- Noticias de la Rebelión
La solidaridad con el pueblo trabajador mexicano ha roto fronteras
nuevamente. En más de veinte ciudades del mundo y en la mayor parte del
territorio mexicano, miles y miles han salido a demandar justicia y
libertad para México.
Hartos de un sistema político corrupto y neoliberal, este dia, a 104
años del inicio de la Revolución Mexicana, las calles se han colmado de
voces que demandan:
-La presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos el 26 de
septiembre de 2014 en Ayotzinapa, Guerrero y de los 25 mil desaparecidos
en los últimos 14 años.
-La renuncia del títere Enrique Peña Nieto
-La libertad para las decenas de presos políticos existentes en todo el país
-Justicia para el pueblo trabajador mexicano: pan, salud, educación, vivienda, independencia, trabajo.
-Alto a los megaproyectos de destrucción capitalista
En la que ha sido una de las multitudinarias marchas más grandes de la
historia reciente que se han realizado en la ciudad de México,
estudiantes, amas de casa, oficinistas, campesinos, obreros, mujeres,
niños, jóvenes, colectivos LGBT, vecinos, han salido a expresar su
hartazgo con la situación política y de justicia social que se vive en
México. La demanda de la dimisión del presidente Enrique Peña Nieto es
una consigna que poco a poco se ha ido extendiendo. Muchos consideran
que es posible conseguir la renuncia del títere de Los Pinos. No parece
difícil que ello pudiera suceder en un corto plazo si el descrédito del
gobierno actual continua en picada y es que pese a la maquinaria
publicitaria del gobierno, todo parece indicar que el sexenio ha llegado
a su fin antes de tiempo. Luego de imponer las reformas estructurales,
Peña Nieto no parece tener la capacidad para conducir al país a la
siguiente etapa, es decir, la de la guerra sucia, necesaria para imponer
a sangre y fuego, el despojo de los recursos naturales propiedad de la
nación que fue aprobado mediante las llamadas reformas estructurales.
En la lógica de la guerra, asestar derrotas morales al oponente mediante
acciones de guerra sucia, como en ayotzinapa, no son la excepción sino
la constante. En 15 años ha habido decenas de masacres, pequeñas y
grandes. Para hacer efectivo el despojo no hay otro camino para la
oligarquia que financiar la guerra sucia contra el pueblo trabajador
mexicano. La mentira y el terror son sus dos principales armas.
La acumulación de dolor derivado de la guerra contra el narcotráfico
iniciada por Felipe Calderón en 2006 ha dejado una estela de muerte de
al menos 130 mil muertos, 25 mil desaparecidos, miles de desplazados,
miles de presos, son el saldo de una guerra civil que ha destruido, no
solo la confianza del pueblo en el gobierno y en la clase política, sino
sobre todo y principalmente, el tejido social y cultural de México.
Luego de cuatro megamarchas que ha habido durante octubre y lo que va de
noviembre, así como de cientos de actos de protesta en todo el mundo,
que incluyen la quema de los edificios de gobierno en Chilpancingo e
Iguala, hay evidencia palpable de que los mexicanos nos estamos quitando
el miedo, la apatía, la verguenza y la ignorancia sobre como funciona
el actual sistema político, para dar paso a la dignidad, la rabia, la
esperanza, la creatividad y a la acción política para cambiarlo.
Pese a las gratificantes muestras de rebeldía con que se ha extendido la
solidaridad con los seis asesinados y los 43 compañeros estudiantes
desaparecidos, el panorama se observa bastante complejo. Fuera de
México, y ante los repetitivos actos de violencia contra edificios
gubernamentales, ha ido tomando fuerza la idea de que en México ha
comenzado una insurrección social que poco a poco va tomando fuerza. Sin
embargo, en México, los medios masivos, los opinologos del poder y la
clase política se han estado empeñando, con cierta eficacia, en difundir
la idea de que los actos de violencia son provocados por gente
infiltrada pagada por grupos de oscuros intereses. Más allá de la obvia
participación de gente infiltrada pagada por el Estado, que vigila, que
identifica, que amenaza, que reprime, nos es claro que el hartazgo y la
rabia han sido los principales componentes de las manifestaciones
violentas que han tenido algunos grupos, tanto en Guerrero como en
Ciudad de México. Achacar la violencia a los anarquistas o a infiltrados
lleva la intención de criminalizar la protesta (y la ideología
anarquista), pero sobre todo busca justificar la represión. Los discuros
oficiales en los que se advierte que se hará uso de la fuerza militar
para contener las protesta e imponer el orden, son advertencias que
deben tomarse como evidencia de que efectivamente hay en curso una
insurrección social.
