El
movimiento vecinal tiene un gran peso en el imaginario vallecano. Su
lucha antifranquista,las conquistas por una vivienda digna y demás
logros tienen mucho que ver en esto
Antes de entrar en materia, me gustaría plantearle a el/la lector/a que se detenga y piense qué se le viene a la cabeza cuando se nombra a Vallecas.
Son muchas las impresiones que hay sobre mi barrio, ya sea para bien o para mal, todos/as tenemos una idea preconcebida sobre éste. Mi intención no es hacer un chovinismo barato sino hacer una observación sobre cómo se constituye la identidad vallecana y como se relaciona ésta con el barrio.
Hay que prestar una gran atención al papel que han jugado los movimientos sociales en la creación de esta identidad, sobre todo el movimiento vecinal. Fueron los movimientos sociales, políticos y culturales quienes promovieron esa identidad y su importancia en la vida pública vallecana, creando en el barrio una magnífica articulación vecinal y en nuestra mente un gran imaginario colectivo.
Vallecas es conocida fuera de sus fronteras. Y uno de los motivos es el orgullo de barrio que manifiestan muchos de sus habitantes, orgullo que muchas veces es más conocido fuera de nuestra zona que dentro. No me voy a parar en esto, sino en el trabajo que hay detrás de este sentimiento vallecano.
Es por todos/as conocida esa fuerza y esa pasión con la que los/as vallecanos/as cuentan cada relato histórico, relatos que se convierten en hitos con el mérito de ser recordados.
Este apego a lo local no es extraño en una ciudad como Madrid, cuyo crecimiento ha fagocitado lugares que antes eran municipios independientes y que fueron integrados a la capital a medida que se crecía el desarrollo urbanístico.
¿Qué diferencia hay entre Vallecas y otros barrios? No es sólo ese enorme afecto que se le tiene al barrio, sino la cimentación de una idea popular, política y humana que se ha recreado con diversos simbolismos de su identidad y la construcción de redes sociales arraigadas en el barrio.
En Vallecas hay un gran concentrado de asociaciones, algo que puede explicar ese rico programa de actividades culturales promovidas por movimientos de diferente índole. A esto se suma el elevado despliegue de símbolos, eventos y momentos que tienen como referencia el barrio. Todo esto contribuye a fomentar la creación de una cultura vallecana que se retroalimenta de las vivencias comunes, los lugares y los momentos de encuentro, el trabajo conjunto, los símbolos y los iconos, dando forma a la idea del barrio.
Movimiento vecinal en Vallecas
Como decía antes, el movimiento vecinal ha tenido una notoria importancia en el desarrollo de la identidad colectiva de este barrio. Fue en Vallecas donde nació una de las primeras asociaciones vecinales, Palomeras Bajas, y fue en esta zona donde el movimiento vecinal fue capaz multiplicar el tejido político y social. El movimiento vecinal es aquí una referencia fundamental y muchos de sus logros han dejado una huella imborrable en nuestras memorias.
Vallecas era un municipio que tras la Guerra Civil creció notablemente con la llegada de población perteneciente al ámbito rural, cuyo objetivo era encontrar un lugar para vivir y trabajar. Madrid y los municipios del entorno crecieron hasta que sus límites chocaron y sus fronteras se diluyeron. Vallecas fue finalmente anexionada en 1950 y en 1986 dividida en dos distritos: Puente de Vallecas y Villa de Vallecas.
La posguerra en Vallecas es la historia de tantas familias y barrios de Madrid: represión, purgas y hambre. La población que venía para trabajar en las fábricas del desarrollismo franquista se instalaba en zonas pauperizadas o en campos de labranza próximos a la capital cuyos/as propietarios/as sacaban rédito a sus parcelas alquilándoselas. Los poblados chabolistas proliferaron en pocos años conformando Palomeras, el Cerro del Tío Pío, el Pozo del Tío Raimundo, La Viña y los alrededores del polígono industrial de Vallecas. Un tercio de los/as inmigrantes que llegaban a Madrid se instalaban en Vallecas, llegando a convertirse en apenas veinte años en uno de los puntos con más subdesarrollo en toda la capital.
Las historias sobre como los/as inmigrantes construían las chabolas en medio de calles embarradas con la ayuda de familiares, paisanos/as y amigos/as por las noches, evitando a la policía, o como las huellas de barro que dejaban los/as vallecanos/as al andar delataban su procedencia mostraban las dificultades por las que pasaba la población. Tales dificultades sólo se podían salvar mediante la solidaridad y las relaciones sociales que entablaban los/as vallecanos/as de por aquel entonces. Todos/as sabían en cada momento lo que pasaba en el barrio y fue gracias a ello posible la movilización de los/as vecinos/as para crear un barrio nuevo, cooperativas, escuelas y vías de comunicación.
