“Estábamos viendo las noticias en la televisión esperando a que comenzara el partido. Escuché una terrible explosión y vi que no podía respirar. Cuando desperté, descubrí que estaba aquí en el hospital”, dijo al día siguiente Tamer al-Astal, de 27 años.
Un misil israelí impactó en el bar sin previo aviso. Directamente en la terraza.
Nueve personas
murieron. 15 heridos fueron evacuados a un hospital. Un coronel israelí
informó al NYT que se trató de “un ataque de precisión”. No un misil
que cayó lejos de su objetivo. Pretendían destruir el bar. “Buscábamos a
un terrorista”, dijo. “No avisamos a los terroristas”.Hasta la noche del jueves, han muerto 90 palestinos en los bombardeos, según cifras del Ministerio de Sanidad de Gaza. En la mañana del viernes la cifra ha llegado a 100. Los heridos atendidos en hospitales son 550. No ha habido israelíes muertos en los 384 ataques con cohetes desde Gaza contabilizados por el Ejército.
El Gobierno israelí celebró en la tarde del jueves una reunión de su gabinete de seguridad en la que la intervención inicial de Binyamín Netanyahu dejó pocas dudas sobre sus planes inmediatos: “Estamos en el tercer día de la Operación Límite Protector. Aunque la campaña ha ido como estaba previsto, nos quedan varias etapas por cubrir. Hemos golpeado duro a Hamás y los terroristas, y mientras dure la campaña seguiremos golpeándoles duro. Quiero agradecer a las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad por su labor profesional y precisa, y expresar el aprecio por ellos de todos los israelíes. Están haciendo todo lo posible por evitar atacar a civiles. Los inocentes son castigados porque Hamás se esconde de forma pérfida detrás de los civiles palestinos”.
Es un mensaje parecido al que se escuchó en noviembre de 2012, cuando otra operación de castigo contra Gaza acabó con 177 palestinos muertos, de los que 90 (incluidos 26 niños) eran civiles, según OCHA (oficina de asuntos humanitarios de la ONU). Entonces también se dijo que Israel iba a acabar para siempre con la “infraestructura terrorista” de Hamás en Gaza. Con independencia de lo que pueda significar eso, los objetivos no se cumplieron, o al menos al detenerse los ataques la mayor parte de la opinión pública israelí creía que los bombardeos habían terminado demasiado pronto. “Hasta la próxima vez”, escribió un periodista israelí.
La retórica belicista ha continuado esta vez, y no es difícil encontrar ejemplos extremos. Amos Regev, director del diario gratuito Israel Hayom, el de mayor difusión en el país, ha escrito que es imprescindible una ofensiva terrestre a gran escala que devuelva a Gaza “a la Edad de Piedra”. Afirma que no se refiere a destruir todas y cada una de las viviendas de Gaza, sino aniquilar el arsenal de las milicias de Hamás para que sólo les quede la opción de lanzar piedras contra los israelíes, como ocurría, recuerda, en la primera intifada.
Es un ejemplo del delirio militarista que sacude periódicamente a la élite política y periodística del país. Creen que es posible borrar de la faz de la tierra a sus enemigos sin que en ningún caso se les pueda acusar de comportarse de forma inhumana. Sostienen que es posible lanzar ataques ‘quirúrgicos’ contra los dirigentes de Hamás. La trampa es sencilla. Como comentaba Netanyahu, si hay víctimas civiles, no es culpa de quien dispara, de quien bombardea desde un F16 una zona habitada por civiles, sino de Hamás.
La venganza es más fácil cuando se ve favorecida por la ignorancia. La edición del miércoles de Israel Hayom no contenía ni una sola referencia a los muertos del lado palestino.
Es más fácil no pensar en lo que puede ocurrir a 1,8 millones de personas (la población estimada de Gaza) si crees que no existen.
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La imagen del ataque a una casa el jueves en Gaza. El vídeo fue subido por un médico, que contó que se trataba de la casa de un amigo. Sus ocupantes recibieron un aviso a las 7.15 de la mañana de que la vivienda iba a ser bombardeada. 15 minutos después, se produjo la explosión. Otras casas, cuentan con un aviso de cinco minutos. Otras, ninguno.
Así quedó la casa por dentro.
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