La editorial Destino, la casa editora que siempre estará asociada a la vida literaria del Josep Pla de la posguerra, acaba de editar un diario inédito del escritor catalán, La vida lenta, que completa las que se publicaron en su momento bajo el título de Notes per a un diari. 1966.
Estos diarios abarcan tres años, 1954, 1957 y 1964, y son anotaciones
que Pla realizaba en cuadernos y que han sido recopiladas y estudiadas
por Xavier Pla, que es también el encargado de la edición. El título La vida lenta,
alude a una anotación del 1 de enero de 1956, donde Pla escribe: “Esta
noche, cuando volvía a casa a las dos, a pie, con una tramontana
fortísima en contra, pensaba que a veces la vida parece más larga que la
eternidad”, cosa muy factible si a uno le pilla la tramontana a esas
horas, pero título bien llevado porque alude de manera intensa al
sentimiento casi depresivo del Pla de aquellos años de plomo del
franquismo, esa “Longa noite da pedra”, años en que se sentía
agobiado, casi perseguido, en cualquier caso preterido, y que, es de
suponer, amargara aún más sabiendo que él fue uno de los hombres que por
su acción, periodística y de espionaje, contribuyó a que ese Régimen
ganara la guerra y se consolidara. La vida es cruel y de esa crueldad no
escapó el gran Pla, que se refugió en esos años escribiendo artículos
para Destino, viajando a Argentina en busca de Aurora Perea, una
mujer casada que vivía en Buenos Aires y que estaba obsesionado con
ella, parece ser que la conoció en un prostíbulo del Ampurdán , y
pergeñando las páginas excelentes y duraderas de El Cuaderno gris,
una de las obras cumbres de nuestra literatura del siglo XX y desde
luego, la obra en prosa más significativa de la literatura catalana del
siglo.
Los tres años corresponden a
anotaciones hechas en cuadernos distintos. Uno, impreso en Zurich;
otro, en una empresa lisboeta, y el tercero, en Venecia, que es la que
corresponde al año 57. Son anotaciones muy espontáneas, sin la calculada
exactitud de El cuaderno gris, que ha preparado Xavier Pla,
destacado especialista en la obra del escritor ampurdanés que, además,
es el autor del exhaustivo prólogo que acompaña al libro, aunque ya hay
voces discrepantes como la de Arcadi Espada, autor de un estudio de Pla, Notas para una autobiografía de Josep Pla, para quien estas notas superan en excelencia literaria las contenidas en Notes per a un diari. 1966.
El problema de estos
pareceres resulta de una comparación un tanto injusta, injusta por parte
del propio Pla, pues cualquier anotación se compara con El cuaderno gris, y, claro, los demás cuadernos resaltan profundamente lo que poseen en negro. Pero La vida lenta
es un diario y la prosa de Pla brilla, aunque más desnuda, menos
elaborada, porque hay que tener en cuenta que no estaban escritas de ese
modo para su publicación, ya que el autor, de haberlo pretendido, las
hubiera corregido, como hizo con El cuaderno gris. Pero precisamente por ello poseen un grado de intensidad que compensa ciertos pretendidos descuidos.
Pla es un maestro en
recrear atmósferas y la que respiramos aquí destaca por su falta
absoluta de luminosidad, es una atmósfera opresiva, como corresponde a
los largos años del franquismo, Pla se refiere a los 25 años de Paz que
celebró el Régimen como de repugnante y policial. Es una atmósfera gris
de verdad, no espantosamente negra, como otros diarios que hemos leído
de regímenes totalitarios como el estalinista, pero se nota ese desánimo
que, además, viniendo de un miembro del lado vencedor y con muchos
contactos, impresiona si cabe aún más.
Pla, que rondaba los 60
años y en cierta forma estaba en plenitud de facultades, se contempla
como un viejo, estaba dando forma estilísitca, corrigiendo la que sería
su obra maestra, El cuaderno gris, es hombre que colabora
habitualmente en la revista Destino y es adorado por mucha gente que lo
lee con fruición. Se codea, por otro lado, con gentes como Vicens Vives, con Cela, del que abomina y, a la vez, mira con cierto estupor, con Dionisio Ridruejo,
de quien admira su enorme capacidad cerebral, su inteligencia, que le
recuerda el impulso de su juventud, y viaja, algo raro en esa época para
la mayoría. Se larga al Mediterráneo, a Grecia, y, sobre todo, se
embarca hasta Buenos Aires para ir a ver a su amor, Aurora Perea Mené, a
la que había conocido y compartido vida con él desde 1943 a 1948, y que
se había casado en Buenos Aires con un exiliado español, Pedro Carnicero, en 1952.
Sin embargo, las notas
persisten en la descripción de un mundo horrible, crepuscular, sin
remisión posible. Llega a anotar el 16 de mayo de 1956 que Franco le
produce “asco físico” y que eso le deprime; se refiere a la censura como
un mal endémico en un país del que ha tenido que sufrirla toda su vida;
se imbuye de la miseria circundante, sobre todo la moral y el tono es
depresivo, aunque a veces brille el Pla más malicioso, sobre todo cuando
se relaciona con colegas: Cela, de quien no le hizo gracia alguna que
le hicieran académico; el poeta J. V. Foix, que regentaba una pastelería excelente en Barcelona, y que le parece un amigo estupendo pero de cuya obra no entiende nada; Ignasi Agustí, autor ahora olvidado pero muy famoso en aquellos años, se refiere a él como la peste…
Asco físico, asco de un
país que cree no tiene remedio, asco y cansancio, sobre todo cansancio…
en estas notas se muestra tan sincero que llega a pronunciar la palabra
onanismo, tabú para su generación. Ello nos da cuenta de lo que el
lector se va a encontrar en estas anotaciones diarias: un Pla sin
tapujos, sin traba alguna. Es probablemente el mayor aporte del libro.
JUAN ÁNGEL JURISTO | Publicado: - Actualizado: 10:32
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