Hacia dónde va la actual coyuntura, es difícil de preverlo aunque es posible plantear diferentes escenarios:
1) El movimiento se irá desgastando hasta quedar en la memoria como una masacre más, como una afrenta más al pueblo de México.
2) Se levanta una insurrección armada en el estado de Guerrero, que bien
pudiera tener algunas manifestaciones en otros puntos de la geografía
nacional, pero que sin embargo, por ahora sólo podríamos augurarla para
Guerrero, el estado con mayor presencia de guerrillas y grupos de
autodefensa en todo el país.
3) Que renuncie Peña Nieto y con ello, por un lado, se inicie un proceso
legal de trancisión -pactada-, y por otro lado, ante la profundización
de la crisis política y social, que se imponga un estado de sitio para
garantizar la gobernabilidad.
4) El movimiento mantiene su capacidad de convocatoria, obligando al
gobierno a aceptar lo que todos sabemos, que fue el estado el
orquestador de la masacre de los estudiantes de Ayotzinapa y es que en
esta frágil situación podría ser más redituable aceptar el crimen que
negarlo. Recordemos el caso, guardando la proporción, del candidato en
Nayarit que reconoció que había robado pero “poquito”, lo que contribuyó
a que fuera elegido, nuevamente, como presidente municipal.
Para una comprensión más profunda de estos cuatro escenarios es preciso
hacer notar que Peña Nieto, además de ser un estúpido títere, es también
un blandengue que no tiene los huevos, diríamos coloquialmente, como si
los tuvo Felipe Calderón, para imponer a sangre y fuego la guerra de
despojo y exterminio. No olvidamos que Peña Nieto fue responsable de la
salvaje represión contra los pueblos de la ribera de Texcoco (3 y 4 de
mayo de 2006), sin embargo, esa misma brutalidad es evidencia por un
lado, de su incapacidad política -lo que se manifiesta en improvisación y
brutalidad, y por el otro lado, de que detrás de él se encuentran los
poderes fácticos de la oligarquía trasnacional. En ese sentido, no está
de más recordar, que aunque en apariencia la clase política y los
distintos grupos de la burguesía se encuentran fragmentados, ellos más
que cualquier otro grupo social -a excepción, tal vez, de algunos grupos
indígenas, son quienes tienen mayor conciencia de clase, mayor
conciencia del sistema de dominación del cual se benefician, por tanto,
salvo por algunos grupos nacionalistas o ultranacionalistas, todo debe
hacernos pensar que van actuar como un solo bloque y no repetiran el
error de enfrentarse entre ellos, como sucedió a mediados del siglo XIX.
Es decir, antes que perder el control sobre el Estado mexicano la
oligarquía en su conjunto se sabe dispuesta a utilizar los aparatos
militares del Estado para masacrar a cualquiera grupo insurrecto. Los
recientes discursos de los titulares, tanto de la Sedena, como de la
Semar y de la SCJN, e incluso del propio Peña Nieto, que advierten que
no dudarán ni un segundo en utilizar toda la fuerza del Estado, contra
“la violencia, la intolerancia y la crítica infundada”, son evidencia de
que están dispuestos a masacrar al pueblo trabajador mexicano con tal
de mantener para si el poder del Estado.
Si se avanza hacia el primer escenario, como han sugerido los compas
zapatistas, y con ello se apagan las grandes manifestaciones, no debemos
ceder el terreno ganado, sino que en todo caso habrá que reforzar el
trabajo lento y callado para que un momento posterior, no muy lejano, en
cada pueblo, barrio, colonia y casa, a todo lo ancho y largo del
territorio nacional, podamos levantar una insurrección civil y pacífica.
Respecto al segundo escenario, quiero mencionar dos comentarios
introductorios. El periodista Sergio Ocampo en entrevista con Luis
Hernández Navarro afirma que si en un lugar de México es posible, y muy
posible, una insurrección social armada, es en Guerrero, precisamente
por la histórica presencia de grupos guerrilleros en ese estado, además
de la miseria y la violencia. Por otra parte, en una entrevista en vivo
realizada por un canal estadounidense (vice news) a personas asistentes a
la multitudinaria marcha de ayer, un hombre de aproximadamente 50 años,
expresó una sentencia, que raya entre los buenos deseos y la memoria
colectiva. Palabras más, palabras menos, el hombre afirmó “pero ya
verán, se va levantar una guerrilla y entonces si que la van a pagar”.
El estado nación mexicano fue parido por la guerra civil. Una
transformación del mismo, lamentablemente, no será posible sin lograr un
triunfo en esa guerra. No estamos en lo más oscuro del infierno de la
guerra, sino apenas tomando conciencia de su brutalidad, es importante
por ello saber quiénes somos, dónde estamos, a dónde queremos ir y con
quienes vamos a caminar, dado que parece claro que la única manera de
detener la inercia de dominación del sistema es mediante una
insurrección multitudinaria en todo el país. Preferiríamos que fuera
civil y pácifica -como plantean los compas zapatistas, pero cada vez
existe mayor duda de que eso sea posible. Quienes estén planeando y
tengan posibilidad de encabezar una insurrección armada en el Estado de
Guerrero deben tener claros sus objetivos, pero sobre todo deben
compartirlos con todo el movimiento. Nada está escrito sobre si en esta
ocasión, a diferencia del 94, los mexicanos apoyarían una insurrección
armada. En todo caso, siguiendo la experiencia zapatista, crear una
amplia región autónoma en Guerrero debería ser el objetivo inmediato.
Sin defensa del territorio y cultura no será posible la construcción de
otro país.
La posible renuncia de Peña Nieto sólo podría derivarse de la conjunción
de distintos factores. En lo general podríamos apuntar dos, por un
lado, que el movimiento social tuviera capacidad de mantener y aumentar
la protesta, tanto dentro como fuera de México -lo que presupondría la
realización de todo tipo de protestas, tanto pacíficas como violentas; y
por otro lado, que así conviniera a los intereses de la oligarquía. El
primer factor no parece imposible dada la enorme capacidad de
convocatoria que se ha demostrado en estos días. En cuanto al segundo
factor, sin duda alguna, el riesgo más importante es que se sucediera un
golpe de estado o que nos fuera impuesto un dictador, lo cual sería lo
más conveniente para los planes de despojo y exterminio que tiene la
oligarquía, por lo tanto, no sería difícil, aunque sí inédito, que la
oligarquía renunciara a Peña Nieto para salvaguardar sus intereses. La
renuncia de Peña Nieto, paradójicamente, aunque hay grupos de seudo
izquierda que ilusamente piensan que en unas nuevas elecciones
obtendrían la victoria, nos pondría más cerca de la guerra civil
generalizada, e incluso de la represión y la derrota, que de la
transformación “democrática” del país. No es que no pueda salir algo
bueno de la renuncia de Peña Nieto, sino que en todo caso, si no se
cuenta con un plan para actuar en una coyuntura tal, lo más seguro es
que nos lleven entre las patas y los grupos oligárquicos afiancen su
dominio. La elección de un candidato ciudadano es una entre muchas que
podrían explorarse.
Finalmente, el tercer escenario, aunque bastante improbable pues en su
cinismo y mala fe ni el gobierno ni la clase política parecen estar
dispuestos a aceptar su culpabilidad, consideramos que si ello se
consiguiera sería un primer paso para arrancar algunos objetivos
políticos, como la libertad para todos los presos políticos. El problema
de este escenario es que la aceptación de su culpabilidad sería al
mismo tiempo oxígeno para el sistema político, al menos hasta las
elecciones del próximo año. Lo que nos llevaría al escenario uno, y a lo
previsto por los compas zapatistas.
Como podrá notarse no hay ningún escenario alentador para México. Lo único que nos llena de esperanza es el gran despertar que se está viviendo desde hace algunos meses. Aunque al mismo tiempo somos bastante escepticos respecto de los cantos de sirenas que afirman que hay hoy en México una situación pre-revolucionaria. Creemos, sin ser fatalistas, que estamos más cerca de la guerra civil generalizada, que de la revolución. Y es que en la medida que abajo y a la izquierda, no contemos con organizaciones fuertes y una identidad bien definida, en su componente cultural y de clase, todo parece indicar que no tendremos la capacidad de forzar una revolución política en México, y mucho menos de poder triunfar en un escenario de guerra civil como el que vivimos desde hace 14 años. No cejaremos por ello de continuar exigiendo libertad y justicia para el pueblo trabajador mexicano.
A continuación algunas fotos de las protestas de la 3era Jornada Global
por Ayotzinapa que fueron difundidos por distintos medios libres de
comunicación y corresponden a distintos lugares de México y el mundo
Más imágenes de la solidaridad internacional con el pueblo mexicano en este enlace:
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