A aquellos poblados chabolistas llegaron activistas y militantes pertenecientes a organizaciones clandestinas a Vallecas, que por aquel entonces era vista como zona franca, y que encontraron en la lucha por dar solución a los problemas cotidianos de los/as obreros/as una nueva fórmula de derribar el régimen franquista. Partidos políticos y sindicatos clandestinos y algunas parroquias comenzaron a formar comisiones de barrio cuyo objetivo era mejorar las condiciones obreras fuera de las fábricas. Es en este espacio de intervención sociopolítica ligado a lo cotidiano donde las mujeres irían adquiriendo un mayor protagonismo y visibilidad pública.
A finales de los sesenta, la Administración se fija en los terrenos donde se asientan los poblados chabolistas e inicia los trámites para poder echar a todos los que ahí viven. Este es el incentivo para conformar la primera asociación de vecinos/as. Paquita Sauquillo, abogada de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), ideó la fórmula legal que permitiese crear una asociación que fuera amparada por la Ley de Asociaciones de 1964. La legalización de la Asociación de Vecinos de Palomeras Bajas es el pistoletazo de salida para conformar nuevas asociaciones de vecinos/as que con el tiempo darán lugar un movimiento que bajo la consigna “¡Vallekas Nuestro!” comenzará una incansable lucha para oponerse a los planes de expulsión de los/as vecinos/as de los poblados chabolistas. Este proceso que duró diez años garantizó la permanencia de los/as vecinos/as en el entorno y su posterior mejora. Ese lema y el emblema de unos puños sujetando un tejado crearon una identidad con una gran brutalidad arrolladora.
Posteriormente, se produjo una profunda transformación en Vallecas. Se fueron erradicando los asentamientos de infravivienda y se fueron paliando las necesidades mediante la intervención de las asociaciones de vecinos/as. En este proceso, la Administración aceptó el liderazgo de las asociaciones de vecinos/as, aceptándolas como interlocutores válidos para llevar a cabo iniciativas en los barrios y municipios de Madrid.
Aunque los logros que las asociaciones de vecinos/as fueron bastantes, disminuyó la participación vecinal. Por un lado, las envergaduras de los proyectos en los que éstas estaban inmersas tenían un alto coste de gestión y de dificultad en el proceso de toma de decisiones, por lo que no fue fácil satisfacer todas las posturas. Otros factores fueron el cambio de modo de vida y por ende de las relaciones vecinales, la decepción del proceso democrático y la traición algunos partidos políticos, el desinterés de nuevas generaciones o las drogas.
Aun así, hay que considerar el importante papel del movimiento vecinal, profundamente ligado a la imagen de Vallecas, en la memoria colectiva.
Juventud y contracultura
El movimiento vecinal no fue el único agente que promovió el trabajo de barrio y la identidad vallecana. Al trabajo de las asociaciones por promover una identidad barrial se le suma las incipientes manifestaciones contraculturales.
La llegada de la democracia y su posterior desilusión, la lucha anti-OTAN, los GAL…impregnan al denso tejido sociopolítico y cultural de la zona.
La contracultura y las corrientes políticas emergen y dan un empujón innovador a las nuevas generaciones de jóvenes que habían vivido en aislamiento: feminismo, ecología, antimilitarismo, autonomía, creación de innumerables fanzines… A su vez, la conciencia de los logros de la lucha vecinal y las ganas de ésta de contrarrestar con orgullo la mala fama del barrio dan fuerzas voluntad impulsar la identidad barrial. Surgen iniciativas como Radio Vallecas, el festival “Vallekas Rock”, la Batalla Naval y el gran icono de VK, que se convirtió en un emblema arraigado en el uso cotidiano y en todos los lugares del barrio.
Empiezan a surgir grupos y colectivos que en su búsqueda de espacios y canales de expresión, dejaron una herencia de locales, símbolos, medios y un trabajo que aún conserva una gran riqueza cultural y política vallecana.
Éste es también un período triste conocido por la introducción de la droga en los barrios, muy bien detallado en el “Informe Navajas”, y sus consecuencias entre la juventud. La droga se liga a la localidad, Vallecas deja de ser un barrio combativo para ser una ciudad sin ley llena de desarrapados/as.
Por eso, surgen con fuerza nuevas asociaciones de jóvenes para ofrecer alternativas de ocio a la juventud que se convertirán en un importante frente de lucha a largo plazo. A esta iniciativa se suman las asociaciones de vecinos/as para luchar contra el consumo de drogas ofertando multitud de servicios. También cabe destacar el nacimiento de “Madres Unidas contra la Droga”, madres y padres que hartas de ver como sus hijos/as caen en el infierno de la heroína deciden organizarse y luchar contra lo que ellas denominan como genocidio.
El “bestiario vallekano”
Las fuentes que alimentan con más fuerza el imaginario vallecano son dos: los logros del movimiento vecinal y la “mala fama”, nacida ésta primero por pertenecer a la zona roja en la Guerra Civil y alimentada más tarde por los altos índices de delincuencia y el consumo de drogas. Otras menciones en la construcción del imaginario son la leyenda de la fundación de la Villa por el “Moro Kas” que de ahí provendría Valle del Kas y Vallekas (aunque hay otras versiones sobre el surgimiento del nombre y el uso de la “K”), el Rayo Vallecano y Bukaneros, el rock y la amplia presencia de personas de etnia gitana, entre otras.
Como ya he repetido en varias ocasiones, el movimiento vecinal tiene un gran peso en el imaginario vallecano. Su marcada lucha antifranquista, las conquistas por una vivienda digna y los demás logros tienen mucho que ver en este hecho.
Otra fuente de este imaginario es la “mala fama”. Dicen que esta mala fama proviene de disputas entre Vallecas y la Villa de Madrid. Pero es un hecho que cuando más se estigmatiza a Vallecas fue después de la Guerra Civil, la implicación que tuvo el barrio en el bando republicano y por su proximidad al frente del Jarama hizo que la propaganda del bando vencedor convirtiese a Vallecas en un nido de rojos.
El escenario de miseria y delincuencia que se empieza a visualizar con más fuerza a partir de la década de los cincuenta también tiene que ver con esta mala fama. Películas de cine quinqui como “El lute, camina o revienta” recrean este escenario vallecano.
Otros problema es el coqueteo de los/as jóvenes con las drogas. Sus consecuencias asestaban dos puñaladas al barrio, por un lado, la heroína se convertía en la vacuna contra la rebeldía juvenil, y por otro, convertía a Vallecas de cara a la opinión pública en un zulo lleno de yonquis. La obra “La estanquera de Vallecas” pone de manifiesto este suceso.
Resumiendo, la historia, la lucha y la delincuencia forman un cóctel que repercute en la identidad y en el orgullo vallecano. Solo hay que recordar el cántico hiriente hacia los/as vallecanos/as y que éstos/as hicieron suyo: “¡Vallecanos, yonquis y gitanos!
El futuro de la identidad vallecana
Actualmente hay retos que la identidad colectiva del barrio debe superar si queremos que siga siendo el elemento aglutinador de ese trabajo cotidiano en el barrio. ¿Qué pasará con las nuevas generaciones? ¿Y con los/as vecinos/as de origen extranjero y sus hijos/as?
A lo largo de este escrito he intentado explicar cómo el “vallekanismo” depende de la práctica identitaria y ésta se ha ido enriqueciendo gracias a los colectivos sociales y políticos. La transmisión de la memoria, la aglutinación de nuevas experiencias, la posibilidad de que haya diversidad dentro de esta identidad, la apertura la participación de los/as vecinos/as y el acomodo de los colectivos a las nuevas generaciones son tareas a plantear para que la identidad vallecana evolucione y aumente su potencial.
Bibliografía utilizada
Bóveda, C. Amós Acero frente a dos juicios paralelos. Madrid. Textos básicos vallecanos. 2002.
CIDUR. Vallecas. Razones de una lucha popular. Madrid. Mañana. 1976.
López Calle, P.: La desmovilización general. Jóvenes, sindicatos y reorganización productiva. Catarata. 2007
López Calle, P. y Castillo, J.J.: Los hijos de las reformas laborales: vivienda, formación y empleo en la Comunidad de Madrid. UGT-Madrid. 2004.
Madres Unidas Contra la Droga. Para que no me olvides. Editorial Popular. 2012
Pérez, A. y Pérez, G. La Segunda República y la Guerra Civil en Vallecas. De la euforia a la depresión/represión. Madrid. Textos Básicos Vallecanos. 2002.
Pérez Quintana, V. y Sánchez León, P.: Memoria ciudadana y movimiento vecinal, Madrid 1968-2008. Madrid. 2008. Catarata.
Vallecas Todo Cultura. Cien años de Vallecas en imágenes. Madrid. Vallecas Todo Cultura. 2002.
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