La policía, un cuerpo creado para emplear la violencia, propende por sí misma a adoptar la violencia como ideología, una violencia siempre a favor del Estado y del orden instituido.
Habrá quien me diga que hay policía antidisturbios en la mayoría de los países y que no la creó este Gobierno, y tendrá razón, lo cual no quita que sea cierto que es un cuerpo de policía política creado específicamente con esa función; sólo añade la evidencia del férreo orden social que protegen partidos con nombres distintos. Pero como no se trata aquí de reflexionar en abstracto sobre la naturaleza del Estado y sus instituciones me referiré a lo que está llevando a cabo este Gobierno: transformando de modo planificado toda la policía en una policía política, cosa propia de un estado totalitario.
Para referirse en España con propiedad a la policía hay que referirse al Estado, el Estado existente es la continuación natural y sin traumas del Estado franquista. Siguieron en sus puestos los mismos jueces, los mismos altos funcionarios del Estado y los mismos generales y mandos de la policía, no hubo depuración alguna, revisión alguna de sus actuaciones. El antifranquismo pretendía la disolución o depuración de “los cuerpos represivos” que no hubo, y podemos comprobar cuánta razón había en ese objetivo. Vemos cada día cómo el Estado protege a Billy el Niño o al capitán Muñecas, funcionarios impolutos, y deja sin protección a sus víctimas. Este Estado está más con los torturadores que con los torturados, es tan simple como evidente. Tengo la completa seguridad de que nuestras fichas policiales siguen existiendo, como cualquier Estado autoritario nos niega el derecho a conocer lo que la policía franquista anotó de nosotros pero no me cabe duda de que es posible que un día volvamos a ser detenidos y el mismo policía u otro nos leerá una ficha que siguió ampliándose desde entonces.
Sin duda la evolución de la sociedad se notó y le benefició el que también llegase a ese cuerpo el sindicalismo, hizo más visible a sus miembros su condición de asalariados, común a los trabajadores. Pero si los mismos torturadores han seguido en activo y ascendido a posiciones de mando es porque el franquismo es una ideología muy asentada en el Estado y concretamente en la policía.
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