ahora ya no veremos el rostro del campechano de Borbón, ni el de
Rubalcaba, Zapatero o Lara dos páginas después del avión destrozado.
Ahora veremos nuevas caras que, dicen, nada tienen que ver con la
aeronave accidentada. La de Felipe VI, la de Madina, Sánchez, Garzón y
Sémper. Los protagonistas del Nuevo Tiempo, avalados ante notario por
los propietarios del país.
Así, la Transición española sigue su curso, imparable, hacia el corazón de las tinieblas. Y mañana, si eso, ya tal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario